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JUAN 7:14-46

JUAN 7:14-46 La Palabra (versión española) (BLP)

Mediada ya la fiesta, Jesús se presentó en el Templo y se puso a enseñar. Los judíos, sorprendidos, se preguntaban: —¿Cómo es posible que este hombre sepa tantas cosas sin haber estudiado? Jesús les contestó: —La doctrina que yo enseño no es mía; es de aquel que me ha enviado. El que está dispuesto a hacer la voluntad del que me ha enviado, podrá comprobar si lo que yo enseño es cosa de Dios o si hablo por cuenta propia. El que habla por su cuenta, lo que va buscando es su propio honor. En cambio, quien solamente busca el honor de aquel que lo envió, es un hombre sincero y no hay falsedad en él. ¿No fue Moisés quien os dio la ley? Sin embargo, ninguno de vosotros la cumple. ¿Por qué queréis matarme? La gente le contestó: —¡Tú tienes un demonio dentro! ¿Quién intenta matarte? Jesús replicó: —He realizado una obra y todos os habéis quedado sorprendidos. Pues bien, Moisés os impuso el rito de la circuncisión (aunque en realidad no proviene de Moisés, sino de los patriarcas) y, para cumplirlo, circuncidáis aunque sea en sábado. Si, pues, circuncidáis incluso en sábado para no quebrantar una ley impuesta por Moisés, ¿por qué os indignáis tanto contra mí que he curado por completo a una persona en sábado? No debéis juzgar según las apariencias; debéis juzgar con rectitud. Así que algunos habitantes de Jerusalén comentaban: —¿No es este al que desean matar? Resulta que está hablando en público y nadie le dice ni una palabra. ¿Será que nuestros jefes han reconocido que verdaderamente se trata del Mesías? Pero cuando aparezca el Mesías, nadie sabrá de dónde viene; en cambio, sí sabemos de dónde viene este. A lo que Jesús, que estaba enseñando en el Templo, replicó: —¿De manera que me conocéis y sabéis de dónde soy? Sin embargo, yo no he venido por mi propia cuenta, sino que he sido enviado por aquel que es veraz y a quien vosotros no conocéis. Yo sí lo conozco, porque de él vengo y es él quien me ha enviado. Intentaron entonces prenderlo, pero nadie se atrevió a ponerle la mano encima, porque todavía no había llegado su hora. Mucha gente creyó en él y comentaba: —Cuando venga el Mesías, ¿hará acaso, más milagros que los que este hace? Llegó a oídos de los fariseos lo que la gente comentaba sobre Jesús y, puestos de acuerdo con los jefes de los sacerdotes, enviaron a los guardias del Templo con orden de apresarlo. Pero Jesús les dijo: —Todavía estaré con vosotros un poco de tiempo; después volveré al que me envió. Me buscaréis, pero no me encontraréis, porque no podréis ir adonde yo he de estar. Los judíos comentaban entre sí: —¿Adónde pensará ir este para que nosotros no seamos capaces de encontrarlo? ¿Tendrá intención de ir con los judíos que viven dispersos entre los griegos, con el fin de anunciar a los griegos su mensaje? ¿Qué habrá querido decir con esas palabras: «Me buscaréis, pero no me encontraréis, porque no podréis ir adonde yo he de estar»? El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús, puesto en pie, proclamó en alta voz: —Si alguien tiene sed, que venga a mí y que beba el que cree en mí. La Escritura dice que de sus entrañas brotarán ríos de agua viva. Decía esto refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él. El Espíritu, en efecto, no se había hecho presente todavía, porque Jesús aún no había sido glorificado. Algunos de los que estaban escuchando estas palabras afirmaban: —Seguro que este es el profeta esperado. Otros decían: —Este es el Mesías. Otros, por el contrario, replicaban: —¿Pero es que el Mesías puede venir de Galilea? ¿No afirma la Escritura que el Mesías tiene que ser de la familia de David y de Belén, el pueblo de David? Así que la gente andaba dividida por causa de Jesús. Algunos querían prenderlo, pero nadie se atrevió a ponerle la mano encima. Y como los guardias del Templo se volvieron sin él, los jefes de los sacerdotes y los fariseos les preguntaron: —¿Por qué no lo habéis traído? Los guardias contestaron: —Nadie ha hablado jamás como este hombre.

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JUAN 7:14-46 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Hacia la mitad de la fiesta entró Jesús en el templo y comenzó a enseñar. Los judíos, admirados, decían: –¿Cómo sabe este tantas cosas sin haber estudiado? Jesús les contestó: –Mi enseñanza no es mía, sino de aquel que me envió. El que esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios podrá reconocer si mi enseñanza viene de Dios o si hablo por mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta lo hace para que la gente le honre; pero quien procura el honor del que le envió, ese dice la verdad y en él no hay nada reprochable. “¿No es cierto que Moisés os dio la ley? Sin embargo, ninguno de vosotros la obedece. ¿Por qué queréis matarme?” La gente le contestó: –¡Estás endemoniado! ¿Quién quiere matarte? Jesús les dijo: –Todos os extrañáis por un sola cosa que hice en sábado. Sin embargo, Moisés os mandó practicar el rito de la circuncisión (aunque no procede de Moisés, sino de vuestros antepasados), y vosotros circuncidáis a un niño aunque sea en sábado. Ahora bien, si por no faltar a la ley de Moisés circuncidáis a un niño aunque sea en sábado, ¿por qué os enojáis conmigo por haber devuelto la salud en sábado al cuerpo entero de un hombre? ¡No juzguéis por las apariencias! Cuando juzguéis, hacedlo con rectitud. Algunos de los que vivían en Jerusalén empezaron entonces a preguntar: –¿No es a este a quien andan buscando para matarle? Pues ahí está, hablando en público, y nadie le dice nada. ¿Será que verdaderamente las autoridades creen que este hombre es el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde viene; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde viene. Al oir esto, Jesús, que estaba enseñando en el templo, dijo con voz fuerte: –¡Así que vosotros me conocéis y sabéis de dónde vengo! Pues yo no he venido por mi propia cuenta, sino enviado por aquel que es digno de confianza y a quien vosotros no conocéis. Yo le conozco, porque vengo de él y él me ha enviado. Entonces quisieron apresarle, pero nadie le echó mano porque todavía no había llegado su hora. Muchos creyeron en él, y decían: –Cuando venga el Mesías, ¿hará acaso más señales milagrosas que este hombre? Los fariseos oyeron lo que la gente decía acerca de Jesús, y ellos y los jefes de los sacerdotes mandaron a unos guardias del templo a apresarle. Entonces dijo Jesús: –Voy a estar aún con vosotros un poco de tiempo, y después regresaré al que me ha enviado. Me buscaréis, pero no me encontraréis, porque no podréis ir a donde yo voy a estar. Entonces los judíos comenzaron a preguntarse unos a otros: –¿A dónde se va a ir este, que no podamos encontrarlo? ¿Se irá acaso con los judíos que viven dispersos en países extranjeros o se irá a enseñar a los paganos? ¿Qué quiere decir eso de: ‘Me buscaréis, pero no me encontraréis, porque no podréis ir a donde yo voy a estar’? El último día de la fiesta, que era el más importante, Jesús, puesto en pie, dijo con voz fuerte: –¡El que tenga sed, venga a mí; el que cree en mi, que beba! Como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva. Con esto quería decir Jesús que quienes creyesen en él recibirían el Espíritu. Y es que el Espíritu todavía no había venido, porque Jesús aún no había sido glorificado. Entre la gente se encontraban algunos que al oir estas palabras dijeron: –Seguro que este hombre es el profeta. Otros decían: –Este es el Mesías. Pero otros decían: –No, porque el Mesías no puede venir de Galilea. La Escritura dice que el Mesías ha de ser descendiente del rey David y que procederá de Belén, del mismo pueblo de David. Así que la gente se dividió por causa de Jesús. Algunos querían apresarle, pero nadie llegó a ponerle las manos encima. Los guardias del templo volvieron a donde estaban los fariseos y los jefes de los sacerdotes, que les preguntaron: –¿Por qué no lo habéis traído? Contestaron los guardias: –¡Nadie ha hablado nunca como él!

