JUAN 8:2-11
JUAN 8:2-11 Reina Valera 2020 (RV2020)
Por la mañana volvió al templo y todo el pueblo se le acercó y él, sentado, les enseñaba. Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer que había sido sorprendida en adulterio, la pusieron en medio y le dijeron: —Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de cometer adulterio y Moisés nos ordenó en la ley apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Le preguntaban esto con la intención de ponerlo a prueba y tener motivo con que acusarle. Pero Jesús se inclinó y se puso a escribir con el dedo en el suelo. Como ellos insistían en preguntarle, se enderezó y les dijo: —El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar una piedra contra ella. Jesús, volviéndose a inclinar, siguió escribiendo en la tierra. Ellos, al oír esto y acusados por su conciencia, fueron saliendo uno a uno, comenzando por los más viejos hasta los más jóvenes. Jesús se quedó solo, con la mujer allí en medio. Incorporándose Jesús y no viendo a nadie sino a la mujer, le preguntó: —Mujer, ¿dónde están quienes te acusaban? ¿Nadie te condenó? Ella respondió: —Nadie, Señor. Entonces Jesús le dijo: —Tampoco yo te condeno. Vete y desde ahora no peques más.
JUAN 8:2-11 La Palabra (versión española) (BLP)
Por la mañana temprano volvió al Templo, y toda la gente se reunió en torno a él. Se sentó y comenzó a enseñarles. En esto, los maestros de la ley y los fariseos se presentaron con una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La pusieron en medio y plantearon a Jesús esta cuestión: —Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. En la ley nos manda Moisés que demos muerte a pedradas a tales mujeres. Tú, ¿qué dices? Le plantearon la cuestión para ponerlo a prueba y encontrar así un motivo de acusación contra él. Jesús se inclinó y se puso a escribir con el dedo en el suelo. Como ellos insistían en preguntar, Jesús se incorporó y les dijo: —El que de vosotros esté sin pecado, que sea el primero en lanzar la piedra contra ella. Dicho esto, se inclinó de nuevo y siguió escribiendo en el suelo. Oir las palabras de Jesús y escabullirse uno tras otro, comenzando por los más viejos, todo fue uno. Jesús se quedó solo, con la mujer allí en medio. Se incorporó y le preguntó: —Mujer, ¿dónde están todos esos? ¿Ninguno te condenó? Ella le contestó: —Ninguno, Señor. Jesús le dijo: —Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar.]
JUAN 8:2-11 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
y al día siguiente, al amanecer, volvió al templo. La gente se le acercó, y él, sentándose, comenzó a enseñarles. Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La pusieron en medio de todos los presentes y dijeron a Jesús: –Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio. En nuestra ley, Moisés ordena matar a pedradas a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices? Preguntaron esto para ponerle a prueba y tener algo de qué acusarle, pero Jesús se inclinó y se puso a escribir en la tierra con el dedo. Luego, como seguían preguntándole, se enderezó y les respondió: –El que de vosotros esté sin pecado, que le arroje la primera piedra. Volvió a inclinarse y siguió escribiendo en la tierra. Al oir esto, uno tras otro fueron saliendo, empezando por los más viejos. Cuando Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí, se enderezó y le preguntó: –Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado? Contestó ella: –Ninguno, Señor. Jesús le dijo: –Tampoco yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar.]
JUAN 8:2-11 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Al amanecer se presentó de nuevo en el templo. Toda la gente se le acercó, y él se sentó a enseñarles. Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio del grupo, dijeron a Jesús: ―Maestro, a esta mujer se le ha sorprendido en el acto mismo de adulterio. En la ley Moisés nos ordenó apedrear a tales mujeres. ¿Tú qué dices? Con esta pregunta le estaban tendiendo una trampa, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y con el dedo comenzó a escribir en el suelo. Y, como ellos lo acosaran con preguntas, Jesús se incorporó y les dijo: ―Aquel de vosotros que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en el suelo. Al oír esto, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta dejar a Jesús solo con la mujer, que aún seguía allí. Entonces se incorporó Jesús y le preguntó: ―Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena? ―Nadie, Señor. ―Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar.