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DEUTERONOMIO 32:1-47

DEUTERONOMIO 32:1-47 Reina Valera 2020 (RV2020)

Escuchad, cielos, y hablaré; oiga la tierra los dichos de mi boca. Goteará como la lluvia mi enseñanza; destilará como el rocío mi razonamiento, como la llovizna sobre la grama, como las gotas sobre la hierba. Proclamaré el nombre del Señor: ¡Engrandeced a nuestro Dios! Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectos. Es un Dios de verdad y no hay maldad en él; es justo y recto. La corrupción no es suya; de sus hijos es la mancha, generación torcida y perversa. ¿Así pagáis al Señor, pueblo loco e ignorante? ¿No es él tu padre, que te creó? Él te hizo y te estableció. Acuérdate de los tiempos antiguos, considera los años de muchas generaciones; pregunta a tu padre, y él te lo contará; a tus ancianos, y ellos te lo dirán. Cuando el Altísimo hizo heredar a las naciones, cuando distribuyó a los hijos de los hombres, estableció los límites de los pueblos según el número de los hijos de Israel. Porque la porción del Señor es su pueblo; Jacob, la heredad que le tocó. Lo halló en tierra desierta, en yermo de horrible soledad; lo rodeó, lo instruyó, lo guardó como a la niña de sus ojos. Como el águila que excita su nidada al mismo tiempo que revolotea sobre sus pollos, así extendió sus alas, lo tomó y lo llevó sobre sus plumas. El Señor fue el único que lo guió, y con él no hubo dios extraño. Lo hizo subir sobre las alturas de la tierra, comió los frutos del campo, lo alimentó con miel de la peña y con aceite del duro pedernal, con mantequilla de vacas y leche de ovejas; con grasa de corderos y carneros de Basán, y también machos cabríos; con lo mejor del trigo, y de la sangre de la uva bebiste vino. Pero engordó Jesurún, y tiró coces (engordaste, te cubriste de grasa); entonces abandonó al Dios que lo había hecho y menospreció la Roca de su salvación. Provocaron sus celos con dioses ajenos, y su ira con abominaciones. Sacrificaron a los demonios, y no a Dios; a dioses que no habían conocido, a nuevos dioses venidos de cerca, que no habían temido vuestros padres. De la Roca que te había creado te olvidaste; te has olvidado de Dios, tu creador. Lo vio el Señor y se encendió su ira por el menosprecio de sus hijos y de sus hijas. Y dijo: Esconderé de ellos mi rostro, veré cuál será su fin; porque son una generación perversa, hijos infieles. Ellos provocaron mis celos con lo que no es Dios; me irritaron con sus ídolos. Yo también provocaré sus celos con un pueblo que no es pueblo, los irritaré con una nación insensata. Porque se ha encendido el fuego de mi ira, y arderá hasta las profundidades del seol; devorará la tierra y sus frutos, y abrasará los fundamentos de los montes. Yo amontonaré males sobre ellos; emplearé en ellos mis flechas. Quedarán extenuados por el hambre, consumidos por la fiebre ardiente y la peste maligna. Diente de fieras enviaré también sobre ellos, con veneno de serpientes de la tierra. Por fuera desolará la espada, y dentro de las casas, el espanto; tanto al joven como a la muchacha, al niño de pecho como al hombre cano. Yo había dicho que los esparciría lejos, que borraría su recuerdo de en medio de los hombres, pero temí la jactancia del enemigo, el envanecimiento de sus adversarios, no fuera que dijeran: «Nuestra mano prevalece y ha hecho todo esto, y no el Señor». Porque son nación privada de consejos, y no hay en ellos entendimiento. ¡Ojalá fueran sabios, comprendieran esto y se dieran cuenta del fin que les espera! ¿Cómo podría perseguir uno a mil, y dos hacer huir a diez mil, si su Roca no los hubiera vendido y el Señor no los hubiera entregado? Porque la roca de ellos no es como nuestra Roca, y aun nuestros enemigos son de ello testigos. Porque de la vid de Sodoma