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JUAN 7:14-46 Reina Valera 2020 (RV2020)

Pero a la mitad de la fiesta subió Jesús al templo y comenzó a enseñar. Los judíos sorprendidos, se preguntaban: —¿Cómo sabe este de letras sin haber estudiado? Jesús les respondió: —Mi enseñanza no es mía, sino de aquel que me envió. Si alguien quiere hacer la voluntad del que me envió, comprobará si mi enseñanza es de Dios o si hablo yo por mi propia cuenta. Quien habla por su propia cuenta lo que anda buscando es su propia gloria. Sin embargo quien busca la gloria de aquel que lo envió, ese es alguien verdadero y en él no hay injusticia. ¿No os dio Moisés la ley y ninguno de vosotros la cumple? ¿Por qué queréis matarme? Respondió la multitud: —¡Tienes un demonio! ¿Quién quiere matarte? Jesús replicó: —He hecho una obra y todos os habéis asombrado. Por cierto, Moisés os impuso el rito de la circuncisión (aunque en realidad no proviene de Moisés, sino de los patriarcas) y, para cumplirlo, circuncidáis a un hombre aunque sea en sábado. Si estáis dispuestos a circuncidar a un hombre incluso en sábado para no quebrantar una ley impuesta por Moisés, ¿por qué os indignáis tanto contra mí que he curado por completo a un hombre en sábado? No juzguéis según las apariencias. Juzgad con justo juicio. Entonces, algunos ciudadanos de Jerusalén comentaban: —¿No es a este a quien buscan para matarle? Fijaos, está hablando con toda libertad y nadie le dice nada. ¿Será que nuestras autoridades han reconocido que verdaderamente este es el Cristo? Sabemos de dónde es este; sin embargo, cuando venga el Cristo nadie sabrá de dónde es. Jesús, que estaba enseñando en el templo, alzó entonces la voz y dijo: —A mí me conocéis y sabéis de dónde soy. Sin embargo, no he venido por mí mismo. Me ha enviado el que es verdadero y a quien vosotros no conocéis. Mas yo lo conozco, porque de él procedo y él me ha enviado. Entonces intentaban apresarle, pero nadie le echó mano porque aún no había llegado su hora. Y muchas personas de la multitud creyeron en él y decían: —Cuando venga el Cristo, ¿hará acaso, más señales que las que este hace? Los fariseos oyeron que la gente murmuraba estas cosas acerca de él; entonces los principales sacerdotes y los fariseos enviaron guardias para que lo arrestaran. Y Jesús dijo: —Todavía estaré con vosotros algún tiempo y luego iré al que me envió. Me buscaréis, pero no me hallaréis porque donde voy a estar yo vosotros no podréis ir. Los judíos se preguntaban: —¿A dónde se irá este que nosotros no seamos capaces de encontrarlo? ¿Tendrá intención de ir con los judíos que viven dispersos entre los griegos, con el fin de enseñar a los griegos? ¿Qué quiere decir «Me buscaréis, pero no me hallaréis y a donde voy a estar yo vosotros no podréis ir»? El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús, se puso en pie y alzó la voz diciendo: —Si alguien tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva. Decía esto refiriéndose al Espíritu que habían de recibir quienes creyeran en él. El Espíritu en efecto, no se había hecho presente todavía, porque Jesús aún no había sido glorificado. Al oír estas palabras, algunas personas de la multitud aseguraban: —Verdaderamente, este es el Profeta. Otras decían: —Este es el Cristo. En cambio, otras se preguntaban: —¿Acaso de Galilea puede venir el Cristo? ¿No afirma la Escritura que el Cristo tiene que ser de la descendencia de David y de Belén, la aldea de donde era David? Así que la gente andaba dividida por causa de Jesús. Algunos querían prenderlo, pero nadie se atrevió a ponerle la mano encima. Los guardias volvieron a donde estaban los principales sacerdotes y los fariseos, y estos les preguntaron: —¿Por qué no le habéis traído? Los guardias respondieron: —Nadie ha hablado jamás como este hombre.

