GÉNESIS 33:1-20
GÉNESIS 33:1-20 Reina Valera 2020 (RV2020)
Alzó Jacob sus ojos y vio que venía Esaú con cuatrocientos hombres; entonces repartió él los niños entre Lea, Raquel y las dos siervas. Puso a las siervas con sus niños delante, luego a Lea con sus niños, y detrás a Raquel y a José. Y él pasó delante de ellos y se inclinó a tierra siete veces, hasta que llegó a su hermano. Pero Esaú corrió a su encuentro, se echó sobre su cuello, le abrazó y le besó; los dos lloraron. Después Esaú levantó sus ojos, vio a las mujeres y los niños, y dijo: —¿Quiénes son estos? —Son los niños que Dios ha dado a tu siervo —dijo Jacob. Luego vinieron las siervas y sus hijos, y se inclinaron. Vino Lea con sus hijos, y se inclinaron; y después llegaron José y Raquel, y también se inclinaron. Preguntó entonces Esaú: —¿Qué te propones con todos estos grupos que he encontrado? —Lograr que mi señor me reciba amistosamente— respondió Jacob. Dijo entonces Esaú: —Yo tengo bastante, hermano mío; quédate con lo tuyo. Jacob replicó: —No, yo te ruego; si realmente me has perdonado, acepta mi regalo, porque he visto tu rostro como si hubiera visto el rostro de Dios, pues que con tanta bondad me has recibido. Acepta, te ruego, el regalo que te he traído, pues Dios me ha favorecido y todo lo que hay aquí es mío. E insistió hasta que Esaú lo tomó. Y dijo Esaú: —Anda, vamos; yo iré delante de ti. Jacob respondió: —Mi señor sabe que los niños son débiles, y que tengo ovejas y vacas recién paridas; si las fatigan, en un día morirán todas las ovejas. Vaya ahora mi señor delante de su siervo, y yo iré poco a poco al paso del ganado que va delante de mí y al paso de los niños, hasta que llegue a Seír, donde está mi señor. Dijo Esaú: —Dejaré ahora contigo parte de la gente que viene conmigo. Jacob respondió: —¿Para qué, si he hallado gracia a los ojos de mi señor? Así volvió Esaú aquel día por su camino a Seír. Y Jacob fue a Sucot; allí se edificó una casa e hizo cabañas para su ganado; por tanto, puso por nombre Sucot a aquel lugar. Después Jacob, cuando regresaba de Padan-aram, llegó sano y salvo a la ciudad de Siquem, que está en la tierra de Canaán, y acampó delante de la ciudad. Compró a los hijos de Hamor, padre de Siquem, por cien monedas, la parte del campo donde había plantado su tienda, erigió allí un altar y lo llamó «El-Elohe-Israel».
GÉNESIS 33:1-20 La Palabra (versión española) (BLP)
Cuando Jacob vio que se acercaba Esaú con cuatrocientos hombres, repartió a los niños entre Lía, Raquel y las dos criadas. Situó primero a las criadas con sus hijos, detrás a Lía con sus hijos, y por último a Raquel con José. Luego pasó delante de ellos e hizo siete inclinaciones hasta el suelo a medida que se iba acercando a su hermano. Pero Esaú corrió a su encuentro y, echándole los brazos al cuello, lo abrazó y rompieron juntos a llorar. Después Esaú alzó la mirada y fijándose en las mujeres y los niños, preguntó: —Y estos, ¿quiénes son? Jacob respondió: —Son los hijos que Dios ha concedido a tu siervo. Entonces las criadas y sus hijos se acercaron y se inclinaron; luego, Lía y sus hijos hicieron lo mismo y, por último, también se inclinaron Raquel y José. Y preguntó Esaú: —¿Qué pretendías con todos esos rebaños que me he venido encontrando? Jacob respondió: —Lograr que mi señor me recibiese amistosamente. Esaú dijo: —Yo tengo bastante, hermano mío; quédate con lo tuyo. Jacob insistió: —De ninguna manera. Si realmente me has perdonado, acepta este regalo que te ofrezco. Volver a verte ha sido como ver el rostro de Dios ya que me has recibido tan fraternalmente. Te ruego que aceptes el regalo que te he traído, porque Dios ha sido generoso conmigo y tengo de todo. Tanto insistió Jacob, que al fin Esaú aceptó. Después Esaú dijo: —Pongámonos en camino; yo te acompañaré. Pero Jacob respondió: —No olvide mi señor que los niños aún son débiles y que debo también cuidar a las ovejas y vacas que están criando; si se las fuerza a caminar una jornada entera, todas las ovejas morirán. Es mejor que mi señor se adelante a su siervo; yo seguiré poco a poco, al paso del ganado que va delante de mí y al paso de los niños, hasta reunirnos con mi señor en Seír. Entonces Esaú dijo: —Permíteme al menos que te acompañen algunos de mis hombres. Y Jacob respondió: —No hay necesidad. Es bastante con haberme ganado la benevolencia de mi señor. Aquel mismo día, Esaú emprendió el camino de vuelta a Seír. Por su parte, Jacob se dirigió a Sucot y allí construyó una casa para él y cobertizos para su ganado. Por eso Sucot es el nombre de aquel lugar. A su regreso de Parán Aram, Jacob llegó sano y salvo a la ciudad de Siquén, en tierra de Canaán, y acampó fuera, frente a la ciudad. Y el terreno donde montó las tiendas se lo compró a los hijos de Jamor, padre de Siquén, por cien monedas de plata. Y allí mismo erigió un altar y lo dedicó al Dios de Israel.
