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GÉNESIS 30:1-43

GÉNESIS 30:1-43 Reina Valera 2020 (RV2020)

Al ver Raquel que no daba hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana, y dijo a Jacob: —¡Dame hijos, o si no, me muero! Jacob se enojó con Raquel y le replicó: —¿Soy yo acaso Dios, que te ha negado el fruto de tu vientre? Entonces ella le dijo: —Aquí está mi sierva Bilha; acuéstate con ella, y que dé a luz sobre mis rodillas. Así yo también tendré hijos de ella. Le dio a Bilha, su sierva, por mujer, y Jacob se acostó con ella. Bilha concibió y dio a luz un hijo a Jacob. Dijo entonces Raquel: —Me ha juzgado Dios, pues ha oído mi voz y me ha dado un hijo. Por tanto, llamó su nombre Dan. Concibió otra vez Bilha, la sierva de Raquel, y dio a luz un segundo hijo a Jacob. Y dijo Raquel: —Dios me ha hecho competir duramente con mi hermana, pero he vencido. Y le puso por nombre Neftalí. Al ver Lea que había dejado de dar a luz, tomó a su sierva Zilpa, y la dio a Jacob por mujer. Y Zilpa, sierva de Lea, dio a luz un hijo a Jacob. Entonces dijo Lea: —¡Qué dicha! Y le puso por nombre Gad. Luego Zilpa, la sierva de Lea, dio a luz otro hijo a Jacob. Y dijo Lea: —Para dicha mía, porque las mujeres me llamarán dichosa. Y le puso por nombre Aser. En el tiempo de la siega del trigo halló Rubén en el campo unas mandrágoras que trajo a Lea, su madre. Y dijo Raquel a Lea: —Te ruego que me des de las mandrágoras de tu hijo. Ella respondió: —¿Te parece poco haberme quitado mi marido, para que también quieras llevarte las mandrágoras de mi hijo? Raquel dijo: —Pues dormirá contigo esta noche a cambio de las mandrágoras de tu hijo. A la tarde, cuando Jacob volvía del campo, salió Lea a su encuentro y le dijo: —Hoy pasarás la noche conmigo, porque te he alquilado a cambio de las mandrágoras de mi hijo. Y Jacob durmió aquella noche con ella. Dios oyó a Lea, que concibió y dio a luz el quinto hijo a Jacob. Y dijo Lea: —Dios me ha dado mi recompensa, por cuanto di mi sierva a mi marido. Por eso lo llamó Isacar. Después concibió Lea otra vez, y dio a luz el sexto hijo a Jacob. Y dijo Lea: —Dios me ha dado una buena dote; ahora vivirá conmigo mi marido, porque le he dado a luz seis hijos. Y le puso por nombre Zabulón. Por último dio a luz una hija, y le puso por nombre Dina. Y se acordó Dios de Raquel, la oyó Dios y le abrió la matriz. Concibió, pues, ella y dio a luz un hijo. Y exclamó: —Dios ha quitado mi afrenta. Y le puso por nombre José, y dijo: —¡Quiera el Señor darme un hijo más! Cuando Raquel dio a luz a José, Jacob dijo a Labán: —Déjame ir a mi lugar, a mi tierra. Dame a mis mujeres, por las que te he servido, y a mis hijos, y déjame ir; pues tú sabes los servicios que te he prestado. Labán le respondió: —Si yo significo algo para ti, por favor, quédate; he experimentado que el Señor me ha bendecido por tu causa. Y añadió: —Dime cuánto quieres ganar, que yo te lo pagaré. Jacob respondió: —Tú sabes cómo te he servido y cómo ha estado tu ganado conmigo, porque poco tenías antes de mi venida, y ha crecido en gran número; el Señor te ha bendecido con mi llegada. Y ahora, ¿cuándo trabajaré también para mi propia casa? Labán le preguntó entonces: —¿Qué te daré? Y respondió Jacob: —No me des nada. Si haces esto por mí, volveré a apacentar tus ovejas. Hoy pasaré por entre tu rebaño y apartaré todas las ovejas manchadas y salpicadas de color y todas las ovejas de color oscuro, y las manchadas y moteadas