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JOSUÉ 24:1-28

JOSUÉ 24:1-28 Reina Valera 2020 (RV2020)

Josué reunió a todas las tribus de Israel en Siquem, y llamó a los ancianos de Israel, a sus jefes, sus jueces y sus oficiales. Todos se presentaron delante de Dios. Josué dijo a todo el pueblo: —Así dice el Señor, el Dios de Israel: Vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es, Taré, padre de Abrahán y de Nacor, y servían a dioses extraños. Yo tomé a vuestro padre Abrahán del otro lado del río y lo traje por toda la tierra de Canaán, aumenté su descendencia y le di a Isaac. A Isaac le di a Jacob y a Esaú. A Esaú le di en posesión los montes de Seír, pero Jacob y sus hijos descendieron a Egipto. Entonces yo envié a Moisés y a Aarón, y castigué a Egipto con lo que hice en medio de él, y después os saqué. Saqué a vuestros padres de Egipto, y llegaron al mar; los egipcios siguieron a vuestros padres hasta el mar Rojo con carros y caballería. Cuando ellos clamaron al Señor, él interpuso una gran oscuridad entre vosotros y los egipcios, e hizo volver sobre ellos el mar, el cual los cubrió. Vuestros ojos vieron lo que hice en Egipto. Después estuvisteis muchos días en el desierto. Yo os introduje en la tierra de los amorreos, que habitaban al otro lado del Jordán, ellos pelearon contra vosotros, pero yo los entregué en vuestras manos; ocupasteis su tierra, porque yo los exterminé de delante de vosotros. Después se levantó Balac hijo de Zipor, rey de los moabitas, a pelear contra Israel, y mandó llamar a Balaam hijo de Beor para que os maldijera. Pero yo no quise escuchar a Balaam, por lo cual os bendijo repetidamente, y os libré de sus manos. Pasasteis el Jordán y llegasteis a Jericó, pero los habitantes de Jericó pelearon contra vosotros: los amorreos, ferezeos, cananeos, heteos, gergeseos, heveos y jebuseos, y yo los entregué en vuestras manos. Envié delante de vosotros tábanos, los cuales echaron a los dos reyes amorreos antes de llegar vosotros; no fue con tu espada ni con tu arco. Os di la tierra por la cual no trabajasteis y las ciudades que no edificasteis, y en las que ahora habitáis; y coméis de las viñas y olivares que no plantasteis. Ahora, pues, honrad al Señor y servidlo con integridad y verdad; quitad de en medio de vosotros los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del río y en Egipto, y servid al Señor. Si mal os parece servir al Señor, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos al Señor. Entonces el pueblo respondió: —Nunca tal acontezca, que dejemos al Señor para servir a otros dioses, porque el Señor, nuestro Dios, es el que nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre; el que ha hecho estas grandes señales, y nos ha protegido durante todo el camino por donde hemos andado, y en todos los pueblos por los que pasamos. Además, el Señor echó de delante de nosotros a todos los pueblos, y al amorreo que habitaba en la tierra. Nosotros, pues, también serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios. Entonces Josué dijo al pueblo: —No podréis servir al Señor, porque él es un Dios santo y un Dios celoso que no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados. Si dejáis al Señor y servís a dioses ajenos, él se volverá contra vosotros, os hará el mal y os destruirá, después que os ha hecho tanto bien. El pueblo entonces dijo a Josué: —No, sino que al Señor serviremos. Josué respondió al pueblo: —Vosotros sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido al Señor para servirlo. —Testigos somos —respondieron ellos. —Quitad, pues, ahora los dioses ajenos que están entre vosotros, e inclinad vuestro corazón al Señor, Dios de Israel. El pueblo respondió a Josué: —Al Señor, nuestro Dios, serviremos y a su voz obedeceremos. Entonces Josué hizo un pacto con el pueblo aquel mismo día, y les dio estatutos y leyes en Siquem. Josué escribió estas palabras en el libro de la ley de Dios, tomó una gran piedra y la plantó allí debajo de la encina que estaba junto al santuario del Señor. Y dijo Josué a todo el pueblo: —Esta piedra nos servirá de testigo, porque ella ha oído todas las palabras que el Señor nos ha hablado; será, pues, testigo contra vosotros, para que no mintáis contra vuestro Dios. Después despidió Josué al pueblo, y cada uno volvió a su posesión.

