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HECHOS 7:1-19

HECHOS 7:1-19 Reina Valera 2020 (RV2020)

El sumo sacerdote preguntó: —¿Es eso cierto? Esteban respondió: —Hermanos y padres, oíd: El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abrahán cuando estaba en Mesopotamia, antes de habitar en Harán, y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela y vete a la tierra que yo te mostraré. Salió de la tierra de los caldeos y se estableció en Harán. Muerto su padre, Dios le trasladó desde allí a esta tierra en la que vosotros habitáis ahora. No le dio en ella posesión alguna, ni siquiera para asentar un pie, pero prometió dársela a él, y a su descendencia, aunque Abrahán aún no tenía ningún hijo. Dios le anunció también que sus descendientes vivirían cuatrocientos años en otras tierras, como extranjeros, y que allí los esclavizarían y serían maltratados. Mas yo juzgaré —dijo Dios— a la nación que los esclaviza, y después saldrán de ella y me rendirán culto en este lugar. Dios estableció con Abrahán el pacto de la circuncisión y así Abrahán engendró a Isaac y le circuncidó al octavo día. Isaac, a su vez, circuncidó a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas. Los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José como esclavo y fue llevado a Egipto. Pero Dios estaba con él: le libró de todas las circunstancias adversas, le dio sabiduría y permitió que se ganase el favor del faraón, rey de Egipto, quien le nombró gobernador del reino y de la casa real. En ese tiempo se desató una hambruna en toda la tierra de Egipto y de Canaán que causó trágicas consecuencias, hasta el punto de que nuestros padres no tenían nada que comer. Al tener noticia Jacob de que en Egipto había reservas de trigo, envió allá una primera vez a nuestros padres para comprarlo. Y cuando fueron una segunda vez, José se dio a conocer a sus hermanos y el faraón supo el linaje de José. Entonces José envió a buscar a su padre Jacob y a toda su familia, que se componía de setenta y cinco personas. Y así fue como Jacob se trasladó a Egipto, donde él y nuestros padres después de él, murieron. Sus restos fueron trasladados a Siquem y colocados en el sepulcro que Abrahán había comprado, a cambio de plata, a los hijos de Hamor. Según se iba aproximando el tiempo en que Dios cumpliría la promesa que había hecho a Abrahán, el pueblo crecía y se multiplicaba en Egipto. Pero ocupó el trono de Egipto otro rey que no conoció a José; un rey que con malas artes hacia nuestro linaje y crueldad hostigó a nuestros padres obligándolos a dejar abandonados a sus niños recién nacidos para que no sobrevivieran.

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HECHOS 7:1-19 La Palabra (versión española) (BLP)

El sumo sacerdote preguntó a Esteban: —¿Es eso cierto? Esteban respondió: —Hermanos israelitas y dirigentes de nuestra nación, escuchadme: Dios se apareció en el esplendor de su gloria a Abrahán, nuestro padre, cuando aún se hallaba en Mesopotamia, antes de establecerse en Jarán, y le dijo: Deja tu tierra y a tu familia y dirígete al país que yo te señale. Salió Abrahán de Caldea y se instaló en Jarán. Desde allí, cuando murió su padre, Dios lo trasladó a este país en el cual habitáis ahora. Sin embargo, no le entregó ni siquiera un palmo de tierra en herencia, pero sí prometió entregársela en propiedad a él y a sus descendientes, aun cuando Abrahán todavía no tenía hijos. Al mismo tiempo, Dios le manifestó que sus descendientes residirían en el extranjero, donde por espacio de cuatrocientos años se verían reducidos a la esclavitud y maltratados. Aunque también le dijo Dios: Someteré a juicio a la nación que los esclavice, y después saldrán de ella y me rendirán culto en este lugar. A continuación hizo con él un pacto que fue sellado por la circuncisión. Por eso Abrahán circuncidó a su hijo Isaac una semana después de nacer; lo mismo hizo Isaac con Jacob, y este con sus doce hijos, los patriarcas. Posteriormente, los hijos de Jacob tuvieron envidia de José y lo vendieron como esclavo con destino a Egipto. Pero José gozaba de la protección de Dios y salió con bien de todas las circunstancias adversas. Más aún, Dios le concedió sabiduría e hizo que se granjeara la simpatía del faraón, rey de Egipto, quien lo nombró gobernador de Egipto y jefe de toda la casa real. Más tarde, el hambre acosó a Egipto y a todo el país cananeo, y la situación llegó a ser tan grave, que nuestros antepasados carecieron del sustento necesario. Al tener noticia Jacob de que en Egipto había reservas de trigo, envió allá una primera vez a nuestros antepasados. Cuando fueron por segunda vez, José se dio a conocer a sus hermanos, y el faraón conoció la ascendencia de José. Entonces, José envió a buscar a Jacob, su padre, y a toda su familia, que se componía de setenta y cinco personas. Así fue como Jacob se trasladó a Egipto, donde él y nuestros antepasados murieron. Con el tiempo, llevaron sus restos a Siquén y les dieron sepultura en la tumba que Abrahán había comprado allí a los hijos de Emmor pagando el precio correspondiente. Entre tanto, según se aproximaba el tiempo en que Dios cumpliría la promesa que había hecho a Abrahán, el pueblo iba creciendo y multiplicándose en Egipto. Pero subió al trono de Egipto un nuevo rey que no había conocido a José; un rey que actuó pérfidamente contra nuestra raza y fue cruel con nuestros antepasados, obligándolos a dejar abandonados a sus niños recién nacidos para que no sobrevivieran.

