ECLESIASTÉS 8:1-17
ECLESIASTÉS 8:1-17 Reina Valera 2020 (RV2020)
¿Quién como el sabio? ¿Quién como el que sabe interpretar las cosas? La sabiduría ilumina el rostro humano y transforma la dureza de su semblante. Te aconsejo que guardes el mandamiento del rey, por el juramento que pronunciaste delante de Dios. No te apresures a abandonar su presencia, ni te obstines en asuntos perversos; porque él hará todo lo que quiera, pues la palabra del rey es soberana y nadie le dirá: «¿Qué haces?». El que guarda el mandamiento no conocerá el mal; el corazón del sabio discierne cuándo y cómo cumplirlo. Porque para todo lo que quieras hay un tiempo y un cómo, aunque el gran mal que pesa sobre el ser humano es no saber lo que ha de ocurrir; y cuándo haya de ocurrir, ¿quién se lo va a anunciar? Nadie es dueño de su vida ni es capaz de conservarla, y nadie tiene poder sobre la hora de su muerte. En esa guerra, las armas son inútiles, y la maldad tampoco puede librar al malvado. He dedicado mi corazón al estudio de todo lo que se hace bajo el sol, y he visto lo que ocurre cuando una persona domina a otra para hacerle daño. Asimismo, he visto a los malvados sepultados con honores; en cambio, los que frecuentaban el lugar santo fueron luego olvidados en la ciudad donde habían actuado con rectitud. Esto también es vanidad. Si no se ejecuta enseguida la sentencia para castigar una mala obra, el corazón de los seres humanos se dispone a hacer lo malo. Ahora bien, aunque el pecador haga cien veces lo malo, y sus días se prolonguen, con todo yo también sé que les irá bien a los que muestran temor y reverencia ante Dios. En cambio, no le irá bien al malvado, ni le serán prolongados sus días, que son como sombra; por cuanto no teme delante de la presencia de Dios. Hay vanidad que se hace sobre la tierra, pues hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de malvados, y hay malvados a quienes acontece como si hicieran obras de justos. Digo que esto también es vanidad. Por tanto, alabé yo la alegría, pues no tiene el ser humano más bien bajo el sol que comer, beber y alegrarse, pues eso es lo que le queda de sus fatigas durante los días que Dios le conceda vivir bajo el sol. Yo, pues, dediqué mi corazón a conocer sabiduría y a ver la faena que se hace sobre la tierra (porque hay quien ni de noche ni de día retiene el sueño en sus ojos); y he visto todas las obras de Dios, y que el ser humano no puede conocer toda la obra que se hace bajo el sol. Por más que el ser humano se afane en buscarla, no la hallará; y aunque diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla.
ECLESIASTÉS 8:1-17 La Palabra (versión española) (BLP)
¿Quién es como el sabio? ¿Quién sabe interpretar cualquier cosa? La sabiduría ilumina el rostro humano y transforma la dureza del semblante. Cumple la orden del rey en virtud del juramento divino; no tengas prisa en retirarte de su presencia, ni te empeñes en intrigas, pues hará todo lo que quiera. La palabra del rey es soberana: ¿quién puede pedirle explicaciones? Quien cumple lo mandado nada sabe de intrigas; solo el sabio conoce el tiempo de la decisión, pues cada cosa ha de ser decidida a su tiempo, porque un grave problema tiene el ser humano: no sabe lo que va a suceder y nadie se lo anunciará. Nadie es dueño de su vida ni es capaz de conservarla; no hay poder sobre la hora de la muerte, no hay modo de escapar en la batalla, no salvará la maldad a quien la trama. Esto es lo que he observado reflexionando sobre todo lo que sucede bajo el sol, cuando una persona domina a otra para hacerle daño. Y así, he visto a malvados llevados a enterrar, y al volver del camposanto se alababa en la ciudad su conducta anterior. También esto es vana ilusión: que no se ejecute inmediatamente la sentencia contra las malas acciones, y en consecuencia los humanos están deseando hacer el mal; o también que el pecador haga cien veces el mal y le alarguen la vida. Con todo, yo sé que les va bien a los que respetan a Dios, precisamente por respetarlo. En cambio, no le irá bien al malvado: no se alargará su vida que pasará como una sombra, porque no respeta a Dios. Pero en la tierra tiene lugar otro absurdo: hay justos tratados según la conducta de los malvados, y malvados tratados según la conducta de los justos. Y digo que también esto es un absurdo. Así que yo recomiendo la alegría, porque no hay más felicidad para el ser humano bajo el sol que comer, beber y disfrutar, pues eso le acompañará en sus fatigas durante los días que Dios le conceda vivir bajo el sol. Conforme me he dedicado a conocer la sabiduría y a observar las tareas que se hacen en la tierra —pues ni de día ni de noche los ojos conocen el sueño—, he considerado todas las obras de Dios, y el ser humano no puede descubrir todas las obras que se hacen bajo el sol. Por más que el ser humano se afana en buscar, no encuentra; y aunque el sabio pretenda saberlo, tampoco es capaz de descubrirlo.
