HECHOS 14:1-28
HECHOS 14:1-28 Reina Valera 2020 (RV2020)
En Iconio entraron juntos en la sinagoga de los judíos y hablaron con tal persuasión que muchos judíos y griegos creyeron. Mas los judíos incrédulos incitaron a los gentiles y envenenaron su ánimo contra los hermanos. Sin embargo, Pablo y Bernabé se detuvieron allí mucho tiempo y hablaban con valentía, confiados en el Señor. Y el Señor confirmaba el mensaje de su gracia concediendo que se obrasen señales y prodigios por medio de ellos. La gente de la ciudad se dividió: unos estaban con los judíos y otros con los apóstoles. Los judíos y los gentiles, juntamente con sus gobernantes, tramaron maltratar y apedrear a Pablo y Bernabé, mas ellos, dándose cuenta, huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a las regiones cercanas, donde continuaron predicando el evangelio. En Listra había un hombre cojo de nacimiento. Jamás había podido andar. Estaba sentado oyendo hablar a Pablo, cuando este se fijó en él y percibió que aquel hombre tenía la fe necesaria para ser sanado, le dijo a gran voz: —¡Levántate. Ponte derecho sobre tus pies! Él dio un salto y comenzó a andar. La gente, visto lo que Pablo había hecho, alzó la voz y dijo en lengua licaónica: —¡Dioses con forma humana han bajado a visitarnos! A Bernabé le llamaron Zeus, y como Pablo era el portavoz, a él lo llamaron Hermes. El sacerdote de Zeus, cuyo templo estaba frente a la ciudad, llevó ante las puertas de la ciudad toros y guirnaldas. Quería, juntamente con la muchedumbre, ofrecerles sacrificios. Cuando los apóstoles Bernabé y Pablo oyeron esto, rasgaron sus ropas y corrieron entre la multitud diciendo a gritos: —¿Qué vais a hacer? Nosotros somos hombres de carne y hueso, como vosotros, que os anunciamos la buena noticia para que dejéis esas vanas prácticas y os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay. En las épocas pasadas él ha dejado a todas las gentes andar por sus propios caminos, aunque no dejó de dar testimonio de sí mismo, haciendo bien, dándoos lluvias del cielo y tiempos fructíferos y llenando de sustento y de alegría vuestros corazones. Diciendo estas cosas, apenas lograban impedir que la multitud les ofreciera sacrificios. Entonces vinieron unos judíos de Antioquía y de Iconio que persuadieron a la multitud y habiendo apedreado a Pablo, le arrastraron fuera de la ciudad pensando que ya estaba muerto. Mas rodeándole los discípulos, se levantó y entró en la ciudad. Al día siguiente salió con Bernabé para Derbe. Después de anunciar el evangelio en aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, fortaleciendo los ánimos de los discípulos y exhortándolos a que permanecieran en la fe y enseñándoles que para entrar en el reino de Dios nos es necesario pasar por muchas tribulaciones. También nombraron ancianos en cada iglesia y habiendo orado y ayunado los encomendaron al Señor en quien habían creído. Pasando por Pisidia llegaron a Panfilia y habiendo predicado la palabra en Perge descendieron a Atalia. De allí navegaron a Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían cumplido. Al llegar, reunieron a la iglesia y contaron las grandes cosas que Dios había realizado por mediación de ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles. Y allí se quedaron mucho tiempo con los discípulos.
HECHOS 14:1-28 La Palabra (versión española) (BLP)
En Iconio acudieron también a la sinagoga judía y hablaron con tal persuasión, que fueron muy numerosos tanto los judíos como los griegos que se convirtieron. Pero los judíos, reacios a dejarse convencer, soliviantaron a los no judíos, tratando de enemistarlos con los hermanos creyentes. No obstante, Pablo y Bernabé permanecieron allí por algún tiempo hablando resueltamente acerca del Señor, quien confirmaba el mensaje de bendición con las señales milagrosas y los prodigios que realizaba por medio de ellos. Así las cosas, se dividió la población en dos bandos: uno era partidario de los judíos; el otro, de los apóstoles. Pero judíos y no judíos se confabularon, en connivencia con las autoridades, para maltratar y apedrear a Pablo y Bernabé. Estos, al enterarse de lo que tramaban, huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a la región vecina, donde igualmente anunciaron la buena nueva. Había en Listra un tullido, cojo de nacimiento, que nunca había podido valerse de sus pies. Estaba escuchando con atención las palabras de Pablo, cuando este fijó su mirada en él y percibió que tenía bastante fe para ser sanado. Le dijo entonces en voz alta: —¡Levántate y ponte derecho sobre tus pies! Él dio un salto y echó a andar. Cuando la gente vio lo que Pablo había hecho, comenzó a gritar en su idioma licaónico: —¡Los dioses han bajado a nosotros en forma humana! Llamaron Zeus a Bernabé y Hermes a Pablo, por ser el portavoz. En esto, el sacerdote de Zeus, cuyo templo estaba a la entrada de la ciudad, llevó ante las puertas de la ciudad toros adornados con guirnaldas y, en unión de la muchedumbre, quería ofrecerles un sacrificio. Pero al darse cuenta de ello, los apóstoles Bernabé y Pablo rasgaron sus vestidos en señal de desaprobación y corrieron hacia la multitud gritando: —¿Qué vais a hacer? ¡Somos hombres mortales como vosotros! Hemos venido a anunciaros el evangelio para que dejéis esas vanas prácticas y os convirtáis al Dios vivo, que creó el cielo, la tierra, el mar y todo lo que contienen. Él permitió en