Logo de YouVersion
Icono de búsqueda

JEREMÍAS 4:1-18

JEREMÍAS 4:1-18 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

El Señor afirma: “Si te quieres volver, Israel, es a mí a quien debes volverte. Si alejas tus ídolos odiosos y no te apartas de mí, entonces podrás jurar por mi nombre con verdad, justicia y rectitud. Mi nombre será para las naciones motivo de bendición y alabanza.” El Señor dice a la gente de Judá y Jerusalén: “Cultivad terrenos no cultivados; no sembréis ya entre los espinos. Gente de Judá y de Jerusalén, circuncidaos y reconocedme como Señor; poned en vuestro corazón la marca del pacto, no sea que por vuestras malas acciones se encienda mi enojo como un fuego y arda sin que nadie pueda apagarlo. “Anunciad esto en Jerusalén y en Judá, proclamadlo a son de trompeta por todo el país, gritadlo bien fuerte: ‘¡Vamos! ¡A reunirse! ¡A las ciudades fortificadas!’ Levantad la bandera apuntando a Sión. ¡Buscad refugio, no os detengáis!, porque voy a traer del norte gran calamidad y destrucción. El león ya ha salido de su guarida; el que destruye las naciones está en marcha; ha salido de su patria para destruir tu país, para dejar desiertas y en ruinas tus ciudades. Por eso, vestíos con ropas ásperas, llorad y gemid de dolor, pues la ardiente ira del Señor no se ha apartado de nosotros.” El Señor afirma: “Cuando llegue ese día, el rey y los jefes temblarán de miedo, los sacerdotes sentirán terror y los profetas quedarán espantados.” Yo dije: “¡Ay, Señor, cómo has engañado a la gente de Jerusalén! Les prometiste paz, y lo que tienen es un cuchillo al cuello.” Cuando llegue ese momento, se dirá al pueblo de Jerusalén: “Un viento caliente del desierto sopla en dirección de mi pueblo, pero no es la brisa que sirve para limpiar de paja el trigo. El viento que yo haré venir será demasiado fuerte para eso, pues ahora voy a dictar sentencia contra ellos.” Mirad, el enemigo avanza como una nube, sus carros de guerra parecen un huracán, sus caballos son más ligeros que las águilas. ¡Ay de nosotros, estamos perdidos! Jerusalén, lava las maldades de tu corazón y así te salvarás. ¿Hasta cuándo darás vueltas en tu cabeza a pensamientos perversos? Desde Dan y las colinas de Efraín llegan malas noticias: “Advertid a las naciones y a Jerusalén que de un país lejano vienen enemigos lanzando gritos de guerra contra las ciudades de Judá. Rodearán a Judá, como los que cuidan los campos, porque se rebeló contra el Señor. Yo, el Señor, lo afirmo. “Tu conducta y tus acciones son la causa de cuanto te ha sucedido; tu maldad te ha dado este amargo fruto y te hiere el corazón.”

JEREMÍAS 4:1-18 Reina Valera 2020 (RV2020)

Si te has de volver, Israel, dice el Señor, vuélvete a mí. Si quitas de delante de mí tus abominaciones y no andas de acá para allá, y si con verdad y conforme al derecho y la justicia juras: «Vive el Señor», entonces las naciones serán benditas en él, y en él se gloriarán. Porque así dice el Señor a todo hombre de Judá y de Jerusalén: Arad campo para vosotros y no sembréis entre espinos. Circuncidaos para el Señor, quitad el prepucio de vuestro corazón, gente de Judá y de Jerusalén, no sea que mi ira salga como fuego, que se encienda y no haya quien la apague a causa de la maldad de vuestras obras. Anunciadlo en Judá, proclamadlo en Jerusalén: Tocad trompeta en la tierra; gritad a voz en cuello y decid: «¡Reuníos y entremos en las ciudades fortificadas!». Alzad bandera en Sion, huid, no os detengáis, porque del norte hago yo venir mal y quebrantamiento grande. El león sube de la espesura, el destructor de naciones está en marcha; ha salido de su lugar para poner tu tierra en desolación; tus ciudades quedarán asoladas y sin habitantes. Por eso, vestíos con ropas ásperas, lamentaos y gemid, porque la ira del Señor no se ha apartado de nosotros. En aquel día, dice el Señor, desfallecerá el corazón del rey y el corazón de los príncipes, los sacerdotes estarán atónitos y se espantarán los profetas. Yo dije: «¡Ay, ay, Señor, verdaderamente en gran manera has engañado a este pueblo y a Jerusalén, al decirles: “Tendréis paz”, pues la espada ha entrado hasta el alma!». En aquel tiempo, se dirá a este pueblo y a Jerusalén: «Un viento seco de las alturas del desierto viene hacia la hija de mi pueblo», y no para aventar ni para limpiar. Un viento más impetuoso que este vendrá a servirme, y ahora yo pronunciaré juicios contra ellos. Subirá como las nubes, y su carro como un torbellino. Más ligeros son sus caballos que las águilas. ¡Ay de nosotros, porque entregados somos al despojo! Lava tu corazón de maldad, Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo permitirás en medio de ti los pensamientos de iniquidad? Porque una voz trae las noticias desde Dan y hace oír la calamidad desde los montes de Efraín. Decid a las naciones, hacedlo oír sobre Jerusalén: «Invasores vienen de tierra lejana, y lanzarán su voz contra las ciudades de Judá». Como guardas de campo la rodearán, porque se rebeló contra mí, dice el Señor. Tu camino y tus obras te hicieron esto; esta es tu maldad, por lo cual la amargura penetrará hasta tu corazón.

