Logo de YouVersion
Icono de búsqueda

2 SAMUEL 23:1-39

2 SAMUEL 23:1-39 Reina Valera 2020 (RV2020)

Estas son las últimas palabras de David. Dijo David hijo de Isaí, aquel hombre que fue levantado en alto, el ungido del Dios de Jacob, el dulce cantor de Israel: El espíritu del Señor habla por mí, su palabra está en mi lengua. El Dios de Israel ha hablado, me habló la Roca de Israel: «Habrá un justo que gobierne entre los hombres, que gobierne en el temor de Dios. Será como la luz matinal, como el resplandor del sol en una mañana sin nubes, como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra». Por eso mi casa está firme en Dios; pues ha hecho conmigo un pacto eterno, bien ordenado en todo y bien seguro, aunque todavía no haya hecho él florecer toda mi salvación y mi deseo. Pero todos los malvados serán como espinos arrancados, que nadie recoge con la mano; quien quiere tocarlos, se arma de un hierro o del asta de una lanza, y son allí mismo consumidos por el fuego. Estos son los nombres de los valientes que tuvo David: Joseb-basebet, el tacmonita; el principal de los capitanes, que era Adino, el eznita, quien mató a ochocientos hombres en una ocasión. Después de él, Eleazar hijo de Dodo, el ahohíta, uno de los tres valientes que estaban con David cuando desafiaron a los filisteos que se habían reunido allí para la batalla, y los hombres de Israel retrocedían. Este se levantó e hirió a los filisteos hasta que su mano se cansó y se le quedó pegada a la espada. Aquel día el Señor dio una gran victoria, y el pueblo volvió tras él tan solo para recoger el botín. Después de este fue Sama hijo de Age, el ararita. Los filisteos se habían reunido en Lehi, donde había un pequeño terreno lleno de lentejas, y el pueblo huyó delante de los filisteos. Pero él se paró en medio de aquel terreno, lo defendió y derrotó a los filisteos. Así dio el Señor una gran victoria. Un día, en tiempo de la cosecha, tres de los treinta jefes descendieron y se unieron a David en la cueva de Adulam, mientras los filisteos acampaban en el valle de Refaim. David estaba entonces en la fortaleza y había en Belén una guarnición de los filisteos. Y dijo David con vehemencia: —¡Quién me diera a beber del agua del pozo de Belén que está junto a la puerta! Entonces los tres valientes irrumpieron en el campamento de los filisteos, sacaron agua del pozo de Belén que estaba junto a la puerta, se la llevaron a David; pero él no la quiso beber, sino que la derramó como ofrenda para el Señor, y dijo: —Lejos de mí, oh Señor, que yo haga esto. ¿He de beber yo la sangre de los hombres que fueron allí con peligro de su vida? Y no quiso beberla. Los tres valientes hicieron esto. Abisai, hermano de Joab e hijo de Sarvia, era el principal de los treinta. Este alzó su lanza contra trescientos hombres, a quienes mató, y ganó renombre entre los tres. Era el más renombrado de los treinta, y llegó a ser su jefe, pero no igualó a los tres primeros. Después, Benaía hijo de Joiada, hijo de un hombre esforzado, grande en proezas, de Cabseel. Este mató a dos leones de Moab; él mismo descendió y mató a un león en medio de un foso, cuando estaba nevando. También mató él a un egipcio, hombre de gran estatura; aunque el egipcio tenía una lanza en su mano, Benaía descendió contra él con un palo, le arrebató la lanza de la mano y lo mató con su propia lanza. Esto hizo Benaía hijo de Joiada, y ganó renombre entre los tres valientes. Se destacó entre los treinta, pero no igualó a los tres primeros. David lo puso como jefe de su guardia personal. Estaban asimismo entre los treinta, Asael, hermano de Joab; Elhanán hijo de Dodo, de Belén; Sama, el harodita; Elica, el harodita; Heles, el paltita; Ira hijo de Iques, el tecoíta; Abiezer, el anatotita; Mebunai, el husatita; Salmón, el ahohíta; Maharai, el netofatita; Heleb hijo de Baana, el netofatita; Itai hijo de Ribai, de Gabaa de los hijos de Benjamín; Benaía, el piratonita; Hidai, del arroyo de Gaas; Abi-albón, el arbatita; Azmavet, el barhumita; Eliaba, el saalbonita; Jonatán, de los hijos de Jasén; Sama, el ararita; Ahíam hijo de Sarar, el ararita; Elifelet hijo de Ahasbai hijo de Maaca; Eliam hijo de Ahitofel, el gilonita; Hezrai, el carmelita; Paarai, el arbita; Igal hijo de Natán, de Soba; Bani, el gadita; Selec, el amonita; Naharai, el beerotita, escudero de Joab hijo de Sarvia; Ira, el itrita; Gareb, el itrita, y Urías, el heteo. En total, treinta y siete.

2 SAMUEL 23:1-39 La Palabra (versión española) (BLP)

Estas son las últimas palabras de David: Oráculo de David, hijo de Jesé, oráculo del hombre encumbrado, ungido del Dios de Jacob, favorito de los cantos de Israel. El espíritu del Señor habla por mí y su palabra está en mi lengua. El Dios de Israel ha hablado, la Roca de Israel me ha dicho: «Quien gobierna a los humanos justamente, el que los gobierna respetando a Dios, es como la luz de la mañana cuando sale el sol; como mañana sin nubes, que tras la lluvia hace brotar la hierba de la tierra». Así está mi casa junto a Dios, pues ha sellado conmigo una alianza eterna, estipulada al detalle y respetada. Él me da la victoria completa y cumple todos mis deseos. Pero los malhechores son como cardos arrancados que nadie recoge con sus manos: cuando alguien quiere tocarlos, utiliza un hierro o el asta de una lanza para quemarlos allí mismo con fuego. He aquí los nombres de los héroes de David: Isbóset, el Jaquemonita, el jefe de los Tres, que una vez mató a ochocientos con su lanza. Después, Eleazar, hijo de Dodó, el de Ajojí, uno de los tres héroes que acompañaron a David cuando desafiaron a los filisteos reunidos allí para el combate. Los israelitas se retiraron, pero él resistió y estuvo matando filisteos hasta que su mano cansada se le quedó pegada a la espada. Aquel día el Señor consiguió una gran victoria. Luego el ejército regresó con Eleazar, pero únicamente para apoderarse del botín. El siguiente fue Samá, hijo de Agué, el ararita. Los filisteos se habían reagrupado en Lejí, donde había un campo sembrado de lentejas, y la gente huyó ante ellos. Pero él se mantuvo firme en medio del campo y derrotó a los filisteos. También aquel día el Señor obtuvo una gran victoria. En otra ocasión, en la época de la cosecha, tres de los Treinta bajaron y fueron a la cueva de Adulán, a ver a David mientras un destacamento filisteo estaba acampado en el valle de Refaín. David se encontraba en el refugio, al tiempo que una patrulla filistea estaba en Belén. David formuló este deseo: —¡Quién me diera a beber agua del pozo que hay a las puertas de Belén! Entonces los tres héroes irrumpieron en el campamento filisteo, sacaron agua del pozo que hay a las puertas de Belén y se la llevaron a David. Pero él no quiso beberla y la derramó como ofrenda al Señor, diciendo: —¡Líbreme el Señor de beberla, pues es como la sangre de los hombres que han ido a buscarla arriesgando sus vidas! Y no quiso beberla. Eso es lo que hicieron los tres héroes. Abisay, hermano de Joab e hijo de Seruyá, era el jefe de los Treinta. Atacó con su lanza a trescientos hombres, los mató y adquirió fama con los Tres. Recibió mayores honores que los Treinta y llegó a ser su jefe, pero no igualó a los Tres. Benaías, hijo de Joyadá, era un valiente de Cabsel que realizó numerosas proezas: mató a los dos hijos de Ariel, de Moab, y en un día de nieve bajó a