JOSUÉ 11:1-23
JOSUÉ 11:1-23 Reina Valera 2020 (RV2020)
Cuando Jabín, rey de Hazor, se enteró de esto, envió un mensaje a Jobab, rey de Madón, al rey de Simrón, al rey de Acsaf y a los reyes que estaban en la región del norte, en las montañas, y en el Arabá al sur de Cineret, en los llanos y en las regiones de Dor al occidente, al cananeo que estaba al oriente y al occidente, al amorreo, al heteo, al ferezeo, al jebuseo en las montañas, y al heveo al pie del Hermón en tierra de Mizpa. Estos salieron con todos sus ejércitos, una multitud tan numerosa como la arena que está a la orilla del mar, con muchísimos caballos y carros de guerra. Todos estos reyes se unieron, llegaron y acamparon junto a las aguas de Merom para luchar contra Israel. Pero el Señor dijo a Josué: —No les tengas miedo, porque mañana a esta hora yo los entregaré a todos muertos delante de Israel; desjarretarás sus caballos y quemarás sus carros en el fuego. Josué, con toda su gente de guerra, se lanzó por sorpresa contra ellos junto a las aguas de Merom. El Señor los entregó en manos de Israel, que los hirió y los persiguió hasta Sidón la grande, hasta Misrefotmaim y el llano de Mizpa, al oriente. Los hirió hasta no dejar ninguno con vida. Josué hizo con ellos como el Señor le había mandado: desjarretó sus caballos y quemó sus carros en el fuego. Por entonces regresó Josué, tomó a Hazor y mató a espada a su rey, pues Hazor había sido antes cabeza de todos estos reinos. Pasaron a espada todo cuanto en ella tenía vida y lo destruyeron por completo, sin que quedara nada capaz de respirar, y prendieron fuego a Hazor. Asimismo, tomó Josué todas las ciudades de aquellos reyes, y a todos sus reyes los pasó a filo de espada y los exterminó, como Moisés, siervo del Señor, lo había mandado. Pero Israel no quemó todas las ciudades que estaban sobre colinas; Josué quemó únicamente a Hazor. Los hijos de Israel tomaron para sí todo el botín y las bestias de aquellas ciudades; pero pasaron a todos los hombres a filo de espada hasta exterminarlos, sin dejar ninguno con vida. De la manera que el Señor lo había mandado a Moisés, su siervo, así Moisés lo mandó a Josué, y así lo hizo Josué, sin quitar una palabra de todo lo que el Señor había mandado a Moisés. Conquistó, pues, Josué toda aquella tierra, las montañas, todo el Neguev, toda la tierra de Gosén, los llanos, el Arabá, las montañas de Israel y sus valles, desde el monte Halac, que sube hacia Seír, hasta Baal-gad, en la llanura del Líbano, a la falda del monte Hermón. Y capturó a todos sus reyes, y los mató. Durante mucho tiempo estuvo Josué en guerra con estos reyes. No hubo ciudad que hiciera la paz con los hijos de Israel, salvo los heveos que habitaban en Gabaón; todas las tomaron por la fuerza. Porque del Señor provenía que endurecieran su corazón para que opusieran resistencia a Israel, a fin de exterminarlos sin misericordia y que fueran así aniquilados, como el Señor lo había mandado a Moisés. También en aquel tiempo fue Josué y destruyó a los anaceos de los montes de Hebrón, de Debir, de Anab, de todos los montes de Judá y de todos los montes de Israel. Josué los destruyó a ellos y a sus ciudades. Ninguno de los anaceos quedó en la tierra de los hijos de Israel; solamente quedaron en Gaza, en Gat y en Asdod. Conquistó, pues, Josué toda la tierra, conforme a todo lo que el Señor había dicho a Moisés, y la entregó a los israelitas como herencia, conforme a su distribución por tribus. Y la tierra descansó de la guerra.