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JOSUÉ 24:1-28 La Palabra (versión española) (BLP)

Josué reunió en Siquén a todas las tribus de Israel, convocando a los ancianos de Israel, a sus jefes, jueces y funcionarios. Una vez que se presentaron ante Dios, Josué dijo a todo el pueblo: —Esto dice el Señor, Dios de Israel: Vuestros antepasados, en particular Téraj, padre de Abrahán y de Najor, habitaban antaño al otro lado del Río y rendían culto a otros dioses. Yo tomé a vuestro padre Abrahán del otro lado del Río, le hice recorrer toda la tierra de Canaán y multipliqué su descendencia dándole a Isaac. A Isaac le di dos hijos: Jacob y Esaú. A Esaú le di en posesión la montaña de Seír. Jacob y sus hijos bajaron a Egipto. Envié después a Moisés y Aarón y castigué a los egipcios obrando prodigios en medio de ellos. Luego os saqué de allí. Saqué de Egipto a vuestros padres y llegasteis hasta el mar. Los egipcios persiguieron a vuestros padres con sus carros y caballos hasta el mar de las Cañas. Clamaron entonces al Señor que interpuso una oscura nube entre vosotros y los egipcios, al tiempo que el mar se abalanzaba sobre ellos y los anegó. Habéis visto con vuestros propios ojos lo que hice con Egipto. Después habitasteis largo tiempo en el desierto. Os introduje luego en el país de los amorreos, que habitaban al otro lado del Jordán; ellos os declararon la guerra, pero yo los entregué en vuestras manos; los exterminé al llegar vosotros y así fue como pudisteis ocupar su territorio. Balac, hijo de Zipor, que era a la sazón rey de Moab, se propuso pelear contra Israel. Al efecto mandó llamar a Balaán, hijo de Beor, para que os maldijera. Pero como yo no quise escuchar a Balaán, no tuvo más remedio que bendeciros. De esta manera yo os libré de las manos de Balac. Pasasteis después el Jordán y llegasteis a Jericó. Los jefes de Jericó os hicieron la guerra; y lo mismo hicieron los amorreos, los fereceos, los cananeos, los hititas, los guirgaseos, los jeveos y los jebuseos, pero yo os los entregué. Mandé delante de vosotros avispas que, al llegar vosotros, pusieron en fuga a los dos reyes amorreos; es algo que no debes a tu espada ni a tu arco. Os he dado una tierra que no habéis ganado con vuestro sudor, unas ciudades que no habéis edificado y en las que, sin embargo, habitáis; viñedos y olivares que no habéis plantado y de cuyos frutos os alimentáis. Ahora, pues, respetad al Señor y servidle con todo esmero y lealtad; quitad de en medio los dioses a los que dieron culto vuestros antepasados en Mesopotamia y en Egipto y rendid culto al Señor. Pero, si os parece duro rendir culto al Señor, elegid hoy a quién queréis rendir culto, si a los dioses a quienes adoraron vuestros antepasados en Mesopotamia o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis ahora. Yo y mi casa rendiremos culto al Señor. El pueblo respondió: —Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses, pues ha sido el Señor, nuestro Dios, el que nos sacó, a nosotros y a nuestros padres, del país de Egipto, de la casa de la esclavitud, y el que ante nuestros ojos obró tan grandes prodigios y nos protegió a lo largo de todo el camino que recorrimos, poniéndonos a salvo de todas las naciones por las que pasamos. Además el Señor expulsó ante nosotros a todos esos pueblos y a los amorreos que habitaban en el país. Por tanto, también nosotros rendiremos culto al Señor, porque él es nuestro Dios. Entonces Josué dijo al pueblo: —No sé si seréis capaces de rendir culto al Señor, pues es un Dios santo, un Dios celoso, que no perdonará vuestras rebeldías ni vuestros pecados. Si abandonáis al Señor para rendir culto a dioses extranjeros, él a su vez, después de haberos hecho tanto bien, os acarreará el mal y acabará con vosotros. El pueblo respondió a Josué: —Nosotros rendiremos culto al Señor. Josué dijo al pueblo: —Testigos sois contra vosotros mismos de que habéis elegido al Señor para servirlo. Ellos respondieron: —¡Somos testigos! —Entonces —concluyó Josué—, quitad de en medio los dioses extranjeros y prometed fidelidad al Señor, Dios de Israel. El pueblo respondió a Josué: —Rendiremos culto al Señor, nuestro Dios, y le obedeceremos. Aquel día, selló Josué una alianza con el pueblo, dándole preceptos y normas en Siquén. Josué escribió estas palabras en el libro de la Ley de Dios. Acto seguido, tomó una gran piedra y la erigió allí, al pie de la encina que hay en el santuario del Señor. Y dijo Josué a todo el pueblo: —Mirad, esta piedra será testigo contra nosotros, pues ha oído todas las palabras que el Señor nos ha dicho; será también testigo contra vosotros para que no reneguéis de vuestro Dios. Y Josué despidió al pueblo, regresando cada uno a su heredad.

