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JUAN 13:1-30

JUAN 13:1-30 Reina Valera 2020 (RV2020)

Antes de la fiesta de la Pascua Jesús sabía que había llegado la hora de pasar de este mundo e ir al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la cena, el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregar a Jesús. Y Jesús que sabía que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas, y que había salido de Dios, y que a Dios volvía, se levantó de la cena, se quitó su manto y tomando una toalla se la ciñó a la cintura. Luego puso agua en una palangana y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secarlos con la toalla que llevaba ceñida. Llegó a Simón Pedro y Pedro le dijo: —Señor, ¿vas a lavarme los pies tú a mí? Respondió Jesús: —Lo que estoy haciendo, no puedes comprenderlo ahora, pero llegará el momento en que lo entiendas. Pedro le dijo: —Jamás permitiré que me laves los pies. Jesús replicó: —Si no te lavo, no tendrás parte conmigo. Le dijo entonces Simón Pedro: —Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: —El que se ha bañado no necesita mas que lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros estáis limpios, aunque no todos. Jesús sabía quién le iba a entregar y por eso dijo «No estáis limpios todos». Así que, después de lavarles los pies, tomó su manto y volviéndose a la mesa les dijo: —¿Comprendéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, lo mismo debéis hacer vosotros unos con otros. Os he dado ejemplo para que vosotros obréis como yo he obrado con vosotros. Os aseguro que el siervo no es más importante que su señor ni el enviado más que el que le envió. Si sabéis estas cosas y las hacéis, seréis dichosos. No hablo de todos vosotros; yo sé a quiénes he elegido. Pero debe cumplirse la Escritura: El que come pan conmigo se ha puesto en mi contra . Os digo esto ahora, antes de que suceda, para que cuando tenga lugar creáis que yo soy. Os aseguro que quien reciba al que yo envíe, me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me envió. Habiendo dicho estas cosas, Jesús se conmovió profundamente y declaró: —Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Los discípulos se miraban unos a otros con perplejidad y se preguntaban a quién se refería. Uno de ellos, a quien Jesús amaba, estaba recostado a su lado y Simón Pedro le hizo señas para que le preguntara quién era aquel a quien se refería. El discípulo entonces se inclinó sobre el pecho de Jesús y le preguntó: —Señor, ¿quién es? Respondió Jesús: —Aquel a quien yo dé el pan mojado, ese es. Entonces lo mojó y se lo dio a Judas Iscariote, hijo de Simón. Tras el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo: —Lo que vas a hacer, hazlo pronto. Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió con qué propósito le dijo esto. Algunos pensaban que, puesto que Judas tenía la bolsa, Jesús le decía: «Compra lo que necesitamos para la fiesta» o que diera algo a los pobres. Judas, habiendo tomado el bocado, salió en seguida. Era ya de noche.

