HECHOS 2:1-28
HECHOS 2:1-28 Reina Valera 2020 (RV2020)
Cuando llegó el día de Pentecostés, todos ellos estaban juntos y en el mismo lugar. De repente vino del cielo un estruendo, como el de un viento recio, y llenó toda la casa donde estaban reunidos. Se les aparecieron como lenguas de fuego que, repartidas, se posaban sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu Santo les hacía expresarse. Vivían entonces en Jerusalén judíos piadosos provenientes de todas las naciones existentes bajo el cielo. Al oír este estruendo, se juntó la multitud. Estaban confusos, porque cada uno oía hablar a los apóstoles en su propia lengua. Atónitos y maravillados, se decían: —Mirad, ¿no son galileos todos los que hablan? ¿Cómo, pues, los oímos nosotros hablar a cada uno de ellos en nuestra lengua materna? Partos, medos, elamitas y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y en Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes. Todos los oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. Llenos de asombro y perplejidad se preguntaban: —¿Qué quiere decir esto? Otros, en cambio, se burlaban y decían: —Están llenos de vino. Entonces Pedro se puso de pie, junto con los otros once, levantó la voz y dijo: —Judíos y todos los que habitáis en Jerusalén, prestad atención a mis palabras y quedaos bien con lo que os voy a decir: Estos no están borrachos, como vosotros suponéis, pues solo son las nueve de la mañana. Se trata de lo dicho por el profeta Joel: En los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños. Incluso sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré en aquellos días mi Espíritu y profetizarán. Y haré prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra: sangre, fuego y vapor de humo. El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre antes de que venga el día del Señor, grande y glorioso. Y todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo. Israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, hombre acreditado por Dios entre vosotros con maravillas, prodigios y señales que Dios realizó entre vosotros por medio de él, como bien sabéis, Dios lo entregó conforme a un plan proyectado y conocido de antemano por él, y vosotros, valiéndoos de no judíos, clavasteis a Jesús en una cruz y lo matasteis. Sin embargo, Dios lo ha resucitado, liberándolo de los lazos de la muerte. Y es que era imposible que la muerte lo venciera, pues el propio David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí. Está a mi diestra para que no caiga. Por eso se alegró mi corazón y se gozó mi lengua. Además mi carne descansará en esperanza porque no dejarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida. Me llenarás de gozo con tu presencia.
HECHOS 2:1-28 La Palabra (versión española) (BLP)
Al llegar el día de Pentecostés estaban todos reunidos en el mismo sitio. De pronto, un estruendo que procedía del cielo y avanzaba como un huracán invadió el lugar en que estaban congregados. Vieron luego una especie de lenguas de fuego que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos. El Espíritu Santo los llenó a todos, y enseguida se pusieron a hablar en distintos idiomas según el Espíritu Santo les concedía expresarse. Se hallaban entonces hospedados en Jerusalén judíos devotos llegados de todas las regiones de la tierra, los cuales, al oír el estruendo, acudieron en masa y quedaron perplejos, pues cada uno oía hablar a los apóstoles en su idioma nativo. Tan estupefactos y maravillados estaban, que decían: —¿No son galileos todos los que están hablando? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oímos expresarse en nuestro propio idioma nativo? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas; los hay que residen en Mesopotamia, en Judea y Capadocia, en el Ponto, en la provincia de Asia, en Frigia y en Panfilia, en Egipto y en la región de Libia que limita con Cirene; hay visitantes romanos, hay judíos y prosélitos, cretenses y árabes. Pues bien, todos y cada uno los oímos referir en nuestro propio idioma las cosas portentosas de Dios. Así que, llenos de estupefacción, se decían unos a otros con asombro: —¿Qué significa esto? Otros, en cambio, se burlaban y decían que estaban borrachos. Pedro, entonces, tomó la palabra y, en nombre propio y de sus once compañeros, les habló de esta manera: —Judíos y todos los que residís en Jerusalén, prestad atención a mis palabras a ver si os queda claro lo siguiente: Estos no están borrachos como vosotros suponéis, pues solo son las nueve de la mañana. Lo que sucede es que se está cumpliendo lo anunciado por el profeta Joel: En los últimos días, dice Dios, concederé mi Espíritu a todo mortal: vuestros hijos y vuestras hijas hablarán inspirados por mí; vuestros jóvenes tendrán revelaciones y vuestros ancianos soñarán cosas extraordinarias. A los que me sirven, tanto hombres como mujeres, otorgaré en aquellos días mi Espíritu, y hablarán inspirados por mí. Haré prodigios en el cielo y milagros en la tierra: sangre, fuego y vapor humeante. Antes que llegue el día del Señor, grande y glorioso, el sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre. Y todo el que invoque al Señor, obtendrá la salvación . Escuchad esto, israelitas: Jesús de Nazaret fue el hombre a quien Dios avaló ante vosotros con los milagros, prodigios y señales que, como bien sabéis, Dios realizó entre vosotros por medio de él. Dios lo entregó conforme a un plan proyectado y conocido de antemano, y vosotros, valiéndoos de no creyentes, lo clavasteis en una cruz y lo matasteis. Pero Dios lo ha resucitado, librándolo de las garras de la muerte. Y es que no era posible que la muerte dominase a aquel a quien se refiere David cuando dice: Sentía constantemente al Señor junto a mí, ya que está a mi lado para impedir que caiga. Por eso se alegra mi corazón, canta gozosa mi lengua y hasta mi cuerpo rebosa de esperanza. Porque no me abandonarás al poder del abismo ni permitirás que tu elegido se corrompa . Me has enseñado el camino que conduce a la vida y tu presencia me llenará de alegría .
