JOB 19:23-29
JOB 19:23-29 La Palabra (versión española) (BLP)
¡Ojalá se escribieran mis palabras! ¡Ojalá se grabaran en cobre, con cincel de hierro y con plomo, impresas para siempre en la roca! Yo sé que vive mi Vengador, que se alzará el último sobre el polvo, que después que me arranquen la piel, ya sin carne, podré ver a Dios. Sí, yo mismo lo contemplaré; mis ojos lo verán, no un extraño. ¡Tal ansia me consume por dentro! Vosotros decís: «¿Cómo lo acosaremos? ¿Qué pretexto encontraremos contra él?». Pero temblad entonces ante la espada (pues vuestra cólera merece la espada) y pensad que hay un juicio por llegar.
JOB 19:23-29 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
¡Ojalá alguien escribiera mis palabras y las dejara grabadas en metal! ¡Ojalá alguien, con un cincel de hierro, las grabara para siempre en el plomo o en la piedra! Yo sé que mi defensor vive y que él será mi abogado aquí en la tierra. Y aunque la piel se me caiga a pedazos, yo, en persona, veré a Dios. Con mis propios ojos he de verlo yo mismo, no un extraño. Las fuerzas me fallaron al oir que decíais: “¿Cómo podremos perseguirle? La raíz de sus males está en él mismo.” Pero temed a la espada, la espada con que Dios castiga el mal. Sabed que hay uno que juzga.
JOB 19:23-29 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
»¡Ah, si fueran grabadas mis palabras, si quedaran escritas en un libro! ¡Si para siempre quedaran sobre la roca, grabadas con cincel de hierro sobre plomo! Yo sé que mi redentor vive, y que al final triunfará sobre la muerte. Y, cuando mi piel haya sido destruida, todavía veré a Dios con mis propios ojos. Yo mismo espero verlo; espero ser yo quien lo vea, y no otro. ¡Este anhelo me consume las entrañas! »Vosotros decís: “Vamos a acosarlo, porque en él está la raíz del mal”. Pero cuidaos de la espada, pues con ella viene la ira justiciera, para que sepáis que hay un juez».
JOB 19:23-29 Reina Valera 2020 (RV2020)
¡Cómo quisiera que mis palabras se escribieran, y que quedaran registradas en un libro, o que con cincel de hierro y con plomo fueran esculpidas en piedra para siempre! Pero yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se levantará sobre el polvo, y que después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios. Lo veré por mí mismo; mis ojos lo verán, no los de otro. Pero ahora mi corazón se consume dentro de mí. Deberíais decir: «¿Por qué lo perseguimos, si la raíz de su situación está en él mismo?». ¡Temed vosotros delante de la espada, porque esta injusticias merecen su furor! ¡Sabed, pues, que hay un juicio!