HECHOS 8:1-4
HECHOS 8:1-4 La Palabra (versión española) (BLP)
Saulo estaba allí, dando su aprobación a la muerte de Esteban. Aquel mismo día se desató una violenta persecución contra la iglesia de Jerusalén. Todos los fieles, a excepción de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría. Unos hombres piadosos enterraron el cuerpo de Esteban y lloraron sentidamente su muerte. Mientras tanto, Saulo asolaba la Iglesia: irrumpía en las casas, apresaba a hombres y mujeres y los metía en la cárcel. Los discípulos que tuvieron que dispersarse iban de pueblo en pueblo anunciando el mensaje.
HECHOS 8:1-4 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Y Saulo estaba allí, dando su aprobación a la muerte de Esteban. Aquel día se desató una gran persecución contra la iglesia en Jerusalén, y todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria. Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él. Saulo, por su parte, causaba estragos en la iglesia: entrando de casa en casa, arrastraba a hombres y mujeres y los metía en la cárcel. Los que se habían dispersado predicaban la palabra por dondequiera que iban.
HECHOS 8:1-4 Reina Valera 2020 (RV2020)
Saulo estuvo de acuerdo con la muerte de Esteban, y ese día se desató una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén y todos, salvo los apóstoles, se dispersaron por las tierras de Judea y de Samaria. Unos hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban y lloraron sentidamente por él. Mientras tanto, Saulo asolaba la iglesia: entraba en las casas, apresaba violentamente a hombres y mujeres y los enviaba a la cárcel. Pero quienes fueron dispersados iban por todas partes anunciando el evangelio.
HECHOS 8:1-4 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Y Saulo estaba allí, dando su aprobación a la muerte de Esteban. Aquel mismo día comenzó una gran persecución contra la iglesia de Jerusalén. Todos, menos los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria. Unos hombres piadosos enterraron a Esteban y le lloraron mucho. Mientras tanto, Saulo perseguía a la iglesia: entraba de casa en casa y sacaba a rastras a hombres y mujeres para mandarlos a la cárcel. Los creyentes que tuvieron que salir de Jerusalén anunciaban el mensaje de salvación por dondequiera que iban.