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COLOSENSES 1:9-20

COLOSENSES 1:9-20 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Por eso, desde el día en que lo supimos, no hemos dejado de orar por vosotros. Pedimos que Dios os haga conocer plenamente su voluntad con toda sabiduría y comprensión espiritual, para que viváis de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar fruto en toda buena obra, crecer en el conocimiento de Dios y ser fortalecidos en todo sentido con su glorioso poder. Así perseveraréis con paciencia en toda situación, dando gracias con alegría al Padre. Él os ha facultado para participar de la herencia de los santos en el reino de la luz. Él nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención, el perdón de pecados. Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación, porque por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades: todo ha sido creado por medio de él y para él. Él es anterior a todas las cosas, que por medio de él forman un todo coherente. Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de la resurrección, para ser en todo el primero. Porque a Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud y, por medio de él, reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que derramó en la cruz.

COLOSENSES 1:9-20 Reina Valera 2020 (RV2020)

Por eso también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros y de pedir que Dios os llene del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual. Así llevaréis una vida como es digna del Señor, le agradaréis en todo, produciréis los frutos de toda buena obra y creceréis en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme al dominio de su gloria, para que obtengáis fortaleza y paciencia, y, con alegría, deis gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en la luz. Él nos ha librado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados. Cristo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación. En él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles; tronos, señoríos, principados, potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él existía antes que todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten. Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga el primer lugar. Porque al Padre le agradó que en él habitara toda la plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en los cielos, y hacer la paz mediante la sangre de su cruz.

COLOSENSES 1:9-20 La Palabra (versión española) (BLP)

Por eso, desde el día en que nos enteramos de todo esto, no cesamos de rogar por vosotros. Pedimos a Dios que os llene del conocimiento de su voluntad, que os haga profundamente sabios y os conceda la prudencia del Espíritu. Vuestro estilo de vida será así totalmente digno y agradable al Señor, daréis fruto en toda suerte de obras buenas y creceréis en el conocimiento de Dios. Su glorioso poder os dotará de una fortaleza a toda prueba para que seáis ejemplo de constancia y paciencia, y para que, llenos de alegría, deis gracias al Padre que os ha juzgado dignos de compartir la herencia de su pueblo en el reino de la luz. Él es quien nos ha rescatado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, del que nos viene la liberación y el perdón de los pecados. Cristo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de todo lo creado. Dios ha creado en él todas las cosas: todo lo que existe en el cielo y en la tierra, lo visible y lo invisible, sean tronos, dominaciones, principados o potestades, todo lo ha creado Dios por Cristo y para Cristo. Cristo existe desde antes que hubiera cosa alguna, y todo tiene en él su consistencia. Él es también la cabeza del cuerpo que es la Iglesia; en él comienza todo; él es el primogénito de los que han de resucitar, teniendo así la primacía de todas las cosas. Dios, en efecto, tuvo a bien hacer habitar en Cristo la plenitud y por medio de él reconciliar consigo a todos los seres: a los que están en la tierra y a los que están en el cielo, realizando así la paz mediante la muerte de Cristo en la cruz.

COLOSENSES 1:9-20 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Por esta razón, nosotros, desde el día en que lo supimos, no hemos dejado de orar por vosotros y de pedir a Dios que os haga conocer plenamente su voluntad, y que os dé toda clase de sabiduría y entendimiento espiritual. Así podréis portaros como deben hacerlo los que pertenecen al Señor, haciendo siempre lo que le agrada, dando frutos de toda clase de buenas obras y llegando a conocer mejor a Dios. Le pedimos que con su glorioso poder os haga fuertes; así podréis soportarlo todo con mucha fortaleza y paciencia, y con alegría daréis gracias al Padre, que os ha preparado para recibir en la luz aquella parte de la herencia que reserva a quienes pertenecen al pueblo santo. Dios nos ha librado del poder de la oscuridad y nos ha llevado al reino de su amado Hijo, por quien hemos recibido la liberación y el perdón de los pecados. Cristo es la imagen visible de Dios, que es invisible; es su Hijo primogénito, anterior a todo lo creado. Por medio de él creó Dios todo cuanto hay en el cielo y en la tierra, lo visible y lo invisible, y también los seres espirituales que poseen dominio, autoridad y poder. Todo fue creado por medio de él y para él. Cristo existe antes de todas las cosas, y por él se mantiene todo en orden. Además, Cristo es la cabeza del cuerpo que es la iglesia. Él, que es el principio, fue el primero de los que han de resucitar, para tener así el primer puesto en todo. Dios quiso habitar plenamente en Cristo, y por medio de Cristo quiso poner en paz consigo mismo al universo entero, tanto lo que está en la tierra como lo que está en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que Cristo derramó en la cruz.