épocas pasadas que todas las naciones siguieran su propio camino; aunque, en verdad, no sin dejarles muestras palpables de su bondad. Él os ha enviado desde el cielo lluvias abundantes y tiempo favorable a las cosechas, os ha saciado de alimentos y ha colmado de alegría vuestros corazones. Estas palabras les sirvieron, aunque a duras penas, para evitar que la multitud les ofreciera un sacrificio. Llegaron, sin embargo, algunos judíos de Antioquía de Pisidia y de Iconio, que lograron ganarse a la muchedumbre, hasta el punto de que apedrearon a Pablo y lo sacaron fuera de la ciudad, dándolo por muerto. Pero, cuando los discípulos se juntaron en torno a él, se levantó y regresó a la ciudad. Al día siguiente marchó con Bernabé hacia Derbe. Después de haber anunciado la buena nueva en aquella ciudad y de haber hecho muchos discípulos, volvieron a Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia, animando de paso a los creyentes y exhortándolos a permanecer firmes en la fe: «Para entrar en el reino de Dios —les advertían— nos es necesario pasar por muchos sufrimientos». Nombraron también dirigentes en cada iglesia y, haciendo oración y ayuno, los encomendaron al Señor, en quien habían depositado su fe. Atravesaron luego Pisidia y llegaron a Panfilia. Anunciaron el mensaje en Perge y bajaron a Atalía. Se embarcaron allí para Antioquía de Siria, donde los habían confiado a la protección de Dios para la misión que acababan de cumplir. A su llegada, reunieron en asamblea a la iglesia e informaron ampliamente de todo lo que Dios había realizado por mediación de ellos y de cómo se había mostrado favorable a que también los no judíos abrazasen la fe. Pablo y Bernabé pasaron allí una buena temporada con los demás discípulos.
HECHOS 14:1-28 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
En Iconio, Pablo y Bernabé entraron juntos en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal modo que muchos creyeron, tanto judíos como no judíos. Pero los judíos que no creyeron incitaron a los no judíos a pensar mal de los hermanos. Con todo, los apóstoles se quedaron allí mucho tiempo, y confiados en el Señor hablaron con toda valentía. Y el Señor confirmaba lo que ellos decían del amor de Dios, dándoles poder para hacer señales y milagros. La gente de la ciudad estaba dividida, unos a favor de los judíos y otros a favor de los apóstoles; pero judíos y no judíos se pusieron luego de acuerdo con las autoridades para maltratarlos y apedrearlos. Pablo y Bernabé, al saberlo, huyeron a Listra y Derbe, pueblos de Licaonia, y a sus alrededores, donde también anunciaron la buena noticia. Había en Listra un hombre que no podía andar. Nunca lo había hecho porque era cojo de nacimiento. Este hombre estaba sentado, escuchando lo que Pablo decía. Pablo se fijó en él, y viendo que tenía fe bastante para ser sanado le dijo con voz fuerte: –¡Levántate y ponte derecho sobre tus pies! El hombre se puso en pie de un salto y comenzó a andar. Al ver lo que Pablo había hecho, la gente empezó a gritar en la lengua de Licaonia: –¡Dioses en forma de hombre han bajado a nosotros! Tomaron a Bernabé por el dios Zeus y a Pablo por el dios Hermes, porque era el que hablaba. El sacerdote de Zeus, cuyo templo se hallaba a la entrada del pueblo, trajo toros y adornos florales; y él y la gente querían adorar a los apóstoles y ofrecerles un sacrificio. Al darse cuenta de ello, Bernabé y Pablo se rasgaron la ropa y se metieron entre la gente gritando: –Señores, ¿por qué hacéis esto? ¡Nosotros también somos hombres, lo mismo que vosotros! Precisamente hemos venido para deciros que dejéis estas cosas que no sirven para nada y que os volváis al Dios viviente, que hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. Aunque en otros tiempos Dios permitió que cada cual siguiera su propio camino, nunca dejó de mostrar, por medio del bien que hacía, quién era él; porque él es quien os manda la lluvia y las buenas cosechas, y quien os da comida y alegría en abundancia. Pero a pesar de decirles estas cosas, apenas lograron impedir que la gente matase los toros para ofrecérselos en sacrificio. En esto llegaron unos judíos de Antioquía y de Iconio, que hicieron cambiar de parecer a la gente. Apedrearon a Pablo, y creyendo que le habían matado lo arrastraron fuera del pueblo. Pero cuando los creyentes se reunieron alrededor de Pablo, él se levantó y entró otra vez en el pueblo. Al día siguiente salió con Bernabé camino de Derbe. Después de anunciar la buena noticia en Derbe, donde ganaron muchos creyentes, volvieron a Listra, Iconio y Antioquía. En estos lugares animaron a los creyentes, a quienes, recomendándoles que siguieran firmes en la fe, les decían que para entrar en el reino de Dios hay que sufrir muchas aflicciones. También nombraron ancianos en cada iglesia, y después de orar y ayunar los encomendaron al Señor en quien habían creído. Pasando por la región de Pisidia, llegaron a la de Panfilia. Anunciaron el mensaje en Perge y luego llegaron a Atalia. Allí se embarcaron para Antioquía, la ciudad donde los habían encomendado al amor de Dios para el trabajo que ahora habían terminado. Al llegar a Antioquía reunieron a los de la iglesia y les contaron todas las cosas que Dios había hecho con ellos, y cómo el Señor había abierto la puerta a los no judíos para que también pudieran creer. Y Pablo y Bernabé se quedaron allí mucho tiempo con los creyentes.
HECHOS 14:1-28 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
En Iconio, Pablo y Bernabé entraron, como de costumbre, en la sinagoga judía y hablaron de tal manera que creyó una multitud de judíos y de griegos. Pero los judíos incrédulos incitaron a los gentiles y envenenaron su ánimo contra los hermanos. En todo caso, Pablo y Bernabé pasaron allí bastante tiempo, hablando valientemente en el nombre del Señor, quien confirmaba el mensaje de su gracia haciendo señales y prodigios por medio de ellos. La gente de la ciudad estaba dividida: unos estaban de parte de los judíos, y otros, de parte de los apóstoles. Hubo un complot tanto de los gentiles como de los judíos, apoyados por sus dirigentes, para maltratarlos y apedrearlos. Al darse cuenta de esto, los apóstoles huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a sus alrededores, donde siguieron anunciando las buenas nuevas. En Listra vivía un hombre lisiado de nacimiento, que no podía mover las piernas y nunca había caminado. Estaba sentado, escuchando a Pablo, quien, al reparar en él y ver que tenía fe para ser sanado, le ordenó con voz fuerte: ―¡Ponte en pie y enderézate! El hombre dio un salto y empezó a caminar. Al ver lo que Pablo había hecho, la gente comenzó a gritar en el idioma de Licaonia: ―¡Los dioses han tomado forma humana y han venido a visitarnos! A Bernabé lo llamaban Zeus, y a Pablo, Hermes, porque era el que dirigía la palabra. El sacerdote de Zeus, el dios cuyo templo estaba a las afueras de la ciudad, llevó toros y guirnaldas a las puertas y, con toda la multitud, quería ofrecerles sacrificios. Al enterarse de esto los apóstoles Bernabé y Pablo, se rasgaron las vestiduras y se lanzaron entre la multitud, gritando: ―Señores, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres mortales como vosotros. Las buenas nuevas que os anunciamos son que dejéis estas cosas sin valor y os volváis al Dios viviente, que hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. En épocas pasadas él permitió que todas las naciones siguieran su propio camino. Sin embargo, no ha dejado de dar testimonio de sí mismo haciendo el bien, dándoos lluvias del cielo y estaciones fructíferas, proporcionándoos comida y alegría de corazón. A pesar de todo lo que dijeron, a duras penas evitaron que la multitud les ofreciera sacrificios. En eso llegaron de Antioquía y de Iconio unos judíos que hicieron cambiar de parecer a la multitud. Apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, creyendo que estaba muerto. Pero, cuando lo rodearon los discípulos, él se levantó y volvió a entrar en la ciudad. Al día siguiente, partió para Derbe en compañía de Bernabé. Después de anunciar las buenas nuevas en aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, Pablo y Bernabé regresaron a Listra, a Iconio y a Antioquía, fortaleciendo a los discípulos y animándolos a perseverar en la fe. «Es necesario pasar por muchas dificultades para entrar en el reino de Dios», les decían. En cada iglesia nombraron ancianos y, con oración y ayuno, los encomendaron al Señor en quien habían creído. Atravesando Pisidia, llegaron a Panfilia y, cuando terminaron de predicar la palabra en Perge, bajaron a Atalía. De Atalía navegaron a Antioquía, donde se los había encomendado a la gracia de Dios para la obra que ya habían realizado. Cuando llegaron, reunieron a la iglesia e informaron de todo lo que Dios había hecho por medio de ellos, y de cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles. Y se quedaron allí mucho tiempo con los discípulos.