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JOSUÉ 22:1-34

JOSUÉ 22:1-34 Reina Valera 2020 (RV2020)

Entonces Josué llamó a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés, y les dijo: —Vosotros habéis cumplido todo lo que Moisés, siervo del Señor, os mandó, y me habéis obedecido en todo lo que os he mandado. No habéis abandonado a vuestros hermanos en este largo tiempo, hasta el día de hoy, sino que habéis tenido cuidado en cumplir los mandamientos del Señor, vuestro Dios. Ahora, pues, que el Señor, vuestro Dios, ha dado reposo a vuestros hermanos, como lo había prometido, volved, regresad a vuestras tiendas, a la tierra de las posesiones que Moisés, siervo del Señor, os dio al otro lado del Jordán. Solamente que con diligencia cuidéis de cumplir el mandamiento y la ley que Moisés, siervo del Señor, os ordenó: que améis al Señor, vuestro Dios, y andéis en todos sus caminos; que cumpláis sus mandamientos, lo sigáis y lo sirváis con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma. Josué los bendijo y los despidió, y ellos se fueron a sus tiendas. A la media tribu de Manasés le había dado Moisés una posesión en Basán; a la otra mitad le dio Josué una heredad entre sus hermanos a este lado del Jordán, al occidente. También a estos los envió Josué a sus tiendas, después de haberlos bendecido, y les dijo: —Volved a vuestras tiendas con grandes riquezas, con mucho ganado, con plata, oro y bronce, y con muchos vestidos; compartid con vuestros hermanos el botín de vuestros enemigos. Así los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés se volvieron, y se separaron de los hijos de Israel en Silo, que está en la tierra de Canaán, para ir a la tierra de Galaad, a la tierra de sus posesiones, en la cual se habían establecido conforme al mandato que el Señor había dado por medio de Moisés. Cuando llegaron a los límites del Jordán que está en la tierra de Canaán, los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés edificaron allí un altar junto al Jordán, un altar de apariencia grandiosa. Los hijos de Israel se enteraron de que los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés habían edificado un altar frente a la tierra de Canaán, en los límites del Jordán, del lado de los hijos de Israel. Cuando los hijos de Israel oyeron esto, se juntó toda la comunidad de los hijos de Israel en Silo, para subir a pelear contra ellos. Pero antes los hijos de Israel enviaron a los hijos de Rubén, a los hijos de Gad y a la media tribu de Manasés, a la tierra de Galaad, a Finees, hijo del sacerdote Eleazar, y a diez jefes con él: un jefe por cada casa paterna de todas las tribus de Israel, cada uno de ellos era jefe de la casa de sus padres entre los millares de Israel. Cuando llegaron donde estaban los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés, en la tierra de Galaad, les dijeron: —Toda la comunidad del Señor dice así: «¿Qué transgresión es esta con que prevaricáis contra el Dios de Israel, volviéndoos hoy de seguir al Señor, edificándoos un altar para ser en este día rebeldes contra el Señor? ¿No ha sido suficiente con la maldad de Peor, de la que aún hoy no estamos limpios, y a causa de la cual hubo tantas muertes en la comunidad del Señor, para que vosotros os volváis hoy de seguir al Señor? Vosotros os rebeláis hoy contra el Señor, y mañana se encenderá su ira contra toda la comunidad de Israel. Si os parece que la tierra que os pertenece es inmunda, pasaos a la tierra que pertenece al Señor, en la cual está el tabernáculo del Señor, y habitad entre nosotros, pero no os rebeléis contra el Señor, ni os rebeléis contra nosotros, al edificaros un altar además del altar del Señor, nuestro Dios. ¿No cometió Acán hijo de Zera prevaricación al tomar de lo consagrado al exterminio, y la ira cayó sobre toda la comunidad de Israel? Aquel hombre no fue el único que pereció por su pecado». Entonces los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés respondieron a los cabezas de los millares de Israel: —El Señor, Dios de los dioses, el Señor, Dios de los dioses, él sabe y que también lo sepa Israel: si fue por rebelión o por prevaricación contra el Señor, que hoy no nos salve. Si nos hemos edificado altar para apartarnos del Señor, o para presentar holocaustos u ofrendas, o para hacer sobre él ofrendas de paz, el mismo Señor nos lo demande. Lo hicimos más bien por temor de que mañana vuestros