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ÉXODO 16:1-35

ÉXODO 16:1-35 Reina Valera 2020 (RV2020)

Partió luego de Elim toda la congregación de los hijos de Israel, y llegó al desierto de Sin, que está entre Elim y el Sinaí, el día quince del segundo mes después de salir de Egipto. En el desierto, toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón: —Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos ante las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos, pues nos habéis traído a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud. El Señor dijo a Moisés: —Mira, yo os haré llover pan del cielo. El pueblo saldrá y recogerá diariamente la porción de un día para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no. Pero en el sexto día se prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día. Entonces dijeron Moisés y Aarón a todos los hijos de Israel: —Por la tarde sabréis que el Señor os ha sacado de la tierra de Egipto, y por la mañana veréis la gloria del Señor, porque él ha oído vuestras murmuraciones contra el Señor; pues ¿qué somos nosotros para que murmuréis contra nosotros? Y Moisés añadió: —El Señor os dará por la tarde carne para comer, y por la mañana pan hasta saciaros, porque el Señor ha oído lo que habéis murmurado contra él; pues ¿qué somos nosotros? Vuestras murmuraciones no son contra nosotros, sino contra el Señor. Luego dijo Moisés a Aarón: —Di a toda la congregación de los hijos de Israel: Acercaos a la presencia del Señor, porque él ha oído vuestras murmuraciones. Mientras Aarón hablaba a toda la congregación de los hijos de Israel, ellos miraron hacia el desierto, y vieron que la gloria del Señor aparecía en la nube. Y el Señor dijo a Moisés: —Yo he oído las murmuraciones de los hijos de Israel. Háblales y diles: «Al caer la tarde comeréis carne, y por la mañana os saciaréis de pan. Así sabréis que yo soy el Señor, vuestro Dios». Al llegar la tarde, subieron codornices que cubrieron el campamento, y por la mañana descendió rocío alrededor del campamento. Cuando el rocío cesó de descender, apareció sobre el suelo del desierto una sustancia menuda, redonda, fina como escarcha sobre la tierra. Al verla, los hijos de Israel se dijeron unos a otros: —¿Qué es esto?, —porque no sabían qué era. Entonces Moisés les dijo: —Es el pan que el Señor os da para comer. Esto es lo que el Señor ha mandado: Que cada uno recoja lo que pueda comer. Que recoja dos litros por persona, según el número de personas que haya en cada tienda. Los hijos de Israel lo hicieron así, y unos recogieron más, otros recogieron menos, pero usando una medida de dos litros, y al que recogió mucho no le sobró, ni tampoco le faltó al que había recogido poco. Cada uno recogió lo preciso para comer. Luego les dijo Moisés: —Ninguno deje nada de ello para mañana. Pero ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron algo para el otro día; pero se llenó de gusanos, y apestaba. Y se enojó con ellos Moisés. Lo recogían cada mañana, cada uno según lo que había de comer; y luego que el sol calentaba, se derretía. En el sexto día recogieron doble ración de comida, cuatro litros por persona. Todos los príncipes de la congregación fueron y se lo hicieron saber a Moisés. Él les dijo: —Esto es lo que ha dicho el Señor: Mañana es sábado, el día de reposo consagrado al Señor; lo que tengáis que cocer, cocedlo hoy, y lo que tengáis que cocinar, cocinadlo; y todo lo que os sobre, guardadlo para mañana. Ellos lo guardaron hasta el día siguiente, según lo que Moisés había mandado, y no se agusanó ni apestó. Entonces dijo Moisés: —Comedlo hoy, porque hoy es sábado dedicado al Señor; hoy no hallaréis nada en el campo. Seis días lo recogeréis, pero el séptimo día, que es sábado, nada se hallará. Aconteció que algunos del pueblo salieron en el séptimo día a recoger, y no hallaron nada. Y el Señor dijo a Moisés: —¿Hasta cuándo os negaréis a guardar mis mandamientos y mis leyes? Mirad que el Señor os ha dado el sábado, y por eso en el sexto día os da pan para dos días. Así que nadie salga de su tienda el séptimo día, sino que permanezca cada uno en su lugar. Así el pueblo reposó el séptimo día. La casa de Israel lo llamó «maná»; era como una semilla de cilantro, blanco, y su sabor como de hojuelas con miel. Después dijo Moisés: —Esto es lo que el Señor ha mandado: «Llenad de maná un recipiente de dos litros, y conservadlo para que las generaciones venideras puedan ver el pan con que os alimenté en el desierto, cuando os saqué de Egipto». Dijo Moisés a Aarón: —Toma una vasija, pon en ella una ración de maná y deposítala ante el Señor, como muestra para las generaciones venideras. Aarón depositó la ración de maná ante el testimonio para guardarla, tal como el Señor lo había mandado a Moisés. Así comieron los hijos de Israel maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada; maná comieron hasta que llegaron a los límites de la tierra de Canaán.

