HECHOS 28:1-9
HECHOS 28:1-9 Reina Valera 2020 (RV2020)
Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta. Los habitantes del lugar nos trataron con mucha amabilidad. A causa de la lluvia y del frío, encendieron un fuego y nos recibieron a todos. Pablo recogió algunas ramas secas y cuando las echó al fuego una víbora, huyendo del calor, se le prendió en la mano. La gente de allí, al ver la víbora colgando de su mano, decía: —No hay duda de que este hombre es un homicida pues, aunque se ha librado de la tempestad, la justicia divina no permite que viva. Pablo se sacudió la víbora arrojándola al fuego y no sufrió ningún daño. Las gentes del lugar esperaban que él se hinchara o cayera muerto de repente. Mas después de esperar mucho y ver que ningún mal le sobrevenía, cambiaron de parecer y dijeron que era un dios. Cerca de aquel lugar había unos terrenos que pertenecían a Publio, el gobernador de la isla, quien nos recibió y amablemente nos hospedó durante tres días. Y resultó que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería. Pablo entró a verle y después de haber orado le impuso las manos y le sanó. En vista de los sucedido, aquellos que en la isla tenían enfermedades venían a él y quedaban sanados.
HECHOS 28:1-9 La Palabra (versión española) (BLP)
Una vez a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta. Los isleños nos trataron con una solicitud poco común; y como llovía sin parar y hacía frío, encendieron una hoguera y nos invitaron a todos a calentarnos. Pablo había recogido también una brazada de leña; al arrojarla a la hoguera, una víbora, huyendo de las llamas, hizo presa en su mano. Cuando los isleños vieron al reptil colgando de la mano de Pablo, se dijeron unos a otros: —Este hombre es realmente un asesino; aunque se ha librado de la tempestad, la justicia divina no permite que viva. Pablo, sin embargo, se sacudió el reptil arrojándolo al fuego y no experimentó daño alguno. Esperaban los isleños que se hinchara o que cayera muerto de repente. Pero, después de un largo rato sin que nada le aconteciese, cambiaron de opinión y exclamaron: —¡Es un dios! Cerca de aquel lugar había una finca que pertenecía a Publio, el gobernador de la isla, quien se hizo cargo de nosotros y nos hospedó durante tres días. Se daba la circunstancia de que el padre de Publio estaba en cama aquejado por unas fiebres y disentería. Pablo fue a visitarlo y, después de orar, le impuso las manos y lo curó. A la vista de esto, acudieron también los demás enfermos de la isla, y Pablo los curó.
HECHOS 28:1-9 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Una vez a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta. Los nativos nos trataron muy bien a todos, y como estaba lloviendo y hacía frío encendieron una gran fogata y nos invitaron a acercarnos. Pablo había recogido un poco de leña seca, y estaba echándola al fuego cuando una víbora salió huyendo del calor y se le prendió de la mano. Al ver la víbora colgando de la mano de Pablo, los nativos se dijeron unos a otros: –Este hombre es sin duda un asesino, pues aunque se ha salvado del mar, la justicia divina no le deja vivir. Pero Pablo se sacudió la víbora en el fuego, sin sufrir daño alguno. Todos estaban esperando que se hinchara o que cayera muerto de un momento a otro, pero después de mucho esperar, viendo que nada le pasaba, cambiaron de idea y comenzaron a decir que Pablo era un dios. Cerca de aquel lugar había unos terrenos pertenecientes al personaje principal de la isla, llamado Publio, que nos recibió y atendió muy bien durante tres días. Y sucedió que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y disentería. Pablo fue a visitarlo, y después de orar puso las manos sobre él y lo sanó. Con esto vinieron también los demás enfermos que había en la isla, y Pablo los sanó.
HECHOS 28:1-9 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Una vez a salvo, nos enteramos de que la isla se llamaba Malta. Los isleños nos trataron con toda clase de atenciones. Encendieron una fogata y nos invitaron a acercarnos, porque estaba lloviendo y hacía frío. Sucedió que Pablo recogió un montón de leña y la estaba echando al fuego cuando una víbora que huía del calor se le prendió en la mano. Al ver la serpiente colgada de la mano de Pablo, los isleños se pusieron a comentar entre sí: «Sin duda este hombre es un asesino, pues, aunque se salvó del mar, la justicia divina no va a consentir que siga con vida». Pero Pablo sacudió la mano y la serpiente cayó en el fuego, y él no sufrió ningún daño. La gente esperaba que se hinchara o cayera muerto de repente, pero, después de esperar un buen rato y de ver que nada extraño le sucedía, cambiaron de parecer y decían que era un dios. Cerca de allí había una finca que pertenecía a Publio, el funcionario principal de la isla. Este nos recibió en su casa con amabilidad y nos hospedó durante tres días. El padre de Publio estaba en cama, enfermo con fiebre y disentería. Pablo entró a verlo y, después de orar, le impuso las manos y lo sanó. Como consecuencia de esto, los demás enfermos de la isla también acudían y eran sanados.