hijos digan a los nuestros: «¿Qué tenéis vosotros que ver con el Señor, el Dios de Israel? El Señor ha puesto por lindero el Jordán entre nosotros y vosotros, hijos de Rubén e hijos de Gad. ¡No tenéis vosotros parte con el Señor!». Y así vuestros hijos harían que los nuestros dejaran de honrar al Señor. Por esto nos dijimos: Edifiquemos ahora un altar, no para holocaustos ni para sacrificios, sino para que sea un testimonio entre nosotros y vosotros y entre los que vendrán después de nosotros, de que podemos hacer el servicio del Señor delante de él con nuestros holocaustos, nuestros sacrificios y nuestras ofrendas de paz; para que no digan mañana vuestros hijos a los nuestros: «Vosotros no tenéis parte con el Señor». Nosotros, pues, nos dijimos: Si acontece que en lo por venir nos dicen tal cosa a nosotros o a nuestros descendientes, entonces responderemos: «Mirad la forma del altar del Señor, el cual construyeron nuestros padres, no para holocaustos o sacrificios, sino como un testimonio entre nosotros y vosotros». Nunca acontezca que nos rebelemos contra el Señor o que nos apartemos hoy de seguir al Señor y edifiquemos un altar para holocaustos, ofrendas o sacrificios, aparte del altar del Señor, nuestro Dios, que está delante de su tabernáculo. Cuando Finees, el sacerdote, los jefes de la comunidad y los jefes de los millares de Israel que con él estaban, oyeron las palabras pronunciadas por los hijos de Rubén, los hijos de Gad y los hijos de Manasés, les pareció bien todo ello. Y dijo Finees, hijo del sacerdote Eleazar, a los hijos de Rubén, a los hijos de Gad y a los hijos de Manasés: —Hoy hemos entendido que el Señor está entre nosotros, pues no habéis intentado esta traición contra el Señor. Así habéis librado a los hijos de Israel de la mano del Señor. Luego Finees, hijo del sacerdote Eleazar, y los jefes, dejaron a los hijos de Rubén y a los hijos de Gad, regresaron de la tierra de Galaad a la tierra de Canaán, a los hijos de Israel, y les dieron la respuesta. El asunto pareció bien a los hijos de Israel y bendijeron a su Dios. No hablaron más de hacerles la guerra y destruir la tierra en que habitaban los hijos de Rubén y los hijos de Gad. Los hijos de Rubén y los hijos de Gad pusieron al altar el nombre de Ed, porque dijeron: «Testimonio es entre nosotros de que el Señor es Dios».

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JOSUÉ 22:1-34 La Palabra (versión española) (BLP)

Josué convocó a las tribus de Rubén y de Gad y a la media tribu de Manasés, y les dijo: —Habéis cumplido todo lo que os mandó Moisés, siervo del Señor, y me habéis obedecido en todo lo que os he mandado. No habéis abandonado a vuestros hermanos en ningún momento durante todo este largo tiempo; habéis cumplido así lo que el Señor, vuestro Dios, os mandó. Ahora que el Señor vuestro Dios ha dado a vuestros hermanos el descanso que les había prometido, podéis regresar a vuestras tiendas, a la tierra que Moisés, siervo del Señor, os dio en propiedad al otro lado del Jordán. Únicamente poned cuidado en cumplir los mandamientos y la ley que os dio Moisés, siervo del Señor, amando al Señor, vuestro Dios, siguiendo todos sus caminos, guardando sus mandamientos, permaneciendo unidos a él y sirviéndole con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma. Josué los bendijo y los despidió, y ellos se fueron a sus tiendas. Moisés había dado a media tribu de Manasés la parte de heredad que le correspondía en la región de Basán; a la otra media se la dio Josué entre sus hermanos, en la Cisjordania. Al mandarlos a sus tiendas, Josué les dio la bendición y les dijo: —Regresáis a vuestras tiendas con grandes riquezas, con rebaños numerosos, con plata, oro, bronce, hierro y muchos vestidos; debéis, pues, repartir con vuestros hermanos el botín arrebatado a vuestros enemigos. Los rubenitas y los gaditas, con la media tribu de Manasés, regresaron a su territorio, dejando a sus hermanos israelitas en Siló, en el país de Canaán; regresaron al país de Galaad, tierra de su propiedad, en la que se habían establecido siguiendo el mandato del Señor dado por medio de Moisés. Cuando llegaron al círculo de piedras que está junto al Jordán, todavía en el país de Canaán, los rubenitas y los gaditas y la media tribu de Manasés levantaron un altar a orillas del Jordán, un altar monumental. Al enterarse los israelitas de que los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés habían erigido un altar frente al país de Canaán y junto al círculo de piedras que está a orillas del Jordán, en territorio israelita, toda la comunidad se reunió en Siló para hacerles la guerra. Al efecto, los israelitas enviaron al país de Galaad, donde estaban los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, al sacerdote Finés, hijo de Eleazar, y con él enviaron a diez notables, uno por cada tribu israelita, todos ellos cabezas de familia en los clanes de Israel. Cuando se presentaron ante los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, en el país de Galaad, les hablaron así: —Esto dice toda la comunidad del Señor: «¿Qué prevaricación es esa que habéis cometido hoy contra el Dios de Israel, apartándoos del Señor y rebelándoos contra él al construiros un altar? ¿No nos bastaba con el crimen de Peor del que aún estamos sin purificarnos del todo, a pesar de la plaga que sobrevino a la comunidad del Señor? Si vosotros os apartáis hoy del Señor y os rebeláis contra él, mañana se encenderá su ira contra toda la comunidad de Israel. Si os parece impura vuestra heredad, venid al territorio que constituye sin lugar a dudas la heredad del Señor, donde él ha establecido su morada, y adquirid una heredad en medio de nosotros. Pero no os rebeléis contra el Señor, ni nos hagáis cómplices de vuestra rebeldía al construiros un altar distinto del altar del Señor nuestro Dios. ¿No violó Acán, hijo de Zéraj, la ley de lo consagrado al exterminio y la cólera divina se desató contra toda la comunidad de Israel, a pesar de que solo él había pecado? ¿Y no murió él también por su crimen?». Los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés respondieron a los jefes de los clanes de Israel: —El Dios de los dioses, el Señor, lo sabe bien, y debe saberlo también Israel. Si nos hemos rebelado contra el Señor o le hemos sido infieles, que no nos perdone hoy. Y si hemos erigido un altar para apartarnos del Señor, ofreciendo en él holocaustos, oblaciones o sacrificios de comunión, que el Señor nos pida cuentas. Pero no ha sido así. Lo hemos hecho preocupados por si el día de mañana vuestros descendientes podrían decir a los nuestros: «¿Qué tenéis que ver vosotros con el Señor, el Dios de Israel? Entre nosotros y vosotros —rubenitas y gaditas— el Señor ha puesto la frontera del Jordán. No tenéis parte con el Señor». De esta manera, vuestros descendientes harían que los nuestros dejaran de respetar al Señor. Así las cosas, nos hemos dicho: Construyamos un altar, pero no para holocaustos, ni sacrificios, sino como testimonio, tanto entre nosotros y vosotros como entre los que nos sucedan, de que rendimos culto al Señor con los holocaustos y sacrificios de comunión que ofrecemos en su presencia. Así el día de mañana vuestros descendientes no podrán decir a los nuestros: «No tenéis parte con el Señor». Hemos pensado que si el día de mañana alguien se dirigiera a nosotros o a nuestros descendientes con estas palabras, les podremos responder: «Observad la forma del altar del Señor que hicieron nuestros antepasados, que no es como para ofrecer holocaustos ni sacrificios, sino para que sirva de testigo entre vosotros y nosotros». Lejos de nosotros rebelarnos hoy contra el Señor y apartarnos de su servicio, erigiendo —con el fin de ofrecer en él holocaustos, oblaciones o sacrificios— un altar distinto del altar que el Señor, nuestro Dios, ha erigido delante de su morada. Cuando el sacerdote Finés, los jefes de la comunidad y los notables de los clanes israelitas que lo acompañaban, oyeron la explicación ofrecida por los rubenitas, los gaditas y los de la media tribu de Manasés, se dieron por satisfechos. Y el sacerdote Finés, hijo de Eleazar, dijo a rubenitas, gaditas y manasitas: —Ahora reconocemos que el Señor está en medio de nosotros, pues no le habéis sido infieles y así habéis librado a los israelitas de ser castigados por el Señor. El sacerdote Finés, hijo de Eleazar, y los jefes de la comunidad, se despidieron de los rubenitas y de los gaditas, regresando del país de Galaad al de Canaán e informando a los israelitas de lo ocurrido. El informe dejó satisfechos a los israelitas que dieron gracias a Dios y no hablaron más de atacar y devastar el territorio habitado por los rubenitas y los gaditas. Estos, a su vez, llamaron al altar «Testigo», porque se dijeron: «Será testigo entre nosotros de que el Señor es Dios».

