ISAÍAS 51:1-23
ISAÍAS 51:1-23 Reina Valera 2020 (RV2020)
Escuchadme, los que vais tras la justicia, los que buscáis al Señor. Mirad la piedra de donde fuisteis cortados, el hueco de la cantera de donde fuisteis arrancados. Mirad a Abrahán, vuestro padre, y a Sara, que os dio a luz; porque cuando no era más que uno solo, lo llamé, lo bendije y lo multipliqué. Ciertamente, consolará el Señor a Sion; consolará todas sus ruinas. Cambiará su desierto en un edén y su tierra estéril en huerto del Señor; se hallará en ella alegría y gozo, alabanzas y cánticos. Estad atentos a mí, pueblo mío, y oídme, nación mía; porque de mí saldrá la ley, y mi justicia para luz de los pueblos. Muy cerca está mi justicia, ya ha salido mi salvación, y mis brazos juzgarán a los pueblos. En mí esperan los de la costa; en mi brazo ponen su esperanza. Alzad a los cielos vuestros ojos y mirad abajo, a la tierra; porque los cielos se desvanecerán como el humo y la tierra se envejecerá como un vestido. De la misma manera perecerán sus habitantes; pero mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá. Escuchadme, los que conocéis la justicia, pueblo en cuyo corazón está mi ley. No temáis las afrentas humanas ni desmayéis por sus ultrajes. Porque como a un vestido los comerá la polilla, como a la lana los comerá el gusano; pero mi justicia permanecerá perpetuamente y mi salvación de generación en generación. ¡Despiértate, despiértate, vístete de poder, brazo del Señor! ¡Despiértate como en el tiempo antiguo, en los siglos pasados! ¿No eres tú el que despedazó a Rahab, el que hirió al dragón? ¿No eres tú el que secó el mar, las aguas del gran abismo, el que transformó en camino las profundidades del mar para que pasaran los redimidos? Ciertamente, volverán los redimidos del Señor; volverán a Sion con cánticos y gozo perpetuo habrá sobre sus cabezas. Tendrán gozo y alegría, y huirán el dolor y el gemido. Yo soy, yo, quien os consuela. ¿Quién eres tú para tener miedo a un simple mortal, a alguien que se consume como el heno? ¿Ya te has olvidado del Señor, tu Hacedor, que extendió los cielos y fundó la tierra? Todo el día, sin cesar, has temido el furor del que aflige, cuando se dispone a destruir. ¿Pero dónde está el furor del que aflige? El preso agobiado será puesto en libertad pronto; no morirá en la mazmorra ni le faltará su pan. Yo el Señor, que agito el mar y hago rugir sus olas, soy tu Dios, y mi nombre es el Señor de los ejércitos. En tu boca he puesto mis palabras y con la sombra de mi mano te he cubierto mientras extiendo los cielos, echo los cimientos de la tierra y digo a Sion: «Pueblo mío eres tú». ¡Despierta, despierta, levántate, Jerusalén, que bebiste de la mano del Señor la copa de su ira! Porque la copa de aturdimiento bebiste hasta la última gota. De todos los hijos que dio a luz, no hay quien la guíe; ni quien la tome de la mano de todos los hijos que crió. Estas dos cosas te han acontecido: asolamiento y quebrantamiento, hambre y espada. ¿Quién se compadece de ti? ¿Quién te consolará? Tus hijos desmayaron, estuvieron tendidos en las encrucijadas de todos los caminos, como un antílope en la red, llenos de la ira y la indignación del Señor, tu Dios. Ahora, pues, oye esto, afligida, ebria, pero no de vino: Así ha dicho el Señor, tu Dios, el cual aboga por su pueblo: He quitado de tu mano la copa de aturdimiento, los posos de la copa de mi ira. Nunca más la beberás. Yo la pondré en manos de los que te atormentaron, los que dijeron a tu alma: «Inclínate, y pasaremos por encima de ti». Y tú pusiste tu espalda como suelo, como camino, para que pasaran.