es la vid de ellos, y de los campos de Gomorra; las uvas de ellos son uvas ponzoñosas, racimos muy amargos tienen. Veneno de serpientes es su vino, y ponzoña cruel de áspides. ¿No tengo yo esto guardado conmigo, sellado en mis tesoros? Mía es la venganza y la retribución; a su tiempo su pie resbalará, porque el día de su aflicción está cercano y lo que les está preparado se apresura. Sí, el Señor juzgará a su pueblo, y por amor de sus siervos se arrepentirá, cuando vea que la fuerza pereció, y que no queda ni esclavo ni libre. Entonces dirá: ¿Dónde están sus dioses, la roca en que se refugiaban, la grasa de cuyos sacrificios comían y el vino de cuyas libaciones bebían? ¡Que se levanten y os ayuden! ¡Que vengan y os defiendan! Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo; yo hago morir y yo hago vivir, yo hiero y yo sano, y no hay quien se pueda librar de mis manos. Porque yo alzaré a los cielos mi mano, y diré: ¡Vivo yo para siempre! Cuando afile mi reluciente espada y mi mano empuñe el juicio, tomaré venganza de mis enemigos y daré su retribución a los que me aborrecen. Embriagaré de sangre mis flechas, y mi espada devorará carne; sangre de muertos y cautivos, cabezas de jefes enemigos. ¡Alabad, naciones, a su pueblo, porque él vengará la sangre de sus siervos, tomará venganza de sus enemigos, y hará expiación por la tierra de su pueblo! Moisés, acompañado por Josué hijo de Nun, fue y recitó todas las palabras de este cántico a oídos del pueblo. Cuando acabó Moisés de recitar todas estas palabras ante todo Israel, les dijo: —Aplicad vuestro corazón a todas las palabras que yo os testifico hoy, para que mandéis a vuestros hijos que cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley. Porque no os es cosa vana; es vuestra vida, pues por medio de esta ley haréis prolongar vuestros días sobre la tierra a la que vais para tomarla en posesión tras pasar el Jordán.

DEUTERONOMIO 32:1-47 La Palabra (versión española) (BLP)

Escuchad, cielos, que voy a hablar; oye, tierra, las palabras de mi boca. Que caiga mi enseñanza como lluvia y desciendan como rocío mis palabras, como aguacero sobre la hierba, como lluvia abundante sobre los pastos. Proclamaré el nombre del Señor. ¡Reconoced la grandeza de nuestro Dios! Él es la Roca; su obra es perfecta y todos sus caminos son justos. Dios es fiel y sin maldad, es justo y recto. Pero se comportaron mal con él los que ya no son sus hijos a causa de su depravación: ¡esa generación torcida y perversa! ¿Y así le pagáis al Señor, pueblo insensato y necio? ¿Acaso no es él tu Padre, tu Creador, el que te creó y te dio el ser? Recuerda los días de antaño, piensa en los tiempos pasados; pídele a tu padre que te lo cuente, a tus ancianos que te lo expliquen: cuando el Altísimo dio su herencia a las naciones, cuando dividió a toda la humanidad y fijó las fronteras a los pueblos según el número de los hijos de Dios. Pero la parte del Señor es su pueblo, la porción de su herencia es Jacob: lo halló en una tierra desolada, en la rugiente soledad del desierto; lo envolvió en sus brazos y lo protegió, lo cuidó como a la niña de sus ojos; como un águila que revolotea sobre el nido y anima a sus polluelos a emprender el vuelo, así el Señor extendió sus alas, lo tomó y lo llevó sobre sus plumas. Solo el Señor lo guiaba; ningún dios extraño tuvo que ir con él. Le hizo cabalgar sobre los montes y lo alimentó con los frutos del campo; lo crio con miel de la peña y aceite de la dura roca; con cuajada de vaca y leche de oveja, y con corderos cebados y cabritos; con carneros oriundos de Basán; con los mejores granos de trigo y la sangre fermentada de la uva. Pero engordó Jesurún y se sacudió la carga. ¡Sí, engordaste, te pusiste rollizo te hiciste corpulento! Abandonó al Dios que lo creó, y