entre las cabras. Eso será mi salario, y la garantía de mi honradez el día de mañana. Cuando vengas a ver lo que he ganado, cualquier cabra no manchada o moteada y cualquier oveja no oscura, que estén en mi poder, es que las he robado. Dijo entonces Labán: —Bien, sea como tú dices. Pero Labán apartó aquel mismo día los machos cabríos manchados y rayados, todas las cabras manchadas y salpicadas de color, toda aquella que tenía en sí algo de blanco y todas las de color oscuro entre las ovejas, y las puso en manos de sus hijos. Y puso tres días de camino entre él y Jacob. Mientras tanto, Jacob apacentaba las otras ovejas de Labán. Tomó entonces Jacob varas verdes de álamo, de avellano y de castaño, y labró en ellas unas franjas blancas, de modo que se descubría así lo blanco de las varas. Puso las varas que había descortezado delante del ganado, en los canales de los abrevaderos adonde venían a beber agua las ovejas, las cuales procreaban cuando venían a beber. Así concebían las ovejas delante de las varas; y parían borregos listados, pintados y salpicados de diversos colores. Apartaba Jacob los corderos, y ponía con su propio rebaño los listados y todo lo que era oscuro del hato de Labán. Y ponía su hato aparte, no con las ovejas de Labán. Y sucedía que cuantas veces se hallaban en celo las ovejas más fuertes, Jacob ponía las varas delante de ellas en los abrevaderos, para que concibieran a la vista de las varas. Pero cuando venían las ovejas más débiles, no las ponía; así, las más débiles eran para Labán y las más fuertes para Jacob. Y se enriqueció Jacob muchísimo, y tuvo muchas ovejas, siervas y siervos, camellos y asnos.

GÉNESIS 30:1-43 La Palabra (versión española) (BLP)

Cuando Raquel vio que no podía dar hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana y dijo a Jacob: —Dame hijos, porque si no, me muero. Pero Jacob se enojó mucho con ella y le dijo: —¿Crees acaso que soy Dios? Es él quien te ha impedido tener hijos. Ella replicó: —Aquí tienes a mi criada Bilhá. Acuéstate con ella y que dé a luz en mis rodillas. Así, por medio de ella, también yo podré formar una familia. De esta manera, Raquel le dio a Jacob su criada Bilhá para que fuera su concubina. Jacob se acostó con Bilhá que quedó embarazada y dio a luz un hijo para Jacob. Y Raquel dijo: —¡Dios me ha hecho justicia! Escuchó mi plegaria y me ha dado un hijo. Por eso Raquel le puso el nombre de Dan. Después, Bilhá, la criada de Raquel, volvió a quedar embarazada y dio a luz un segundo hijo para Jacob. Y Raquel dijo: —Dios me ha hecho competir duramente con mi hermana, pero he vencido. Por eso Raquel le puso el nombre de Neftalí. Cuando Lía vio que ya no podía tener hijos, tomó a su criada Zilpá y se la entregó a Jacob como concubina. Y Zilpá, la criada de Lía, dio a Jacob un hijo. Entonces Lía exclamó: —¡Qué dicha! Y por eso lo llamó Gad. Después Zilpá, la criada de Lía, dio un segundo hijo a Jacob. Lía dijo entonces: —¡Qué felicidad! Ahora las mujeres me felicitarán. Por eso lo llamó Aser. Un día, durante la cosecha del trigo, iba Rubén por el campo, encontró mandrágoras y se las llevó a Lía, su madre. Entonces Raquel le dijo a Lía: —Por favor, dame algunas mandrágoras de las que te trajo tu hijo. Pero Lía le contestó: —¿Te parece poco el haberme quitado el marido, que ahora quieres también quitarme las mandrágoras de mi hijo? Raquel respondió: —Está bien, te propongo que, a cambio de las mandrágoras de tu hijo, Jacob duerma contigo