ISAÍAS 51:1-23 La Palabra (versión española) (BLP)
Escuchadme, los que anheláis la salvación, los que andáis buscando al Señor. Mirad la piedra de donde os tallaron, la cantera de donde os sacaron. Mirad a Abrahán, vuestro padre, a Sara, que os trajo al mundo; era uno solo cuando lo llamé, pero lo bendije y multipliqué. El Señor consuela a Sion, consuela a todas sus ruinas; transformará su desierto en Edén, su desolación en jardín del Señor; en ella habrá gozo y alegría, acciones de gracias y cantos. ¡Escúchame, pueblo mío! ¡Prestadme atención, gente mía! Sale de mí una instrucción, mis normas son luz de los pueblos. En breve aparecerá mi victoria, está en camino mi salvación, mi brazo gobernará a los pueblos, las islas me están esperando, confiadas en mi brazo poderoso. Levantad los ojos al cielo, bajad la mirada a la tierra: el cielo se disipa como niebla, la tierra se desgasta como ropa, sus habitantes mueren como moscas; pero mi salvación es para siempre, mi victoria no se agotará. Escuchadme, los que conocéis la salvación, pueblo mío, a quien instruyo: no temáis las afrentas humanas, no tengáis miedo a los ultrajes: los consumirá la polilla como ropa, los comerán los gusanos como lana; pero mi victoria es para siempre, mi salvación no se agotará. ¡Despierta, brazo del Señor, despierta y revístete de fuerza! Despierta como en los días de antaño, como en aquellas antiguas generaciones. ¿No fuiste tú quien destrozó a Rahab, quien traspasó al Dragón del mar? ¿No fuiste tú quien secó el mar, las aguas abismales del océano? ¿El que abrió una senda en el fondo del mar para que cruzaran por ella los rescatados? Los redimidos del Señor volverán, llegarán cantando a Sion, precedidos de eterna alegría, seguidos de júbilo exultante; se acabaron penas y aflicciones. Yo soy, yo, quien os consuela. ¿Por qué has de temer a un simple mortal, a alguien que se consume como hierba? Olvidaste al Señor, que te hizo, aquel que desplegó los cielos, que puso los cimientos de la tierra. Tenías miedo de continuo al ataque furioso del opresor, cuando se preparaba para arrasar. ¿Dónde está la furia del opresor? Se aprestan a soltar al prisionero; no acabará muerto en la fosa, no andará escaso de pan. Yo soy el Señor, tu Dios, que agito el mar y braman sus olas; mi nombre es Señor del universo. Pongo mis palabras en tu boca, te oculto al amparo de mi mano para extender el cielo y cimentar la tierra, para decir a Sion: «Mi pueblo eres tú». ¡Espabila, Jerusalén, espabila y ponte en pie! Ya has bebido de manos del Señor la copa de su cólera, ya apuraste hasta el fondo el cáliz que aturde. No hay nadie capaz de guiarla de entre todos los hijos que engendró; nadie que la tome de la mano de entre todos los hijos que crio. Te han venido este par de desgracias, ¿quién hará duelo por ti? Ruina y quebranto, hambre y espada, ¿quién te podrá consolar? Tus hijos yacen extenuados a la vuelta de todas las esquinas, lo mismo que un ciervo en la red; traspasados por la ira del Señor, por el grito furibundo de tu Dios. Escucha, pues, esto, desdichada, borracha, mas no de vino. Así dice tu Señor, tu Dios, defensor de su pueblo: Voy a retirar de tu mano la copa que aturde; no volverás a beber el cáliz de mi cólera. Lo pondré en manos de tus verdugos, de aquellos que solían decirte: «Túmbate para que pasemos»; y ponías tu espalda como suelo, como calle para los transeúntes.