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JUAN 13:1-30 La Palabra (versión española) (BLP)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora de dejar este mundo para ir al Padre y habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, llevó su amor hasta el fin. Se habían puesto a cenar y el diablo había metido ya en la cabeza de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de traicionar a Jesús. Con plena conciencia de haber venido de Dios y de que ahora volvía a él, y perfecto conocedor de la plena autoridad que el Padre le había dado, Jesús interrumpió la cena, se quitó el manto, tomó una toalla y se la ciñó a la cintura. Después echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura. Cuando le llegó la vez a Simón Pedro, este le dijo: —Señor, ¿vas a lavarme los pies tú a mí? Jesús le contestó: —Lo que estoy haciendo, no puedes comprenderlo ahora; llegará el tiempo en que lo entiendas. Pedro insistió: —Jamás permitiré que me laves los pies. Jesús le respondió: —Si no me dejas que te lave, no podrás seguir contándote entre los míos. Le dijo entonces Simón Pedro: —Señor, no solo los pies; lávame también las manos y la cabeza. Pero Jesús le replicó: —El que se ha bañado y está completamente limpio, solo necesita lavarse los pies. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos. Jesús sabía muy bien quién iba a traicionarlo; por eso añadió: «No todos estáis limpios». Una vez que terminó de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a sentarse a la mesa y les preguntó: —¿Comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y tenéis razón, porque efectivamente lo soy. Pues bien, si yo, vuestro Maestro y Señor, os he lavado los pies, lo mismo debéis hacer vosotros unos con otros. Os he dado ejemplo para que os portéis como yo me he portado con vosotros. Os aseguro que el siervo no puede ser mayor que su amo; ni el enviado, superior a quien lo envió. Si comprendéis estas cosas y las ponéis en práctica seréis dichosos. No me refiero ahora a todos vosotros; yo sé muy bien a quiénes he elegido. Pero debe cumplirse la Escritura: El que comparte el pan conmigo se ha vuelto contra mí. Os digo estas cosas ahora, antes que sucedan, para que, cuando sucedan, creáis que «yo soy». Os aseguro que todo el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí mismo, y al recibirme a mí, recibe al que me envió. Después de decir esto, Jesús se sintió profundamente conmovido y declaró: —Os aseguro que uno de vosotros va a traicionarme. Los discípulos se miraban unos a otros preguntándose a quién se referiría. Uno de ellos, el discípulo a quien Jesús tanto quería, estaba recostado al lado de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que le preguntara a quién se refería. El discípulo, inclinándose hacia Jesús, le preguntó: —Señor, ¿quién es? Jesús le contestó: —Aquel para quien yo moje un bocado de pan y se lo dé, ese es. Lo mojó y se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dijo: —Lo que vas a hacer, hazlo cuanto antes. Ninguno de los comensales entendió por qué Jesús le dijo esto. Como Judas era el depositario de la bolsa, algunos pensaron que le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o que diera algo a los pobres. Judas tomó el bocado de pan y salió inmediatamente. Era de noche.

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JUAN 13:1-30 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Era la víspera de la fiesta de la Pascua. Jesús sabía que le había llegado la hora de dejar este mundo para ir a reunirse con el Padre. Él siempre había amado a los suyos que estaban en el mundo, y así los amó hasta el fin. El diablo ya había metido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la idea de traicionar a Jesús. Durante la cena, Jesús, sabiendo que había venido de Dios, que volvía a Dios y que el Padre le había dado toda autoridad, se levantó de la mesa, se quitó la ropa exterior y se puso una toalla a la cintura. Luego vertió agua en una palangana y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura. Cuando iba a lavar los pies a Simón Pedro, este le dijo: –Señor, ¿vas tú a lavarme los pies? Jesús le contestó: –Ahora no entiendes lo que estoy haciendo, pero más tarde lo entenderás. Pedro dijo: –¡Jamás permitiré que me laves los pies! Respondió Jesús: –Si no te los lavo no podrás ser de los míos. Simón Pedro le dijo: –¡Entonces, Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza! Pero Jesús le respondió: –El que está recién bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos. Dijo: “No estáis limpios todos”, porque sabía quién le iba a traicionar. Después de lavarles los pies, Jesús volvió a ponerse la ropa exterior, se sentó de nuevo a la mesa y les dijo: –¿Entendéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y tenéis razón porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado un ejemplo para que vosotros hagáis lo mismo que yo os he hecho. Os aseguro que ningún sirviente es más que su señor y ningún enviado es más que el que lo envía. Dichosos vosotros, si entendéis estas cosas y las ponéis en práctica. “No me estoy refiriendo a todos vosotros: yo sé a quiénes he escogido. Pero tiene que cumplirse lo que dice la Escritura: ‘El que come conmigo se ha vuelto contra mí.’ Os digo esto de antemano, para que, cuando suceda, creáis que yo soy. Os aseguro que quien recibe al que yo envío me recibe a mí, y quien me recibe a mí recibe al que me ha enviado.” Habiendo dicho estas cosas, Jesús, profundamente conmovido, añadió con toda claridad: –Os aseguro que uno de vosotros me va a traicionar. Los discípulos comenzaron a mirarse unos a otros, sin saber a quién se refería. Uno de sus discípulos, al que Jesús quería mucho, estaba cenando junto a él, y Simón Pedro le hizo señas para que le preguntara a quién se refería. Él, acercándose más a Jesús, le preguntó: –Señor, ¿quién es? –Voy a mojar un trozo de pan –le contestó Jesús–, y a quien se lo dé, ese es. En seguida mojó un trozo de pan y se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. Tan pronto como Judas tomó el pan, Satanás entró en su corazón. Jesús le dijo: –Lo que vas a hacer, hazlo pronto. Pero ninguno de los que estaban cenando a la mesa entendió por qué se lo había dicho. Como Judas era el encargado de la bolsa del dinero, algunos pensaron que Jesús le decía que comprara algo para la fiesta o que diera algo a los pobres. Judas tomó aquel trozo de pan y salió en seguida. Ya era de noche.