esta noche. Al anochecer, cuando Jacob volvía del campo, Lía salió a su encuentro y le dijo: —Hoy pasarás la noche conmigo, porque te he alquilado a cambio de las mandrágoras de mi hijo. Aquella noche Jacob durmió con Lía, que quedó embarazada y dio a Jacob su quinto hijo. Dios había escuchado su oración. Entonces Lía dijo: —Dios me ha recompensado, por haberle dado yo mi criada a mi marido. Por eso lo llamó Isacar. Lía quedó embarazada de nuevo, y dio a Jacob su sexto hijo. Y dijo: —Dios me ha hecho un buen regalo. Ahora mi marido me honrará, pues le he dado seis hijos. Por eso lo llamó Zabulón. Después Lía tuvo una hija, a la cual llamó Dina. Pero Dios también se acordó de Raquel; oyó su oración y la hizo fecunda. Raquel quedó embarazada y dio a luz un hijo. Entonces dijo: —Dios ha borrado mi desgracia. Por eso lo llamó José, y dijo: —Ojalá me permita Dios tener otro hijo. Después que Raquel dio a luz a José, Jacob le dijo a Labán: —Déjame volver a mi casa, a mi país. Dame las mujeres por las que te he servido, junto con mis hijos, y me marcharé. Sabes bien cómo he trabajado para ti. Pero Labán le contestó: —Si yo significo algo para ti, por favor, escúchame. He sabido por un oráculo que el Señor me ha estado bendiciendo gracias a ti. Así que le propuso: —Dime el salario que quieres ganar, y yo te lo pagaré. Entonces Jacob le dijo: —Tú bien sabes cómo te he servido y cómo le ha ido al ganado que te he cuidado; lo poco que tenías antes de que yo viniera ha aumentado prodigiosamente, pues desde que llegué, el Señor te ha bendecido. Pero ya es hora de que también haga algo por mi propia familia. Labán insistió: —¿Qué quieres que te dé? Jacob le respondió: —No tienes que darme nada. Si aceptas lo que te voy a proponer, volveré a pastorear tu ganado. Hoy, voy a pasar por medio de tu rebaño y pondré aparte todas las ovejas oscuras y todas las cabras manchadas o moteadas. Ese será mi salario. Así, el día de mañana, cuando vengas a ver lo que he ganado, no habrá dudas sobre mi honradez: si encuentras algún cordero que no sea oscuro o alguna cabra que no sea manchada o moteada, es que te he robado. Labán dijo: —Está bien, acepto lo que propones. Aquel mismo día, Labán separó los machos cabríos moteados o manchados, todas las cabras moteadas o manchadas, las que tenían alguna mancha blanca, y todas las ovejas oscuras, y las puso al cuidado de sus hijos. Después se alejó de Jacob unas tres jornadas de camino. Mientras tanto, Jacob seguía pastoreando el resto del rebaño de Labán. Jacob cortó ramas verdes de álamo, almendro y plátano, y las peló de tal manera que quedaran franjas blancas al descubierto. Colocó las ramas peladas frente a los animales, en los abrevaderos adonde se acercaban las ovejas a beber. Y cuando los animales iban a beber, entraban en celo. De este modo, los machos cubrían a las ovejas delante de las ramas, y las ovejas parían crías rayadas, moteadas o manchadas. Además Jacob apartó las ovejas y las apareó con machos oscuros o rayados. De este modo logró formar su propio rebaño, diferente al de Labán. Cuando las ovejas más robustas estaban en celo, Jacob ponía las ramas delante de ellas, en los abrevaderos, para que se apareasen a la vista de las ramas. Pero ante los animales más flacos, no ponía las ramas. Y así los animales más flacos eran para Labán, y los más robustos para Jacob. Con lo cual Jacob prosperó muchísimo: tenía criados y criadas, numerosos rebaños, y también camellos y asnos.

