HECHOS 8:20-24
HECHOS 8:20-24 Reina Valera 2020 (RV2020)
Pedro le respondió: —Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. Tú no tienes parte ni suerte en este asunto. Tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete del mal que has hecho y pide al Señor que, si es posible, te perdone el haber abrigado tal pensamiento. Por lo que veo, en tu interior solo hay amargura y estas encadenado a la maldad. Simón respondió: —Rogad vosotros por mí al Señor para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí.
HECHOS 8:20-24 La Palabra (versión española) (BLP)
—¡Al infierno tú y tu dinero! —le contestó Pedro—. ¿Cómo has podido imaginar que el don de Dios es un objeto de compraventa? No es posible que recibas ni tengas parte en este don, pues Dios ve que tus intenciones son torcidas. Arrepiéntete del mal que has hecho y pide al Señor que, si es posible, te perdone el haber abrigado tal pensamiento. Veo que la envidia te corroe y la maldad te tiene encadenado. Simón respondió: —Orad por mí al Señor para que nada de lo que habéis dicho me suceda.
HECHOS 8:20-24 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Pedro le contestó: –¡Que tu dinero se condene contigo, que has pensado comprar con dinero lo que es un don de Dios! Tú no tienes derecho alguno a recibirlo, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Abandona esta maldad tuya, y ruega a Dios, que tal vez te perdonará el haber pensado así. Porque veo que estás lleno de amargura y que la maldad te tiene prisionero. Simón contestó: –Orad por mí al Señor, para que no me suceda nada de lo que habéis dicho.
HECHOS 8:20-24 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
―¡Que tu dinero perezca contigo —le contestó Pedro—, porque intentaste comprar el don de Dios con dinero! No tienes arte ni parte en este asunto, porque no eres íntegro delante de Dios. Por eso, arrepiéntete de tu maldad y ruega al Señor. Tal vez te perdone el haber tenido esa mala intención. Veo que vas camino a la amargura y a la esclavitud del pecado. ―Rogad al Señor por mí —respondió Simón—, para que no me suceda nada de lo que habéis dicho.