ESTER 9:1-32
ESTER 9:1-32 Reina Valera 2020 (RV2020)
En el mes duodécimo, que es el mes de Adar, a los trece días del mismo mes, cuando debía ser ejecutado el mandamiento del rey y su decreto, el mismo día en que los enemigos de los judíos esperaban enseñorearse de ellos, sucedió lo contrario; porque los judíos se enseñorearon de los que los aborrecían. Los judíos se reunieron en sus ciudades, en todas las provincias del rey Asuero, para vengarse de los que habían procurado su mal, sin que nadie les opusiera resistencia, porque el temor de ellos se había apoderado de todos los pueblos. Y todos los príncipes de las provincias, los sátrapas, capitanes y oficiales del rey, apoyaban a los judíos, pues todos temían a Mardoqueo, ya que Mardoqueo era grande en la casa del rey, y su fama se había extendido por todas las provincias. Así, día a día se engrandecía Mardoqueo. Los judíos asolaron a todos sus enemigos a filo de espada, con mortandad y destrucción, e hicieron con sus enemigos como quisieron. En Susa, capital del reino, mataron y exterminaron los judíos a quinientos hombres. Mataron entonces a Parsandata, Dalfón, Aspata, Porata, Adalía, Aridata, Parmasta, Arisai, Aridai y Vaizata, los diez hijos de Amán hijo de Hamedata, enemigo de los judíos; pero no tocaron sus bienes. El mismo día se le dio cuenta al rey acerca del número de los muertos en Susa, residencia real. Y dijo el rey a la reina Ester: —En Susa, capital del reino, los judíos han matado a quinientos hombres y a diez hijos de Amán. ¿Qué habrán hecho en las otras provincias del reino? ¿Qué otra petición quieres que te sea concedida? ¿Qué otra cosa deseas que te sea hecha? Ester respondió: —Si place al rey, concédase también mañana a los judíos en Susa que hagan conforme a la ley de hoy; en cuanto a los diez hijos de Amán, que los cuelguen en la horca. Mandó el rey que se hiciera así. Se dio la orden en Susa, y colgaron a los diez hijos de Amán. Los judíos que estaban en Susa se reunieron también el catorce del mes de Adar y mataron allí a trescientos hombres; pero no tocaron sus bienes. En cuanto a los otros judíos que estaban en las provincias del rey, también se reunieron para la defensa de sus vidas, contra sus enemigos; mataron a setenta y cinco mil de sus contrarios; pero no tocaron sus bienes. Ocurrió esto el día trece del mes de Adar, y reposaron el día catorce del mismo mes, por lo cual lo convirtieron en día de banquete y de alegría. Pero los judíos que estaban en Susa se reunieron el día trece y el catorce del mismo mes, y el quince reposaron, con lo que lo convirtieron en día de banquete y de regocijo. Por tanto, los judíos aldeanos que habitan en las villas sin muro celebran el catorce del mes de Adar como día de alegría y de banquete, un día de regocijo, y unos a otros se hacen regalos. Escribió Mardoqueo estas cosas, y envió cartas a todos los judíos que estaban en todas las provincias del rey Asuero, cercanos y distantes, y les ordenó que celebraran el día decimocuarto del mes de Adar, y el decimoquinto del mismo mes, de cada año, como días en que los judíos estuvieron en paz con sus enemigos, y como el mes en que la tristeza se trocó en alegría, y el luto en festividad; que los convirtieran en días de banquete y de gozo, en día de enviar regalos cada uno a su vecino, y ayudar a los pobres. Y los judíos aceptaron esta costumbre, que ya habían comenzado a observar, según les escribió Mardoqueo. Porque Amán hijo de Hamedata, el agagueo, enemigo de todos los judíos, había ideado un plan para exterminarlos, y había echado Pur, que quiere decir suerte, para arruinarlos y acabar con ellos. Pero cuando Ester se presentó ante el rey, este ordenó por carta que el perverso designio que aquel había trazado contra los judíos recayera sobre su cabeza, y que los colgaran a él y a sus hijos en la horca. Por eso, llamaron a estos días Purim, por el nombre Pur. Asimismo, debido a lo relatado en esta carta, y por lo que ellos mismos vieron y lo que les llegó a su conocimiento, los judíos establecieron y prometieron que ellos, sus descendientes y todos sus allegados, no dejarían de celebrar estos dos días, según este escrito y esta fecha, de año en año; que estos días serían recordados y celebrados por todas las generaciones, familias, provincias y ciudades; que estos días de Purim no dejarían de ser guardados por los judíos, y que su descendencia jamás dejaría de recordarlos. Y la reina Ester, hija de Abihail, y Mardoqueo, el judío, suscribieron con plena autoridad esta segunda carta referente a Purim. Y fueron enviadas cartas a todos los judíos, a las ciento veintisiete provincias del rey Asuero, con palabras de paz y de verdad, para confirmar estos días de Purim en la fecha señalada, según les había ordenado Mardoqueo, el judío, y la reina Ester, y según ellos lo habían establecido para sí mismos y para su descendencia, para conmemorar el fin de los ayunos y de su lamento. La orden de Ester confirmó estas celebraciones acerca de Purim, y ello fue registrado en un libro.
ESTER 9:1-32 La Palabra (versión española) (BLP)
El día trece del duodécimo mes, es decir, el mes de Adar, día en el que debía ejecutarse el decreto real, cuando los enemigos de los judíos esperaban dominarlos, cambiaron las tornas y fueron los judíos quienes les dominaron a ellos. En todas las provincias del rey Asuero los judíos se organizaron en sus ciudades para plantar cara a aquellos que buscaban exterminarlos. Y nadie se atrevió a enfrentarse a los judíos, porque les tenían miedo. Los jefes de las provincias, los sátrapas, los gobernantes y altos funcionarios reales se pusieron del lado judío por miedo a Mardoqueo, pues este era ya un personaje importante en el palacio real, su fama se extendía por todas las provincias y cada día era más poderoso. Los judíos hicieron con sus enemigos lo que quisieron; los pasaron a filo de espada, los masacraron y acabaron con ellos. Tan solo en la ciudadela de Susa mataron y aniquilaron a quinientas personas; acabaron también con Parsandatá, Dalfón, Aspatá, Poratá, Adalía, Aridatá, Parmastá, Arisay, Ariday y Jezatá, que eran los diez hijos de Amán, hijo de Hamdatá, enemigo de los judíos. Los mataron, pero no saquearon sus bienes. Aquel mismo día, al conocer el rey el número de los que habían perecido en la ciudadela de Susa, dijo a la reina Ester: —Si solo en Susa los judíos han matado y aniquilado a quinientas personas, además de los diez hijos de Amán ¡qué no habrán hecho en el resto de las provincias del reino! ¡Dime si quieres algo más, y te lo daré; si deseas algo más, lo tendrás! Ester respondió: —Si al rey le parece bien, permita que se prorrogue hasta mañana el edicto que era válido solo para hoy, de forma que los judíos de Susa puedan colgar en la horca los cuerpos de los diez hijos de Amán. El rey ordenó que así se hiciera. Se promulgó un edicto en Susa, y colgaron en la horca los cuerpos de los diez hijos de Amán. Los judíos de Susa se volvieron a organizar el día catorce del mes de Adar, y dieron muerte allí a trescientas personas más, pero tampoco saquearon sus bienes. Los restantes judíos que vivían en las otras provincias del reino se organizaron también para defenderse y librarse de sus enemigos; mataron a setenta y cinco mil de ellos, pero no saquearon sus bienes. Esto sucedió el día trece del mes de Adar. El día catorce los judíos descansaron y lo dedicaron a festejarlo con alegría. En cambio, los judíos de Susa descansaron y lo festejaron con alegría el día quince, pues los días trece y catorce habían estado defendiéndose. Esta es la razón por la que los judíos que viven en zonas rurales —los que viven en aldeas— celebran con alegres festejos el día catorce del mes de Adar intercambiándose regalos unos con otros. Mardoqueo consignó estas cosas por escrito y envió cartas a todos los judíos de todas las provincias del rey Asuero, tanto a las próximas como a las lejanas. Ordenaba en ellas que cada año se celebrasen los días catorce y quince del mes de Adar como los días en que los judíos se libraron de sus enemigos, y como el mes en que su aflicción se transformó en alegría y su dolor en fiesta. Por eso debían celebrarlos con festejos alegres e intercambiando regalos unos con otros, y dando limosna a los pobres. Los judíos convirtieron en costumbre este festejo que Mardoqueo había ordenado por escrito y que ellos habían comenzado a celebrar; pues Amán, hijo de Hamdatá, de Agag, el enemigo de los judíos, había maquinado un plan para exterminarlos llevando a cabo un sorteo llamado «pur», para determinar cuándo vejarlos y aniquilarlos: Sucedió, sin embargo, que cuando Ester se presentó ante el rey, este ordenó por escrito que el perverso plan maquinado por Amán contra los judíos recayese sobre su cabeza, con lo que Amán y sus hijos fueron colgados en la horca. Por tal razón, a estos días se los llamó «purim», de la palabra «pur». De acuerdo con el contenido de aquella carta, y a la vista de lo que les había sucedido, los judíos se comprometieron de manera irrevocable, ellos, sus descendientes y los prosélitos, a celebrar anualmente esos dos días, según lo dispuesto en aquel escrito y en la fecha indicada. Estos días debían ser conmemorados y celebrados de generación en generación, en cada familia, en cada provincia y en cada ciudad. Y estos días de los «purim» no debían dejar de festejarse entre los judíos ni debía desaparecer su recuerdo en las generaciones venideras. La reina Ester, hija de Abijail, y Mardoqueo, el judío, escribieron urgiendo el cumplimiento de la segunda carta referente a la fiesta de Purim; así que enviaron cartas a todos los judíos de las ciento veintisiete provincias del rey Asuero deseándoles paz y seguridad y ratificando las fechas indicadas de los días de Purim, según lo ordenado por Mardoqueo, el judío, y la reina Ester, tal y como se habían comprometido ellos mismos y sus descendientes; añadían, además, algunas cláusulas sobre ayunos y lamentaciones. Las instrucciones sobre cómo celebrar la fiesta de Purim fueron dadas por Ester, y todo fue consignado por escrito.
ESTER 9:1-32 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
El día trece del mes doce, llamado Adar, era la fecha señalada para el cumplimiento de la orden del rey, y también el día en que los enemigos de los judíos esperaban dominarlos; pero sucedió todo lo contrario, pues los judíos los dominaron a ellos. En todas las provincias del rey Asuero, los judíos se reunieron en las ciudades donde vivían, para atacar a los que habían querido su desgracia. No hubo nadie que se enfrentara con ellos, porque el terror se había apoderado de todos los pueblos. Todas las autoridades de las provincias, los gobernadores regionales y provinciales, y los que ocupaban altos cargos en el gobierno, apoyaban a los judíos por miedo a Mardoqueo, pues él era ya un gran personaje en el palacio real, su fama se había extendido por todas las provincias y cada día tenía más poder. A filo de espada acabaron los judíos con todos sus enemigos; los exterminaron por completo e hicieron con ellos lo que quisieron. Tan solo en la ciudadela de Susa mataron a quinientos hombres; mataron también a Parsandata, Dalfón, Aspata, Porata, Adalías, Aridata, Parmasta, Arisai, Aridai y Vaizata, que eran los diez hijos de Amán, el enemigo de los judíos; pero no tocaron sus bienes. Aquel mismo día, al enterarse el rey del número de muertos que había habido en la ciudadela de Susa, dijo a la reina Ester: –Los judíos han matado a quinientos hombres y a los diez hijos de Amán en la ciudadela de Susa. ¿Qué no habrán hecho en las otras provincias del reino? ¡Dime si deseas algo más, y te lo concederé! Ester respondió: –Si a Su Majestad le parece bien, permítase a los judíos de Susa hacer mañana lo mismo que han hecho conforme al decreto; y que se cuelguen en la horca los cuerpos de los diez hijos de Amán. El rey ordenó que se hiciera así. El decreto se publicó en Susa, y los cadáveres de los diez hijos de Amán fueron colgados. Los judíos que vivían en Susa se volvieron a reunir el día catorce del mes de Adar, y mataron allí a trescientos hombres más; pero no tocaron sus bienes. Los judíos que vivían en las otras provincias se reunieron el día trece del mismo mes, para defender sus vidas y deshacerse de sus enemigos; mataron a setenta y cinco mil de ellos, pero no tocaron sus bienes. El día catorce descansaron, y lo celebraron con banquetes y alegría. Como los judíos de Susa se habían concentrado los días trece y catorce, descansaron el día quince, celebrándolo también con banquetes y alegría. Por su parte, los judíos que viven en pueblos y aldeas no amuralladas celebran el día catorce del mes de Adar con alegría y fiestas, y unos a otros se hacen regalos. Mardoqueo puso por escrito estos acontecimientos, y envió cartas a todos los judíos que residían en las provincias del reino de Asuero, tanto cercanas como lejanas, ordenándoles que cada año celebrasen los días catorce y quince del mes de Adar como los días en que los judíos se deshicieron de sus enemigos, y como el mes en que la tristeza y los gritos de dolor se cambiaron para ellos en alegría y fiesta. Esos días deberían celebrarse con banquetes y alegría, haciéndose regalos unos a otros y dando limosnas a los pobres. Los judíos convirtieron en costumbre este acontecimiento y lo que Mardoqueo les había escrito. Pues Amán, hijo de Hamedata, el enemigo de todos los judíos, había pensado exterminarlos echando suertes para matarlos y destruirlos; pero cuando Ester se presentó al rey, este ordenó por escrito que todo el mal que Amán había pensado hacer a los judíos cayera sobre él. Por eso, Amán y sus hijos fueron colgados en la horca. Por esta razón, esos días fueron llamados purim, que es el plural de pur. Así pues, conforme a la carta de Mardoqueo y a lo que habían visto y les había tocado vivir, los judíos establecieron esta costumbre para ellos y sus descendientes, y para todos los que se convirtieran al judaísmo: celebrar todos los años, sin falta, estos dos días en la fecha señalada, conforme a las instrucciones que se habían dado; y que estos días fueran recordados y celebrados de generación en generación, en cada clan, provincia y ciudad, para que jamás se perdiera su recuerdo entre los judíos y sus descendientes. La reina Ester, hija de Abihail, y Mardoqueo el judío, escribieron con plena autoridad una segunda carta referente a la fiesta de Purim, para confirmar la primera, y la enviaron a todos los judíos de las ciento veintisiete provincias del reino de Asuero, con palabras amistosas y sinceras, ordenando que se celebrara la fiesta de Purim en la fecha señalada, tal como lo habían ordenado Mardoqueo y la reina Ester para ellos y para sus descendientes. Al mismo tiempo se añadieron ciertas reglas referentes a ayunos y lamentaciones, y la orden de Ester confirmó las reglas que deberían seguirse para la celebración de Purim. Todo esto fue puesto por escrito en un libro.
