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HECHOS 12:1-25

HECHOS 12:1-25 Reina Valera 2020 (RV2020)

Por aquellos días, el rey Herodes hizo apresar a algunos miembros de la iglesia para maltratarlos. Mató a espada a Jacobo, hermano de Juan y viendo que esto había agradado a los judíos mandó apresar también a Pedro, durante la fiesta de los Panes sin levadura. Le capturó, le metió en la cárcel y le puso bajo la custodia de cuatro unidades de soldados, cada una de ellas formada por cuatro hombres, con el fin de tenerlo bien vigilado hasta que fuese juzgado públicamente después de la Pascua. Mientras Pedro permanecía bajo custodia en la cárcel, en la iglesia se oraba sin cesar a Dios por él. Pedro, la noche anterior al día en que Herodes le iba a juzgar en público, estaba durmiendo entre dos soldados y sujeto con dos cadenas, mientras unos centinelas custodiaban la puerta de entrada de la cárcel. De pronto se presentó un ángel del Señor y un resplandor inundó la celda. El ángel, golpeando a Pedro en el costado, le despertó y le dijo: —Levántate pronto. Las cadenas se le cayeron de las manos. El ángel añadió: —Ajústate la túnica y átate las sandalias. Hecho esto, el ángel le ordenó además: —Envuélvete en tu manto y sígueme. Pedro salió tras él sin saber con certeza si lo del ángel era o no real; a él le parecía todo un sueño. Habiendo pasado el primero y el segundo cuerpo de guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la calle, la cual se abrió sola ante ellos. Ya en el exterior, avanzaron por una callejuela y, sin más, el ángel desapareció de su lado. Entonces Pedro volvió en sí y dijo: —Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel y me ha librado de la mano de Herodes y de todo lo que el pueblo judío esperaba. Mientras cavilaba en estas cosas llegó a casa de María, la madre de Juan, por sobrenombre Marcos. Había allí muchas personas reunidas y orando. Pedro llamó a la puerta del patio; una muchacha llamada Rode salió a ver quién era y, al reconocer la voz de Pedro, se puso tan alegre que, en lugar de abrir la puerta, corrió al interior para avisar que Pedro estaba a la puerta. Ellos le dijeron que estaba loca. Pero ante su insistencia, ellos dijeron: «¡Será su ángel!». Mientras tanto, Pedro continuaba llamando y cuando abrieron la puerta y le vieron se quedaron atónitos. Pedro, haciendo una señal con la mano para que callaran, les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel y les pidió que lo hiciesen saber a Jacobo y a los hermanos. Luego salió y se fue a otro lugar. Al amanecer, hubo mucho alboroto entre los soldados, pues no sabían qué había pasado con Pedro. Herodes dio órdenes de buscarlo; y como no hubo manera de dar con él, sometió a interrogatorio a los guardias y mandó ejecutarlos. Después de eso, Herodes salió de Judea y se fue a Cesarea, donde permaneció por algún tiempo. Herodes estaba enojado con los habitantes de Tiro y de Sidón. Mas estos, de común acuerdo y habiéndose ganado el apoyo de Blasto, camarero mayor del rey, le pidieron una solución pacífica debido a que su territorio era abastecido por el del rey. El día señalado para la audiencia, Herodes, vestido de ropas reales, ocupó su lugar en la tribuna y pronunció un discurso ante sus súbditos. El pueblo exaltado vociferaba: —¡No es un hombre sino un dios el que habla! En ese mismo momento, un ángel del Señor hirió a Herodes porque no dio la gloria a Dios. Murió comido de gusanos. Mas la palabra del Señor crecía y se multiplicaba. Bernabé y Saulo, una vez cumplido su servicio, volvieron de Jerusalén y llevaron también consigo a Juan, que tenía por sobrenombre Marcos.

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HECHOS 12:1-25 La Palabra (versión española) (BLP)