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JOSUÉ 22:1-34 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Entonces Josué llamó a las tribus de Rubén y de Gad y a la media tribu de Manasés, y les dijo: “Vosotros habéis cumplido todo lo que os ordenó Moisés, el siervo del Señor, y habéis obedecido todas mis órdenes. Hasta el día de hoy, y durante todo este tiempo, no habéis abandonado a vuestros hermanos, y habéis cumplido fielmente los mandamientos de vuestro Señor y Dios. Ahora que él ha cumplido su promesa y que vuestros hermanos tienen paz, volved a vuestras tiendas de campaña y a las tierras que Moisés, el siervo del Señor, os dio al este del río Jordán. Lo único que os pido es que cumpláis fielmente el mandamiento y la ley que os dio Moisés, el siervo del Señor; es decir, que améis al Señor y Dios vuestro, que andéis siempre en sus caminos y obedezcáis sus mandatos, y que le sigáis y le sirváis con todo el corazón y con toda el alma.” Después de esto, Josué los bendijo y los despidió, y ellos se fueron a sus tiendas. A una mitad de la tribu de Manasés, Moisés le había dado tierras en la región de Basán. A la otra mitad de la tribu de Manasés, Josué le dio tierras entre los israelitas al oeste del Jordán, y a los primeros los bendijo y los mandó de regreso. Y les dijo: “Vosotros volvéis ahora a vuestras tierras con grandes riquezas y muchos animales, con oro, plata, bronce y hierro, y con mucha ropa. Compartid con vuestros hermanos esto que habéis quitado al enemigo.” Así fue como las tribus de Rubén y de Gad y la media tribu de Manasés se separaron del resto de los israelitas en Siló, en la región de Canaán, para regresar a sus posesiones en la región de Galaad, donde tenían tierras según el Señor lo había ordenado por medio de Moisés. Cuando las tribus de Rubén y de Gad y la media tribu de Manasés llegaron al río Jordán, todavía en territorio cananeo, levantaron junto al río un gran altar. A los otros israelitas les llegó la noticia de que las tribus de Rubén y de Gad y la media tribu de Manasés habían construido un altar en la frontera de Canaán, junto al Jordán, en territorio israelita; y en cuanto los israelitas lo supieron, se reunieron en Siló para ir a pelear contra ellos. Mandaron antes a Finees, hijo del sacerdote Eleazar, para que fuera a Galaad, donde estaban las tribus de Rubén y de Gad y la media tribu de Manasés. Con él iban diez principales jefes israelitas, cada uno de los cuales representaba a su clan y a su tribu. Todos ellos fueron a Galaad, donde estaban las tribus de Rubén y de Gad y la media tribu de Manasés, y les dijeron: –Nosotros hablamos en el nombre del pueblo del Señor. ¿Qué traición es esta que habéis cometido contra el Dios de Israel? ¿Por qué le habéis abandonado y os habéis construido un altar en rebeldía contra el Señor? ¿Acaso no ha sido bastante el pecado de Peor, con el que todavía estamos manchados y por el que murieron tantos del pueblo del Señor? ¿No os basta con eso, para que ahora también os apartéis vosotros del Señor? Si hoy os rebeláis contra el Señor, mañana él se enojará con todo el pueblo israelita. Si os parece que este territorio que os ha tocado es impuro, venid a la tierra del Señor, donde está el santuario del Señor. Tomad un territorio entre nosotros, pero no os rebeléis contra el Señor ni contra nosotros construyendo otro altar además del altar del Señor nuestro Dios. Recordad que Acán, el hijo de Zérah, pecó por tomar de lo que estaba consagrado a la destrucción, y que por su culpa el Señor se enojó con toda la comunidad de Israel. ¡Y Acán no fue el único que murió a causa de su pecado! Entonces los de Rubén y de Gad y los de la media tribu de Manasés contestaron a los jefes israelitas: –El Señor y Dios de todos los dioses sabe que no hicimos este altar por rebeldía o para apartarnos de él. Él lo sabe y os lo hace saber a todos vosotros; si fue por estas razones, ¡no nos perdones la vida! Si construimos este altar para apartarnos del Señor, o para presentar holocaustos, ofrendas de cereales o sacrificios de reconciliación, que el mismo Señor nos pida cuentas. La verdad es que lo hicimos porque no queremos que algún día vuestros hijos digan a los nuestros: ‘¿Qué tenéis que ver vosotros con el Señor y Dios de Israel? El Señor ha puesto el Jordán para separarnos de vosotros, los de las tribus de Rubén y de Gad. Vosotros no tenéis nada que ver con el Señor.’ Así vuestros hijos harían que los nuestros dejaran de sentir reverencia por el Señor. Por eso pensamos construir un altar, no para ofrecer holocaustos al Señor ni presentar otros sacrificios, sino para que sea un testimonio entre vosotros y nosotros, y entre nuestros descendientes, de que nosotros podemos servir al Señor y presentarnos ante él con nuestros holocaustos y con nuestros sacrificios por el pecado y de reconciliación. Así vuestros descendientes no podrán decir a los nuestros: ‘Vosotros no tenéis nada que ver con el Señor.’ Pensamos que si alguien nos dice eso a nosotros o a nuestros descendientes, podremos responder: ‘¡Mirad!, nuestros antepasados construyeron este altar del Señor, no para ofrecer holocaustos ni sacrificios, sino para que sirva de testimonio entre vosotros y nosotros.’ Dios nos libre de rebelarnos contra él, o de abandonarle, construyendo otro altar para ofrecer holocaustos u ofrendas de cereales, o para otros sacrificios, aparte del altar del Señor nuestro Dios que está delante de su santuario. Cuando el sacerdote Finees, los jefes de la comunidad y los jefes de clanes que le acompañaban oyeron lo que decían los de Rubén y de Gad y los de la media tribu de Manasés, les pareció bien. Entonces Finees, el hijo del sacerdote Eleazar, les dijo: –Ahora estamos seguros de que el Señor está con nosotros, pues vosotros no tratasteis de rebelaros contra él, y así nos habéis salvado del castigo del Señor. Después de esto, Finees y los que le acompañaban se despidieron de ellos y regresaron de la región de Galaad a la de Canaán, donde estaban los israelitas. Cuando contaron a los que estaban en Canaán lo que habían contestado los de las otras tribus, la respuesta les pareció bien, y alabaron a Dios. Desde entonces no hablaron más de atacar a las tribus de Rubén y de Gad, ni de destruir sus tierras. Los descendientes de Rubén y de Gad pusieron al altar el nombre de “Testimonio”, diciendo: “Este altar será un testimonio entre nosotros de que el Señor es Dios.”

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JOSUÉ 22:1-34 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Luego Josué convocó a las tribus de Rubén y Gad, y a la media tribu de Manasés, y les dijo: «Vosotros habéis cumplido todas las órdenes que os dio Moisés, siervo del SEÑOR. Además, me habéis obedecido en cada mandato que os he dado. Durante todo el tiempo que ha pasado, hasta este mismo día, no habéis abandonado a vuestros hermanos los israelitas. Más bien, habéis cumplido todos los mandatos del SEÑOR. Y ahora que el SEÑOR vuestro Dios ha cumplido lo que prometió y les ha dado descanso a vuestros hermanos, regresad a vuestros hogares y a vuestras tierras que Moisés, siervo del SEÑOR, os entregó al lado oriental del río Jordán. Y esforzaos por cumplir fielmente el mandamiento y la ley que os ordenó Moisés, siervo del SEÑOR: amad al SEÑOR vuestro Dios, conducíos de acuerdo con su voluntad, obedeced sus mandamientos, manteneos unidos firmemente a él y servidle de todo corazón y con todo vuestro ser». Dicho esto, Josué les dio su bendición y los envió a sus hogares. A la mitad de la tribu de Manasés, Moisés ya le había entregado el territorio de Basán; a la otra mitad, Josué le entregó el territorio que está en el lado occidental del río Jordán, donde se estableció la mayoría de los israelitas. A los primeros, Josué los envió a sus hogares, junto con las tribus de Rubén y Gad, y los bendijo así: «Regresad a vuestros hogares repletos de bienes: oro, plata, bronce, hierro, gran cantidad de ropa y mucho ganado. Compartid con vuestros hermanos lo que le habéis arrebatado al enemigo». Entonces los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés salieron de Siló en Canaán, donde estaban congregados todos los israelitas, y regresaron a Galaad, el territorio que habían adquirido según el mandato que el SEÑOR había dado por medio de Moisés. Cuando llegaron a Guelilot, a orillas del río Jordán, todavía en territorio cananeo, las dos tribus y media construyeron un enorme altar. Los demás israelitas se enteraron de que los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés habían construido