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GÉNESIS 15:1-21

GÉNESIS 15:1-21 Reina Valera 2020 (RV2020)

Después de estas cosas, vino la palabra del Señor a Abram en visión: —No temas, Abram, yo soy tu escudo, y tu recompensa será muy grande. Respondió Abram: —Señor, ¿qué me darás, si no me has dado hijos y el mayordomo de mi casa es ese Eliezer, el damasceno? Dijo también Abram: —Como no me has dado prole, mi heredero será un esclavo nacido en mi casa. Luego vino a él palabra del Señor: —No te heredará este, sino que un hijo tuyo será el que te herede. Entonces lo llevó fuera y le dijo: —Mira ahora los cielos y cuenta las estrellas, si es que las puedes contar. Y añadió: —Así será tu descendencia. Abram creyó al Señor y le fue contado por justicia. El Señor le dijo: —Yo soy el Señor, que te saqué de Ur de los caldeos para darte a heredar esta tierra. Abram respondió: —Señor, ¿cómo sabré que la he de heredar? El Señor le dijo: —Tráeme una becerra de tres años, una cabra de tres años y un carnero de tres años; además, de una tórtola y un palomino. Tomó Abram todos estos animales, los partió por la mitad y puso cada mitad enfrente de la otra, pero no partió las aves. Y descendían aves de rapiña sobre los cuerpos muertos, pero Abram las ahuyentaba. A la puesta del sol cayó sobre Abram un profundo sueño, y el temor de una gran oscuridad se apoderó de él. Entonces el Señor le dijo: —Ten por cierto que tu descendencia habitará en tierra ajena; será esclava allí y será oprimida durante cuatrocientos años. Pero también a la nación a la cual servirán juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza. Tú, en tanto, te reunirás en paz con tus padres y serás sepultado en buena vejez. Y tus descendientes volverán acá en la cuarta generación, porque hasta entonces no habrá llegado a su colmo la maldad del amorreo. Cuando se puso el sol y todo estaba oscuro, apareció un horno humeante y una antorcha de fuego que pasaba por entre los animales divididos. Aquel día hizo el Señor un pacto con Abram, y le dijo: —A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el Éufrates: la tierra de los ceneos, los cenezeos, los cadmoneos, los heteos, los ferezeos, los refaítas, los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos.

GÉNESIS 15:1-21 La Palabra (versión española) (BLP)

Después de estos sucesos, el Señor habló a Abrán en una visión y le dijo: —No temas, Abrán, yo soy tu escudo, y muy grande va a ser tu recompensa. Abrán respondió: —Mi Dios y Señor, ¿para qué me vas a dar nada, si yo sigo sin tener hijos y el heredero de mi hacienda será Eliezer el damasceno? Y añadió: —No me has dado descendencia y mi herencia habrá de ser para uno de mis criados. Pero el Señor le respondió: —¡No! Ese hombre no será tu heredero; el heredero será tu propio hijo. Luego lo llevó afuera y continuó diciéndole: —Echa un vistazo al cielo y cuenta las estrellas, si es que puedes contarlas. ¡Así será tu descendencia! Abrán creyó al Señor, y el Señor le concedió su amistad. El Señor le dijo: —Yo soy el Señor que te sacó de Ur de los caldeos para darte esta tierra en posesión. Pero Abrán le preguntó: —Señor mi Dios, ¿cómo sabré que voy a poseerla? El Señor le respondió: —Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, todos ellos de tres años, y también una tórtola y un pichón. Abrán trajo todos esos animales, los partió por la mitad y puso cada mitad una frente a la otra. Pero las aves no las partió. Las aves de rapiña se abalanzaban sobre los animales muertos, pero Abrán las espantaba. Cuando el sol estaba a punto de ponerse, Abrán se quedó profundamente dormido y una temible y densa oscuridad lo envolvió. El Señor le dijo: —Es necesario que sepas que tus descendientes vivirán como extranjeros en una tierra extraña; allí serán esclavizados y maltratados durante cuatrocientos años. Pero yo juzgaré a la nación a la que hayan estado sometidos, y al final saldrán cargados de riquezas. En cuanto a ti, irás a reunirte en paz con tus antepasados y te enterrarán después de una vejez feliz. Tus descendientes volverán aquí pasadas cuatro generaciones, porque hasta entonces no se habrá colmado la maldad de los amorreos. Cuando el sol se puso y llegó la oscuridad, un horno humeante y una antorcha de fuego pasaron entre los animales descuartizados. En aquel día hizo el Señor una alianza con Abrán en estos términos: —A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el gran río, el Éufrates: la tierra de los quineos, quineceos, cadmeneos, hititas, fereceos, refaítas, amorreos, cananeos, guirgaseos y jebuseos.

