ISAÍAS 37:14-35
ISAÍAS 37:14-35 Reina Valera 2020 (RV2020)
Tomó Ezequías las cartas de manos de los embajadores y las leyó. Luego subió a la casa del Señor y las extendió delante del Señor. Entonces Ezequías oró al Señor: —Señor de los ejércitos, Dios de Israel, que moras entre los querubines, solo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú hiciste los cielos y la tierra. Inclina, Señor, tu oído, y oye; abre, Señor, tus ojos, y mira. Escucha todas las palabras que Senaquerib ha enviado a decir, para blasfemar contra el Dios viviente. Ciertamente, Señor, los reyes de Asiria han destruido todas las tierras y sus comarcas y han entregado los dioses de ellos al fuego, porque no eran dioses, sino obra de manos humanas, madera y piedra; por eso los han destruido. Ahora pues, Señor, Dios nuestro, líbranos de sus manos, para que todos los reinos de la tierra conozcan que solo tú eres el Señor. Entonces, Isaías hijo de Amoz envió a decir a Ezequías: —Así ha dicho el Señor, Dios de Israel, acerca de lo que me rogaste sobre Senaquerib, rey de Asiria. Estas son las palabras que el Señor ha hablado contra él: La virgen hija de Sion te menosprecia, se burla de ti; a tus espaldas mueve su cabeza la hija de Jerusalén. ¿A quién has ultrajado y contra quién has blasfemado? ¿Contra quién has levantado tu voz y alzado altaneramente tus ojos? ¡Contra el Santo de Israel! Por medio de tus siervos has ultrajado al Señor y has dicho: «Con la multitud de mis carros subiré a las alturas de los montes, a las laderas del Líbano; cortaré sus altos cedros, sus cipreses escogidos; llegaré hasta sus más elevadas cumbres, a su bosque más frondoso. Yo cavé y bebí las aguas, y con las pisadas de mis pies secaré todos los ríos de Egipto». ¿No has oído decir que desde tiempos antiguos yo lo he hecho, que desde los días de la antigüedad lo tengo determinado? Pues ahora lo he hecho venir. Y tú estás puesto para reducir las ciudades fortificadas a montones de escombros. Sus habitantes, impotentes, acobardados y confusos, fueron como hierba del campo y hortaliza verde, como musgo que brota en el tejado, que antes de tiempo se seca. He conocido tu condición, tu idas y venidas, y tu furor contra mí. Porque contra mí te airaste y tu arrogancia ha llegado a mis oídos; pondré, pues, mi garfio en tu nariz y mi freno en tus labios, y te haré volver por el camino por donde viniste. Esto te servirá de señal: Comeréis este año lo que crezca por sí solo, y el segundo año lo que brote sin sembrar, pero el tercer año sembraréis y cosecharéis, plantaréis viñas y comeréis su fruto. Y los que hayan quedado de la casa de Judá, y los que hayan escapado, volverán a echar raíz abajo y darán fruto arriba. Porque de Jerusalén saldrá un resto y del monte de Sion los supervivientes. El celo del Señor de los ejércitos hará esto. Por tanto, así dice el Señor acerca del rey de Asiria: «No entrará en esta ciudad ni lanzará contra ella una sola flecha; no se enfrentará a ella con escudos ni levantará contra ella ningún baluarte. Por el camino que vino, volverá y no entrará en esta ciudad, dice el Señor. Porque yo ampararé a esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo y por amor a David, mi siervo».