aquel altar a orillas del Jordán, en pleno territorio israelita. Entonces toda la asamblea se reunió en Siló con la intención de combatir contra las dos tribus y media. Por tanto, los israelitas enviaron a Finés hijo del sacerdote Eleazar a la región de Galaad para hablar con esas tribus. Con él iban diez representantes de cada una de las tribus de Israel, jefes de clanes y tribus. Al llegar a Galaad, les dijeron a los de las dos tribus y media: ―Toda la asamblea del SEÑOR quisiera saber por qué os habéis rebelado contra el Dios de Israel como lo habéis hecho. ¿Por qué le habéis dado la espalda al SEÑOR y os habéis rebelado contra él, construyéndoos un altar? ¿Acaso no hemos aprendido ninguna lección del pecado de Peor, del cual todavía no nos hemos purificado? ¿Nada nos ha enseñado la muerte de tantos miembros del pueblo del SEÑOR? ¿Por qué insistís en darle la espalda al SEÑOR? ¡Si hoy os rebeláis contra él, mañana su ira se descargará sobre todo Israel! Si la tierra que vosotros poseéis es impura, cruzad a esta tierra que le pertenece al SEÑOR, y en la cual se encuentra su santuario. ¡Venid, habitad entre nosotros! Pero, por favor, no os rebeléis contra él ni contra nosotros, erigiendo otro altar además del altar del SEÑOR nuestro Dios. ¿No es verdad que cuando Acán hijo de Zera pecó al hurtar de lo que estaba destinado a la destrucción, la ira de Dios se descargó sobre toda la comunidad de Israel? Recordad que Acán no fue el único que murió por su pecado. Los de las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés respondieron a los líderes israelitas: ―¡El SEÑOR, Dios de dioses, sí, el SEÑOR, Dios de dioses, sabe bien que no hicimos esto por rebeldía o por infidelidad! Y que todo Israel también lo sepa. Si no es así, que no se nos perdone la vida. ¡Que el SEÑOR mismo nos llame a cuentas si hemos construido nuestro propio altar para abandonarlo a él o para ofrecer alguno de los sacrificios ordenados por Moisés! En realidad lo construimos pensando en el futuro. Tememos que algún día vuestros descendientes les digan a los nuestros: “¡El SEÑOR, Dios de Israel, no tiene nada que ver con vosotros, descendientes de Rubén y de Gad! Entre vosotros y nosotros el SEÑOR ha puesto el río Jordán como barrera. ¡Vosotros no tenéis nada que ver con el SEÑOR!” Si esto sucediera, vuestros descendientes serían culpables de que los nuestros dejen de adorar al SEÑOR. »Por eso decidimos construir este altar, no como altar de holocaustos y sacrificios, sino como testimonio entre vosotros y nosotros y entre las generaciones futuras de que también nosotros podemos servir al SEÑOR y ofrecerle los distintos sacrificios en su santuario. Así, en el futuro, vuestros descendientes nunca podrán decirles a los nuestros: “Vosotros no tenéis nada que ver con el SEÑOR”. Por tanto, convenimos que, si algún día nos dijeran eso a nosotros o a nuestros descendientes, nosotros les contestaríamos: “Mirad la réplica del altar del SEÑOR que nuestros antepasados construyeron, no para hacer sacrificios en él, sino como testimonio entre vosotros y nosotros”. En fin, no tenemos intención alguna de rebelarnos contra el SEÑOR o de abandonarlo construyendo otro altar para holocaustos, ofrendas o sacrificios, además del que está construido a la entrada de su santuario». Cuando escucharon lo que los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés tenían que decir, Finés el sacerdote y los jefes de clanes y de la comunidad quedaron satisfechos. Entonces Finés hijo de Eleazar les dijo a los de esas tribus: ―Ahora estamos seguros de que el SEÑOR está en medio de nosotros, pues vosotros no pretendíais ser infieles al SEÑOR; así que nos habéis salvado del castigo divino. Luego Finés, hijo del sacerdote Eleazar, y los jefes de la nación se despidieron de los gaditas y rubenitas, y abandonaron Galaad para regresar a la tierra de Canaán con el fin de rendir su informe al resto de los israelitas. Estos recibieron el informe con agrado y alabaron a Dios, y no hablaron más de pelear con las tribus orientales ni de destruir sus tierras. Y los rubenitas y los gaditas le dieron al altar el nombre de «Testimonio», porque dijeron: «Entre nosotros servirá de testimonio de que el SEÑOR es Dios».

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