despreció a su Roca salvadora. Provocaron sus celos con dioses extraños, lo enojaron con abominaciones. Ofrecieron sacrificios a demonios que no son Dios; a dioses que no habían conocido, a dioses nuevos, recién llegados, a quienes sus antepasados no adoraron. Despreciaste a la Roca que te engendró; olvidaste al Dios que te dio la vida. Y el Señor se llenó de ira, al ver cómo sus hijos e hijas le ofendían. Entonces dijo: Voy a ocultarles mi rostro, ¡y a ver en qué terminan! Sin duda son una generación perversa, hijos desleales. Provocaron mis celos adorando a quien no es Dios, me han enojado con sus ídolos vanos; ahora yo provocaré sus celos con un pueblo que no es pueblo; los irritaré con una nación insensata. Se ha encendido el fuego de mi ira, que quema hasta lo profundo del abismo; devorará la tierra y sus cosechas, y consumirá la raíz de las montañas. Amontonaré desastres sobre ellos y serán blanco de todas mis flechas. Quedarán extenuados por el hambre y la fiebre, consumidos por epidemias malignas; enviaré contra ellos colmillos de fieras y serpientes venenosas que muerden el polvo. En la calle caerán sus hijos a filo de espada, y en sus casas reinará el espanto; perecerán el muchacho y la muchacha, el anciano y el niño de pecho. Me dije: Voy a destruirlos y a borrar de la tierra su recuerdo. Pero temí las burlas del enemigo, que los adversarios pudieran entenderlo mal y pensaran: «La victoria ha sido nuestra, nada de esto lo ha hecho el Señor». Porque es un pueblo que ha perdido el juicio y carece de cordura. Si fueran sabios, lo entenderían y comprenderían cuál será su fin. ¿Cómo podría uno solo hacer huir a mil o dos poner en fuga a diez mil, si no es porque los ha vendido su Roca y los ha entregado el Señor? ¡Bien saben nuestros enemigos que su roca no es como la nuestra! Su viña es un retoño de la cepa de Sodoma y de los campos de Gomorra; sus uvas son uvas venenosas, sus racimos saben amargos; su vino es veneno de víbora, ¡ponzoña mortal de serpientes! Todo esto lo tengo guardado, atesorado en mi recuerdo, para el día de la venganza, cuando llegue el tiempo de darles su merecido, el momento de su caída. Porque se apresura su desastre, su ruina es inminente. El Señor saldrá en defensa de su pueblo cuando lo vea desfallecer; se compadecerá de sus siervos cuando ya no queden ni esclavos ni libres. Entonces dirá: ¿Dónde están ahora sus dioses, la roca en la cual buscaron refugio, los que comían la grasa de sus sacrificios y bebían el vino de sus ofrendas? ¡Que se levanten a ayudaros! ¡Que vengan a protegeros! ¡Ved ahora que yo soy el único Dios! No hay otros dioses fuera de mí. Yo doy la muerte y la vida, yo causo la herida y la sano. ¡Nadie puede librarse de mi poder! Levanto la mano al cielo y juro: Tan cierto como que vivo para siempre, es que me vengaré de mis adversarios cuando afile mi espada reluciente y comience a impartir justicia. ¡Daré su merecido a los que me odian! Mis flechas se embriagarán de sangre, y mi espada se hartará de carne: sangre de heridos y de cautivos, cabezas de jefes enemigos. ¡Alegraos, naciones, con su pueblo, porque él vengará la sangre de sus siervos. Dios se vengará de sus enemigos, y purificará su tierra y a su pueblo! Moisés, acompañado de Josué, hijo de Nun, se presentó ante todo el pueblo de Israel y les recitó completo este cántico. Cuando Moisés terminó de recitar a todo Israel el cántico, les dijo: —Meditad bien en todas estas palabras con las que hoy doy testimonio contra vosotros y decidles a vuestros hijos que cumplan fielmente todas las cláusulas de esta ley. Porque no son palabras que vosotros debáis tomar a la ligera, sino que de ellas depende vuestra vida; y por ellas prolongaréis vuestros días en la tierra que vais a tomar en posesión al otro lado del Jordán.

