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ISAÍAS 66:1-24

ISAÍAS 66:1-24 Reina Valera 2020 (RV2020)

El Señor ha dicho: El cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies. ¿Dónde está la casa que me habréis de edificar? ¿Dónde el lugar de mi reposo? Mi mano hizo todas estas cosas, así todas ellas llegaron a ser, dice el Señor. Pero yo miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu y que tiembla al escuchar mi palabra. El que sacrifica buey es como si matara a un hombre; el que sacrifica oveja, como si degollara a un perro; el que hace ofrenda, como si ofreciera sangre de cerdo; el que quema incienso, como si bendijera a un ídolo. Y como ellos escogieron sus propios caminos y su alma amó sus abominaciones, también yo escogeré para ellos desgracias y traeré sobre ellos lo que temen; porque llamé, pero nadie respondió; hablé, pero no escucharon, sino que hicieron lo malo delante de mis ojos y escogieron lo que no me agrada. Oíd palabra del Señor, vosotros los que tembláis a su palabra: Vuestros hermanos que os aborrecen y os echan fuera por causa de mi nombre, dijeron: «¡Sea el Señor glorificado y veamos nosotros vuestra alegría!». Pero ellos serán avergonzados. ¡Una voz de alboroto sale de la ciudad, una voz que procede del templo; es la voz del Señor que da su merecido a sus enemigos! ¡Antes de que estuviera de parto, dio a luz; antes que le vinieran dolores, dio a luz un hijo! ¿Quién ha oído nada semejante?, ¿quién ha visto tal cosa? ¿Concebirá la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una sola vez? Pues en cuanto Sion estuvo de parto, dio a luz a sus hijos. Yo, que hago dar a luz, ¿no haré nacer?, dice el Señor. «Yo, que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento?», dice tu Dios. «Alegraos con Jerusalén, gozaos con ella todos los que la amáis; llenaos de gozo con ella todos los que os enlutáis por ella, para que seáis amamantados hasta saciaros del consuelo de sus pechos, para que bebáis y os deleitéis con la plenitud de su gloria». Porque así dice el Señor: Yo extiendo sobre ella la paz como un río y las riquezas de las naciones como un torrente que se desborda; y seréis amamantados, seréis llevados en sus brazos y sobre las rodillas seréis mimados. Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén recibiréis consuelo. Lo veréis y se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos reverdecerán como la hierba. La mano del Señor para con sus siervos se dará a conocer y se enojará contra sus enemigos. Porque he aquí que el Señor vendrá con fuego y sus carros como un torbellino, para descargar su ira con furor y su reprensión con llama de fuego. Porque el Señor juzgará con fuego y con su espada a toda la humanidad; y muchos morirán a manos del Señor. Los que se santifican y los que se purifican en los huertos, unos tras otros, y los que comen carne de cerdo, de rata y de otros animales repugnantes, juntamente perecerán, ha dicho el Señor. Porque yo conozco sus obras y sus pensamientos; vendrá tiempo para juntar a todas las naciones y lenguas: vendrán y verán mi gloria. Pondré una señal entre ellos, y a los que sobrevivan los enviaré a las naciones: a Tarsis, a Fut y a Lud que disparan arco, a Tubal y a Javán, a las costas lejanas que no han oído de mí ni han visto mi gloria. Y publicarán mi gloria entre las naciones. Y traerán a todos vuestros hermanos de entre todas las naciones, como una ofrenda para el Señor, en caballos, en carros, en literas, en mulos y en camellos, a mi santo monte de Jerusalén, dice el Señor, «al modo que los hijos de Israel traen la ofrenda en utensilios limpios a la casa del Señor. Y tomaré también de ellos para sacerdotes y levitas», dice el Señor. Porque como los cielos nuevos y la nueva tierra que yo hago permanecerán delante de mí, dice el Señor, así permanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre. Y de mes en mes, y de sábado en sábado, vendrán todos a adorar delante de mí, dice el Señor. Saldrán y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí; porque su gusano nunca morirá ni su fuego se apagará. Y serán abominables para todo ser humano.

ISAÍAS 66:1-24 La Palabra (versión española) (BLP)

Así dice el Señor: El cielo es mi trono, la tierra, el escabel de mis pies. ¿Qué templo vais a construirme, o qué lugar donde pueda residir? Todo eso lo ha hecho mi mano, y así es como todo existió —oráculo del Señor—. En el pobre pongo mis ojos, en el abatido que respeta mis palabras. Hay quien inmola un toro y también mata a un ser humano; hay quien sacrifica una oveja y también desnuca a un perro; hay quien presenta una ofrenda y también sangre de cerdo; quien ofrece un memorial de incienso y quien bendice a un dios cualquiera. Pues si ellos eligieron su camino, complacidos en sus abominaciones, yo también elegiré sus castigos, les traeré lo que más los espanta, pues llamé y nadie respondió, les hablé y no me escucharon, hicieron el mal que detesto y eligieron lo que no me gusta. Escuchad la palabra del Señor, vosotros que tembláis ante ella. Dicen vuestros hermanos, que os odian, que os detestan a causa de mi nombre: «Que el Señor muestre su gloria y veremos en qué para vuestro gozo». ¡Pues van a quedar confundidos! Una voz atronadora sale de la ciudad, una voz que procede del Templo; es la voz del Señor que retribuye, que da su merecido a sus enemigos. Sin tener contracciones, ya había dado a luz; antes de venirle los dolores, ha dado vida a un varón. ¿Quién oyó algo semejante, quién ha visto cosa igual? ¿Se puede engendrar un país en un día, o dar a luz a un pueblo de una vez? Pues apenas sintió los dolores, Sion dio a luz a sus hijos. Si soy yo quien abre la matriz, ¿no seré quien haga dar a luz? —dice el Señor—. Y si soy quien hago dar a luz, ¿voy acaso a cerrarle el paso? —dice tu Dios—. ¡Festejad a Jerusalén, alegraos por ella, todos los que la amáis; gozad con su gozo los que os dolíais por ella! Para mamar hasta hartaros del consuelo de sus pechos; para apurar con delicia sus ubres bien repletas. Pues así dice el Señor: Voy a dirigir hacia ella la paz, igual que un río; como un torrente crecido, la riqueza de los pueblos. Mamaréis mecidos en los brazos, acariciados sobre las rodillas; como a un niño consolado por su madre, así pienso yo consolaros. Al verlo, se alegrará vuestro corazón, florecerán vuestros huesos como prado. El Señor mostrará su poder a sus siervos, y lanzará su cólera contra sus enemigos. Ved al Señor, que llega como fuego, con sus carros igual que el torbellino; descargará enfurecido su cólera, lanzará su bramido entre llamas. El Señor va a juzgar con fuego, con su espada a todo viviente, y hará morir a muchos el Señor. La gente que se consagra y purifica para entrar en los jardines sagrados siguiendo al sacerdote que preside, los que comen carne de cerdo, de ratas y animales asquerosos, todos a una perecerán junto con sus acciones y proyectos. En cuanto a mí, voy a reunir a todas las naciones y lenguas, que llegarán y contemplarán mi gloria. Les pondré una señal y enviaré a algunos de sus supervivientes a las naciones: a Tarsis, Put, Lud, Masac, Túbal, Javán y las islas lejanas, que no conocen mi fama ni han visto mi gloria, y hablarán de mi gloria entre las naciones. Y traerán de todas las naciones, como ofrenda al Señor, a todos vuestros hermanos, montados en caballos, en carros y en literas, sobre mulos o dromedarios; los traerán a Jerusalén, mi monte santo —dice el Señor—, del mismo modo que traen los israelitas su ofrenda en una vasija pura al Templo del Señor. Elegiré a algunos de ellos como sacerdotes o levitas dice el Señor. Del mismo modo que el nuevo cielo y la nueva tierra que voy a hacer perdurarán ante mí, así perdurará vuestra descendencia y vuestro apellido. Luna nueva tras luna nueva y sábado tras sábado, vendrá todo viviente a postrarse ante mí —oráculo del Señor—. Cuando salgan del Templo podrán contemplar los cadáveres de aquellos que se rebelaron contra mí, pues su gusano no muere y su fuego no se extingue. Y serán un espanto para todos los vivientes.

ISAÍAS 66:1-24 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

El Señor dice: “El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies. ¿Dónde podréis construirme una casa? ¿Dónde podréis prepararme un lugar de descanso? ¡Yo mismo hice todas estas cosas, y así empezaron a existir! Yo, el Señor, lo afirmo. “El hombre en quien yo me fijo es el pobre y afligido que respeta mi palabra. Pero hay quienes sacrifican un toro, y también matan a un hombre; degüellan una oveja, y también desnucan a un perro; ofrecen cereales, y también la sangre de un cerdo; queman incienso, y también adoran a un ídolo. A los que escogieron esos ritos detestables, les encanta hacer todo eso. Yo también escogeré el sufrimiento para ellos, y les traeré lo que ellos tanto temen. Porque llamé y nadie me respondió, hablé y nadie me escuchó; hicieron lo que no apruebo, escogieron lo que me disgusta.” Escuchad la palabra del Señor, vosotros, los que respetáis su palabra: “Algunos compatriotas vuestros que os odian y persiguen porque invocáis mi nombre, dicen: ‘Que el Señor muestre su gloria: ¡queremos veros alegres!’ Pero quedarán en ridículo. Ese estruendo que viene de la ciudad, ese ruido que viene del templo, es el ruido que hace el Señor al dar su merecido a sus enemigos. “Sión dio a luz en un momento, antes de sentir los dolores del parto. ¿Quién ha oído algo parecido? ¿Quién ha visto algo semejante? ¿Nace una nación en un solo día? ¿Nace un pueblo en un momento? Pero cuando Sión comenzó a sentir los dolores, en seguida dio a luz a sus hijos. ¿Cómo iba yo a impedir el nacimiento, si soy yo quien hace dar a luz?” El Señor tu Dios lo ha dicho. “Alegraos con Jerusalén, llenaos de gozo con ella todos los que la amáis; uníos a su alegría todos los que habéis llorado por ella; y ella, como una madre, os alimentará de sus consuelos hasta que estéis satisfechos. Porque yo, el Señor, digo: Yo haré que la paz venga sobre ella como un río, y las riquezas de las naciones como un torrente desbordado. Ella os alimentará, os llevará en sus brazos y os acariciará sobre sus rodillas. Como una madre consuela a su hijo, así os consolaré yo, y encontraréis el consuelo en Jerusalén.” Cuando veáis esto, vuestro corazón se alegrará; vuestro cuerpo se renovará como la hierba. El Señor dará a conocer su poder entre sus siervos y su ira entre sus enemigos. Porque el Señor llega en medio de fuego, sus carros parecen un torbellino; y va a descargar el ardor de su ira y las llamas ardientes de su castigo. Sí, el Señor va a hacer el juicio con fuego, va a juzgar a todo el mundo con su espada y hará morir a muchos. El Señor afirma: “Los que se consagran para un culto pagano; los que se purifican en los jardines y caminan tras uno que va en medio; los que comen carne de cerdo, de rata o de otros animales impuros, serán exterminados de una sola vez, porque yo conozco sus acciones y sus pensamientos. “Entonces vendré yo mismo a reunir a todos los pueblos y naciones, y vendrán y verán mi gloria. Yo les daré una señal: dejaré que escapen algunos y los enviaré a las naciones: a Tarsis, a Libia, a Lidia, país donde saben manejar el arco, a Tubal, a Grecia y a los lejanos países del mar que nunca oyeron hablar de mí ni vieron mi gloria; ellos anunciarán mi gloria entre las naciones. Harán venir de todas las naciones a todos vuestros compatriotas, a caballo, en carros, en literas, en mulas y en camellos. Serán una ofrenda para mí en Jerusalén, mi monte santo, como las ofrendas que en vasos limpios traen los israelitas a mi templo. Yo, el Señor, lo he dicho. “A algunos de ellos los elegiré para que sean sacerdotes y levitas. Yo, el Señor, lo he dicho.” También afirma el Señor: “Así como el nuevo cielo y la nueva tierra que voy a crear permanecerán para siempre, así también permanecerán tus descendientes y tu nombre. Y cada mes, el día de la luna nueva, y cada semana, el sábado, todos los hombres vendrán a postrarse delante de mí. Yo, el Señor, lo he dicho. “Vendrán y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí. Los gusanos que se los comen no morirán, y el fuego que los devora no se apagará. ¡Serán algo repugnante para toda la humanidad!”

ISAÍAS 66:1-24 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Así dice el SEÑOR: «El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis pies. ¿Qué casa me podéis construir? ¿Qué morada me podéis ofrecer? Fue mi mano la que hizo todas estas cosas; fue así como llegaron a existir —afirma el SEÑOR—. »Yo estimo a los pobres y contritos de espíritu, a los que tiemblan ante mi palabra. Pero los que sacrifican toros son como los que matan hombres; los que ofrecen corderos son como los que desnucan perros; los que presentan ofrendas de grano son como los que ofrecen sangre de cerdo, y los que queman ofrendas de incienso son como los que adoran ídolos. Ellos han escogido sus propios caminos, y se deleitan en sus abominaciones. Pues yo también escogeré aflicciones para ellos y enviaré sobre ellos lo que tanto temen. Porque nadie respondió cuando llamé; cuando hablé, nadie escuchó. Más bien, hicieron lo que me ofende y optaron por lo que no me agrada». ¡Escuchad la palabra del SEÑOR, vosotros que tembláis ante su palabra!: «Así dicen vuestros hermanos que os odian y os excluyen por causa de mi nombre: “¡Que el SEÑOR sea glorificado, para que veamos vuestra alegría!” Pero ellos serán los avergonzados. Una voz resuena desde la ciudad, una voz surge del templo: Es la voz del SEÑOR que da a sus enemigos su merecido. »Antes de estar con dolores de parto, Jerusalén tuvo un hijo; antes que le llegaran los dolores, dio a luz un varón. ¿Quién ha oído cosa semejante? ¿Quién ha visto jamás cosa igual? ¿Puede una nación nacer en un solo día? ¿Se da a luz un pueblo en un momento? Sin embargo, Sión dio a luz sus hijos cuando apenas comenzaban sus dolores. ¿Podría yo abrir la matriz, y no provocar el parto? —dice el SEÑOR—. ¿O cerraría yo el seno materno, siendo yo el que hago dar a luz? —dice tu Dios—. Mas alegraos con Jerusalén, y regocijaos por ella, todos los que la amáis; saltad con ella de alegría, todos los que por ella os condoléis. Porque seréis amamantados y saciados, y hallaréis consuelo en sus pechos; beberéis hasta saciaros, y os deleitaréis en sus henchidos senos». Porque así dice el SEÑOR: «Hacia ella extenderé la paz como un torrente, y la riqueza de las naciones como río desbordado. Vosotros seréis amamantados, llevados en sus brazos, mecidos en sus rodillas. Como madre que consuela a su hijo, así yo os consolaré a vosotros; en Jerusalén seréis consolados». Cuando veáis esto, se regocijará vuestro corazón, y vuestro cuerpo florecerá como la hierba; el SEÑOR dará a conocer su poder entre sus siervos, y su furor entre sus enemigos. ¡Ya viene el SEÑOR con fuego! ¡Sus carros de combate son como un torbellino! Descargará su enojo con furor, y su reprensión con llamas de fuego. Con fuego y con espada juzgará el SEÑOR a todo mortal. ¡Muchos morirán a manos del SEÑOR! «Juntos perecerán los que se santifican y se purifican para entrar en los jardines, siguiendo a uno que va al frente, y los que comen carne de cerdo, ratas y otras cosas abominables —afirma el SEÑOR—. »Yo, por causa de sus acciones y sus ideas, estoy a punto de reunir a gente de toda nación y lengua; vendrán y verán mi gloria. »Les daré una señal, y a algunos de sus sobrevivientes los enviaré a las naciones: a Tarsis, Pul, Lidia (famosa por sus arqueros), Tubal y Grecia, y a las costas lejanas que no han oído hablar de mi fama ni han visto mi gloria. Ellos anunciarán mi gloria entre las naciones. Y a todos los hermanos que tenéis entre las naciones los traerán a mi monte santo en Jerusalén, como una ofrenda al SEÑOR; los traerán en caballos, en carros de combate y en literas, y en mulas y camellos —dice el SEÑOR—. Los traerán como traen los israelitas, en recipientes limpios, sus ofrendas de grano al templo del SEÑOR. Y de ellos escogeré también a algunos, para que sean sacerdotes y levitas —dice el SEÑOR—. »Porque, así como permanecerán en mi presencia el cielo nuevo y la tierra nueva que yo haré, así también perdurarán vuestro nombre y vuestros descendientes —afirma el SEÑOR—. Sucederá que de una luna nueva a otra, y de un sábado a otro, toda la humanidad vendrá a postrarse ante mí —dice el SEÑOR—. Entonces saldrán y contemplarán los cadáveres de los que se rebelaron contra mí. »Porque no morirá el gusano que los devora, ni se apagará el fuego que los consume: ¡repulsivos serán para toda la humanidad!»