Por aquellos días, el rey Herodes hizo apresar a algunos miembros de la Iglesia con intención de torturarlos. Ordenó la ejecución de Santiago, el hermano de Juan. Al comprobar la satisfacción que con ello había causado a los judíos, se propuso encarcelar a Pedro en fecha que coincidió con las fiestas de Pascua. Una vez capturado, encomendó su custodia a cuatro piquetes, compuesto cada uno por cuatro soldados, con el propósito de juzgarlo públicamente después de la Pascua. Mientras Pedro permanecía bajo custodia en la cárcel, la Iglesia rogaba fervientemente a Dios por él. La noche anterior al día en que Herodes se proponía someterlo a juicio público, Pedro dormía entre dos soldados, atado con dos cadenas, mientras unos centinelas custodiaban la puerta de la cárcel. De repente apareció un ángel del Señor y un resplandor inundó la celda. El ángel tocó a Pedro en el costado, para despertarlo, y le dijo: —¡Rápido, levántate! Y al instante cayeron las cadenas de sus muñecas. El ángel volvió a hablarle: —Ajústate el cinturón y cálzate. Hecho esto, le dijo: —Ponte la capa y sígueme. Pedro fue tras él, sin saber con certeza si lo del ángel era o no real; a él le parecía todo un sueño. Pasaron el primer puesto de guardia, luego el segundo y, por fin, llegaron a la puerta de hierro que daba a la calle, la cual se abrió sola ante ellos. Ya en el exterior, caminaron un trecho y, sin más, el ángel desapareció de su lado. Pedro entonces volvió en sí y exclamó: —Ahora me doy cuenta de que el Señor ha enviado su ángel para librarme de las garras de Herodes y de la trama organizada contra mí por el pueblo judío. Después de orientarse, se encaminó hacia la casa de María, la madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde había muchas personas reunidas en oración. Llamó a la puerta principal; una joven sirviente llamada Rode se acercó a ver quién era y, al reconocer la voz de Pedro, se puso tan alegre que, en lugar de abrir la puerta, corrió al interior para avisar que Pedro estaba en el zaguán. —¡Estás loca! —le respondieron. Como ella insistía en que era cierto, comentaron: —Debe de ser su ángel. Mientras tanto, Pedro continuaba llamando. Cuando al fin abrieron y vieron que era él, quedaron atónitos. Él les hizo señas de que guardaran silencio y les refirió cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Y concluyó diciendo: —Comunicádselo a Santiago y a los otros hermanos. Seguidamente partió hacia otro lugar. No fue pequeña la confusión que hubo al día siguiente entre los soldados respecto al paradero de Pedro. Herodes dio órdenes de buscarlo; y como no hubo manera de dar con él, sometió a interrogatorio a los guardias y mandó ejecutarlos. Después se trasladó de Judea a Cesarea, donde pasó algún tiempo. Herodes estaba sumamente irritado con los habitantes de Tiro y Sidón. No obstante, estos resolvieron, de común acuerdo, entrevistarse con él, para lo cual obtuvieron el apoyo de Blasto, el mayordomo del rey. Buscaban con ello llegar a una solución pacífica, pues su país era abastecido por el de Herodes. En la fecha fijada para la audiencia, Herodes, vestido de sus máximas galas reales, ocupó su lugar en la tribuna y pronunció un discurso ante sus súbditos. La plebe gritó exaltada: —¡No es un hombre sino un dios el que habla! En aquel mismo instante, un ángel del Señor lo hirió de grave enfermedad por haberse arrogado el honor que corresponde a Dios, y murió comido por gusanos. Entre tanto, el mensaje de Dios se divulgaba y penetraba por doquier. En cuanto a Bernabé y a Saulo, cumplida su misión, regresaron de Jerusalén llevando consigo a Juan Marcos.

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HECHOS 12:1-25 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

El rey Herodes comenzó por aquel tiempo a perseguir a algunos de la iglesia. Ordenó matar a filo de espada a Santiago, el hermano de Juan, y como vio que esto había agradado a los judíos, hizo apresar también a Pedro. Esto sucedió en los días de la fiesta en que se come el pan sin levadura. Después de apresarle, Herodes metió a Pedro en la cárcel, donde estaba vigilado por cuatro grupos de soldados, de cuatro soldados cada uno. Pensaba presentarlo ante el pueblo una vez pasada la Pascua. Así que Pedro permanecía en la cárcel, bien vigilado; pero los de la iglesia seguían orando a Dios por él con gran fervor. La noche anterior al día en que Herodes le iba a presentar ante el pueblo, Pedro estaba durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, en tanto que otros soldados vigilaban la cárcel delante de la puerta. De pronto apareció un ángel del Señor, y la celda se llenó de luz. El ángel tocó a Pedro en el costado, le despertó y le dijo: “¡Levántate en seguida!” Al instante cayeron las cadenas de las manos de Pedro, y el ángel le dijo: “Vístete y ponte las sandalias.” Así lo hizo Pedro, y el ángel añadió: “Ponte tu capa y sígueme.” Salió Pedro tras el ángel sin saber si era realidad o no lo que este hacía. Más bien le parecía que estaba contemplando una visión. Pero pasaron la primera guardia y luego la segunda, y cuando llegaron a la puerta de hierro que daba a la calle, la puerta se abrió por sí sola. Salieron, y en seguida, después de haber caminado una calle, el ángel le dejó. Pedro comprendió entonces y dijo: “Ahora veo que realmente el Señor ha enviado a su ángel para librarme de Herodes y de todo lo que querían hacerme los judíos.” Al darse cuenta de esto, Pedro se dirigió a casa de María, la madre de Juan, también llamado Marcos, donde muchas personas estaban reunidas en oración. Llamó a la puerta de la calle, y una muchacha llamada Rode salió a ver quién era. Al reconocer la voz de Pedro, fue tanta su alegría que en vez de abrir corrió adentro a avisar que Pedro estaba a la puerta. –¡Estás loca! –le contestaron. Pero como ella sostenía que era cierto, dijeron: –No será él, sino su ángel. Mientras tanto, Pedro seguía llamando a la puerta. Cuando abrieron y le vieron, se asustaron. Pero él, con la mano, les hizo señas de que callasen, y les contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. Y añadió: –Contad esto a Santiago y a los hermanos. Luego salió y se fue a otro lugar. Al hacerse de día se produjo una gran confusión entre los soldados, porque no sabían qué había pasado con Pedro. Herodes ordenó buscarle, pero como no pudieron dar con él, hizo responsables a los guardias y mandó matarlos. Después de esto, Herodes salió de Judea y se fue a vivir a Cesarea. Herodes estaba irritado con los habitantes de Tiro y Sidón, los cuales se pusieron de acuerdo para presentarse ante él. Lograron ganarse la buena voluntad de Blasto, alto funcionario de la corte, y por medio de él pidieron paz, porque Tiro y Sidón obtenían sus provisiones en el país de Herodes. Herodes los citó para un cierto día, en el que, vestido de ceremonia, ocupó su asiento en el tribunal y les dirigió un discurso. La gente comenzó entonces a gritar: “¡Este que habla no es un hombre, sino un dios!” En aquel mismo momento, un ángel del Señor hizo que Herodes cayera enfermo por no haber dado honor a Dios, y murió comido de gusanos. Entre tanto, el mensaje de Dios iba extendiéndose y era anunciado en todas partes. Cuando Bernabé y Saulo terminaron su trabajo, regresaron de Jerusalén llevando consigo a Juan, también llamado Marcos.