ECLESIASTÉS 8:1-17 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
¿Quién puede compararse al sabio? ¿Quién conoce el sentido de las cosas? La sabiduría ilumina la cara del hombre, y hace que cambie su duro semblante. Cumple las órdenes del rey, pues así lo has jurado ante Dios. No salgas de su presencia con demasiada prisa. No tomes parte en asuntos malvados, porque él puede hacer lo que se le antoje. La palabra del rey tiene autoridad final, y nadie puede pedirle cuenta de sus actos. Al que cumple una orden no le pasará nada malo, y el que es sabio entiende cuándo y cómo debe cumplirla. En realidad, hay un momento y un modo de hacer todo lo que se hace, pero el gran problema del hombre es que nunca sabe qué va a suceder ni hay nadie que se lo pueda advertir. No hay quien tenga poder sobre la vida, como para retenerla, ni hay tampoco quien tenga poder sobre la muerte. No hay quien escape de esta batalla. Al malvado no lo salvará su maldad. Todo esto he visto al entregarme de lleno a conocer lo que se hace en este mundo y el poder que el hombre tiene de hacer daño a sus semejantes. También he visto que a gente malvada que se mantuvo alejada del lugar santo, la alaban el día de su entierro; y en la ciudad donde cometió sus maldades, nadie después las recuerda. Y esto no tiene sentido, porque el no ejecutarse en seguida la sentencia para castigar la maldad trae consigo que el hombre piense solamente en hacer lo malo. ¡Y así resulta que el que peca y sigue pecando, vive muchos años! (Lo que yo sabía es que a quienes honran a Dios y guardan reverencia ante él, les va bien; y que, por el contrario, a los malvados les va mal y su vida pasa como una sombra, porque no muestran reverencia ante Dios.) Por eso se da en este mundo el caso inexplicable de hombres buenos que sufren como si fueran malos, y hombres malos que gozan como si fueran buenos. ¡Yo digo que esto tampoco tiene sentido! Por eso me declaro a favor de la alegría. Y lo mejor que puede hacer el hombre en este mundo es comer, beber y divertirse, porque eso es lo único que le queda de su trabajo en los días de vida que Dios le da en este mundo. Mientras más me entregué a aprender, a saber y a observar todo lo que se hace en este mundo –llega un momento en que no puede uno dormir a ninguna hora–, más cuenta me di de que el hombre no puede comprender lo que Dios hace ni lo que ocurre en este mundo. Por más que luche buscando la respuesta, no la encontrará; aun cuando el sabio diga conocerla, en realidad no ha logrado encontrarla.
ECLESIASTÉS 8:1-17 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
¿Quién como el sabio? ¿Quién conoce las respuestas? La sabiduría del hombre hace que resplandezca su rostro y se ablanden sus facciones. Yo digo: Obedece al rey, porque lo has jurado ante Dios. No te apresures a salir de su presencia. No defiendas una mala causa, porque lo que él quiere hacer, lo hace. Puesto que la palabra del rey tiene autoridad, ¿quién puede pedirle cuentas? El que acata sus órdenes no sufrirá daño alguno. El corazón sabio sabe cuándo y cómo acatarlas. En realidad, para todo lo que se hace hay un cuándo y un cómo, aunque el hombre tiene en su contra un gran problema: que no sabe lo que está por suceder, ni hay quien se lo pueda decir. No hay quien tenga poder sobre el aliento de vida, como para retenerlo, ni hay quien tenga poder sobre el día de su muerte. No hay licencias durante la batalla, ni la maldad deja libre al malvado. Todo esto vi al dedicarme de lleno a conocer todo lo que se hace en esta vida: hay veces que el hombre domina a otros para su propio mal. Vi también a los malvados ser sepultados —los que solían ir y venir del lugar santo—; a ellos se les echó al olvido en la ciudad donde así se condujeron. ¡Y también esto es absurdo! Cuando no se ejecuta rápidamente la sentencia de un delito, el corazón del pueblo se llena de razones para hacer lo malo. El pecador puede hacer lo malo cien veces, y vivir muchos años; pero sé también que le irá mejor a quien teme a Dios y le guarda reverencia. En cambio, a los malvados no les irá bien ni vivirán mucho tiempo. Serán como una sombra, porque no temen a Dios. En la tierra suceden cosas absurdas, pues hay hombres justos a quienes les va como si fueran malvados, y hay malvados a quienes les va como si fueran justos. ¡Y yo digo que también esto es absurdo! Por tanto, celebro la alegría, pues no hay para el hombre nada mejor en esta vida que comer, beber y divertirse, pues solo eso le queda de tanto afanarse en esta vida que Dios le ha dado. Al dedicarme al conocimiento de la sabiduría y a la observación de todo cuanto se hace en la tierra, sin poder conciliar el sueño ni de día ni de noche, pude ver todo lo hecho por Dios. ¡El hombre no puede comprender todo lo que Dios ha hecho en esta vida! Por más que se esfuerce por hallarle sentido, no lo encontrará; aun cuando el sabio diga conocerlo, no lo puede comprender.