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HEBREOS 2:1-15

HEBREOS 2:1-15 La Palabra (versión española) (BLP)

Es preciso, por tanto, que tomemos en serio el mensaje recibido, si no queremos navegar a la deriva. Porque si la palabra pronunciada por ángeles tuvo plena validez, y cuantos la desobedecieron y conculcaron recibieron el merecido castigo, ¿cómo podremos salir nosotros bien parados si desdeñamos una salvación tan valiosa como esta? Me refiero a la salvación que comenzó siendo anunciada por el Señor, que nos confirmaron quienes la escucharon y de la que Dios mismo ha dado testimonio valiéndose de milagros, prodigios y toda suerte de maravillas, además de los dones del Espíritu Santo que ha repartido según su voluntad. El mundo de que hablamos es el mundo futuro y no lo ha puesto Dios bajo el dominio de los ángeles. De ello da fe alguien en un lugar de la Escritura: ¿Qué es el ser humano para que te acuerdes de él? ¿Qué el simple mortal para que te preocupes por él? Apenas inferior a los ángeles lo hiciste; de gloria y de honor lo coronaste ; todo lo sometiste a su poder. Y si todo le ha sido sometido, nada queda fuera de su dominio. Es cierto que al presente no vemos que todo le esté sometido; pero sí vemos que Jesús, a quien Dios hizo un poco inferior a los ángeles, ha sido coronado de gloria y honor por haber sufrido la muerte. De esta manera, debido a la bondad de Dios, experimentó la muerte en favor de todos. Convenía, en efecto, que Dios, que es origen y fin de todas las cosas y que quiere conducir a una multitud de hijos a la gloria, hiciera perfecto por medio del sufrimiento a quien tenía que encabezar la salvación de los demás. Y es que santificador y santificados proceden de uno mismo. Por esta razón el santificador no tiene a menos llamarlos hermanos, cuando dice: Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Y en otro lugar: Yo pondré en él mi confianza. Y también: Aquí estoy yo con los hijos que Dios me ha dado. Y lo mismo que los hijos comparten una misma carne y sangre, también Jesús las compartió para poder así, con su muerte, reducir a la impotencia al que tiene poder para matar, es decir, al diablo, y liberar a quienes el miedo a la muerte ha mantenido de por vida bajo el yugo de la esclavitud.

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HEBREOS 2:1-15 Reina Valera 2020 (RV2020)

Por tanto, es necesario que prestemos más atención a las cosas que hemos oído, no sea que nos extraviemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme y toda transgresión y desobediencia recibió su justo castigo, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? Esta salvación fue anunciada primero por el Señor, y los que la oyeron nos la confirmaron. Dios mismo ha dado testimonio de ella a través de señales, prodigios, diversos milagros y dones distribuidos por el Espíritu Santo según su voluntad. Porque Dios no puso bajo el dominio de los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando. Al contrario, en la Escritura alguien dice: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que lo visites? Lo hiciste un poco menor que los ángeles, lo coronaste de gloria y de honra y lo pusiste sobre las obras de tus manos. Todo lo sujetaste debajo de sus pies . Esto quiere decir que si Dios puso todas las cosas debajo de sus pies, entonces no dejó nada que no esté bajo su dominio. Sin embargo, todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra a causa de la muerte que padeció. Dios, en su gracia, quiso que experimentara la muerte en favor de todos. Convenía que Dios, por quien existen todas las cosas y por quien todas las cosas subsisten, perfeccionara por medio de las aflicciones al autor de la salvación de ellos, para llevar muchos hijos a la gloria. Porque tanto el que santifica como los que son santificados, proceden del mismo Padre. Por eso él no se avergüenza de llamarlos hermanos, cuando dice: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré . Y otra vez dice: Yo confiaré en él. Y de nuevo: Aquí estoy yo con los hijos que Dios me dio . Así que, lo mismo que los hijos han compartido una misma carne y sangre, Jesús también participó de lo mismo para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo. De este modo liberó a todos los que, por el temor de la muerte, estaban durante toda la vida sometidos a esclavitud.