JOSUÉ 11:1-23 La Palabra (versión española) (BLP)
Cuando Jabín, rey de Jasor, se enteró de esto, envió una embajada a Jobab, rey de Madón, al rey de Simerón, al de Axaf, y a los reyes que reinaban en la montaña del norte, en el valle del Jordán al sur de Kinéret, en la Sefela y en las alturas de Dor, al oeste; mandó asimismo aviso a los cananeos que habitaban al este y al oeste, a los amorreos, hititas, fereceos y jebuseos de la montaña; y también a los hititas de las faldas del Hermón, en la región de Mispá. Partieron estos con todas sus tropas —una multitud tan incontable como la arena de la playa— con gran número de caballos y carros. Reunidos todos estos reyes, llegaron y acamparon en un único campamento cerca de las aguas de Merón dispuestos a luchar contra Israel. El Señor dijo entonces a Josué: —No les tengas miedo, porque mañana, a esta misma hora, haré que perezcan todos ellos ante Israel; tú desjarretarás sus caballos y quemarás sus carros. Al frente de todo su ejército, Josué los alcanzó de improviso junto a las aguas de Merón y cayó sobre ellos. El Señor se los entregó a Israel que los batió y persiguió por el oeste hasta Sidón la Grande y Misrefot, y por el este hasta el valle de Mispá. Los derrotó hasta no dejar uno solo con vida. Josué los trató como le había mandado el Señor: desjarretó sus caballos y quemó sus carros. Al regreso [de la batalla] Josué conquistó Jasor y pasó a su rey a filo de espada. (Jasor era por entonces la capital de todos aquellos reinos). Pasaron a cuchillo a todos los que habitaban en ella, consagrándolos al exterminio. Ni uno quedó con vida, siendo Jasor entregada a las llamas. Se apoderó Josué de todas las ciudades de aquellos reyes a los que pasó a cuchillo, consagrando todo al exterminio, según le había mandado Moisés, siervo del Señor. Pero Israel no prendió fuego a ninguna de las ciudades situadas sobre las colinas; únicamente Jasor fue incendiada por Josué. Los israelitas se repartieron el botín de esas ciudades, incluido el ganado; pero pasaron a cuchillo a todo ser humano hasta acabar con todos. Ni a uno solo dejaron con vida. Josué ejecutó fielmente lo que Moisés, siervo del Señor, le había encomendado por orden del Señor: no descuidó nada de lo que el Señor había ordenado a Moisés. Conquistó, pues, Josué todo el país, a saber: la montaña, el Négueb, la región de Gosen, la Sefela, la Arabá, la montaña de Israel y también sus valles. Apresó y ejecutó a todos sus reyes desde el monte Jalac, que sube hacia Seír, hasta Baal Gad en el valle del Líbano, al pie del monte Hermón. Josué tuvo que combatir durante mucho tiempo contra todos estos reyes. Excepto los hititas que habitaban en Gabaón, ninguna otra ciudad firmó la paz con los israelitas; de todas las demás tuvieron que apoderarse por la fuerza. Y es que el Señor había decidido endurecer el corazón de esas ciudades para que combatieran contra Israel y así fueran aniquiladas y consagradas sin remisión al exterminio tal como había mandado el Señor a Moisés. Por entonces Josué exterminó a todos los anaquitas de la montaña: a los que habitaban en Hebrón, Debir, Anab, y en toda la montaña tanto de Judá como de Israel; los consagró al exterminio a ellos y sus ciudades. No quedó un anaquita en tierra de Israel; solo quedaron en Gaza, Gad y Asdod. Josué se apoderó de toda la tierra, tal como el Señor le había prometido a Moisés, y se la dio en heredad a Israel, repartida en lotes para cada tribu. Y, acabada la conquista, el país quedó en paz.
JOSUÉ 11:1-23 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Cuando Jabín, el rey de Hasor, supo todo esto, mandó mensajeros para hacer una alianza con el rey Jobab de Madón y con los reyes de Simrón y de Acsaf, y con todos los reyes de la región montañosa del norte, del valle del Jordán al sur del lago Quinéret, de la llanura y de las cercanías de Dor hacia el oeste, con los cananeos del este y del oeste, con los amorreos, los hititas, los ferezeos, los jebuseos de las montañas y los heveos del monte Hermón, en la región de Mispá. Todos estos reyes salieron con sus ejércitos y con muchísimos caballos y carros de guerra. Eran tantos los soldados, que no se podían contar, como los granitos de arena a la orilla del mar. Todos ellos hicieron una alianza, y acamparon junto a las aguas de Merom para atacar a los israelitas. Pero el Señor dijo a Josué: “No les tengas miedo, porque yo haré que mañana, a esta misma hora, todos ellos caigan muertos delante de vosotros. Y tú quiebra las patas a sus caballos y prende fuego a sus carros de guerra.” Entonces Josué y todos sus guerreros los atacaron por sorpresa junto a las aguas de Merom, y el Señor dio la victoria a los israelitas, que los atacaron y persiguieron hasta la gran ciudad de Sidón y Misrefot-maim, y por el oriente hasta el llano de Mispá. Ni uno solo de ellos quedó con vida. Josué cumplió lo que el Señor le había ordenado, pues quebró las patas a los caballos del enemigo y quemó sus carros de guerra. Después regresó y tomó la ciudad de Hasor, que había sido el centro de aquella alianza, y mató a su rey y a todos los que vivían allí. Todo lo destruyeron por completo, y quemaron la ciudad. Y lo mismo hizo con las demás ciudades de aquella alianza: las tomó y mató a sus reyes, y los destruyó por completo, tal como se lo había mandado Moisés, el siervo del Señor. Sin embargo, los israelitas no quemaron ninguna de las ciudades que estaban sobre colinas, sino solamente a Hasor. Mataron a filo de espada a todos los que vivían en aquellas ciudades, sin dejar con vida a ninguno, y tomaron posesión de todos los animales y cosas que había en ellas. El Señor había dado sus órdenes a Moisés, y Moisés se las dio a Josué, quien las cumplió en todo, sin pasar por alto ninguna de ellas. Josué conquistó toda aquella región, es decir, la región montañosa, todo el Négueb, toda la tierra de Gosen, la llanura y el valle del Jordán, y todas las montañas y los llanos de Israel. Desde el monte Halac, que se levanta hacia Seír, hasta Baal-gad, que está en los llanos del Líbano, al pie del monte Hermón, Josué capturó y mató a todos los reyes de la región tras pelear contra ellos durante mucho tiempo. La única ciudad que hizo un pacto con los israelitas fue la de los heveos de Gabaón. Todo lo demás fue tomado a la fuerza, pues el Señor hizo que los enemigos se pusieran tercos y resistieran a los israelitas, para que los israelitas los destruyeran por completo y sin misericordia, tal como el Señor se lo había ordenado a Moisés. También por aquel entonces, Josué conquistó y destruyó por completo todas las ciudades de los anaquitas que vivían en el monte de Hebrón, en Debir, en Anab y en todos los montes de Judá y de Israel, de modo que no quedó ni un solo descendiente del gigante Anac en todo el territorio de Israel. Sólo quedaron descendientes del gigante Anac en Gaza, Gat y Asdod. Así pues, Josué conquistó toda la tierra, de acuerdo con todo lo que el Señor había dicho a Moisés. Luego la repartió entre las tribus de Israel, para que fuera su herencia. Después de esto hubo paz en la región.