ISAÍAS 37:14-35 La Palabra (versión española) (BLP)
Ezequías tomó la carta traída por los mensajeros y la leyó. Luego subió al Templo del Señor, la abrió ante el Señor y oró así: —Señor del universo, Dios de Israel, entronizado sobre querubines, tú solo eres el Dios de todos los reinos del mundo. Tú has creado el cielo y la tierra. Presta oído, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha las palabras que ha transmitido Senaquerib, insultando con ellas al Dios vivo. Es cierto, Señor, que los reyes de Asiria han asolado todos los países y sus territorios, arrojando a sus dioses a las llamas y destruyéndolos; claro que no eran dioses, sino obra de manos humanas, fabricados con madera y piedra. Pero ahora, Señor, Dios nuestro, sálvanos de su poder para que todos los reinos de la tierra reconozcan que solo tú eres el Señor. Isaías, hijo de Amós, envió este mensaje a Ezequías: —Así dice el Señor, Dios de Israel: He escuchado la súplica que me has dirigido a propósito de Senaquerib, rey de Asiria. Y esta es la palabra que el Señor pronuncia contra él: Te desprecia y se burla de ti una simple muchacha, la ciudad de Sion; te hace mofa a tus espaldas la ciudad de Jerusalén. ¿A quién insultas e injurias? ¿Contra quién levantas tu voz, alzando altanera la mirada? ¡Contra el Santo de Israel! Por medio de tus mensajeros has insultado al Señor diciendo: «Gracias a mis carros numerosos he subido a las cumbres más altas, al corazón del Líbano; he talado sus cedros más esbeltos, sus más escogidos cipreses; me adentré en su lugar más oculto, en sus bosques más espesos. Alumbré y bebí aguas extranjeras, sequé bajo la planta de mis pies todos los ríos de Egipto». ¿Acaso no te has enterado de lo que tengo decidido hace tiempo? Lo he planeado desde antaño y ahora lo llevo a término; voy a reducir a montones de escombros todas las ciudades fortificadas. Sus habitantes, impotentes, espantados y humillados, son como hierba del campo, como césped de pastizal, como verdín de los tejados, como mies agostada antes de sazón. Sé bien si te levantas o te sientas, conozco tus idas y venidas; cuando te enfureces contra mí. Puesto que ha llegado a mis oídos tu furia y tu arrogancia contra mí, pondré mi garfio en tu nariz y mi argolla en tu hocico, y te haré volver por el camino por donde habías venido. Y esto, Ezequías, te servirá de señal: este año comeréis lo que retoñe; y el siguiente, lo que nazca sin sembrar. Pero el tercer año sembraréis y cosecharéis; plantaréis viñas y comeréis sus frutos. El resto superviviente de Judá volverá a echar raíces por abajo y a producir fruto por arriba, pues un resto saldrá de Jerusalén y habrá supervivientes en el monte de Sion. El amor apasionado del Señor del universo lo cumplirá. Por eso, así dice el Señor acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad ni disparará flechas contra ella, no la cercará con escudos ni la asaltará con rampas. Volverá por donde vino y no entrará en esta ciudad —oráculo del Señor—. Protegeré a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David, mi servidor.
ISAÍAS 37:14-35 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Ezequías tomó la carta que le entregaron los embajadores y la leyó. Luego se fue al templo y, extendiendo la carta delante del Señor, oró así: “Señor todopoderoso, Dios de Israel, que tienes tu trono sobre los querubines: solamente tú eres Dios de todos los reinos de la tierra. ¡Tú creaste el cielo y la tierra! Presta atención, Señor, y escucha. Abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha las palabras que Senaquerib mandó decirme, palabras todas ellas ofensivas contra ti, el Dios viviente. Es cierto, Señor, que los reyes de Asiria han destruido todas las naciones y sus tierras, y que han arrojado al fuego sus dioses, porque en realidad no eran dioses, sino objetos de madera o de piedra hechos por el hombre. Por eso los destruyeron. Ahora pues, Señor y Dios nuestro, sálvanos de su poder, para que todas las naciones de la tierra sepan que tú, Señor, eres el único Dios.” Entonces Isaías mandó decir a Ezequías: “Esto dice el Señor, Dios de Israel: ‘Yo he escuchado la oración que me hiciste acerca de Senaquerib, rey de Asiria.’ ” Estas son las palabras que dijo el Señor acerca del rey de Asiria: “La ciudad de Sión, como una muchacha, se ríe de ti, Senaquerib. Jerusalén mueve burlonamente la cabeza cuando tú te retiras. ¿A quién has ofendido e insultado? ¿Contra quién alzaste la voz y levantaste los ojos altaneramente? ¡Contra el Dios Santo de Israel! Por medio de tus funcionarios insultaste al Señor. Dijiste: ‘Con mis innumerables carros de guerra subí a las cumbres de los montes, a lo más empinado del Líbano; corté sus cedros más altos, sus pinos más bellos; alcancé sus cumbres más altas, y sus bosques que parecen jardines. En tierras extrañas cavé pozos y bebí de sus aguas, y con las plantas de mis pies sequé todos los ríos de Egipto.’ ¿Pero no sabías que soy yo, el Señor, quien ha dispuesto todas estas cosas? Desde tiempos antiguos lo había planeado, y ahora lo he realizado; por eso tú destruyes ciudades fortificadas y las conviertes en montones de ruinas. Sus habitantes, impotentes, llenos de miedo y vergüenza, han sido como hierba del campo, como pasto verde, como hierba que crece en los tejados y que es quemada por el viento del este. Yo conozco todos tus movimientos y todas tus acciones; yo sé que te has enfurecido contra mí. Y como conozco tu furia y tu arrogancia, voy a ponerte una argolla en la nariz, un freno en la boca, y te haré volver por el camino por donde viniste.” Isaías dijo entonces a Ezequías: “Esta será una señal de lo que va a suceder: este año y el siguiente comeréis el trigo que nace por sí solo, pero al tercer año podréis sembrar y cosechar, plantar viñas y comer de sus frutos. Los sobrevivientes de Judá serán como plantas: echarán raíces y producirán fruto, porque un resto quedará en Jerusalén; en el monte Sión habrá sobrevivientes. Esto lo hará el ardiente amor del Señor todopoderoso. “Acerca del rey de Asiria dice el Señor: ‘No entrará en Jerusalén, no le disparará ni una flecha, no la atacará con escudos ni construirá una rampa a su alrededor. Por el mismo camino por donde vino, se volverá; no entrará en esta ciudad. Yo, el Señor, doy mi palabra. Yo protegeré esta ciudad y la salvaré, por consideración a mi siervo David y a mí mismo.’ ”
ISAÍAS 37:14-35 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros, y la leyó. Luego subió al templo del SEÑOR, la desplegó delante del SEÑOR, y oró así: «SEÑOR Todopoderoso, Dios de Israel, entronizado sobre los querubines: solo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra. Tú has hecho los cielos y la tierra. Presta atención, SEÑOR, y escucha; abre tus ojos, SEÑOR, y mira; escucha todas las palabras que Senaquerib ha mandado a decir para insultar al Dios viviente. »Es verdad, SEÑOR, que los reyes asirios han asolado todas estas naciones y sus tierras. Han arrojado al fuego sus dioses, y los han destruido, porque no eran dioses, sino solo madera y piedra, obra de manos humanas. Ahora, pues, SEÑOR y Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que todos los reinos de la tierra sepan que solo tú, SEÑOR, eres Dios». Entonces Isaías hijo de Amoz envió este mensaje a Ezequías: «Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: “Por cuanto me has rogado respecto a Senaquerib, rey de Asiria, esta es la palabra que yo, el SEÑOR, he pronunciado contra él: »”La virginal hija de Sión te desprecia y se burla de ti. La hija de Jerusalén menea la cabeza al verte huir. ¿A quién has insultado? ¿Contra quién has blasfemado? ¿Contra quién has alzado la voz y levantado los ojos con orgullo? ¡Contra el Santo de Israel! Has enviado a tus siervos a insultar al Señor, diciendo: ‘Con mis numerosos carros de combate escalé las cumbres de las montañas, ¡las laderas del Líbano! Talé sus cedros más altos, sus cipreses más selectos. Alcancé sus cumbres más lejanas, y sus bosques más frondosos. Cavé pozos en tierras extranjeras, y en esas aguas apagué mi sed. Con las plantas de mis pies sequé todos los ríos de Egipto’. »”¿No te has dado cuenta? ¡Hace mucho tiempo que lo he preparado! Desde tiempo atrás lo vengo planeando, y ahora lo he llevado a cabo; por eso tú has dejado en ruinas a las ciudades fortificadas. Sus habitantes, impotentes, están desalentados y avergonzados. Son como plantas en el campo, como tiernos pastos verdes, como hierba que brota sobre el techo y que se quema antes de crecer. »”Yo sé bien cuándo te sientas, cuándo sales, cuándo entras, y cuánto ruges contra mí. Porque has rugido contra mí y tu insolencia ha llegado a mis oídos, te pondré una argolla en la nariz y un freno en la boca, y por el mismo camino por donde viniste te haré regresar. »”Esta será la señal para ti, Ezequías: »”Este año comeréis lo que crezca por sí solo, y el segundo año lo que de allí brote. Pero al tercer año sembraréis y cosecharéis, plantaréis viñas y comeréis su fruto. Una vez más los sobrevivientes de la tribu de Judá echarán raíces abajo, y arriba darán fruto. Porque de Jerusalén saldrá un remanente, del monte Sión un grupo de sobrevivientes. Esto lo hará mi celo, celo del SEÑOR Todopoderoso. »”Yo, el SEÑOR, declaro esto acerca del rey de Asiria: »”No entrará en esta ciudad, ni lanzará contra ella una sola flecha. No se enfrentará a ella con escudos, ni construirá contra ella una rampa de asalto. Volverá por el mismo camino que vino; ¡en esta ciudad no entrará! Yo, el SEÑOR, lo afirmo. Por mi causa, y por consideración a David mi siervo, defenderé esta ciudad y la salvaré”».