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JUAN 7:14-46 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Jesús esperó hasta la mitad de la fiesta para subir al templo y comenzar a enseñar. Los judíos se admiraban y decían: «¿De dónde sacó este tantos conocimientos sin haber estudiado?» ―Mi enseñanza no es mía —replicó Jesús—, sino del que me envió. El que esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios reconocerá si mi enseñanza proviene de Dios o si yo hablo por mi propia cuenta. El que habla por cuenta propia busca su vanagloria; en cambio, el que busca glorificar al que lo envió es una persona íntegra y sin doblez. ¿No os ha dado Moisés la ley a vosotros? Sin embargo, ninguno de vosotros la cumple. ¿Por qué tratáis entonces de matarme? ―Estás endemoniado —contestó la multitud—. ¿Quién quiere matarte? ―Hice un milagro y todos vosotros os asombrasteis. Por eso Moisés os dio la circuncisión, que en realidad no proviene de Moisés, sino de los patriarcas, y aun en sábado la practicáis. Ahora bien, si para cumplir la ley de Moisés circuncidáis a un varón incluso en sábado, ¿por qué os enfurecéis conmigo si en sábado lo sano por completo? No juzguéis por las apariencias; juzgad con justicia. Algunos de los que vivían en Jerusalén comentaban: «¿No es este al que quieren matar? Ahí está, hablando abiertamente, y nadie le dice nada. ¿Será que las autoridades se han convencido de que es el Cristo? Nosotros sabemos de dónde viene este hombre, pero cuando venga el Cristo nadie sabrá su procedencia». Por eso Jesús, que seguía enseñando en el templo, exclamó: ―¡Con que me conocéis y sabéis de dónde vengo! No he venido por mi propia cuenta, sino que me envió uno que es digno de confianza. Vosotros no lo conocéis, pero yo sí lo conozco porque vengo de parte suya, y él mismo me ha enviado. Entonces quisieron arrestarlo, pero nadie le echó mano, porque aún no había llegado su hora. Con todo, muchos de entre la multitud creyeron en él y decían: «Cuando venga el Cristo, ¿acaso va a hacer más señales que este hombre?» Los fariseos oyeron a la multitud que murmuraba estas cosas acerca de él, y junto con los jefes de los sacerdotes mandaron unos guardias del templo para arrestarlo. ―Estaré con vosotros un poco más de tiempo —afirmó Jesús—, y luego volveré al que me envió. Me buscaréis, pero no me encontraréis, porque adonde yo esté no podréis llegar vosotros. «¿Dónde piensa irse este para que no podamos encontrarlo? —comentaban entre sí los judíos—. ¿Será que piensa ir a nuestra gente dispersa entre las naciones, para enseñar a los griegos? ¿Qué quiso decir con eso de que “me buscaréis, pero no me encontraréis”, y “adonde yo esté no podréis llegar vosotros”?» En el último día, el más solemne de la fiesta, Jesús se puso de pie y exclamó: ―¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva. Con esto se refería al Espíritu que habrían de recibir más tarde los que creyeran en él. Hasta ese momento el Espíritu no había sido dado, porque Jesús no había sido glorificado todavía. Al oír sus palabras, algunos de entre la multitud decían: «Verdaderamente este es el profeta». Otros afirmaban: «¡Es el Cristo!» Pero otros objetaban: «¿Cómo puede el Cristo venir de Galilea? ¿Acaso no dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David, y de Belén, el pueblo de donde era David?» Por causa de Jesús la gente estaba dividida. Algunos querían arrestarlo, pero nadie le puso las manos encima. Los guardias del templo volvieron a los jefes de los sacerdotes y a los fariseos, quienes los interrogaron: ―¿Se puede saber por qué no lo habéis traído? ―¡Nunca nadie ha hablado como ese hombre! —declararon los guardias.

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