ISAÍAS 51:1-23 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Oídme todos los que queréis vivir con rectitud y me buscáis –dice el Señor–. Mirad la roca de donde fuisteis cortados, la cantera de donde fuisteis sacados; mirad a Abraham, vuestro padre, y a Sara, la que os dio la vida. Cuando yo lo llamé, era uno solo; pero lo bendije y le di muchos descendientes. Yo seré bondadoso con Sión, la ciudad que estaba toda en ruinas. Convertiré las tierras secas del desierto en un jardín, como el jardín que el Señor plantó en Edén. Allí habrá felicidad y alegría, cantos de alabanza y son de música. “Pueblos, prestadme atención, escuchadme, naciones: yo publicaré mi enseñanza y mis mandamientos alumbrarán a los pueblos. Mi victoria está cercana, mi acción salvadora está en camino; con mi poder gobernaré a los pueblos. Los países del mar esperarán en mí y confiarán en mi poder. “Levantad los ojos al cielo, y mirad abajo, a la tierra: el cielo se desvanecerá como el humo, la tierra se envejecerá como un vestido y sus habitantes morirán como mosquitos. Pero mi salvación será eterna, mi victoria no tendrá fin. “Escuchadme, vosotros que sabéis lo que es justo, pueblo que toma en serio mi enseñanza. No temáis las injurias de los hombres ni os dejéis abatir por sus insultos, porque perecerán como un vestido apolillado, como lana roída por gusanos. Pero mi victoria será eterna, mi salvación durará por siempre.” Despierta, despierta, brazo del Señor, ármate de fuerza; despierta como lo hiciste en el pasado, en tiempos muy lejanos. Tú despedazaste a Rahab, el monstruo marino; secaste el mar, el agua del profundo abismo; convertiste el fondo del mar en camino por el que pasaran los redimidos. Así también regresarán los rescatados por el Señor, y entrarán en Sión dando gritos de alegría; sus rostros estarán siempre alegres; encontrarán felicidad y dicha, y el dolor y el llanto desaparecerán. “Yo, yo mismo, te doy ánimo. ¿A quién tienes miedo? ¿A los hombres? ¿A los hombres mortales, que no son más que hierba? ¿Vas a olvidarte del Señor, tu creador, que extendió el cielo y afirmó la tierra? ¿Vas a temblar continuamente, a todas horas, por la furia de los opresores que están listos para destruirte? Pero, ¿dónde está esa furia? El que sufría la opresión, pronto quedará libre; no morirá en el calabozo ni le faltará su pan. “Yo soy el Señor tu Dios, mi nombre es Señor todopoderoso; yo agité el mar y rugieron las olas, extendí el cielo y afirmé la tierra. Yo puse en tu boca mis palabras y te protegí al amparo de mi mano. Yo dije a Sión: ‘Tú eres mi pueblo.’ ” Despierta, despierta, Jerusalén, levántate. Tú sufriste la ira del Señor como quien bebe una copa, y la bebe hasta el fondo, hasta quedar borracho. Entre todos los hijos que has tenido no hay ninguno que te guíe; entre todos los hijos que criaste no hay ninguno que te lleve de la mano. Estas dos desgracias vinieron sobre ti: tu país fue destruido y saqueado, y tu gente murió por el hambre y la guerra. ¿Quién tendrá lástima de ti? ¿Quién te consolará? Como antílopes atrapados en la red, tus hijos están sin fuerzas, tendidos en la esquina de cualquier calle, heridos por la ira del Señor, por la corrección de tu Dios. Por eso, ciudad desdichada, escucha esto, tú que estás borracha, pero no de vino: Tu Señor y tu Dios, el que defiende la causa de su pueblo, dice: “Te voy a quitar de la mano esa copa con que te has emborrachado; ya no volverás a beber más la copa de mi ira. Yo se la daré a los que te atormentaron, a los que te decían: ‘Échate al suelo, que vamos a pasar sobre ti’; y tú te tendiste en el suelo para que te pisotearan como al polvo.”