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HECHOS 7:1-19 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

El sumo sacerdote preguntó a Esteban si lo que decían contra él era cierto, a lo que contestó: “Hermanos y padres, escuchadme: Nuestro glorioso Dios se mostró a nuestro antepasado Abraham cuando este se hallaba en Mesopotamia, antes que se fuera a vivir a Harán, y le dijo: ‘Deja tu tierra y a tus parientes y vete a la tierra que yo te mostraré.’ Entonces Abraham salió de Caldea y se fue a vivir a Harán. Después murió su padre, y Dios trajo a Abraham a esta tierra donde vosotros vivís ahora. Sin embargo, no le dio propiedad alguna en ella: ni siquiera un lugar donde poner el pie. Pero sí prometió dársela para que después de su muerte fuera de sus descendientes (aunque en aquel tiempo Abraham todavía no tenía hijos). Además, Dios le dijo que sus descendientes vivirían en tierra extranjera, y que serían esclavos y los maltratarían durante cuatrocientos años. Pero también le dijo Dios: ‘Yo castigaré a la nación que los haga esclavos. Después saldrán de ella y me servirán en este lugar.’ En su pacto, Dios ordenó a Abraham la práctica de la circuncisión. Por eso, a los ocho días de haber nacido su hijo Isaac, Abraham lo circuncidó. Lo mismo hizo Isaac con su hijo Jacob, y Jacob lo hizo con los suyos, que fueron los padres de las doce tribus de Israel. “Estos hijos de Jacob, nuestros antepasados, tuvieron envidia de su hermano José, y lo vendieron para ser llevado a Egipto. Pero Dios, que estaba con José, lo libró de todas sus aflicciones. Le dio sabiduría y le hizo ganarse el favor del faraón, rey de Egipto, que le nombró gobernador de Egipto y del palacio real. “Hubo por entonces mucha hambre y gran aflicción en todo Egipto y en Canaán, y nuestros antepasados no tenían qué comer. Pero Jacob, habiendo sabido que en Egipto había trigo, envió allá a sus hijos, es decir, a nuestros antepasados. Este fue su primer viaje. Luego fueron por segunda vez, y José se dio a conocer a sus hermanos; entonces supo el faraón de qué raza era José. Más tarde dispuso José que su padre Jacob, con toda su familia, (setenta y cinco personas en total), fueran llevados a Egipto. De ese modo, Jacob se trasladó allá, donde murió y donde murieron también nuestros antepasados. Los restos de Jacob fueron llevados a Siquem, y fueron enterrados en el sepulcro que Abraham había comprado por cierta cantidad de dinero a los hijos de Hamor, en Siquem. “Cuando ya se acercaba el tiempo en que había de cumplirse la promesa hecha por Dios a Abraham, el pueblo de Israel había crecido en Egipto y se había hecho numeroso. Por entonces comenzó a gobernar en Egipto un rey que no había conocido a José. Este rey engañó a nuestro pueblo, maltrató a nuestros antepasados y los obligó a abandonar y dejar morir a sus hijos recién nacidos.

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HECHOS 7:1-19 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

―¿Son ciertas estas acusaciones? —le preguntó el sumo sacerdote. Él contestó: ―Hermanos y padres, ¡escuchadme! El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abraham cuando este aún vivía en Mesopotamia, antes de establecerse en Jarán. “Deja tu tierra y a tus parientes —le dijo Dios—, y ve a la tierra que yo te mostraré”. »Entonces salió de la tierra de los caldeos y se estableció en Jarán. Desde allí, después de la muerte de su padre, Dios lo trasladó a esta tierra en la que vosotros vivís ahora. No le dio herencia alguna en ella, ni siquiera dónde plantar el pie, pero le prometió dársela en posesión a él y a su descendencia, aunque Abraham no tenía ni un solo hijo todavía. Dios le dijo así: “Tus descendientes vivirán como extranjeros en tierra extraña, donde serán esclavizados y maltratados durante cuatrocientos años. Pero, sea cual sea la nación que los esclavice, yo la castigaré, y después tus descendientes saldrán de esa tierra y me adorarán en este lugar”. Hizo con Abraham el pacto que tenía por señal la circuncisión. Así, cuando Abraham tuvo a su hijo Isaac, lo circuncidó a los ocho días de nacer, e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas. »Por envidia, los patriarcas vendieron a José como esclavo, quien fue llevado a Egipto; pero Dios estaba con él y lo libró de todas sus desgracias. Le dio sabiduría para ganarse el favor del faraón, rey de Egipto, que lo nombró gobernador del país y del palacio real. »Hubo entonces un hambre que azotó a todo Egipto y a Canaán, causando mucho sufrimiento, y nuestros antepasados no encontraban alimentos. Al enterarse Jacob de que había comida en Egipto, mandó allá a nuestros antepasados en una primera visita. En la segunda, José se dio a conocer a sus hermanos, y el faraón conoció el origen de José. Después de esto, José mandó llamar a su padre Jacob y a toda su familia, setenta y cinco personas en total. Bajó entonces Jacob a Egipto, y allí murieron él y nuestros antepasados. Sus restos fueron llevados a Siquén y puestos en el sepulcro que a buen precio Abraham había comprado a los hijos de Jamor en Siquén. »Cuando ya se acercaba el tiempo de que se cumpliera la promesa que Dios le había hecho a Abraham, el pueblo crecía y se multiplicaba en Egipto. Por aquel entonces subió al trono de Egipto un nuevo rey que no sabía nada de José. Este rey usó de artimañas con nuestro pueblo y oprimió a nuestros antepasados, obligándolos a dejar abandonados a sus hijos recién nacidos para que murieran.

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