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HEBREOS 2:1-15 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Por esta causa debemos prestar mucha más atención al mensaje que hemos oído, para no apartarnos del camino. Los mandamientos que en otros tiempos dio Dios por medio de los ángeles, tenían fuerza de ley, y quienes pecaron y los desobedecieron fueron justamente castigados. ¿Cómo, pues, escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? Pues el mismo Señor anunció primero esta salvación, que después confirmaron entre nosotros los que oyeron el mensaje. Además Dios la ha confirmado con señales, maravillas y muchos milagros, y con el don del Espíritu Santo repartido de diferentes maneras conforme a su voluntad. Dios no ha puesto bajo la autoridad de los ángeles ese mundo futuro del cual estamos hablando. Al contrario, en un lugar de la Escritura alguien declara: “¿Qué es el hombre? ¿Qué es el ser humano? ¿Por qué lo recuerdas y te preocupas de él? Por un poco de tiempo le hiciste algo menor que los ángeles, pero le coronaste de gloria y honor; todo lo sometiste bajo sus pies.” Así que, al someter todas las cosas bajo sus pies, Dios no dejó nada sin someterlo a él. Sin embargo, todavía no vemos que todo le esté sometido. En cambio, vemos a Jesús, a quien por un poco de tiempo Dios hizo algo menor que los ángeles. Dios, en su amor, quiso que para bien de todos muriera aquel que ahora, a causa de la muerte que sufrió, está coronado de gloria y honor. Todas las cosas existen para Dios y por la acción de Dios, que quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria. Por eso, Dios, por medio del sufrimiento, tenía que hacer perfecto a Jesucristo, el Salvador de ellos. Porque todos proceden del mismo Padre: tanto los que son consagrados como el que los consagra. Por esta razón, el Hijo de Dios no se avergüenza de llamarlos hermanos, cuando dice en la Escritura: “Hablaré de ti a mis hermanos y te cantaré himnos en medio de la congregación.” También dice: “En él pondré mi esperanza.” Y dice otra vez: “Aquí estoy, con los hijos que Dios me dio.” Así como los hijos de una familia son de una misma carne y sangre, así también Jesús fue de carne y sangre humanas para derrotar con su muerte al que tenía poder para matar, es decir, al diablo. De esta manera ha dado libertad a todos los que por miedo a la muerte viven como esclavos durante toda la vida.

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HEBREOS 2:1-15 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Por eso es necesario que prestemos más atención a lo que hemos oído, no sea que perdamos el rumbo. Porque, si el mensaje anunciado por los ángeles tuvo validez, y toda transgresión y desobediencia recibió su justo castigo, ¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? Esta salvación fue anunciada primeramente por el Señor, y los que la oyeron nos la confirmaron. A la vez, Dios ratificó su testimonio acerca de ella con señales, prodigios, diversos milagros y dones distribuidos por el Espíritu Santo según su voluntad. Dios no puso bajo el dominio de los ángeles el mundo venidero del que estamos hablando. Como alguien ha atestiguado en algún lugar: «¿Qué es el hombre, para que en él pienses? ¿Qué es el ser humano, para que lo tomes en cuenta? Lo hiciste un poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra; ¡todo lo sometiste a su dominio!» Si Dios puso bajo él todas las cosas, entonces no hay nada que no le esté sujeto. Ahora bien, es cierto que todavía no vemos que todo le esté sujeto. Sin embargo, vemos a Jesús, que fue hecho un poco inferior a los ángeles, coronado de gloria y honra por haber padecido la muerte. Así, por la gracia de Dios, la muerte que él sufrió resulta en beneficio de todos. En efecto, a fin de llevar a muchos hijos a la gloria, convenía que Dios, para quien y por medio de quien todo existe, perfeccionara mediante el sufrimiento al autor de la salvación de ellos. Tanto el que santifica como los que son santificados tienen un mismo origen, por lo cual Jesús no se avergüenza de llamarlos hermanos, cuando dice: «Proclamaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré». En otra parte dice: «Yo confiaré en él». Y añade: «Aquí me tenéis, con los hijos que Dios me ha dado». Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso, él también compartió esa naturaleza humana para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte —es decir, al diablo—, y librar a todos los que por temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante toda la vida.

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