ISAÍAS 51:1-23 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
«Vosotros, los que vais tras la justicia y buscáis al SEÑOR, ¡escuchadme! Mirad la roca de la que fuisteis tallados, la cantera de la que fuisteis extraídos. Mirad a Abraham, vuestro padre, y a Sara, que os dio a luz. Cuando yo lo llamé, él era solo uno, pero lo bendije y lo multipliqué. Sin duda, el SEÑOR consolará a Sión; consolará todas sus ruinas. Convertirá en un Edén su desierto; en huerto del SEÑOR sus tierras secas. En ella encontrarán alegría y regocijo, acción de gracias y música de salmos. »Préstame atención, pueblo mío; óyeme, nación mía: porque de mí saldrá la ley, y mi justicia será luz para las naciones. Ya se acerca mi justicia, mi salvación está en camino; ¡mi brazo juzgará a las naciones! Las costas lejanas confían en mí, y ponen su esperanza en mi brazo. Levantad los ojos al cielo; mirad la tierra aquí abajo: como humo se esfumarán los cielos, como ropa se gastará la tierra, y como moscas morirán sus habitantes. Pero mi salvación permanecerá para siempre, mi justicia nunca fallará. »Escuchadme, vosotros que conocéis lo que es recto; pueblo que lleva mi ley en su corazón: No temáis el reproche de los hombres, ni os desalentéis por sus insultos, porque la polilla se los comerá como ropa y el gusano los devorará como lana. Pero mi justicia permanecerá para siempre; mi salvación, por todas las generaciones». ¡Despierta, brazo del SEÑOR! ¡Despierta y vístete de fuerza! Despierta, como en los días pasados, como en las generaciones de antaño. ¿No fuiste tú el que despedazó a Rahab, el que traspasó a ese monstruo marino? ¿No fuiste tú el que secó el mar, esas aguas del gran abismo? ¿El que en las profundidades del mar hizo un camino para que por él pasaran los redimidos? Volverán los rescatados del SEÑOR, y entrarán en Sión con cánticos de júbilo; su corona será el gozo eterno. Se llenarán de regocijo y alegría, y se apartarán de ellos el dolor y los gemidos. «Soy yo mismo el que los consuela. ¿Quién eres tú, que temes a los hombres, a simples mortales, que no son más que hierba? ¿Has olvidado al SEÑOR, que te hizo; al que extendió los cielos y afirmó la tierra? ¿Vivirás cada día en terror constante por causa de la furia del opresor que está dispuesto a destruir? Pero ¿dónde está esa furia? Pronto serán liberados los prisioneros; no morirán en el calabozo, ni les faltará el pan. Porque yo soy el SEÑOR tu Dios, yo agito el mar, y rugen sus olas; el SEÑOR Todopoderoso es mi nombre. He puesto mis palabras en tu boca y te he cubierto con la sombra de mi mano; he establecido los cielos y afirmado la tierra, y he dicho a Sión: “Tú eres mi pueblo”». ¡Despierta, Jerusalén, despierta! Levántate, tú, que de la mano del SEÑOR has bebido la copa de su furia; tú, que has bebido hasta el fondo la copa que entorpece a los hombres. De todos los hijos que diste a luz, no hubo ninguno que te guiara; de todos los hijos que criaste, ninguno te tomó de la mano. Estos dos males han venido sobre ti: ruina y destrucción, hambre y espada. ¿Quién se apiadará de ti? ¿Quién te consolará? Tus hijos han desfallecido; como antílopes atrapados en la red, han caído en las esquinas de las calles. Sobre ellos recae toda la furia del SEÑOR, todo el reproche de tu Dios. Por eso, escucha esto, tú que estás afligida; que estás ebria, pero no de vino. Así dice tu SEÑOR y Dios, tu Dios, que aboga por su pueblo: «Te he quitado de la mano la copa que te hacía tambalear. De esa copa, que es el cáliz de mi furia, jamás volverás a beber. La pondré en manos de los que te atormentan, de los que te dijeron: “¡Tiéndete en el suelo, para que pasemos sobre ti!” ¡Y te echaste boca abajo, sobre el suelo, para que te pisoteara todo el mundo!»