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ÉXODO 16:1-35 La Palabra (versión española) (BLP)

Toda la comunidad de Israel partió de Elín y llegó al desierto de Sin, que está entre Elín y el Sinaí, el día quince del segundo mes después de salir de Egipto. Allí, en el desierto, toda la comunidad de los israelitas comenzó a protestar contra Moisés y Aarón, diciendo: —¡Más nos valdría que el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto! Allí nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Pero vosotros nos habéis traído a este desierto para hacer morir de hambre a toda esta muchedumbre. Entonces el Señor dijo a Moisés: —Yo haré caer pan del cielo y el pueblo saldrá diariamente a recoger únicamente la ración de cada día; así lo pondré a prueba, para ver si se comportan o no según mis instrucciones. El sexto día recogerán y prepararán doble ración. Moisés y Aarón dijeron entonces a los israelitas: —Esta tarde os daréis cuenta de que ha sido el Señor quien os ha sacado de Egipto; y por la mañana veréis la gloria del Señor, pues os ha oído murmurar contra él. Porque, ¿quiénes somos nosotros para que nos critiquéis? Y Moisés añadió: —Esta tarde el Señor os dará carne para comer, y por la mañana pan hasta saciaros, pues os ha oído murmurar contra él. Porque ¿quiénes somos nosotros? En realidad, no habéis murmurado contra nosotros, sino contra el Señor. Luego Moisés dijo a Aarón: —Di a toda la comunidad de los israelitas que se acerquen a la presencia del Señor, porque él ha oído sus murmuraciones. Mientras Aarón les estaba hablando, todos los israelitas miraron hacia el desierto y vieron cómo la gloria del Señor se aparecía en la nube. El Señor habló así a Moisés: —He oído las murmuraciones de los israelitas. Ahora diles: «Al caer la tarde comeréis carne, y por la mañana os saciaréis de pan». Así reconoceréis que yo soy el Señor vuestro Dios. Efectivamente, al llegar la tarde descendieron codornices en tal cantidad, que cubrieron el campamento; y por la mañana había una capa de rocío alrededor del campamento. Cuando se disipó el rocío, había sobre el suelo del desierto una cosa menuda y granulada, algo parecido a la escarcha. Al verlo, los israelitas se preguntaban unos a otros: —¿Manhu? —es decir, ¿qué es esto?—, pues no sabían lo que era. Y Moisés les dijo: —Este es el pan que el Señor os da como alimento. El Señor os manda que cada uno recoja lo que necesite para comer según el número de personas que vivan con él, aproximadamente dos litros por persona. Los israelitas lo hicieron así, y unos recogieron más y otros menos. Luego, al medirlo, vieron que al que había recogido más no le sobraba, ni al que había recogido menos le faltaba, porque cada uno había recogido lo preciso para comer. Además, Moisés les advirtió: —Que nadie guarde nada para el día siguiente. Sin embargo, algunos no le obedecieron y guardaron algo para el día siguiente; pero se llenó de gusanos y se echó a perder. Y Moisés se enojó con ellos. Por la mañana, cada uno recogía la cantidad que iba a comer; lo que quedaba se derretía con el calor del sol. Pero el día sexto recogieron doble porción de alimento: cuatro litros por persona. Los principales de la comunidad fueron a informar de ello a Moisés, y este les contestó: —Esto es lo que ha ordenado el Señor: mañana es sábado, día de descanso, consagrado al Señor. Todo lo que tengáis que cocer y hervir, cocedlo y hervidlo hoy, y guardad para mañana lo que os sobre. Conforme a lo ordenado por Moisés, guardaron para el día siguiente lo que les había sobrado, sin que criara gusanos ni se pudriera. Moisés les dijo: —Comedlo hoy, porque hoy es día de descanso dedicado al Señor, y hoy no lo encontraréis en el campo. Lo recogeréis durante seis días a la semana, pero el séptimo, que es sábado, no lo habrá. Algunos, sin embargo, salieron a recogerlo el séptimo día, pero no encontraron nada. Entonces Moisés les dijo por encargo del Señor: —¿Hasta cuándo vais a seguir desobedeciendo los mandatos y las leyes del Señor? Pensad que si el Señor os ha dado el sábado, el sexto día os proporciona también alimento para dos días. Así que nadie salga de su tienda el séptimo día, sino que permanezca cada uno en su lugar. Así pues, el séptimo día, el pueblo descansó. Los israelitas llamaron a este alimento maná. Era blanco, semejante a la semilla del cilantro, y sabía a torta de miel. Después dijo Moisés: —Esto es lo que ha mandado el Señor: «Llenad de maná un recipiente de dos litros, y conservadlo para que las generaciones venideras puedan ver el pan con que os alimenté en el desierto, cuando os saqué de Egipto». Moisés dijo a Aarón: —Toma una vasija, echa en ella una ración de maná y deposítala ante el Señor, como muestra para las generaciones venideras. Y Aarón, obrando conforme al mandato del Señor a Moisés, depositó la ración de maná ante el Arca del testimonio, para que se conservase. Los israelitas comieron el maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a tierras de cultivo, es decir, hasta que cruzaron la frontera de la tierra de Canaán.

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ÉXODO 16:1-35 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Toda la comunidad israelita salió de Elim y llegó al desierto de Sin, que está entre Elim y Sinaí. Era el día quince del mes segundo después de su salida de Egipto. Allí, en el desierto, comenzaron todos a murmurar contra Moisés y Aarón, y les decían: –¡Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto! Allí nos sentábamos junto a las ollas de carne, y comíamos hasta hartanos; pero vosotros nos habéis traído al desierto para matarnos a todos de hambre. Entonces el Señor dijo a Moisés: –Voy a hacer que os llueva comida del cielo. La gente saldrá a diario a recoger únicamente lo necesario para el día. Quiero ver quién obedece mis instrucciones y quién no. El sexto día, al preparar lo que han de llevar a casa, deberán recoger el doble de lo que recogen cada día. Moisés y Aarón dijeron entonces a los israelitas: –Por la tarde sabréis que el Señor fue quien os sacó de Egipto, y por la mañana veréis la gloria del Señor, pues ha oído que murmurasteis contra él. Porque, ¿quiénes somos nosotros para que nos critiquéis? Y añadió Moisés: –Por la tarde, el Señor os dará carne para comer, y por la mañana os dará pan en abundancia, pues ha oído que murmurasteis contra él. Porque, ¿quiénes somos nosotros? No habéis murmurado contra nosotros, sino contra el Señor. Luego Moisés dijo a Aarón: –Di a todos los israelitas que se acerquen a la presencia del Señor, pues él ha escuchado sus murmuraciones. En el momento en que Aarón estaba hablando con los israelitas, todos ellos miraron hacia el desierto, y la gloria del Señor se apareció en una nube. Y el Señor se dirigió a Moisés y le dijo: –He oído murmurar a los israelitas. Habla con ellos y diles: ‘Al atardecer comeréis carne, y por la mañana comeréis hasta quedar satisfechos. Así sabréis que yo soy el Señor vuestro Dios.’ Aquella misma tarde llegaron codornices, las cuales llenaron el campamento; y por la mañana había una capa de rocío alrededor del campamento. Después que el rocío se hubo evaporado, algo muy fino, parecido a la escarcha, quedó sobre la superficie del desierto. Los israelitas, no sabiendo qué era aquello, al verlo se decían unos a otros: “¿Y esto qué es?” Moisés les dijo: –Este es el pan que el Señor os da como alimento. Y esta es la orden que ha dado el Señor: ‘Recoja cada uno de vosotros lo que necesite para comer y, según el número de personas que haya en su casa, tome más o menos dos litros por persona.’ Los israelitas lo hicieron así. Unos recogieron más y otros menos, según la medida señalada; y ni sobró al que había recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco. Cada uno había recogido la cantidad que necesitaba para comer. Luego Moisés les dijo: –Nadie debe dejar nada para mañana. Sin embargo, algunos no hicieron caso a Moisés y dejaron algo para el otro día; pero lo que guardaron se llenó de gusanos, y apestaba. Entonces Moisés se enojó con ellos. Cada uno recogía por la mañana lo que necesitaba para comer, pues el calor del sol lo derretía. Pero el sexto día recogieron doble porción de comida, es decir, unos cuatro litros por persona; entonces los jefes de la comunidad fueron a contárselo a Moisés, y Moisés les dijo: –Eso es lo que el Señor ha ordenado. Mañana es sábado, día de reposo consagrado al Señor. Cocinad hoy lo que tengáis que cocinar, y hervid lo que tengáis que hervir, y guardad para mañana todo lo que os sobre. De acuerdo con la orden de Moisés, ellos guardaron para el día siguiente lo que les había sobrado, y no apestaba ni se llenó de gusanos. Entonces Moisés dijo: –Comedlo hoy, que es sábado, el día consagrado al Señor, pues en este día no encontraréis nada en el campo. Podréis recogerlo durante seis días, pero el séptimo día, que es sábado, no habrá nada. Algunos de ellos salieron el séptimo día a recoger algo, pero no encontraron nada. Entonces el Señor dijo a Moisés: –¿Hasta cuándo vais a seguir desobedeciendo mis mandamientos y mis enseñanzas? Tened en cuenta que yo, el Señor, os he dado un día de reposo; por eso, el sexto día os doy comida para dos días. Así que el séptimo día debe quedarse cada uno en su casa y no salir de ella. Entonces la gente reposó el día séptimo. Los israelitas llamaron maná a lo que recogían. Era blanco, como semilla de cilantro, y dulce como hojuelas con miel. Después Moisés dijo: –Esta es la orden que ha dado el Señor: ‘Llenad de maná una medida de dos litros y guardadlo para vuestros descendientes, para que vean la comida que yo os di en el desierto cuando os saqué de Egipto.’ A Aarón le dijo: –Toma una canasta y pon en ella unos dos litros de maná. Ponla después en la presencia del Señor, y que se guarde para vuestros descendientes. De acuerdo con la orden que el Señor dio a Moisés, Aarón puso la canasta ante el arca del pacto, para que fuera guardada. Los israelitas comieron maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a tierras habitadas; es decir, lo comieron hasta que llegaron a las fronteras de la tierra de Canaán.

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ÉXODO 16:1-35 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Toda la comunidad israelita partió de Elim y llegó al desierto de Sin, que está entre Elim y el Sinaí. Esto ocurrió a los quince días del mes segundo, contados a partir de su salida de Egipto. Allí, en el desierto, toda la comunidad murmuró contra Moisés y Aarón: ―¡Cómo quisiéramos que el SEÑOR nos hubiera quitado la vida en Egipto! —les decían los israelitas—. Allá nos sentábamos en torno a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. ¡Vosotros nos habéis traído a este desierto para matar de hambre a toda la comunidad! Entonces el SEÑOR le dijo a Moisés: «Voy a hacer que os llueva pan del cielo. El pueblo deberá salir todos los días a recoger su ración diaria. Voy a ponerlo a prueba, para ver si cumple o no mis instrucciones. El día sexto recogerán una doble porción, y todo esto lo dejarán preparado». Moisés y Aarón dijeron a todos los israelitas: ―Esta tarde sabréis que fue el SEÑOR quien os sacó de Egipto, y mañana por la mañana veréis la gloria del SEÑOR. Ya él sabe que vosotros andáis murmurando contra él. Nosotros no somos nadie, para que vosotros murmuréis contra nosotros. Y añadió Moisés: ―Esta tarde el SEÑOR os dará a comer carne, y mañana os saciará de pan, pues ya os oyó murmurar contra él. Porque ¿quiénes somos nosotros? ¡Vosotros no estáis murmurando contra nosotros, sino contra el SEÑOR! Luego se dirigió Moisés a Aarón: ―Dile a toda la comunidad israelita que se acerque al SEÑOR, pues los ha oído murmurar contra él. Mientras Aarón hablaba con toda la comunidad israelita, volvieron la mirada hacia el desierto, y vieron que la gloria del SEÑOR se hacía presente en una nube. El SEÑOR habló con Moisés y le dijo: «Han llegado a mis oídos las murmuraciones de los israelitas. Diles que antes de que caiga la noche comerán carne, y que mañana por la mañana se hartarán de pan. Así sabrán que yo soy el SEÑOR su Dios». Esa misma tarde el campamento se llenó de codornices, y por la mañana una capa de rocío rodeaba el campamento. Al desaparecer el rocío, sobre el desierto quedaron unos copos muy finos, semejantes a la escarcha que cae sobre la tierra. Como los israelitas no sabían lo que era, al verlo se preguntaban unos a otros: «¿Y esto qué es?» Moisés les respondió: ―Es el pan que el SEÑOR os da para comer. Y estas son las órdenes que el SEÑOR me ha dado: “Recoged cada uno de vosotros la cantidad que necesite para toda la familia, calculando dos litros por persona”. Así lo hicieron los israelitas. Algunos recogieron mucho; otros recogieron poco. Pero, cuando lo midieron por litros, ni al que recogió mucho le sobraba, ni al que recogió poco le faltaba: cada uno recogió la cantidad necesaria. Entonces Moisés les dijo: ―Nadie debe guardar nada para el día siguiente. Hubo algunos que no le hicieron caso a Moisés y guardaron algo para el día siguiente, pero lo guardado se llenó de gusanos y comenzó a apestar. Entonces Moisés se enojó contra ellos. Todas las mañanas cada uno recogía la cantidad que necesitaba, porque se derretía en cuanto calentaba el sol. Pero el día sexto recogieron el doble, es decir, cuatro litros por persona, así que los jefes de la comunidad fueron a informar de esto a Moisés. ―Esto es lo que el SEÑOR ha ordenado —les contestó—. Mañana sábado es día de reposo consagrado al SEÑOR. Así que coced lo que tengáis que cocer, y hervid lo que tengáis que hervir. Lo que sobre, apartadlo y guardadlo para mañana. Los israelitas cumplieron las órdenes de Moisés y guardaron para el día siguiente lo que les sobró, ¡y no se pudrió ni se agusanó! ―Comedlo hoy sábado —les dijo Moisés—, que es el día de reposo consagrado al SEÑOR. Hoy no encontraréis nada en el campo. Debéis recogerlo durante seis días, porque el día séptimo, que es sábado, no encontraréis nada. Algunos israelitas salieron a recogerlo el día séptimo, pero no encontraron nada, así que el SEÑOR le dijo a Moisés: «¿Hasta cuándo seguiréis desobedeciendo mis leyes y mandamientos? Tened en cuenta que yo, el SEÑOR, os he dado el sábado. Por eso en el día sexto os doy pan para dos días. El día séptimo nadie debe salir. Todos debéis quedaros donde estéis». Fue así como los israelitas descansaron el día séptimo. Y llamaron al pan «maná». Era blanco como la semilla de cilantro, y dulce como las tortas con miel. ―Esto es lo que ha ordenado el SEÑOR —dijo Moisés—: “Tomad unos dos litros de maná, y guardadlos para que las generaciones futuras puedan ver el pan que yo os di a comer en el desierto, cuando os saqué de Egipto”. Luego Moisés le dijo a Aarón: ―Toma una vasija y pon en ella unos dos litros de maná. Colócala después en la presencia del SEÑOR, a fin de conservarla para las generaciones futuras. Aarón puso el maná ante el arca del pacto, para que fuera conservado como se lo ordenó el SEÑOR a Moisés. Comieron los israelitas maná cuarenta años, hasta que llegaron a los límites de la tierra de Canaán, que fue su país de residencia.

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