JOSUÉ 11:1-23 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Cuando Jabín, rey de Jazor, se enteró de todo lo ocurrido, convocó a Jobab, rey de Madón, y a los reyes de Simrón y de Acsaf. También llamó a los reyes de la región montañosa del norte; a los de la región al sur del lago Quinéret; a los de los valles, y a los de Nafot Dor, al occidente. Llamó además a los cananeos de oriente y occidente, a los amorreos, a los hititas, a los ferezeos, a los jebuseos de las montañas y a los heveos que viven en las laderas del monte Hermón en Mizpa. Todos ellos salieron con sus ejércitos, caballos y carros de guerra. Eran tan numerosos que parecían arena a la orilla del mar. Formaron un solo ejército y acamparon junto a las aguas de Merón para pelear contra Israel. Entonces el SEÑOR le dijo a Josué: «No les tengas miedo, porque mañana, a esta hora, yo le entregaré muerto a Israel todo ese ejército. Vosotros, por vuestra parte, deberéis desjarretar sus caballos e incendiar sus carros de guerra». Así que Josué partió acompañado de sus guerreros y tomó por sorpresa a sus enemigos junto a las aguas de Merón. El SEÑOR los entregó en manos de los israelitas, quienes los atacaron y persiguieron hasta la gran ciudad de Sidón, y hasta Misrefot Mayin y el valle de Mizpa al este, y no quedaron sobrevivientes. Josué cumplió con todo lo que el SEÑOR le había ordenado: desjarretó los caballos del enemigo e incendió sus carros de guerra. Al regreso, Josué conquistó Jazor y mató a filo de espada a su rey, pues Jazor había sido cabecera de todos aquellos reinados. Los israelitas mataron a espada a todo cuanto tenía vida. Arrasaron la ciudad y le prendieron fuego. Josué conquistó todas las ciudades de aquellos reinos junto con sus reyes; a estos mató a filo de espada, destruyéndolos por completo. Así obedeció Josué todo lo que Moisés, siervo del SEÑOR, le había mandado. Las ciudades que estaban sobre los cerros fueron las únicas que los israelitas no quemaron, excepto Jazor. Tomaron como botín de guerra todas las pertenencias del enemigo y su ganado, y mataron a todos los hombres a filo de espada, de modo que ninguno quedó con vida. Así como el SEÑOR había ordenado a su siervo Moisés, también Moisés se lo ordenó a Josué. Y este, por su parte, cumplió al pie de la letra todo lo que el SEÑOR le había ordenado a Moisés. Josué logró conquistar toda aquella tierra: la región montañosa, todo el Néguev, toda la región de Gosén, el valle, el Arabá, la región montañosa de Israel y su valle. También se apoderó de todos los territorios, desde la montaña de Jalac que se eleva hacia Seír, hasta Baal Gad en el valle del Líbano, a las faldas del monte Hermón. Josué capturó a todos los reyes de esa región y los ejecutó, después de combatir con ellos por largo tiempo. Ninguna ciudad hizo trato de ayuda mutua con los israelitas, excepto los heveos de Gabaón. A todas esas ciudades Josué las derrotó en el campo de batalla, porque el SEÑOR endureció el corazón de los enemigos para que entablaran guerra con Israel. Así serían exterminados sin compasión alguna, según el mandato que el SEÑOR le había dado a Moisés. En aquel tiempo, Josué destruyó a los anaquitas del monte Hebrón, de Debir, de Anab y de la región montañosa de Judá e Israel. Habitantes y ciudades fueron arrasados por Josué. Ningún anaquita quedó con vida en la tierra que ocupó el pueblo de Israel. Su presencia se redujo solo a Gaza, Gat y Asdod. Así logró Josué conquistar toda aquella tierra, conforme a la orden que el SEÑOR le había dado a Moisés, y se la entregó como herencia al pueblo de Israel, según la distribución tribal. Por fin, aquella región descansó de las guerras.