DEUTERONOMIO 32:1-47 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

“Escucha, cielo, que voy a hablar; atiende, tierra, a mis palabras. “Mi enseñanza caerá como la lluvia; mi discurso será como el rocío, como llovizna sobre la hierba, como gotas de agua sobre les pastos. “Proclamaré el nombre del Señor: ¡reconoced la grandeza de nuestro Dios! Él es nuestro protector, sus obras son perfectas, sus acciones son justas. Es el Dios de la verdad, en él no hay injusticia. ¡Él es justo y verdadero! “Gente malvada y perversa, que ha ofendido a Dios, que sois indignos de ser sus hijos, ¿así es como pagáis al Señor? Pueblo necio y sin sabiduría, ¿no es él tu padre, tu creador? ¡Él te creó y te dio el ser! “Vuelve atrás la mirada, piensa en los tiempos pasados; pide a tu padre que te lo diga y a los ancianos que te lo cuenten. Hubo un tiempo en que el Altísimo hizo reparto de hombres y naciones, y fijó las fronteras de los pueblos. Pero tuvo en cuenta a los israelitas, pues la herencia del Señor, la gente suya, es el pueblo de Jacob. Los encontró en el desierto, en tierras secas y azotadas por el viento; los envolvió en sus brazos, los instruyó y los cuidó como a la niña de sus ojos. Como águila que revolotea sobre el nido y anima a sus polluelos a volar, así el Señor extendió sus alas y, tomándolos, los llevó a cuestas. “El Señor los guió, y nadie más; ¡ningún dios extraño tuvo que ayudarle! Los llevó en marcha triunfal por las regiones altas del país. Los alimentó con los frutos del campo; de la roca les dio a beber miel, y del duro pedernal les dio aceite; de sus ganados tuvieron leche y cuajada, y comieron lo mejor de los corderos, de los carneros de Basán y de los machos cabríos; comieron el mejor grano de trigo y bebieron el vino, la sangre de las uvas. “Pero engordó Jesurún y dio coces (tanto engordó, que brillaba de grasa), y abandonó a Dios, su creador; despreció a su protector y salvador. Provocaron los celos y la ira de Dios al adorar ídolos repugnantes; ofrecieron sacrificios a demonios, a dioses falsos que nunca antes conocieron; dioses nuevos, recién llegados, a los que jamás vuestros padres dieron culto. “Olvidaste, Israel, a tu padre y protector; olvidaste al Dios que te dio la vida. Y Dios, lleno de ira al ver esto, rechazó a sus hijos y a sus hijas, y dijo: ‘Les volveré la espalda, ¡y a ver en qué van a parar! Realmente son gente malvada, hijos en los que no se puede confiar. Me provocan a celos con un dios que no es dios, me irritan con sus dioses ilusorios; ¡pues yo los provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo, los provocaré a ira con un pueblo que no quiere entender! Mi furor se ha encendido como un fuego que arderá hasta las regiones más profundas; consumirá la tierra y sus frutos, pondrá fuego a las bases de los montes. Sobre ellos lanzaré todos los males, contra ellos lanzaré todas mis flechas; morirán de hambre y de fiebre, una amarga peste los destruirá, mandaré contra ellos fieras salvajes y serpientes venenosas. En las calles caerán sus hijos a filo de espada, y en las casas reinará el espanto; morirán muchachos y muchachas, ancianos y niños de pecho. ‘Yo había pensado dispersarlos y borrar de la tierra su memoria, pero no quise soportar las burlas del enemigo; no quise que se jactaran mis adversarios y que dijeran: No fue el Señor quien hizo esto; lo hicimos nosotros con nuestro poder.’ “Israel es un pueblo que ha perdido el juicio, ¡no tiene entendimiento! Si fueran sabios, lo entenderían; comprenderían en qué van a parar. ¿Cómo es que uno solo hizo huir a mil? ¿Y cómo es que dos pusieron en fuga a diez mil? ¡Tan solo porque el Señor, su protector, decidió entregarlos al enemigo! “Bien saben nuestros enemigos que su protector no puede compararse al nuestro. Ellos son cual viñas podridas, descendientes de Sodoma y Gomorra, que producen uvas amargas y venenosas; su vino es veneno de víboras, ¡veneno mortal de serpientes! ‘Todo esto me lo estoy reservando; lo estoy guardando como un tesoro, para el día en que me vengue y les dé su merecido, para cuando llegue el momento de su caída. Ya está cerca el día de su destrucción, ¡ya se acerca su hora!’ “El Señor saldrá en defensa de su pueblo cuando vea que le faltan las fuerzas; el Señor se compadecerá de sus siervos cuando vea que ya no quedan ni débiles ni fuertes. Entonces dirá: ‘¿Dónde están sus dioses, esos protectores en los que confiaban, esos que comían la grasa de sus sacrificios y bebían el vino que les ofrecían? ¡Que se levanten a ayudarlos! ¡Que vengan a protegerlos! Yo soy el único Dios: no hay otros dioses fuera de mí. Yo doy la vida, y la quito; yo causo la herida, y la curo. ¡No hay quien se libre de mi poder! Levanto mi mano al cielo, y juro por mi eternidad que cuando afile mi brillante espada y comience a impartir justicia, me vengaré de mis enemigos. ¡Daré su merecido a los que me odian! Empaparé en sangre mis flechas, y mi espada acabará con ellos; ¡sangre de heridos y prisioneros!, ¡de los jefes enemigos, de largas melenas!’ “¡Alegraos, naciones, con el pueblo de Dios! ¡Él vengará la muerte de sus siervos, tomará venganza de sus enemigos y perdonará a su país y a su pueblo!” Moisés se presentó ante todo el pueblo de Israel y, junto con Josué, hijo de Nun, pronunció este cántico de principio a fin. Después dijo a los israelitas: “Pensad bien en todo lo que hoy os he dicho, y ordenad a vuestros hijos que pongan en práctica todos los términos de esta ley. Porque no es algo que vosotros podáis tomar a la ligera; esta ley es vida para vosotros, y por ella viviréis más tiempo en la tierra que está al otro lado del río Jordán, de la cual vais a tomar posesión.”

DEUTERONOMIO 32:1-47 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

«Escuchad, cielos, y hablaré; oye, tierra, las palabras de mi boca. Que caiga mi enseñanza como lluvia y desciendan mis palabras como rocío, como aguacero sobre el pasto nuevo, como lluvia abundante sobre plantas tiernas. Proclamaré el nombre del SEÑOR. ¡Alabad la grandeza de nuestro Dios! Él es la Roca, sus obras son perfectas, y todos sus caminos son justos. Dios es fiel; no practica la injusticia. Él es recto y justo. Actuaron contra él de manera corrupta; para vergüenza de ellos, ya no son sus hijos; ¡son una generación torcida y perversa! »¿Y así le pagas al SEÑOR, pueblo tonto y necio? ¿Acaso no es tu Padre, tu creador, el que te hizo y te formó? Recuerda los días de antaño; considera las épocas del remoto pasado. Pídele a tu padre que te lo diga, y a los ancianos que te lo expliquen. Cuando el Altísimo dio su herencia a las naciones, cuando dividió a toda la humanidad, les puso límites a los pueblos según el número de los hijos de Israel. Porque la porción del SEÑOR es su pueblo; Jacob es su herencia asignada. Lo halló en una tierra desolada, en la rugiente soledad del yermo. Lo protegió y lo cuidó; lo guardó como a la niña de sus ojos; como un águila que agita el nido y revolotea sobre sus polluelos, que despliega su plumaje y los lleva sobre sus alas. »Solo el SEÑOR lo guiaba; ningún dios extraño iba con él. Lo hizo cabalgar sobre las alturas de la tierra y lo alimentó con el fruto de los campos. Lo nutrió con miel y aceite, que hizo brotar de la roca; con natas y leche de la manada y del rebaño, y con cebados corderos y cabritos; con toros selectos de Basán y las mejores espigas del trigo. ¡Bebió la sangre espumosa de la uva! »Jesurún engordó y pateó; se hartó de comida, y se puso corpulento y rollizo. Abandonó al Dios que le dio vida y rechazó a la Roca, su