GÉNESIS 33:1-20 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Cuando Jacob vio que Esaú venía acompañado de cuatrocientos hombres, repartió a los niños entre Lía, Raquel y las dos esclavas. Situó primero a las esclavas con sus hijos, luego a Lía con sus hijos, y por último a Raquel y José. Luego se adelantó a ellos, y se inclinó hasta tocar el suelo con la frente siete veces, hasta que estuvo cerca de su hermano. Pero Esaú corrió a su encuentro y, echándole los brazos al cuello, le abrazó y le besó. Los dos lloraron. Después Esaú se fijó en las mujeres y los niños, y preguntó: –Y estos, ¿quiénes son? –Son los hijos que Dios ha dado a tu servidor –dijo Jacob. Entonces las esclavas y sus hijos se acercaron, y se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente; luego se acercaron Lía y sus hijos, y se inclinaron de la misma manera; y por último se acercaron José y Raquel, y también se inclinaron. Y preguntó Esaú: –¿Qué piensas hacer con todos esos rebaños que he venido encontrando? –Ganarme tu buena voluntad –respondió Jacob. –No, hermano mío, yo tengo suficiente. Quédate con lo que es tuyo –dijo Esaú. Pero Jacob insistió: –No, por favor. Si me he ganado tu buena voluntad, acepta este regalo, pues verte en persona es como ver a Dios mismo, ya que tú me has recibido muy bien. Te ruego que aceptes el regalo que te he traído, pues Dios me ha hecho rico, y nada me falta. Tanto insistió Jacob, que al fin Esaú aceptó el regalo; pero dijo: –Bueno, vámonos de aquí. Yo iré delante de ti. Y Jacob respondió: –Querido hermano, tú sabes que los niños son débiles, y que debo pensar en las ovejas y en las vacas paridas; si se las cansa, en un solo día pueden morir todas las ovejas. Es mejor que tú te adelantes a este servidor tuyo; yo iré poco a poco, al paso de los animales que van delante de mí, y al paso de los niños, hasta reunirme contigo en Seír. –Bueno –dijo Esaú–, permíteme dejarte algunos hombres de los que vienen conmigo. Pero Jacob contestó: –¡No, por favor! ¿Para qué te molestas? Aquel mismo día regresó Esaú a Seír. Jacob, en cambio, se fue a Sucot, donde hizo una casa para él y unas enramadas para sus animales. Por eso, a aquel lugar lo llamó Sucot. Cuando Jacob vino de Padán-aram, llegó sano y salvo a Canaán y acampó frente a la ciudad de Siquem. Por cien monedas compró un terreno a los hijos de Hamor, el padre de Siquem, y allí montó su campamento. Después construyó un altar, y lo llamó El-elohé-israel.
GÉNESIS 33:1-20 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Cuando Jacob alzó la vista y vio que Esaú se acercaba con cuatrocientos hombres, repartió a los niños entre Lea, Raquel y las dos esclavas. Al frente de todos colocó a las criadas con sus hijos, luego a Lea con sus hijos, y por último a Raquel con José. Jacob, por su parte, se adelantó a ellos, inclinándose hasta el suelo siete veces mientras se iba acercando a su hermano. Pero Esaú corrió a su encuentro y, echándole los brazos al cuello, lo abrazó y lo besó. Entonces los dos se pusieron a llorar. Luego Esaú alzó la vista y, al ver a las mujeres y a los niños, preguntó: ―¿Quiénes son estos que te acompañan? ―Son los hijos que Dios le ha concedido a tu siervo —respondió Jacob. Las esclavas y sus hijos se acercaron y se inclinaron ante Esaú. Luego, Lea y sus hijos hicieron lo mismo y, por último, también se inclinaron José y Raquel. ―¿Qué significan todas estas manadas que han salido a mi encuentro? —preguntó Esaú. ―Intentaba con ellas ganarme tu confianza —contestó Jacob. ―Hermano mío —repuso Esaú—, yo tengo más que suficiente. Quédate con lo que te pertenece. ―No, por favor —insistió Jacob—; si me he ganado tu confianza, acepta este presente que te ofrezco. Ya que me has recibido tan bien, ¡ver tu rostro es como ver a Dios mismo! Acéptame el regalo que te he traído. Dios ha sido muy bueno conmigo, y tengo más de lo que necesito. Fue tanta la insistencia de Jacob que, finalmente, Esaú aceptó. Más tarde, Esaú le dijo: ―Sigamos nuestro viaje; yo te acompañaré. Pero Jacob se disculpó: ―Mi hermano y señor debe saber que los niños son todavía muy débiles, y que las ovejas y las vacas acaban de tener cría, y debo cuidarlas. Si les exijo demasiado, en un solo día se me puede morir todo el rebaño. Es mejor que mi señor se adelante a su siervo, que yo seguiré al paso de la manada y de los niños, hasta que nos encontremos en Seír. ―Está bien —accedió Esaú—, pero permíteme dejarte algunos de mis hombres para que te acompañen. ―¿Para qué te vas a molestar? —contestó Jacob—. Lo importante es que me he ganado tu confianza. Aquel mismo día, Esaú regresó a Seír. Jacob, en cambio, se fue hacia Sucot, y allí se hizo una casa para él y cobertizos para su ganado. Por eso a ese lugar se le llamó Sucot. Cuando Jacob volvió de Padán Aram, llegó sano y salvo a la ciudad de Siquén, en Canaán, y acampó frente a ella. Luego, por cien monedas de plata les compró una parcela a los hijos de Jamor, el padre de Siquén, y allí instaló su tienda. También construyó un altar, y lo llamó El Elohé Israel.