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JOSUÉ 24:1-28 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Josué reunió a todas las tribus de Israel en Siquén. Allí convocó a todos los jefes, líderes, jueces y oficiales del pueblo. Todos se reunieron en presencia de Dios. Josué se dirigió a todo el pueblo, y le exhortó: ―Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: “Hace mucho tiempo, vuestros antepasados, Téraj y sus hijos Abraham y Najor, vivían al otro lado del río Éufrates, y adoraban a otros dioses. Pero yo tomé de ese lugar a vuestro antepasado Abraham, lo conduje por toda la tierra de Canaán y le di una descendencia numerosa. Primero le di un hijo, Isaac; y a Isaac le di dos hijos, Jacob y Esaú. A Esaú le entregué la serranía de Seír, en tanto que Jacob y sus hijos descendieron a Egipto. »”Tiempo después, envié a Moisés y Aarón, y herí con plagas a Egipto hasta que os saqué a vosotros de allí. Cuando saqué de ese país a vuestros antepasados, vosotros llegasteis al Mar Rojo y los egipcios os persiguieron con sus carros de guerra y su caballería. Vuestros antepasados clamaron al SEÑOR, y él interpuso oscuridad entre ellos y los egipcios. El SEÑOR hizo que el mar cayera sobre estos y los cubriera. Vosotros fuisteis testigos de lo que les hice a los egipcios. Después de esto, vuestros antepasados vivieron en el desierto durante mucho tiempo. A vosotros os traje a la tierra de los amorreos, los que vivían al este del río Jordán. Cuando ellos os hicieron la guerra, yo los entregué en vuestras manos; vosotros fuisteis testigos de cómo los destruí para que poseyerais su tierra. Y, cuando Balac, hijo de Zipor y rey de Moab, se dispuso a presentaros combate, él envió al profeta Balán hijo de Beor para que os maldijera. Pero yo no quise escuchar a Balán, por lo cual él os bendijo una y otra vez, y así os salvé de su poder. Finalmente, cruzasteis el río Jordán y llegasteis a Jericó, cuyos habitantes pelearon contra vosotros. Lo mismo hicieron los amorreos, ferezeos, cananeos, hititas, gergeseos, heveos y jebuseos. Pero yo los entregué en vuestras manos. No fuisteis vosotros quienes, con vuestras espadas y arcos, derrotasteis a los dos reyes amorreos; fui yo quien por causa vuestra envié tábanos, para que expulsaran de la tierra a vuestros enemigos. A vosotros os entregué una tierra que no trabajasteis y ciudades que no construisteis. Vivisteis en ellas y os alimentasteis de viñedos y olivares que no plantasteis”. »Por lo tanto, ahora vosotros entregaos al SEÑOR y servidle fielmente. Deshaceos de los dioses que vuestros antepasados adoraron al otro lado del río Éufrates y en Egipto, y servid solo al SEÑOR. Pero, si os parece mal servir al SEÑOR, elegid vosotros mismos a quiénes vais a servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al otro lado del río Éufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ahora habitáis. Por mi parte, mi familia y yo serviremos al SEÑOR». El pueblo respondió: ―¡Eso no pasará jamás! ¡Nosotros no abandonaremos al SEÑOR por servir a otros dioses! El SEÑOR nuestro Dios es quien nos sacó a nosotros y a nuestros antepasados del país de Egipto, aquella tierra de servidumbre. Él fue quien hizo