JUECES 2:6-23
JUECES 2:6-23 Reina Valera 2020 (RV2020)
Cuando Josué se despidió del pueblo, los hijos de Israel se fueron a tomar posesión cada uno de su heredad. El pueblo había servido al Señor todo el tiempo que vivió Josué, y también mientras estuvieron presentes los ancianos que sobrevivieron a Josué, y que habían sido testigos de todas las grandes obras que el Señor había hecho en favor de Israel. Pero murió Josué hijo de Nun, siervo del Señor, a la edad de ciento diez años. Lo sepultaron en su heredad de Timnat-sera, en los montes de Efraín, al norte del monte Gaas. Y murió también toda aquella generación. Pero la generación que se levantó después no conocía al Señor ni la obra que él había hecho por Israel. Después, los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos del Señor y sirvieron a los baales. Dejaron al Señor, el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y se fueron tras otros dioses, los dioses de los pueblos que estaban en sus alrededores, y los adoraron, de modo que provocaron la ira del Señor. Dejaron al Señor, y adoraron a Baal y a Astarot. Entonces se encendió el furor del Señor contra Israel, quien los entregó en manos de salteadores que los despojaron, y los vendió en manos de sus enemigos de alrededor, a los que no pudieron ya hacer frente. Por dondequiera que salían, la mano del Señor estaba contra ellos para mal, como el Señor había dicho y se lo había jurado. Y se vieron en una gran aflicción. El Señor levantó jueces que los libraran de manos de quienes los despojaban; pero tampoco oyeron a sus jueces, sino que fueron tras dioses ajenos, a los que adoraron. Se apartaron pronto del camino en que habían andado sus padres, quienes obedecían los mandamientos del Señor; ellos no hicieron así. Cuando el Señor les levantaba jueces, el Señor estaba con el juez, y los libraba de manos de los enemigos mientras vivía aquel juez; porque el Señor era movido a misericordia al oírlos gemir por causa de quienes los oprimían y afligían. Pero acontecía que, al morir el juez, ellos volvían a corromperse, más aún que sus padres, y seguían a dioses ajenos para servirles e inclinarse delante de ellos. No se apartaban de sus obras ni de su obstinado camino. Se encendió, pues, la ira del Señor contra Israel, y dijo: —Por cuanto este pueblo traspasa mi pacto que ordené a sus padres, y no obedece a mi voz, tampoco yo volveré más a echar de delante de ellos a ninguna de las naciones que dejó Josué cuando murió. Así quería probar a Israel, si procurarían o no seguir el camino del Señor y andar en él, como lo habían seguido sus padres. Por esto dejó el Señor a aquellas naciones, y no las desarraigó de una vez, ni las entregó en manos de Josué.
JUECES 2:6-23 La Palabra (versión española) (BLP)
Josué despidió al pueblo, y los israelitas se volvieron cada uno a su heredad para tomar posesión de ella. El pueblo sirvió al Señor mientras vivieron Josué y los ancianos que le sobrevivieron y que habían sido testigos de todas las grandes hazañas que el Señor había hecho en favor de Israel. Pero Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, murió a la edad de ciento diez años. Lo enterraron en el término de su heredad, en Timná Séraj, en la montaña de Efraín, al norte del monte Gaas. También aquella generación fue a reunirse con sus antepasados y surgió otra generación que no conocía al Señor ni lo que había hecho por Israel. Entonces los israelitas hicieron lo que desagrada al Señor: dieron culto a los Baales; abandonaron al Señor, el Dios de sus antepasados, que los había sacado de Egipto, y siguieron a otros dioses de los pueblos de alrededor; se postraron ante ellos e irritaron al Señor. Dejaron al Señor y dieron culto a Baal y a las Astartés. Entonces se encolerizó el Señor contra Israel y los entregó en manos de salteadores que los saqueaban; los dejó a merced de los enemigos de alrededor y no pudieron ya resistir ante ellos. En todas sus campañas el Señor se les ponía en contra haciendo que fracasaran tal como el Señor se lo tenía dicho y jurado. Los puso así en gran aprieto. Pero entonces el Señor hacía surgir jueces que los ponían a salvo de quienes los saqueaban. Sin embargo, tampoco hicieron caso de esos jueces. Dieron culto a otros dioses y se postraron ante ellos. Se desviaban enseguida del camino seguido por sus padres que habían sido dóciles a los mandamientos del Señor y no los imitaban. Cuando el Señor les suscitaba jueces, el Señor asistía al juez y, mientras este vivía, estaban a salvo de sus enemigos, porque el Señor se compadecía de los gemidos que proferían ante los que los maltrataban y oprimían. Pero en cuanto moría el juez, volvían a corromperse más todavía que sus padres e iban detrás de otros dioses, dándoles culto, postrándose ante ellos y siguiendo en todo las prácticas y la conducta obstinada de sus padres. Así que el Señor se encolerizó con el pueblo israelita y dijo: —Ya que este pueblo ha quebrantado la alianza que sellé con sus antepasados y no ha escuchado mi voz, tampoco yo seguiré expulsando ante ellos a ninguno de los pueblos que Josué al morir dejó sin conquistar. El Señor quería poner a prueba con esos pueblos a los israelitas, a ver si seguían o no los caminos del Señor, como los habían seguido sus antepasados. Por eso el Señor no se metió con aquellos pueblos, y no los expulsó enseguida, ni los entregó en manos de Josué.