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JUAN 13:1-30 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Estaba cerca la fiesta de la Pascua. Jesús sabía que le había llegado la hora de abandonar este mundo para volver al Padre. Y, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Llegó la hora de la cena. El diablo ya había incitado a Judas Iscariote, hijo de Simón, para que traicionara a Jesús. Sabía Jesús que el Padre había puesto todas las cosas bajo su dominio, y que había salido de Dios y a él volvía; así que se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y comenzó a lavarles los pies a sus discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba en la cintura. Cuando llegó a Simón Pedro, este le dijo: ―¿Y tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí? ―Ahora no entiendes lo que estoy haciendo —respondió Jesús—, pero lo entenderás más tarde. ―¡No! —protestó Pedro—. ¡Jamás me lavarás los pies! ―Si no te los lavo, no tendrás parte conmigo. ―Entonces, Señor, ¡no solo los pies, sino también las manos y la cabeza! ―El que ya se ha bañado no necesita lavarse más que los pies —le contestó Jesús—; pues ya todo su cuerpo está limpio. Y ustedes ya están limpios, aunque no todos. Jesús sabía quién lo iba a traicionar, y por eso dijo que no todos estaban limpios. Cuando terminó de lavarles los pies, se puso el manto y volvió a su lugar. Entonces les dijo: ―¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues, si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado ejemplo, para que hagáis lo mismo que yo he hecho con vosotros. Ciertamente os aseguro que ningún siervo es más que su amo, y ningún mensajero es más que el que lo envió. ¿Entendéis esto? Dichosos seréis si lo ponéis en práctica. »No me refiero a todos vosotros; yo sé a quiénes he escogido. Pero esto es para que se cumpla la Escritura: “El que comparte el pan conmigo me ha puesto la zancadilla”. »Os digo esto ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. Ciertamente os aseguro que el que recibe al que yo envío me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe al que me envió». Dicho esto, Jesús se angustió profundamente y declaró: ―Ciertamente os aseguro que uno de vosotros me va a traicionar. Los discípulos se miraban unos a otros sin saber a cuál de ellos se refería. Uno de ellos, el discípulo a quien Jesús amaba, estaba a su lado. Simón Pedro le hizo señas a ese discípulo y le dijo: ―Pregúntale a quién se refiere. ―Señor, ¿quién es? —preguntó él, reclinándose sobre Jesús. ―Aquel a quien yo le dé este pedazo de pan que voy a mojar en el plato —le contestó Jesús. Acto seguido, mojó el pedazo de pan y se lo dio a Judas Iscariote, hijo de Simón. Tan pronto como Judas tomó el pan, Satanás entró en él. ―Lo que vas a hacer, hazlo pronto —le dijo Jesús. Ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo eso Jesús. Como Judas era el encargado del dinero, algunos pensaron que Jesús le estaba diciendo que comprara lo necesario para la fiesta, o que diera algo a los pobres. En cuanto Judas tomó el pan, salió de allí. Ya era de noche.

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