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HECHOS 3:1-13

HECHOS 3:1-13 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Un día, Pedro y Juan fueron al templo a la oración de las tres de la tarde. En el templo se encontraba un cojo de nacimiento, al que todos los días llevaban y dejaban junto a la puerta llamada la Hermosa, para que pidiera limosna a los que entraban. Cuando el cojo vio a Pedro y a Juan, que estaban a punto de entrar en el templo, les pidió una limosna. Ellos le vieron, y Pedro le dijo: –Míranos. El hombre puso atención, creyendo que iban a darle algo, pero Pedro le dijo: –No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Dicho esto, Pedro lo tomó de la mano derecha y lo levantó, y al punto cobraron fuerza sus pies y sus tobillos. El cojo se puso en pie de un salto y comenzó a andar; luego entró con ellos en el templo, por su propio pie, saltando y alabando a Dios. Todos los que le vieron andar y alabar a Dios se llenaron de asombro y de temor por lo sucedido, ya que conocían al hombre y sabían que era el mismo que se sentaba a pedir limosna en el templo, en la puerta Hermosa. El cojo que había sido sanado no soltaba a Pedro y a Juan. Toda la gente, admirada, corrió a la parte del templo que se llama pórtico de Salomón, donde ellos se encontraban. Pedro, al ver la gente, les dijo: “¿Por qué os asombráis, israelitas? ¿Por qué nos miráis como si nosotros hubiéramos hecho andar a este hombre por nuestro propio poder o por nuestra devoción a Dios? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros antepasados, ha dado el más alto honor a su siervo Jesús, a quien vosotros entregasteis a las autoridades y a quien no permitisteis que Pilato pusiera en libertad.

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HECHOS 3:1-13 Reina Valera 2020 (RV2020)

En cierta ocasión, subieron juntos Pedro y Juan al templo. Eran las tres de la tarde, es decir, el momento de la oración. A la puerta conocida como la Hermosa, había un hombre, cojo de nacimiento. Le llevaban allí cada día para que pidiera limosna a quienes entraban en el templo. Cuando vio que Pedro y Juan iban a entrar, les rogó que le dieran limosna. Pedro, que estaban con Juan, fijando los ojos en él le dijo: —Míranos. Él los miró atentamente esperando que le dieran algo. Entonces Pedro le dijo: —No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Tomándole de la mano derecha le levantó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos y se puso en pie de un salto. Empezó a caminar y entró con ellos en el templo andando, saltando y alabando a Dios. Todo el pueblo, viéndole andar y alabar a Dios, reconocía que era el mismo que pedía limosna sentado a la puerta del templo, en la llamada Puerta Hermosa, y se quedó atónito y asombrado por lo que le había sucedido. El cojo que había sido sanado se agarró a Pedro y a Juan, entonces todo el pueblo, lleno de asombro, se apiñó rápidamente alrededor de ellos en el pórtico que llaman «de Salomón». Al ver esto Pedro, les habló así: —Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiera sido nuestro poder o nuestra piedad lo que ha hecho andar a este hombre? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros antepasados, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando este ya había decidido ponerlo en libertad.

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HECHOS 3:1-13 La Palabra (versión española) (BLP)

Un día en que Pedro y Juan fueron al Templo para la oración de media tarde, se encontraron con un lisiado de nacimiento, que estaba junto a la puerta del Templo llamada «Hermosa». Lo llevaban cada día y lo ponían allí para que pidiese limosna a las personas que entraban en el Templo. Al ver que Pedro y Juan iban a entrar, les pidió una limosna. Pedro y Juan clavaron su mirada en él, y Pedro le dijo: —Míranos. El cojo los miró con atención, esperando que le dieran algo. Pedro entonces le dijo: —No tengo plata ni oro, pero te daré lo que poseo: en nombre de Jesús de Nazaret, comienza a andar. Y, tomándolo de la mano derecha, hizo que se incorporase. Al instante se fortalecieron sus piernas y sus tobillos, se puso en pie de un salto y comenzó a andar. Luego entró con ellos en el Templo por su propio pie, saltando y alabando a Dios. Todos los que lo vieron andar y alabar a Dios, al reconocer en él al mendigo que se sentaba junto a la puerta Hermosa del Templo, quedaron atónitos y asombrados por lo que le había sucedido. Como aquel hombre no se separaba de Pedro y de Juan, todo el pueblo, lleno de asombro, se congregó en tropel alrededor de ellos en el pórtico que llaman «de Salomón». Pedro, al ver esto, habló así al pueblo: —Israelitas, ¿por qué os sorprendéis de este suceso? ¿Por qué nos miráis como si hubiera sido nuestro poder o nuestra religiosidad lo que ha hecho andar a este hombre? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros antepasados, ha colmado de honor a Jesús, su siervo, a quien, por cierto, vosotros mismos entregasteis a las autoridades y rechazasteis ante Pilato cuando ya este había decidido ponerlo en libertad.

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HECHOS 3:1-13 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Cierto día subían Pedro y Juan al templo a las tres de la tarde, que es la hora de la oración. Junto a la puerta llamada Hermosa había un hombre lisiado de nacimiento, al que todos los días dejaban allí para que pidiera limosna a los que entraban en el templo. Cuando este vio que Pedro y Juan iban a entrar, les pidió limosna. Pedro, con Juan, mirándolo fijamente, le dijo: ―¡Míranos! El hombre fijó en ellos la mirada, esperando recibir algo. ―No tengo plata ni oro —declaró Pedro—, pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda! Y, tomándolo por la mano derecha, lo levantó. Al instante, los pies y los tobillos del hombre cobraron fuerza. De un salto se puso en pie y comenzó a caminar. Luego entró con ellos en el templo por sus propios pies, saltando y alabando a Dios. Cuando todo el pueblo lo vio caminar y alabar a Dios, lo reconocieron como el mismo hombre que solía pedir limosna sentado junto a la puerta llamada Hermosa, y se llenaron de admiración y asombro por lo que le había ocurrido. Mientras el hombre seguía aferrado a Pedro y a Juan, toda la gente, que no salía de su asombro, corrió hacia ellos al lugar conocido como Pórtico de Salomón. Al ver esto, Pedro les dijo: «Pueblo de Israel, ¿por qué os sorprende lo que ha pasado? ¿Por qué nos miráis como si por nuestro propio poder o virtud hubiéramos hecho caminar a este hombre? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros antepasados, ha glorificado a su siervo Jesús. Vosotros lo entregasteis y lo rechazasteis ante Pilato, aunque este había decidido soltarlo.

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