GÉNESIS 30:1-43 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Cuando Raquel vio que no podía dar hijos a Jacob, sintió envidia de su hermana Lía, y dijo a su esposo: –Dame hijos, porque si no, me moriré. Pero Jacob se enojó con ella y le dijo: –¿Acaso yo soy Dios? Él es quien no te deja tener hijos. Entonces ella le dijo: –Mira, toma a mi esclava Bilhá y únete con ella, y cuando ella tenga hijos, será como si yo misma los tuviera. Así yo podré tener hijos. De esta manera, Raquel le dio a Jacob su esclava Bilhá, para que fuera su concubina. Jacob se unió con Bilhá, y esta dio un hijo a Jacob. Entonces Raquel dijo: “Este niño se llamará Dan, porque Dios oyó mi oración y me hizo justicia al darme un hijo.” Después Bilhá dio otro hijo a Jacob, y Raquel dijo: “Este niño se llamará Neftalí, porque he luchado mucho contra mi hermana y la he vencido.” Cuando Lía vio que ya no podía tener hijos, tomó a su esclava Zilpá y se la entregó a Jacob para que fuera su concubina. Y cuando Zilpá dio un hijo a Jacob, Lía dijo: “¡Qué dicha! Por eso el niño se llamará Gad.” Después Zilpá dio otro hijo a Jacob, y entonces Lía dijo: “¡Qué felicidad! Ahora las mujeres dirán que soy feliz. Por eso el niño se llamará Aser.” Un día fue Rubén al campo, durante la cosecha de trigo, y encontró unas plantas llamadas mandrágoras, las cuales llevó a su madre Lía. Cuando Raquel las vio, dijo a Lía: –Por favor, dame algunas de esas mandrágoras que tu hijo te ha traído. Pero Lía le contestó: –¿Te parece poco haberme quitado el marido, que ahora quieres también quitarme las mandrágoras de mi hijo? –Pues a cambio de las mandrágoras de tu hijo, esta noche Jacob dormirá contigo –propuso Raquel. Por la noche, cuando Jacob regresó del campo, Lía salió a su encuentro y le dijo: –Hoy vas a dormir conmigo, porque te he alquilado a cambio de las mandrágoras de mi hijo. Aquella noche Jacob durmió con Lía, y ella dio a Jacob su quinto hijo, porque Dios oyó su oración. Entonces Lía dijo: “Este niño se llamará Isacar, pues Dios me ha premiado porque le di mi esclava a mi marido.” Después Lía dio a Jacob su sexto hijo, y dijo: “Dios me ha dado un buen regalo. Ahora mi marido me amará más, porque ya le he dado seis hijos. Por eso este niño se llamará Zabulón.” Por último, Lía tuvo una hija, a la cual llamó Dina. Pero Dios se acordó de Raquel, oyó su oración y le permitió tener hijos. Cuando tuvo el primero, dijo: “Dios me ha quitado la vergüenza de no tener hijos. ¡Ojalá me permita tener otro!” Por eso le llamó José. Después que Raquel dio a luz a José, Jacob dijo a Labán: –Déjame regresar a mi propia tierra. Dame mis hijos y mis mujeres, pues por ellas he trabajado contigo, y déjame ir. Tú bien sabes cómo he trabajado para ti. Pero Labán le contestó: –Por favor, quédate conmigo. He sabido por adivinación que el Señor me ha bendecido por medio de ti. Dime qué salario quieres ganar, y te lo pagaré. Entonces Jacob le dijo: –Tú bien sabes cómo he trabajado para ti, y cómo he cuidado tus animales; lo poco que tenías antes que yo viniera ha aumentado en gran manera, pues desde que llegué, el Señor te ha bendecido; pero, ¿cuándo voy a comenzar a trabajar para mi propia familia? –¿Qué salario quieres que te pague? –insistió Labán. –No me pagues nada –respondió Jacob–. Volveré a cuidar tus ovejas, si aceptas lo que te voy a proponer: déjame pasar hoy por entre tu rebaño, para apartar todos los corderitos negros y todos los cabritos manchados y moteados. Ellos serán mi salario. Así, cuando más