Logo de YouVersion
Icono de búsqueda

HECHOS 16:16-33

HECHOS 16:16-33 La Palabra (versión española) (BLP)

Un día, cuando nos dirigíamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una joven esclava poseída por un espíritu de adivinación. Las predicciones que hacía reportaban cuantiosas ganancias a sus amos. La joven comenzó a seguirnos, a Pablo y a nosotros, gritando: —¡Estos hombres sirven al Dios Altísimo y os anuncian el camino de salvación! Hizo esto durante muchos días, hasta que Pablo, ya harto, se enfrentó con el espíritu y le dijo: —¡En nombre de Jesucristo, te ordeno que salgas de ella! Decir esto y abandonarla el espíritu, fue todo uno. Pero al ver los amos de la joven que sus esperanzas de lucro se habían esfumado, echaron mano a Pablo y a Silas y los arrastraron hasta la plaza pública, ante las autoridades. Allí, ante los magistrados, presentaron esta acusación: —Estos hombres han traído el desorden a nuestra ciudad. Son judíos y están introduciendo costumbres que, como romanos que somos, no podemos aceptar ni practicar. El populacho se amotinó contra ellos, y los magistrados ordenaron que los desnudaran y los azotaran. Después de azotarlos con ganas, los metieron en la cárcel y encomendaron al carcelero que los mantuviera bajo estricta vigilancia. Ante tal orden, el carcelero los metió en la celda más profunda de la prisión y les sujetó los pies en el cepo. Hacia la media noche, Pablo y Silas estaban orando y cantando alabanzas a Dios, mientras los otros presos escuchaban. Repentinamente, un violento temblor de tierra sacudió los cimientos de la prisión. Se abrieron de golpe todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos los presos. El carcelero se despertó y, al ver las puertas de la prisión abiertas de par en par, desenvainó su espada con intención de suicidarse, pues daba por supuesto que los presos se habían fugado. Pablo, entonces, le dijo a voz en grito: —¡No te hagas ningún daño, que estamos todos aquí! El carcelero pidió una luz, corrió hacia el interior y, temblando de miedo, se echó a los pies de Pablo y Silas. Los llevó luego al exterior y les preguntó: —Señores, ¿qué debo hacer para salvarme? Le respondieron: —Cree en Jesús, el Señor, y tú y tu familia alcanzaréis la salvación. Luego les explicaron a él y a todos sus familiares el mensaje del Señor. El carcelero, por su parte, a pesar de lo avanzado de la noche, les lavó las heridas y a continuación se hizo bautizar con todos los suyos.

Compartir
Lee HECHOS 16

HECHOS 16:16-33 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Una día, cuando íbamos al lugar de oración, salió a nuestro encuentro una muchacha poseída por un espíritu de adivinación. Era una esclava, que con sus adivinaciones daba a ganar mucho dinero a sus amos. Aquella muchacha comenzó a seguirnos a Pablo y a nosotros, gritando: –¡Estos hombres son servidores del Dios altísimo y os anuncian el camino de salvación! Así lo hizo durante muchos días, hasta que Pablo, ya molesto, terminó por volverse y decir al espíritu que la poseía: –¡En el nombre de Jesucristo te ordeno que salgas de ella! En aquel mismo momento, el espíritu la dejó. Pero los amos de la muchacha, viendo perdidas sus esperanzas de seguir ganando dinero con ella, cogieron a Pablo y a Silas y los llevaron ante las autoridades, a la plaza principal. Los presentaron a los jueces, diciendo: –Estos judíos están alborotando nuestra ciudad y enseñan costumbres que nosotros no podemos admitir ni practicar, porque somos romanos. Entonces la gente se levantó contra ellos, y los jueces ordenaron que les quitaran la ropa y los azotaran con varas. Después de haberlos azotado mucho, los metieron en la cárcel y ordenaron al carcelero que los vigilase con el mayor cuidado. Recibida esta orden, el carcelero los metió en el lugar más profundo de la cárcel y les sujetó los pies en el cepo. Alrededor de la medianoche, mientras Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios, y los demás presos les estaban escuchando, hubo un repentino temblor de tierra, tan violento que sacudió los cimientos de la cárcel. Al momento se abrieron todas las puertas, y a todos los presos se les soltaron las cadenas. Con esto despertó el carcelero, que, al ver abiertas las puertas de la cárcel, sacó su espada para matarse, pensando que los presos habían huido. Pero Pablo le gritó: –¡No te hagas ningún daño, que todos estamos aquí! Entonces el carcelero pidió una luz, entró corriendo y, temblando de miedo, se echó a los pies de Pablo y Silas. Luego los sacó y les preguntó: –Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos contestaron: –Cree en el Señor Jesús y serás salvo tú y tu familia. Y hablaron del mensaje del Señor a él y a todos los de su casa. A aquella misma hora de la noche, el carcelero les lavó las heridas, y luego él y toda su familia fueron bautizados.

Compartir
Lee HECHOS 16

HECHOS 16:16-33 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Una vez, cuando íbamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una joven esclava que tenía un espíritu de adivinación. Con sus poderes ganaba mucho dinero para sus amos. Nos seguía a Pablo y a nosotros, gritando: ―Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, y os anuncian el camino de salvación. Así continuó durante muchos días. Por fin Pablo se molestó tanto que se volvió y reprendió al espíritu: ―¡En el nombre de Jesucristo, te ordeno que salgas de ella! Y en aquel mismo momento el espíritu la dejó. Cuando los amos de la joven se dieron cuenta de que se les había esfumado la esperanza de ganar dinero, echaron mano a Pablo y a Silas y los arrastraron a la plaza, ante las autoridades. Los presentaron ante los magistrados y dijeron: ―Estos hombres son judíos, y están alborotando nuestra ciudad, enseñando costumbres que a los romanos se nos prohíbe admitir o practicar. Entonces la multitud se amotinó contra Pablo y Silas, y los magistrados mandaron que les arrancaran la ropa y los azotaran. Después de darles muchos golpes, los echaron en la cárcel, y ordenaron al carcelero que los custodiara con la mayor seguridad. Al recibir tal orden, este los metió en el calabozo interior y les sujetó los pies en el cepo. A eso de la medianoche, Pablo y Silas se pusieron a orar y a cantar himnos a Dios, y los otros presos los escuchaban. De repente se produjo un terremoto tan fuerte que la cárcel se estremeció hasta sus cimientos. Al instante se abrieron todas las puertas y a los presos se les soltaron las cadenas. El carcelero despertó y, al ver las puertas de la cárcel de par en par, sacó la espada y estuvo a punto de matarse, porque pensaba que los presos se habían escapado. Pero Pablo le gritó: ―¡No te hagas ningún daño! ¡Todos estamos aquí! El carcelero pidió luz, entró precipitadamente y se echó temblando a los pies de Pablo y de Silas. Luego los sacó y les preguntó: ―Señores, ¿qué tengo que hacer para ser salvo? ―Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia seréis salvos —le contestaron. Luego les expusieron la palabra de Dios a él y a todos los demás que estaban en su casa. A esas horas de la noche, el carcelero se los llevó y les lavó las heridas; en seguida fueron bautizados él y toda su familia.

Compartir
Lee HECHOS 16