ISAÍAS 64:1-11
ISAÍAS 64:1-11 Reina Valera 2020 (RV2020)
¡Si rasgaras los cielos y descendieras, y ante tu presencia se derritieran los montes, como fuego abrasador de fundiciones, fuego que hace hervir las aguas! Así darías a conocer tu nombre entre tus enemigos y las naciones temblarían ante tu presencia. Cuando hiciste cosas terribles que nunca hubiéramos esperado, cuando descendiste, se derritieron los montes delante de ti. Nunca nadie oyó, nunca oídos percibieron ni ojo vio un Dios fuera de ti, que hiciera algo por aquel que en él espera. Saliste al encuentro del que con alegría practicaba la justicia, de quienes se acordaban de ti según tus caminos. Pero tú te enojaste porque pecamos, porque en nuestros pecados hemos perseverado largo tiempo. ¿Podremos acaso ser salvos?, pues todos nosotros somos como cosa impura, todas nuestras justicias como trapo de inmundicia. Todos nosotros caímos como las hojas, y nuestras maldades nos llevaron como el viento. ¡Nadie hay que invoque tu nombre, que se despierte para apoyarse en ti! Por eso escondiste de nosotros tu rostro y nos dejaste marchitar en poder de nuestras maldades. Ahora bien, Señor, tú eres nuestro padre; nosotros somos el barro y tú el alfarero. Así que obra de tus manos somos todos nosotros. No te enojes sobremanera, Señor, no recuerdes por siempre nuestra iniquidad. ¡Míranos ahora, pues todos nosotros somos tu pueblo! Tus santas ciudades están desiertas, Sion es un desierto, Jerusalén una desolación. La casa de nuestro santuario, nuestro orgullo, en la cual te alabaron nuestros padres, fue consumida por el fuego. ¡Todas nuestras cosas preciosas han sido destruidas!
ISAÍAS 64:1-11 La Palabra (versión española) (BLP)
como sarmientos pasto de las llamas, como agua que el fuego consume al hervir. Así sabrán tus enemigos quién eres y temblarán ante ti las naciones, cuando hagas prodigios inesperados y, al bajar, los montes se fundan ante ti. Nunca hemos tenido noticia de ello: jamás nadie ha visto ni escuchado que fuera de ti haya un Dios que favorezca así a quien espera en él. ¡Ah, si encontraras a alguien que practicase con gozo la justicia, que tuviera en cuenta tus proyectos! Pero te has irritado porque fallamos, borra nuestra culpa y nos salvaremos. Todos somos como gente impura, valemos lo que ropa contaminada; todos nos marchitamos como hojarasca, nuestra culpa nos arrastra como el viento. No hay quien invoque tu nombre, ni se desvele por aferrarse a ti. Nos has ocultado tu rostro y nos has abandonado a nuestras culpas. Pero tú, Señor, eres nuestro padre, nosotros el barro y tú el alfarero; todos somos obra de tus manos. No te excedas, Señor, en tu cólera, no te acuerdes siempre de la culpa; ten en cuenta que somos tu pueblo. Tus santas ciudades son un desierto: Sion está desierta, Jerusalén desolada. Nuestro santo Templo, nuestro orgullo, en el que te alabaron nuestros padres, ha sido consumido por las llamas; nuestras cosas más queridas han quedado convertidas en ruinas. ¿Callarás, Señor, viendo todo esto? ¿Seguirás afligiéndonos en silencio?
ISAÍAS 64:1-11 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Ojalá rasgaras el cielo y bajaras haciendo temblar con tu presencia las montañas, como cuando el fuego quema las zarzas o hace hervir el agua. Entonces tus enemigos conocerían tu nombre y las naciones temblarían ante ti. Cuando hiciste cosas terribles que no esperábamos, cuando bajaste, las montañas temblaron ante ti. Jamás se ha escuchado ni se ha visto que haya otro dios fuera de ti que haga tales cosas en favor de los que en él confían. Tú aceptas a quien hace el bien con alegría y se acuerda de hacer lo que tú quieres. Pero estás enojado porque hemos pecado; porque desde hace mucho te hemos ofendido. Todos nosotros somos como un hombre impuro y todas nuestras buenas obras como un trapo sucio; todos hemos caído como hojas marchitas y nuestros crímenes nos arrastran como el viento. No hay nadie que te invoque ni se esfuerce por apoyarse en ti; por eso te ocultaste de nosotros, nos has abandonado a causa de nuestra maldad. Sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre; nosotros somos el barro, tú nuestro alfarero; ¡todos fuimos hechos por ti! Señor, no te enojes demasiado ni te acuerdes siempre de nuestros crímenes. ¡Mira que somos tu pueblo! Tus santas ciudades están convertidas en desierto; Jerusalén está en ruinas, destruida. Nuestro santuario glorioso, donde nuestros padres te alababan, quedó destruido por el fuego. ¡Todo lo que más queríamos está en ruinas!
ISAÍAS 64:1-11 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
¡Ojalá rasgaras los cielos y descendieras! ¡Las montañas temblarían ante ti, como cuando el fuego enciende la leña y hace que hierva el agua! Así darías a conocer tu nombre entre tus enemigos, y ante ti temblarían las naciones. Hiciste portentos inesperados cuando descendiste; ante tu presencia temblaron las montañas. Fuera de ti, desde tiempos antiguos nadie ha escuchado ni percibido, ni ojo alguno ha visto, a un Dios que, como tú, actúe en favor de quienes en él confían. Sales al encuentro de los que, alegres, practican la justicia y recuerdan tus caminos. Pero te enojas si persistimos en desviarnos de ellos. ¿Cómo podremos ser salvos? Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia. Todos nos marchitamos como hojas; nuestras iniquidades nos arrastran como el viento. Nadie invoca tu nombre, ni se esfuerza por aferrarse a ti. Pues nos has dado la espalda y nos has entregado en poder de nuestras iniquidades. A pesar de todo, SEÑOR, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro, y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano. No te enojes demasiado, SEÑOR; no te acuerdes siempre de nuestras iniquidades. ¡Considera, por favor, que todos somos tu pueblo! Tus ciudades santas han quedado devastadas, y hasta Sión se ha vuelto un desierto; Jerusalén es una desolación. Nuestro santo y glorioso templo, donde te alababan nuestros padres, ha sido devorado por el fuego. Ha quedado en ruinas todo lo que más queríamos.