adelante vengas a ver lo que he ganado, tendrás la prueba de mi honradez: pues si en mi rebaño hay cabras que no sean manchadas o moteadas, o corderos que no sean negros, será que te los he robado. –Está bien, acepto lo que propones –dijo Labán. Pero aquel mismo día apartó Labán todos los chivos rayados y moteados, y todas las cabras manchadas y moteadas o que tenían algo blanco, y todos los corderos negros, y se los dio a sus hijos para que los cuidaran. Luego, con este rebaño, se apartó de donde estaba Jacob, a una distancia de tres días de camino. Jacob, por su parte, siguió cuidando las otras ovejas de Labán. Cortó ramas verdes de álamo, almendro y castaño, y las peló de forma que se pudieran ver rayas blancas; luego puso las varas, ya peladas, frente a los rebaños, en el lugar donde bebían agua. Allí era donde los machos se unían con las hembras, y como lo hacían delante de las varas, las crías nacían rayadas, manchadas y moteadas. Entonces Jacob las apartaba y las ponía frente a los animales rayados y negros del rebaño de Labán. Así Jacob fue formando su propio rebaño, separándolo del rebaño de Labán. Cada vez que los animales más gordos se unían para tener crías, Jacob ponía las varas en el lugar donde bebían agua, de manera que pudieran ver las varas en el momento de unirse; pero cuando venían los animales más flacos, no ponía las varas. Y así los animales más flacos eran para Labán, y los más gordos para Jacob. De este modo Jacob se hizo muy rico, y llegó a tener muchas ovejas, esclavos, esclavas, camellos y asnos.

GÉNESIS 30:1-43 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Cuando Raquel se dio cuenta de que no le podía dar hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana y le dijo a Jacob: ―¡Dame hijos! Si no me los das, ¡me muero! Pero Jacob se enojó muchísimo con ella y le dijo: ―¿Acaso crees que soy Dios? ¡Es él quien te ha hecho estéril! ―Aquí tienes a mi criada Bilhá —propuso Raquel—. Acuéstate con ella. Así ella dará a luz sobre mis rodillas, y por medio de ella también yo podré formar una familia. Entonces Raquel le dio a Jacob por mujer a su criada Bilhá, y Jacob se acostó con ella. Bilhá quedó embarazada y le dio un hijo a Jacob. Y Raquel exclamó: «¡Dios me ha hecho justicia! ¡Escuchó mi plegaria y me ha dado un hijo!» Por eso Raquel le puso por nombre Dan. Después Bilhá, la criada de Raquel, quedó embarazada otra vez y dio a luz un segundo hijo de Jacob. Y Raquel dijo: «He tenido una lucha muy grande con mi hermana, pero he vencido». Por eso Raquel lo llamó Neftalí. Lea, al ver que ya no podía tener hijos, tomó a su criada Zilpá y se la entregó a Jacob por mujer, y esta le dio a Jacob un hijo. Entonces Lea exclamó: «¡Qué suerte!» Por eso lo llamó Gad. Zilpá, la criada de Lea, le dio un segundo hijo a Jacob. Lea volvió a exclamar: «¡Qué feliz soy! Las mujeres me dirán que soy feliz». Por eso lo llamó Aser. Durante los días de la cosecha de trigo, Rubén salió al campo. Allí encontró unas frutas llamadas mandrágoras, y se las llevó a Lea, su madre. Entonces Raquel le dijo a Lea: ―Por favor, dame algunas mandrágoras de las que te trajo tu hijo. Pero Lea le contestó: ―¿Te parece poco el haberme quitado a mi marido, que ahora quieres también quitarme las mandrágoras de mi hijo? ―Bueno —contestó Raquel—, te propongo que, a cambio de las mandrágoras de tu hijo, Jacob duerma contigo esta noche. Al anochecer, cuando Jacob volvía del campo, Lea salió a su encuentro y le dijo: ―Hoy te acostarás conmigo, porque te he