JUECES 2:6-23 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Cuando Josué se despidió de los israelitas, cada uno se fue a tomar posesión de la tierra que le había tocado. Mientras él vivió, los israelitas mantuvieron el culto al Señor; y también mientras vivieron los ancianos que sobrevivieron a Josué, que habían visto todos los grandes hechos del Señor en favor de Israel. Pero murió Josué, a la edad de ciento diez años, y lo enterraron en su propio terreno de Timnat-será, que está al norte del monte Gaas, en los montes de Efraín. Murieron también todos los israelitas de la época de Josué, y por eso los que nacieron después no sabían nada del Señor ni de sus actos en favor de Israel. Pero los hechos de los israelitas fueron malos a los ojos del Señor, pues empezaron a adorar a las diferentes representaciones de Baal. Dejaron al Señor, el Dios de sus antepasados que los había sacado de Egipto, y se entregaron a adorar a los dioses de la gente que vivía alrededor, provocando así la ira del Señor. Dejaron al Señor por adorar a Baal y a las diferentes representaciones de Astarté, y por eso el furor del Señor se encendió contra Israel e hizo que los ladrones los despojaran de lo que tenían, y que sus enemigos de alrededor los derrotaran sin que ellos pudieran hacerles frente. Cada vez que marchaban a la batalla, el Señor se ponía en contra suya y les iba mal, según él mismo se lo había anunciado. Sin embargo, aunque el Señor puso a los israelitas en aprietos, también hizo surgir caudillos que los libraran de quienes los despojaban. Pero los israelitas no hicieron caso a aquellos caudillos, sino que fueron infieles al Señor y adoraron a otros dioses. Sus antepasados habían obedecido los mandamientos del Señor, pero ellos no siguieron su ejemplo. Cada vez que el Señor hacía surgir un caudillo, también lo ayudaba, y durante la vida del caudillo libraba a los israelitas del poder de sus enemigos, pues sentía compasión de ellos al oirlos gemir por causa de la opresión que sufrían. Pero cuando el caudillo moría, ellos volvían a corromperse y se hacían peores que sus padres, sirviendo y adorando a otros dioses. No abandonaban sus malas prácticas ni su terca conducta. Por eso el Señor se enfureció contra Israel, y dijo: “Esta gente rompe el pacto que yo hice con sus antepasados, y no quiere obedecerme. Por lo tanto, no volveré a desalojar ante ellos a ninguno de los pueblos que Josué no desalojó antes de morir.” Con esto el Señor quería ver si los israelitas seguirían o no el camino del Señor, como antes lo habían seguido sus antepasados. Por eso el Señor no desalojó en seguida a las naciones que no había entregado en manos de Josué, sino que les permitió quedarse.
JUECES 2:6-23 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Cuando Josué despidió al pueblo, los israelitas se fueron a tomar posesión de la tierra, cada uno a su propio territorio. El pueblo sirvió al SEÑOR mientras vivieron Josué y los ancianos que le sobrevivieron, los cuales habían visto todas las grandes obras que el SEÑOR había hecho por Israel. Josué hijo de Nun, siervo del SEÑOR, murió a la edad de ciento diez años, y lo sepultaron en Timnat Jeres, tierra de su heredad, en la región montañosa de Efraín, al norte del monte de Gaas. También murió toda aquella generación, y surgió otra que no conocía al SEÑOR ni sabía lo que él había hecho por Israel. Esos israelitas hicieron lo que ofende al SEÑOR y adoraron a los ídolos de Baal. Abandonaron al SEÑOR, Dios de sus padres, que los había sacado de Egipto, y siguieron a otros dioses —dioses de los pueblos que los rodeaban—, y los adoraron, provocando así la ira del SEÑOR. Abandonaron al SEÑOR, y adoraron a Baal y a las imágenes de Astarté. Entonces el SEÑOR se enfureció contra los israelitas y los entregó en manos de invasores que los saquearon. Los vendió a sus enemigos que tenían a su alrededor, a los que ya no pudieron hacerles frente. Cada vez que los israelitas salían a combatir, la mano del SEÑOR estaba en contra de ellos para su mal, tal como el SEÑOR se lo había dicho y jurado. Así llegaron a verse muy angustiados. Entonces el SEÑOR hizo surgir caudillos que los libraron del poder de esos invasores. Pero tampoco escucharon a esos caudillos, sino que se prostituyeron al entregarse a otros dioses y adorarlos. Muy pronto se apartaron del camino que habían seguido sus antepasados, el camino de la obediencia a los mandamientos del SEÑOR. Cada vez que el SEÑOR levantaba entre ellos un caudillo, estaba con él. Mientras ese caudillo vivía, los libraba del poder de sus enemigos, porque el SEÑOR se compadecía de ellos al oírlos gemir por causa de quienes los oprimían y afligían. Pero, cuando el caudillo moría, ellos volvían a corromperse aún más que sus antepasados, pues se iban tras otros dioses, a los que servían y adoraban. De este modo se negaban a abandonar sus malvadas costumbres y su obstinada conducta. Por eso el SEÑOR se enfureció contra Israel y dijo: «Puesto que esta nación ha violado el pacto que yo establecí con sus antepasados y no me ha obedecido, tampoco yo echaré de su presencia a ninguna de las naciones que Josué dejó al morir. Las usaré para poner a prueba a Israel y ver si guarda mi camino y anda por él, como hicieron sus antepasados». Por eso el SEÑOR dejó en paz a esas naciones; no las echó en seguida ni las entregó en manos de Josué.