HECHOS 2:1-28 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Cuando llegó la fiesta de Pentecostés, todos los creyentes se encontraban reunidos en un mismo lugar. De pronto, un gran ruido que venía del cielo, como de un viento fuerte, resonó en toda la casa donde estaban. Y se les aparecieron lenguas como de fuego, repartidas sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas según el Espíritu les daba que hablasen. Por aquellos días había en Jerusalén judíos cumplidores de sus deberes religiosos, llegados de todas las partes del mundo. Mucha gente se reunió al oir aquel ruido, y no sabían qué pensar, porque cada uno oía a los creyentes hablar en su propia lengua. Eran tales su sorpresa y asombro, que se decían unos a otros: –¿Acaso no son de Galilea todos estos que están hablando? ¿Cómo es que les oímos hablar en nuestras propias lenguas? Aquí hay gente de Partia, de Media, de Elam, de Mesopotamia, de Judea, de Capadocia, del Ponto y de la provincia de Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia cercanas a Cirene. Hay también quienes vienen de Roma, tanto judíos de nacimiento como convertidos al judaísmo; y también los hay venidos de Creta y de Arabia. ¡Y todos les oímos contar en nuestras propias lenguas las maravillas de Dios! Todos estaban asombrados, sin saber qué pensar, y se preguntaban: –¿Qué significa todo esto? Pero algunos decían burlándose: –¡Es que están borrachos! Entonces Pedro, puesto en pie junto con los otros once apóstoles, dijo con voz fuerte: “Judíos y todos los que vivís en Jerusalén, sabed esto y oíd bien lo que os voy a decir: Estos no están borrachos como creéis, cuando apenas son las nueve de la mañana. Lo que aquí está sucediendo es algo diferente; es lo que anunció el profeta Joel cuando dijo: ‘Sucederá que en los últimos días, dice Dios, derramaré mi Espíritu sobre toda la humanidad. Vuestros hijos y vuestras hijas comunicarán mensajes proféticos, vuestros jóvenes tendrán visiones y vuestros ancianos tendrán sueños. También sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días, y comunicarán mensajes proféticos. En el cielo mostraré grandes maravillas, y sangre, fuego y nubes de humo en la tierra. El sol se volverá oscuridad, y la luna, sangre, antes que llegue el día del Señor, día grande y glorioso. Pero todos los que invoquen el nombre del Señor alcanzarán la salvación.’ “Escuchad, pues, israelitas, lo que voy a decir: Como bien sabéis, Jesús de Nazaret fue un hombre a quien Dios acreditó ante vosotros haciendo por medio de él grandes maravillas, milagros y señales. Sin embargo, a ese hombre, que fue entregado conforme a los planes y propósitos de Dios, vosotros lo matasteis, crucificándolo por mano de hombres malvados. Pero Dios lo resucitó, liberándole de los dolores de la muerte, porque la muerte no podía tenerle dominado. El rey David, refiriéndose a Jesús, dijo: ‘Yo veía siempre al Señor delante de mí; con él a mi derecha, nada me hará caer. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua canta llena de gozo. Todo mi ser vivirá confiadamente, porque no me dejarás en el sepulcro ni permitirás que se descomponga el cuerpo de tu santo siervo. Me mostraste el camino de la vida y me llenarás de alegría con tu presencia.’
HECHOS 2:1-28 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento y llenó toda la casa donde estaban reunidos. Se les aparecieron entonces unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Estaban de visita en Jerusalén judíos piadosos, procedentes de todas las naciones de la tierra. Al oír aquel bullicio, se agolparon y quedaron todos pasmados porque cada uno los escuchaba hablar en su propio idioma. Desconcertados y maravillados, decían: «¿No son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en su lengua materna? Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia cercanas a Cirene; visitantes llegados de Roma; judíos y prosélitos; cretenses y árabes: ¡todos por igual los oímos proclamar en nuestra propia lengua las maravillas de Dios!» Desconcertados y perplejos, se preguntaban: «¿Qué quiere decir esto?» Otros se burlaban y decían: «Lo que pasa es que están borrachos». Entonces Pedro, con los once, se puso de pie y dijo con voz fuerte: «Compatriotas judíos y todos vosotros que estáis en Jerusalén, dejadme explicaros lo que sucede; prestad atención a lo que os voy a decir. Estos no están borrachos, como suponéis. ¡Apenas son las nueve de la mañana! En realidad, lo que ocurre es lo que anunció el profeta Joel: »“Sucederá que en los últimos días —dice Dios— derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano. Vuestros hijos e hijas profetizarán, tendrán visiones los jóvenes y sueños los ancianos. En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre mis siervos y mis siervas, y profetizarán. Arriba en el cielo y abajo en la tierra mostraré prodigios: sangre, fuego y nubes de humo. El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre antes que llegue el día del Señor, día grande y esplendoroso. Y todo el que invoque el nombre del Señor será salvo”. »Pueblo de Israel, escuchad esto: Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante vosotros con milagros, señales y prodigios, los cuales realizó Dios entre vosotros por medio de él, como bien sabéis. Este fue entregado según el determinado propósito y el previo conocimiento de Dios; y, por medio de gente malvada, vosotros lo matasteis, clavándolo en la cruz. Sin embargo, Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque era imposible que la muerte lo mantuviera bajo su dominio. En efecto, David dijo de él: »“Veía yo al Señor siempre delante de mí, porque él está a mi derecha para que no caiga. Por eso mi corazón se alegra, y canta con gozo mi lengua; mi cuerpo también vivirá en esperanza. No dejarás que mi vida termine en el sepulcro; no permitirás que tu santo sufra corrupción. Me has dado a conocer los caminos de la vida; me llenarás de alegría en tu presencia”.