alquilado a cambio de las mandrágoras de mi hijo. Y Jacob durmió con ella esa noche. Dios escuchó a Lea, y ella quedó embarazada y le dio a Jacob un quinto hijo. Entonces dijo Lea: «Dios me ha recompensado, porque yo le entregué mi criada a mi esposo». Por eso lo llamó Isacar. Lea quedó embarazada de nuevo, y le dio a Jacob un sexto hijo. «Dios me ha favorecido con un buen regalo —dijo Lea—. Esta vez mi esposo se quedará conmigo, porque le he dado seis hijos». Por eso lo llamó Zabulón. Luego Lea dio a luz una hija, a la cual llamó Dina. Pero Dios también se acordó de Raquel; la escuchó y le quitó la esterilidad. Fue así como ella quedó embarazada y dio a luz un hijo. Entonces exclamó: «Dios ha borrado mi desgracia». Por eso lo llamó José, y dijo: «Quiera el SEÑOR darme otro hijo». Después de que Raquel dio a luz a José, Jacob le dijo a Labán: ―Déjame regresar a mi hogar y a mi propia tierra. Dame las mujeres por las que te he servido, y mis hijos, y déjame ir. Tú bien sabes cómo he trabajado para ti. Pero Labán le contestó: ―Por favor, quédate. He sabido por adivinación que, gracias a ti, el SEÑOR me ha bendecido. Y le propuso: ―Fija tú mismo el salario que quieras ganar, y yo te lo pagaré. Jacob le respondió: ―Tú bien sabes cómo he trabajado, y cómo gracias a mis desvelos han mejorado tus animales. Lo que tenías antes de mi venida, que era muy poco, se ha multiplicado enormemente. Gracias a mí, el SEÑOR te ha bendecido. Ahora quiero hacer algo por mi propia familia. ―¿Cuánto quieres que te pague? —preguntó Labán. ―No tienes que pagarme nada —respondió Jacob—. Si aceptas lo que estoy por proponerte, seguiré cuidando tus ovejas. Hoy, cuando pase yo con todo tu rebaño, tú irás apartando toda oveja manchada o moteada, y todos los corderos negros, y todos los cabritos manchados o moteados. Ellos serán mi salario. Así, el día de mañana, cuando vengas a controlar lo que he ganado, mi honradez responderá por mí: si encuentras alguna oveja o cabrito que no sea manchado o moteado, o algún cordero que no sea negro, será que te lo he robado. ―Está bien —acordó Labán—, acepto tu propuesta. Ese mismo día Labán apartó todos los chivos rayados y moteados, todas las cabras manchadas y moteadas, todas las que tenían alguna mancha blanca y todos los corderos negros, y los puso al cuidado de sus hijos. Después de eso, puso una distancia de tres días de viaje entre él y Jacob. Mientras tanto, Jacob seguía cuidando las otras ovejas de Labán. Jacob cortó ramas verdes de álamo, de almendro y de plátano, y las peló de tal manera que quedaran franjas blancas al descubierto. Luego tomó las ramas que había pelado y las puso en todos los abrevaderos para que el rebaño las tuviera enfrente cuando se acercara a beber agua. Cuando las ovejas estaban en celo y llegaban a los abrevaderos, los machos se unían con las hembras frente a las ramas, y así tenían crías rayadas, moteadas o manchadas. Entonces Jacob apartaba estos corderos y los ponía frente a los animales rayados y negros del rebaño de Labán. De esta manera logró crear su propio rebaño, diferente al de Labán. Además, cuando las hembras más robustas estaban en celo, Jacob colocaba las ramas en los bebederos, frente a los animales, para que se unieran mirando hacia las ramas. Pero, cuando llegaban los animales más débiles, no colocaba las ramas. Así los animales débiles eran para Labán y los robustos eran para Jacob. De esta manera Jacob prosperó muchísimo y llegó a tener muchos rebaños, criados y criadas, camellos y asnos.