2 REYES 5:1-3
2 REYES 5:1-3 Reina Valera 2020 (RV2020)
Naamán, general del ejército del rey de Siria, era un hombre que gozaba de gran prestigio delante de su señor, quien lo tenía en alta estima, pues por medio de él había dado el Señor salvación a Siria. Era este un hombre valeroso en extremo, pero leproso. En una de sus incursiones por Israel, una banda de sirios había tomado cautiva a una muchacha que luego había pasado al servicio de la mujer de Naamán. Esta dijo a su señora: —Si rogara mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra.
2 REYES 5:1-3 La Palabra (versión española) (BLP)
Naamán, general del ejército del rey de Siria, era un hombre muy apreciado y distinguido por su rey, pues el Señor había dado la victoria a Siria valiéndose de él. Este hombre, que era un valiente guerrero, tenía lepra. En una de sus incursiones por Israel, una banda de sirios había tomado cautiva a una muchacha que luego había pasado al servicio de la mujer de Naamán. La muchacha dijo a su señora: —Si mi señor fuese a ver al profeta que hay en Samaría, él lo curaría de la lepra.
2 REYES 5:1-3 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Había un hombre llamado Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, muy estimado y favorecido por su rey, porque el Señor había dado la victoria a Siria por medio de él. Pero este hombre estaba enfermo de lepra. En una de las correrías de los sirios contra los israelitas, una muchachita fue hecha cautiva y puesta al servicio de la mujer de Naamán. Esta muchachita dijo a su ama: –Si mi amo fuera a ver al profeta que está en Samaria, quedaría curado de su lepra.
2 REYES 5:1-3 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, era un hombre de mucho prestigio y gozaba del favor de su rey porque, por medio de él, el SEÑOR le había dado victorias a su país. Era un soldado valiente, pero estaba enfermo de lepra. En cierta ocasión los sirios, que habían salido a merodear, capturaron a una muchacha israelita y la hicieron criada de la esposa de Naamán. Un día la muchacha le dijo a su ama: «Ojalá el amo fuera a ver al profeta que hay en Samaria, porque él lo sanaría de su lepra».