JEREMÍAS 4:1-18 La Palabra (versión española) (BLP)

¡Ojalá te convirtieras, Israel, —oráculo del Señor—, ojalá volvieras a mí! Si quitas de mi vista tu culto abominable, no andarás perdido. Si juras sinceramente «por vida del Señor», con derecho y con justicia, las naciones se bendecirán, se alabarán entre sí en el nombre del Señor. Pues así dice el Señor a la gente de Judá y a Jerusalén: Roturad nuevas fincas y no sembréis entre espinos. Circuncidaos para el Señor, extirpad el prepucio de vuestros corazones, gente de Judá y de Jerusalén; para que no estalle mi ira como fuego y arda sin que nadie la extinga, a causa de vuestras malas acciones. Anunciadlo en Judá, hacedlo saber en Jerusalén, tocad la trompeta en el país; proclamadlo, confirmadlo, decid: «Juntémonos y entremos en las ciudades fortificadas». Alzad la enseña hacia Sion; en marcha, no os detengáis, pues traigo una desgracia del norte, acompañada de una gran calamidad. Sube un león de la espesura, se apresta un destructor de pueblos; ya está saliendo de su escondrijo para hacer de tu tierra un erial; tus ciudades serán incendiadas, todas quedarán deshabitadas. Vestíos, pues, de sayal; haced duelo y lamentaos, que no se aparta de nosotros el incendio de la ira del Señor. Aquel día —oráculo del Señor— se hundirá el ánimo del rey y también el de los príncipes; los sacerdotes quedarán espantados, los profetas sin palabras. Yo dije: «Ay, Señor mi Dios, ciertamente engañaste a este pueblo y a Jerusalén, pues dijiste que tendrían paz, pero la espada amenaza su garganta». En aquel tiempo dirán a este pueblo y a Jerusalén: «Un aire sofocante llega de las dunas, avanza por el desierto camino de la capital». No es un viento para aventar o cribar, sino un viento poderoso a mis órdenes. Ahora es el momento de lanzar mis acusaciones contra ellos. Miradlo avanzar como las nubes, sus carros igual que el torbellino, sus caballos más ligeros que las águilas. ¡Ay de nosotros, seremos devastados! Limpia tu corazón de maldad, Jerusalén, si quieres salvarte. ¿Hasta cuándo ocuparán tu pecho tantos proyectos criminales? La voz de un mensajero llega desde Dan, noticias de muerte de la montaña de Efraín. Comunicad esto a las naciones, hacedlo saber en Jerusalén: Llegan dando gritos de tierras lejanas, lanzan sus voces contra los pueblos de Judá; te asedian en torno como guardias de campo, por haberte rebelado contra mí —oráculo del Señor. Tu propia conducta y tus acciones te han acarreado estas cosas; tu maldad ha acabado en amargura, te ha penetrado hasta el corazón.

JEREMÍAS 4:1-18 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

«Israel, si piensas volver, vuélvete a mí —afirma el SEÑOR—. Si quitas de mi vista tus ídolos abominables y no te alejas de mí, si con fidelidad, justicia y rectitud juras: “Por la vida del SEÑOR”, entonces “en él serán benditas las naciones, y en él se gloriarán”». Así dice el SEÑOR a los habitantes de Judá y de Jerusalén: «Abrid surcos en terrenos no labrados, y no sembréis entre espinos. Habitantes de Judá y de Jerusalén, marcad vuestro corazón con la señal del pacto: circuncidaos para honrar al SEÑOR, no sea que por la maldad de vuestras obras mi furor se encienda como el fuego y arda sin que nadie pueda apagarlo. »¡Anunciadlo en Judá, proclamadlo en Jerusalén! ¡Tocad la trompeta por todo el país! Gritad en voz alta: “¡Reuníos y entremos en las ciudades fortificadas!” Señalad a Sión con la bandera; ¡Buscad refugio, no os detengáis! Porque yo traigo del norte calamidad y gran destrucción. Un león ha salido del matorral, un destructor de naciones se ha puesto en marcha; ha salido de su lugar de origen para desolar tu tierra; tus ciudades quedarán en ruinas y totalmente despobladas. Por esto, vestíos de luto, lamentaos y gemid, porque la ardiente ira del SEÑOR no se ha apartado de nosotros. »En aquel día desfallecerá el corazón del rey y de los jefes; los sacerdotes se llenarán de pánico y los profetas quedarán atónitos», afirma el SEÑOR. Yo dije: «¡Ah, SEÑOR mi Dios, cómo has engañado a este pueblo y a Jerusalén! Dijiste: “Tendrán paz”, pero tienen la espada en el cuello». En aquel tiempo se les dirá a este pueblo y a Jerusalén: «Desde las estériles lomas del desierto sopla un viento abrasador en dirección a la capital de mi pueblo. No es el viento que sirve para aventar ni para limpiar el trigo; el viento que haré venir es demasiado fuerte para eso, porque yo mismo dictaré sentencia contra ellos». ¡Miradlo avanzar como las nubes! ¡Sus carros de guerra parecen un huracán! ¡Sus caballos son más veloces que las águilas! ¡Ay de nosotros! ¡Estamos perdidos! Jerusalén, limpia de maldad tu corazón para que seas salvada. ¿Hasta cuándo hallarán lugar en ti los pensamientos perversos? Una voz anuncia desgracia desde Dan y desde las colinas de Efraín. «Advertid a las naciones, proclamadlo contra Jerusalén: “De lejanas tierras vienen sitiadores lanzando gritos de guerra contra las ciudades de Judá”. La rodean como quien cuida un campo, porque ella se rebeló contra mí —afirma el SEÑOR—. Tu conducta y tus acciones te han causado todo esto. Esta es tu desgracia. ¡Qué amarga es! ¡Cómo te ha calado en el propio corazón!»