ESTER 9:1-32 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
El edicto y la orden del rey debían ejecutarse el día trece del mes doce, que es el mes de adar . Los enemigos de los judíos esperaban dominarlos ese día; pero ahora se habían invertido los papeles, y los judíos dominaban a quienes los odiaban. En todas las provincias del rey Asuero, los judíos se reunieron en sus respectivas ciudades para atacar a los que procuraban su ruina. Nadie podía combatirlos, porque el miedo a ellos se había apoderado de todos. Los funcionarios de las provincias, los sátrapas, los intendentes y los administradores del rey apoyaban a los judíos, porque el miedo a Mardoqueo se había apoderado de todos ellos. Mardoqueo se había convertido en un personaje distinguido dentro del palacio real. Su fama se extendía por todas las provincias, y cada vez se hacía más poderoso. Los judíos mataron a filo de espada a todos sus enemigos. Los mataron y los aniquilaron, e hicieron lo que quisieron con quienes los odiaban. En la ciudadela de Susa mataron y aniquilaron a quinientos hombres. También mataron a Parsandata, Dalfón, Aspata, Porata, Adalías, Aridata, Parmasta, Arisay, Ariday y Vaizata, que eran los diez hijos de Amán hijo de Hamedata, el enemigo de los judíos. Pero no se apoderaron de sus bienes. Ese mismo día, al enterarse el rey del número de muertos en la ciudadela de Susa, le dijo a la reina Ester: ―Si los judíos han matado y aniquilado a quinientos hombres y a los diez hijos de Amán en la ciudadela de Susa, ¡qué no habrán hecho en el resto de las provincias del reino! Dime cuál es tu deseo, y se te concederá. ¿Qué otra petición tienes? ¡Se cumplirá tu deseo! ―Si al rey le parece bien —respondió Ester—, concédales permiso a los judíos de Susa para prorrogar hasta mañana el edicto de este día, y permita que sean colgados en la estaca los diez hijos de Amán. El rey ordenó que se hiciera así. Se emitió un edicto en Susa, y los diez hijos de Amán fueron colgados. Los judíos de Susa se reunieron también el día catorce del mes de adar , y mataron allí a trescientos hombres, pero no se apoderaron de sus bienes. Mientras tanto, los judíos restantes que estaban en las provincias del rey también se reunieron para defenderse y librarse de sus enemigos. Mataron a setenta y cinco mil de quienes los odiaban, pero tampoco se apoderaron de sus bienes. Esto sucedió el día trece del mes de adar . El día catorce descansaron, y lo celebraron con un alegre banquete. En cambio, los judíos de Susa que se habían reunido el trece y el catorce descansaron el día quince, y lo celebraron con un alegre banquete. Por eso los judíos de las zonas rurales —los que viven en las aldeas— celebran el catorce del mes de adar como día de alegría y de banquete, y se hacen regalos unos a otros. Mardoqueo registró estos acontecimientos y envió cartas a todos los judíos de todas las provincias lejanas y cercanas del rey Asuero, exigiéndoles que celebraran cada año los días catorce y quince del mes de adar como el tiempo en que los judíos se libraron de sus enemigos, y como el mes en que su aflicción se convirtió en alegría, y su dolor en día de fiesta. Por eso debían celebrarlos como días de banquete y de alegría, compartiendo los alimentos los unos con los otros y dándoles regalos a los pobres. Así los judíos acordaron convertir en costumbre lo que habían comenzado a festejar, cumpliendo lo que Mardoqueo les había ordenado por escrito. Porque Amán hijo de Hamedata, el agagueo, el enemigo de todos los judíos, había maquinado aniquilar a los judíos y había echado el pur —es decir, la suerte— para confundirlos y aniquilarlos. Pero, cuando Ester se presentó ante el rey, este ordenó por escrito que el malvado plan que Amán había maquinado contra los judíos debía recaer sobre su propia cabeza, y que él y sus hijos fueran colgados en la estaca. Por tal razón, a estos días se los llamó Purim , de la palabra pur . Conforme a todo lo escrito en esta carta, y debido a lo que habían visto y a lo que les había sucedido, los judíos establecieron para ellos y sus descendientes, y para todos los que se les unieran, la costumbre de celebrar sin falta estos dos días cada año, según la manera prescrita y en la fecha fijada. Toda familia, y cada provincia y ciudad, debía recordar y celebrar estos días en cada generación. Y estos días de Purim no debían dejar de festejarse entre los judíos, ni debía morir su recuerdo entre sus descendientes. La reina Ester, hija de Abijaíl, junto con Mardoqueo el judío, escribieron con plena autoridad para confirmar esta segunda carta con respecto a los días de Purim . Él envió decretos a todos los judíos de las ciento veintisiete provincias del reino de Asuero —con palabras de buena voluntad y seguridad— para establecer los días de Purim en las fechas fijadas, como lo habían decretado para ellos Mardoqueo el judío y la reina Ester, y como lo habían establecido para sí mismos y para sus descendientes, con algunas cláusulas sobre ayunos y lamentos. El decreto de Ester confirmó estas normas con respecto a Purim y quedó registrado por escrito.