un aljibe a matar a un león. También mató a un egipcio gigantesco que iba armado con una lanza. Benaías lo atacó con un palo, arrebató al egipcio la lanza de las manos y lo mató con su propia lanza. Esto fue lo que hizo Benaías, el hijo de Joyadá, con lo que adquirió fama entre los Treinta héroes. Pero, aunque recibió mayores honores que los Treinta, no llegó a igualar a los Tres. David lo puso al frente de su guardia personal. También formaban parte de los Treinta: Asael, el hermano de Joab; Eljanán, hijo de Dodó, de Belén; Samá, el jarodita; Elicá, también jarodita; Jeles, el paltita; Irá, hijo de Iqués, de Tecoa; Abiezer, de Anatot; Mebunay, el jusatita; Salmón, el ajojita; Maharay, de Netofá; Jéleb, hijo de Baaná, también de Netofá; Itay hijo de Ribay, de Guibeá de Benjamín; Benaías, de Piratón; Iday, de los Arroyos de Gaás; Abialbón, el arbateo; Azmávet, de Bajurín; Elyajbá, el saalbonita, y sus hijos, Jasén y Jonatán; Samá, el ararita; Ajiab, hijo de Sarar, también ararita; Elifélet, hijo de Ajasbay, de Maacá; Elián, hijo de Ajitófel, el guilonita; Jesray, de Carmel; Paaray, el arbita; Jigal, hijo de Natán, de Sobá; Bení, el gadita; Sélec, el amonita; Najeray, de Beerot, escudero de Joab, el hijo de Seruyá; Irá, el jitrita; Gareb, también jitrita; y Urías, el hitita. En total, treinta y siete.

2 SAMUEL 23:1-39 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Estas son las últimas palabras de David: “David, el hijo de Jesé, el hombre a quien Dios ha enaltecido, el rey escogido por el Dios de Jacob, el dulce cantor de himnos de Israel, ha declarado: “El Espíritu del Señor habla por medio de mí; su palabra está en mi lengua. El Dios de Israel ha hablado; el Protector de Israel me ha dicho: ‘El que gobierne a los hombres con justicia, el que gobierne en el temor de Dios, será como la luz de la aurora, como la luz del sol en una mañana sin nubes, que hace crecer la hierba después de la lluvia.’ Por eso mi descendencia está firme en Dios, pues él hizo conmigo un pacto eterno, totalmente ordenado y seguro. Él me da la victoria y hace que se cumplan todos mis deseos. Pero todos los malhechores serán como espinos desechados, que nadie coge con la mano. Para tocarlos, se toma un hierro o una lanza, y se les echa en el fuego para que se quemen por completo.” Estos son los nombres de los mejores soldados de David: Is-bóset, el hacmonita, jefe de los tres más valientes, que en una ocasión mató ochocientos hombres con su lanza. Después de él seguía Eleazar, hijo de Dodó, el ahohíta, que era uno de los tres más valientes. Estuvo con David en Pas-damim, cuando los filisteos se juntaron allí para la batalla y los israelitas se retiraron. Pero él se mantuvo firme, y estuvo matando filisteos hasta que la mano se le cansó y se le quedó pegada a la espada. Aquel día el Señor alcanzó una gran victoria. Luego el ejército siguió a Eleazar para apoderarse del botín arrebatado al enemigo. Tras Eleazar seguía Samá, hijo de Agué, el ararita. Cuando los filisteos se reunieron en Lehi, donde había un campo sembrado de lentejas, las tropas israelitas huyeron ante ellos. Pero Samá se plantó en medio del campo y lo defendió, derrotando a los filisteos. Así el Señor alcanzó una gran victoria. Una vez, en el tiempo de la siega, tres de los treinta valientes fueron a encontrarse con David en la cueva de Adulam. Las fuerzas filisteas estaban acampadas en el valle de Refaim. David se hallaba en la fortaleza, al tiempo que un destacamento filisteo se encontraba en Belén. Y David expresó este deseo: “¡Ojalá alguien me diera de beber agua del pozo que está en la puerta de Belén!” Entonces los tres valientes penetraron en el campamento filisteo y sacaron agua del pozo que está a la entrada de Belén, y se la llevaron a David. Pero él no quiso beberla, sino que la derramó como ofrenda al Señor, diciendo: “¡El Señor me libre de beberla! ¡Sería como beberme la sangre de estos hombres que, arriesgando su vida, fueron a traerla!” Y no quiso beberla. Esta hazaña la realizaron los tres valientes. Abisai, hermano de Joab e hijo de Seruiá, era jefe de los treinta valientes. En cierta ocasión atacó a trescientos hombres con su lanza, y los mató. Así ganó fama entre los treinta, y recibió más honores que todos ellos, pues llegó a ser su jefe. Pero no igualó a los tres primeros. Benaías, hijo de Joiadá, del pueblo de Cabseel, era un hombre valiente que realizó muchas hazañas. Él fue quien mató a los dos hijos de Ariel de Moab. Un día en que estaba nevando, bajó a un foso, y allí dentro mató a un león. También mató a un egipcio de gran estatura que iba armado con una lanza: Benaías lo atacó con un palo, le arrebató la lanza de la mano y lo mató con su propia lanza. Esta acción de Benaías, hijo de Joiadá, le hizo ganar fama entre los treinta valientes, y recibió más honores que ellos, pero no igualó a los tres primeros. Y David le puso al mando de su guardia personal. Entre los treinta valientes estaban: Asael, hermano de Joab; Elhanán, hijo de Dodó, de Belén; Samá, de Harod; Elicá, también de Harod; Heles, el paltita; Irá, hijo de Iqués, de Tecoa; Abiézer, de Anatot; Sibecai, de Husah; Salmón, el ahohíta; Maharai, de Netofá; Héled, hijo de Baaná, también de Netofá; Itai, hijo de Ribai, de Guibeá, que está en el territorio de Benjamín; Benaías, de Piratón; Hidai, del arroyo de Gaas; Abí-albón, el arbatita; Azmávet, de Bahurim; Eliahbá, el saalbonita; los hijos de Jasén; Jonatán; Samá, el ararita; Ahiam, hijo de Sarar, también ararita; Elifélet, hijo de Ahasbai, hijo del de Maacá; Eliam, hijo de Ahitófel, de Guiló; Hesrai, de Carmel; Paarai, el arbita; Igal, hijo de Natán, de Sobá; Baní, de Gad; Sélec, de Amón; Naharai, de Beerot, asistente de Joab, hijo de Seruiá; Irá, de Jatir; Gareb, también de Jatir; y Urías, el hitita. En total, treinta y siete.