Salvador. Lo provocó a celos con dioses extraños y lo hizo enojar con sus ídolos detestables. Ofreció sacrificios a los demonios, que no son Dios; dioses que no había conocido, dioses recién aparecidos, dioses no honrados por sus padres. ¡Desertaste de la Roca que te engendró! ¡Olvidaste al Dios que te dio vida! »Al ver esto, el SEÑOR los rechazó porque sus hijos y sus hijas lo irritaron. “Les voy a dar la espalda —dijo—, y a ver en qué terminan; son una generación perversa, ¡son unos hijos infieles! Me provocaron a celos con lo que no es Dios como yo, y me enojaron con sus ídolos inútiles. Pues yo haré que ellos sientan envidia de los que no son pueblo; voy a irritarlos con una nación insensata. Se ha encendido el fuego de mi ira, que quema hasta lo profundo del abismo. Devorará la tierra y sus cosechas, y consumirá la raíz de las montañas. »”Amontonaré calamidades sobre ellos y gastaré mis flechas en su contra. Enviaré a que los consuman el hambre, la pestilencia nauseabunda y la plaga mortal. Lanzaré contra ellos los colmillos de las fieras y el veneno de las víboras que se arrastran por el polvo. En la calle, la espada los dejará sin hijos, y en sus casas reinará el terror. Perecerán los jóvenes y las doncellas, los que aún maman y los que peinan canas. Me dije: ‘Voy a dispersarlos; borraré de la tierra su memoria’. Pero temí las provocaciones del enemigo; temí que el adversario no entendiera y llegara a pensar: ‘Hemos triunfado; nada de esto lo ha hecho el SEÑOR’ ”. »Como nación, son unos insensatos; carecen de discernimiento. ¡Ojalá fueran sabios y entendieran esto, y comprendieran cuál será su fin! ¿Cómo podría un hombre perseguir a mil si su Roca no los hubiera vendido? ¿Cómo podrían dos hacer huir a diez mil si el SEÑOR no los hubiera entregado? Su roca no es como la nuestra. ¡Aun nuestros enemigos lo reconocen! Su viña es un retoño de Sodoma, y de los campos de Gomorra. Sus uvas están llenas de veneno; sus racimos, preñados de amargura. Su vino es veneno de víboras, ponzoña mortal de serpientes. »“¿No he tenido esto en reserva, y lo he sellado en mis archivos? Mía es la venganza; yo pagaré. A su debido tiempo, su pie resbalará. Se apresura su desastre, y el día del juicio se avecina”. »El SEÑOR defenderá a su pueblo cuando lo vea sin fuerzas; tendrá compasión de sus siervos cuando ya no haya ni esclavos ni libres. Y les dirá: “¿Dónde están ahora sus dioses, la roca en la cual se refugiaron? ¿Dónde están los dioses que comieron la gordura de sus sacrificios y bebieron el vino de sus libaciones? ¡Que se levanten a ayudaros! ¡Que os den abrigo! »”¡Ved ahora que yo soy único! No hay otro Dios fuera de mí. Yo doy la muerte y devuelvo la vida, causo heridas y doy sanidad. Nadie puede librarse de mi poder. Levanto la mano al cielo y declaro: Tan seguro como que vivo para siempre, cuando afile mi espada reluciente y en el día del juicio la tome en mis manos, me vengaré de mis adversarios; ¡les daré su merecido a los que me odian! Mis flechas se embriagarán de sangre, y mi espada se hartará de carne: sangre de heridos y de cautivos, cabezas de caudillos enemigos”. »Alegraos, naciones, con el pueblo de Dios; él vengará la sangre de sus siervos. ¡Sí! Dios se vengará de sus enemigos, y hará expiación por su tierra y por su pueblo». Acompañado de Josué hijo de Nun, Moisés fue y recitó ante el pueblo todas las palabras de este cántico. Cuando terminó, les dijo a todos los israelitas: «Meditad bien en todo lo que os he declarado solemnemente este día, y decidles a vuestros hijos que obedezcan fielmente todas las palabras de esta ley. Porque no son palabras vanas para vosotros, sino que de ellas depende vuestra vida; por ellas vivirán mucho tiempo en el territorio que vais a poseer al otro lado del Jordán».