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HECHOS 12:1-25 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

En ese tiempo el rey Herodes hizo arrestar a algunos de la iglesia con el fin de maltratarlos. A Jacobo, hermano de Juan, lo mandó matar a espada. Al ver que esto agradaba a los judíos, procedió a prender también a Pedro. Esto sucedió durante la fiesta de los Panes sin levadura. Después de arrestarlo, lo metió en la cárcel y lo puso bajo la vigilancia de cuatro grupos de cuatro soldados cada uno. Tenía la intención de hacerlo comparecer en juicio público después de la Pascua. Pero, mientras mantenían a Pedro en la cárcel, la iglesia oraba constante y fervientemente a Dios por él. La misma noche en que Herodes estaba a punto de sacar a Pedro para someterlo a juicio, este dormía entre dos soldados, sujeto con dos cadenas. Unos guardias vigilaban la entrada de la cárcel. De repente apareció un ángel del Señor y una luz resplandeció en la celda. Despertó a Pedro con unas palmadas en el costado y le dijo: «¡Date prisa, levántate!» Las cadenas cayeron de las manos de Pedro. Le dijo además el ángel: «Vístete y cálzate las sandalias». Así lo hizo, y el ángel añadió: «Échate la capa encima y sígueme». Pedro salió tras él, pero no sabía si realmente estaba sucediendo lo que el ángel hacía, pues le parecía que se trataba de una visión. Pasaron por la primera y la segunda guardia, y llegaron al portón de hierro que daba a la ciudad. El portón se abrió por sí solo, y salieron. Tras caminar un trecho, sin más, el ángel lo dejó solo. Entonces Pedro volvió en sí y se dijo: «Ahora estoy completamente seguro de que el Señor ha enviado a su ángel para librarme del poder de Herodes y de todo lo que el pueblo judío esperaba». Consciente de lo sucedido, fue a casa de María, la madre de Juan, apodado Marcos, donde muchas personas estaban reunidas orando. Llamó a la puerta de la calle, y salió a responder una criada llamada Rode. Al reconocer la voz de Pedro, se puso tan contenta que volvió corriendo sin abrir. ―¡Pedro está a la puerta! —exclamó. ―¡Estás loca! —le dijeron. Ella insistía en que así era, pero los otros decían: ―Debe de ser su ángel. Entre tanto, Pedro seguía llamando. Cuando abrieron la puerta y lo vieron, se quedaron pasmados. Con la mano, Pedro les hizo señas de que se callaran, y les contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. ―Contadle esto a Jacobo y a los hermanos —les dijo. Luego salió y se fue a otro lugar. Al amanecer se produjo un gran alboroto entre los soldados respecto al paradero de Pedro. Herodes hizo averiguaciones, pero, al no encontrarlo, tomó declaración a los guardias y mandó matarlos. Después viajó de Judea a Cesarea y se quedó allí. Herodes estaba furioso con los de Tiro y de Sidón, pero ellos se pusieron de acuerdo y se presentaron ante él. Habiéndose ganado el favor de Blasto, mayordomo del rey, pidieron paz, porque su región dependía del país del rey para obtener sus provisiones. El día señalado, Herodes, ataviado con su ropaje real y sentado en su trono, le dirigió un discurso al pueblo. La gente gritaba: «¡Voz de un dios, no de hombre!» Al instante un ángel del Señor lo hirió, porque no le había dado la gloria a Dios; y Herodes murió comido de gusanos. Pero la palabra de Dios seguía extendiéndose y difundiéndose. Cuando Bernabé y Saulo cumplieron su servicio, regresaron de Jerusalén llevando con ellos a Juan, llamado también Marcos.

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