2 SAMUEL 23:1-39 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Estas son las últimas palabras de David: «Oráculo de David hijo de Isaí, dulce cantor de Israel; hombre exaltado por el Altísimo y ungido por el Dios de Jacob. »El Espíritu del SEÑOR habló por medio de mí; puso sus palabras en mi lengua. El Dios de Israel habló, la Roca de Israel me dijo: “El que gobierne a la gente con justicia, el que gobierne en el temor de Dios, será como la luz de la aurora en un amanecer sin nubes, que tras la lluvia resplandece para que brote la hierba en la tierra”. »Dios ha establecido mi casa; ha hecho conmigo un pacto eterno, bien reglamentado y seguro. Dios hará que brote mi salvación y que se cumpla todo mi deseo. Pero los malvados son como espinos que se desechan; nadie los toca con la mano. Se recogen con un hierro o con una lanza, y ahí el fuego los consume». Estos son los nombres de los soldados más valientes de David: Joseb Basébet el tacmonita, que era el principal de los tres más famosos, en una batalla mató con su lanza a ochocientos hombres. En segundo lugar estaba Eleazar hijo de Dodó el ajojita, que también era uno de los tres más famosos. Estuvo con David cuando desafiaron a los filisteos que se habían concentrado en Pasdamín para la batalla. Los israelitas se retiraron, pero Eleazar se mantuvo firme y derrotó a tantos filisteos que, por la fatiga, la mano se le quedó pegada a la espada. Aquel día el SEÑOR les dio una gran victoria. Las tropas regresaron adonde estaba Eleazar, pero solo para tomar los despojos. El tercer valiente era Sama hijo de Agué el ararita. En cierta ocasión, los filisteos formaron sus tropas en un campo sembrado de lentejas. El ejército de Israel huyó ante ellos, pero Sama se plantó en medio del campo y lo defendió, derrotando a los filisteos. El SEÑOR les dio una gran victoria. En otra ocasión, tres de los treinta más valientes fueron a la cueva de Adulán, donde estaba David. Era el comienzo de la siega, y una tropa filistea acampaba en el valle de Refayin. David se encontraba en su fortaleza, y en ese tiempo había una guarnición filistea en Belén. Como David tenía mucha sed, exclamó: «¡Ojalá pudiera yo beber agua del pozo que está a la entrada de Belén!» Entonces los tres valientes se metieron en el campamento filisteo, sacaron agua del pozo de Belén y se la llevaron a David. Pero él no quiso beberla, sino que derramó el agua en honor al SEÑOR y declaró solemnemente: «¡Que el SEÑOR me libre de beberla! ¡Eso sería como beberme la sangre de hombres que se han jugado la vida!» Y no quiso beberla. Tales hazañas hicieron esos tres héroes. Abisay, el hermano de Joab hijo de Sarvia, estaba al mando de los tres y ganó fama entre ellos. En cierta ocasión, lanza en mano atacó y mató a trescientos hombres. Se destacó más que los tres valientes, y llegó a ser su jefe, pero no fue contado entre ellos. Benaías hijo de Joyadá era un guerrero de Cabsel que realizó muchas hazañas. Derrotó a dos de los mejores hombres de Moab, y en otra ocasión, cuando estaba nevando, se metió en una cisterna y mató un león. También derrotó a un egipcio de gran estatura. El egipcio empuñaba una lanza, pero Benaías, que no llevaba más que un palo, le arrebató la lanza y lo mató con ella. Tales hazañas hizo Benaías hijo de Joyadá, y también él ganó fama como los tres valientes, pero no fue contado entre ellos, aunque se destacó más que los treinta valientes. Además, David lo puso al mando de su guardia personal. Entre los treinta valientes estaban: Asael hermano de Joab, Eljanán hijo de Dodó, el de Belén, Sama el jarodita, Elicá el jarodita, Heles el paltita, Ira hijo de Iqués el tecoíta, Abiezer el anatotita, Mebunay el jusatita, Zalmón el ajojita, Maray el netofatita, Jéled hijo de Baná el netofatita, Itay hijo de Ribay, el de Guibeá de los benjaminitas, Benaías el piratonita, Hiday, el de los arroyos de Gaas, Abí Albón el arbatita, Azmávet el bajurinita, Elijaba el salbonita, los hijos de Jasén, Jonatán hijo de Sama el ararita, Ahían hijo de Sarar el ararita, Elifelet hijo de Ajasbay el macateo, Elián hijo de Ajitofel el guilonita, Jezró el de Carmel, Paray el arbita, Igal hijo de Natán, el de Sobá, el hijo de Hagrí, Sélec el amonita, Najaray el berotita, que fue escudero de Joab hijo de Sarvia, Ira el itrita, Gareb el itrita, y Urías el hitita. En total fueron treinta y siete.