GÉNESIS 15:1-21 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Después de esto, el Señor habló a Abram en una visión y le dijo: –No tengas miedo, Abram, porque yo soy tu protector. Tu recompensa va a ser muy grande. Pero Abram le contestó: –Señor y Dios, ¿de qué me sirve que me des recompensa, si, como tú bien sabes, no tengo hijos? Como no me has dado ningún hijo, el heredero de todo lo que tengo va a ser Eliézer de Damasco, uno de mis criados. El Señor le contestó: –Tu heredero va a ser tu propio hijo, y no un extraño. Entonces el Señor llevó fuera a Abram y le dijo: –Mira bien el cielo y cuenta las estrellas, si es que puedes contarlas. Pues así será el número de tus descendientes. Abram creyó al Señor, y por eso el Señor le aceptó como justo y le dijo: –Yo soy el Señor; yo te saqué de Ur de los caldeos para darte esta tierra como herencia. –Pero, Señor y Dios, ¿cómo podré estar seguro de heredar esta tierra? –contestó Abram. Y Dios le dijo: –Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, de tres años cada uno, y también una tórtola y un pichón. Abram trajo todos estos animales a Dios, los partió por la mitad y puso cada mitad frente a la otra; pero no partió las aves. Y los buitres bajaban sobre los cuerpos de los animales muertos, pero Abram los espantaba. Cuando empezaba a anochecer, Abram se quedó profundamente dormido. De pronto le rodeó una gran oscuridad y sintió mucho miedo. Entonces el Señor le dijo: –Debes saber que tus descendientes vivirán en un país extranjero, y que allí serán esclavos, y que serán maltratados durante cuatrocientos años. Pero yo también castigaré a la nación que ha de hacerlos esclavos, y después tus descendientes saldrán libres y dueños de grandes riquezas. Por lo que a ti toca, morirás en paz cuando ya seas muy anciano, y así te reunirás con tus antepasados. Después de cuatro generaciones, tus descendientes regresarán a este lugar, porque todavía no ha llegado al colmo la maldad de los amorreos. Cuando ya era de noche y todo estaba oscuro, apareció un horno que echaba humo y una antorcha encendida que pasaba por en medio de los animales partidos. Aquel mismo día el Señor hizo un pacto con Abram, diciéndole: –Esta tierra se la daré a tus descendientes, desde el río de Egipto hasta el río grande, el Éufrates. Es decir, la tierra de los quenitas, los quenizitas, los cadmoneos, los hititas, los ferezeos, los refaítas, los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos.

GÉNESIS 15:1-21 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Después de esto, la palabra del SEÑOR vino a Abram en una visión: «No temas, Abram. Yo soy tu escudo, y muy grande será tu recompensa». Pero Abram le respondió: ―SEÑOR y Dios, ¿para qué vas a darme algo, si aún sigo sin tener hijos, y el heredero de mis bienes será Eliezer de Damasco? Como no me has dado ningún hijo, mi herencia la recibirá uno de mis criados. ―¡No! Ese hombre no ha de ser tu heredero —le contestó el SEÑOR—. Tu heredero será tu propio hijo. Luego el SEÑOR lo llevó afuera y le dijo: ―Mira hacia el cielo y cuenta las estrellas, a ver si puedes. ¡Así de numerosa será tu descendencia! Abram creyó al SEÑOR, y el SEÑOR se lo reconoció como justicia. Además, le dijo: ―Yo soy el SEÑOR, que te hice salir de Ur de los caldeos para darte en posesión esta tierra. Pero Abram le preguntó: ―SEÑOR y Dios, ¿cómo sabré que voy a poseerla? El SEÑOR le respondió: ―Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, todos ellos de tres años, y también una tórtola y un pichón de paloma. Abram llevó todos estos animales, los partió por la mitad y puso una mitad frente a la otra, pero no partió las aves. Y las aves de rapiña comenzaron a lanzarse sobre los animales muertos, pero Abram las espantaba. Al anochecer, Abram cayó en un profundo sueño, y lo envolvió una oscuridad aterradora. El SEÑOR le dijo: ―Debes saber que tus descendientes vivirán como extranjeros en tierra extraña, donde serán esclavizados y maltratados durante cuatrocientos años. Pero yo castigaré a la nación que los esclavizará, y luego tus descendientes saldrán en libertad y con grandes riquezas. Tú, en cambio, te reunirás en paz con tus antepasados, y te enterrarán cuando ya seas muy anciano. Cuatro generaciones después, tus descendientes volverán a este lugar, porque antes de eso no habrá llegado al colmo la iniquidad de los amorreos. Cuando el sol se puso y cayó la noche, aparecieron una hornilla humeante y una antorcha encendida, las cuales pasaban entre los animales descuartizados. En aquel día el SEÑOR hizo un pacto con Abram. Le dijo: ―A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el gran río, el Éufrates. Me refiero a la tierra de los quenitas, los quenizitas, los cadmoneos, los hititas, los ferezeos, los refaítas, los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos.