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SANTIAGO 3:5-18

SANTIAGO 3:5-18 Reina Valera 2020 (RV2020)

Lo mismo sucede con la lengua. Aunque es un miembro pequeño, se jacta de grandes cosas. ¡Fijaos cómo tan solo se requiere de un pequeño fuego para quemar un inmenso bosque! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo; y al ser encendida por el mismo infierno, es capaz de destruir toda nuestra existencia. El ser humano es capaz de domar y, de hecho, ha domado toda clase de bestias, de aves, de serpientes y de animales marinos. Sin embargo, nadie ha podido domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre y con ella maldecimos a los seres humanos, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso de una misma fuente puede brotar agua dulce y agua amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid dar higos? Del mismo modo, ninguna fuente puede dar agua salada y dulce. Si entre vosotros alguien se precia de sabio o inteligente que lo demuestre con su buena conducta, por medio de sus obras hechas con la humildad propia de la sabiduría. Pero si tenéis envidia amarga y rivalidad en vuestro corazón, no tenéis de qué sentiros orgullosos y estáis faltando a la verdad. No es esta la sabiduría que desciende de lo alto, sino que es terrenal, animal y diabólica. Pues donde hay envidia y rivalidad, allí hay confusión y toda clase de maldad. Pero la sabiduría que viene de lo alto es en primer lugar pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos; es imparcial y sincera. Y el fruto de la justicia se siembra en paz para los que trabajan por la paz.

SANTIAGO 3:5-18 La Palabra (versión española) (BLP)

Así es la lengua: un miembro pequeño, pero de insospechable potencia. ¿No veis también cómo una chispa insignificante es capaz de incendiar un bosque inmenso? Pues bien, la lengua es fuego con una fuerza inmensa para el mal: instalada en medio de nuestros miembros, puede contaminar a la persona entera y, atizada por los poderes del infierno, es capaz de arrasar el curso entero de la existencia. El ser humano ha domado y sigue domando toda clase de fieras, aves, reptiles y animales marinos. Sin embargo, es incapaz de domeñar su lengua, que es incontrolable, dañina y está repleta de veneno mortal. Con ella bendecimos a nuestro Padre y Señor, y con ella maldecimos a los seres humanos a quienes Dios creó a su propia imagen. De la misma boca salen bendición y maldición. Pero esto no puede ser así, hermanos míos. ¿Acaso en la fuente sale agua dulce y salobre por el mismo caño? Hermanos míos, ¿puede la higuera dar aceitunas o higos la vid? Pues tampoco lo que es salado puede producir agua dulce. Si entre vosotros alguien se precia de sabio o inteligente, demuestre con su buena conducta su amabilidad y su sabiduría. Pero si tenéis el corazón lleno de envidia y de ambición, ¿para qué presumir de sabiduría y andar falseando la verdad? Semejante sabiduría no viene de lo alto, sino que es terrena, carnal, diabólica. Y es que donde hay envidia y ambición, allí reina el desenfreno y la maldad sin límites. En cambio, la sabiduría que viene de lo alto es ante todo pura, pero también pacífica, indulgente, conciliadora, compasiva, fecunda, imparcial y sincera. Resumiendo: los artífices de la paz siembran en paz, para obtener el fruto de una vida recta.

SANTIAGO 3:5-18 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Lo mismo pasa con la lengua: es una parte muy pequeña del cuerpo, pero se cree capaz de grandes cosas. ¡Qué bosque tan grande puede quemarse por causa de un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego. Es un mundo de maldad puesto en nuestro cuerpo, que contamina a toda la persona. Está encendido por el propio infierno, y a su vez hace arder todo el curso de la vida. El hombre es capaz de dominar toda clase de fieras, aves, serpientes y animales del mar, y los ha dominado; pero nadie ha podido dominar la lengua. Es un mal que no se deja dominar y que está lleno de veneno mortal. Con la lengua, lo mismo bendecimos al que es Señor y Padre, que maldecimos a los hombres creados por Dios a su propia imagen. De la misma boca salen bendiciones y maldiciones. Hermanos míos, esto no debe ser así. De un mismo manantial no puede brotar a la vez agua dulce y agua amarga. Así como una higuera no puede dar aceitunas ni una vid puede dar higos, tampoco, hermanos míos, puede dar agua dulce un manantial de agua salada. Si entre vosotros hay alguno sabio y entendido, que lo demuestre con su buena conducta, con la humildad que su sabiduría le da. Pero si dejáis que la envidia os amargue el corazón y hacéis las cosas por rivalidad, entonces no tenéis de qué enorgulleceros y estáis faltando a la verdad. Esta sabiduría no es la que procede de Dios, sino que es sabiduría de este mundo, de la mente humana y del propio diablo. Donde hay envidias y rivalidades hay también desorden y toda clase de maldad; en cambio, los que poseen la sabiduría que procede de Dios llevan ante todo una vida pura; y además son pacíficos, bondadosos y dóciles. Son también compasivos, imparciales y sinceros, y hacen el bien. Y los que procuran la paz, siembran en paz para recoger como fruto la justicia.

SANTIAGO 3:5-18 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imaginaos qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa! También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida. El ser humano sabe domar y, en efecto, ha domado toda clase de fieras, de aves, de reptiles y de bestias marinas; pero nadie puede domar la lengua. Es un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal. Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios. De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada? Hermanos míos, ¿acaso puede dar aceitunas una higuera o higos una vid? Pues tampoco una fuente de agua salada puede dar agua dulce. ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Que lo demuestre con su buena conducta, mediante obras hechas con la humildad que le da su sabiduría. Pero, si tenéis envidias amargas y rivalidades en el corazón, dejad de presumir y de faltar a la verdad. Esa no es la sabiduría que desciende del cielo, sino que es terrenal, puramente humana y diabólica. Porque donde hay envidias y rivalidades, también hay confusión y toda clase de acciones malvadas. En cambio, la sabiduría que desciende del cielo es ante todo pura, y además pacífica, bondadosa, dócil, llena de compasión y de buenos frutos, imparcial y sincera. En fin, el fruto de la justicia se siembra en paz para los que hacen la paz.