aquellas grandes señales ante nuestros ojos. Nos protegió durante todo nuestro peregrinaje por el desierto y cuando pasamos entre tantas naciones. El SEÑOR expulsó a todas las que vivían en este país, incluso a los amorreos. Por esa razón, nosotros también serviremos al SEÑOR, porque él es nuestro Dios. Entonces Josué les dijo: ―Vosotros sois incapaces de servir al SEÑOR, porque él es Dios santo y Dios celoso. No os tolerará vuestras rebeliones y pecados. Si lo abandonáis y servís a dioses ajenos, él se os echará encima y os traerá desastre; os destruirá completamente, a pesar de haber sido bueno con vosotros. Pero el pueblo insistió: ―¡Eso no pasará jamás! Nosotros solo serviremos al SEÑOR. Y Josué les dijo una vez más: ―Vosotros sois testigos contra vosotros mismos de que habéis decidido servir al SEÑOR. ―Sí, sí lo somos —respondió toda la asamblea. Josué replicó: ―Deshaceos de los dioses ajenos que todavía conserváis. ¡Volveos de todo corazón al SEÑOR, Dios de Israel! El pueblo respondió: ―Solo al SEÑOR nuestro Dios serviremos, y solo a él obedeceremos. Aquel mismo día, Josué renovó el pacto con el pueblo de Israel. Allí mismo, en Siquén, les dio preceptos y normas, y los registró en el libro de la ley de Dios. Luego tomó una enorme piedra y la colocó bajo la encina que está cerca del santuario del SEÑOR. Entonces le dijo a todo el pueblo: ―Esta piedra servirá de testigo contra vosotros. Ella ha escuchado todas las palabras que el SEÑOR nos ha dicho hoy. Testificará contra vosotros en caso de que digáis falsedades contra vuestro Dios. Después de todo esto, Josué envió a todo el pueblo a sus respectivas propiedades.

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JOSUÉ 24:1-28 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Josué reunió en Siquem a todas las tribus de Israel. Llamó a los ancianos, jefes, jueces y oficiales y, en presencia del Señor, dijo a todo el pueblo: –Esto dice el Señor y Dios de Israel: ‘Antiguamente, Thérah y sus hijos Abraham y Nahor, vuestros antepasados, vivían a orillas del río Éufrates y adoraban a otros dioses. De las orillas del Éufrates tomé a Abraham, y le hice andar por toda la región de Canaán. Le hice crecer en número, dándole primero a su hijo Isaac; y a Isaac le di dos hijos, Jacob y Esaú. A Esaú le di la región montañosa de Seír, pero Jacob y sus hijos se fueron a Egipto. Entonces envié a Moisés y Aarón, y herí de muerte a los egipcios, hasta que os saqué de allí. Cuando vuestros antepasados salieron de Egipto, los egipcios los persiguieron con carros de guerra y caballos hasta el mar Rojo. Ellos me llamaron, y yo puse una gran oscuridad entre ellos y los egipcios, e hice que el mar cayera sobre los egipcios y los cubriera. Vosotros fuisteis testigos de lo que hice en Egipto. ‘Después pasasteis mucho tiempo en el desierto, hasta que os traje a la tierra de los amorreos, en el lado oriental del Jordán. Ellos pelearon contra vosotros, pero yo los hice caer en vuestras manos y vosotros los derrotasteis y os adueñasteis de la región. Después Balac, hijo de Sipor, rey de los moabitas, vino a pelear contra vosotros. Balac mandó ir en busca de Balaam, el hijo de Beor, para que os maldijera; pero yo no dejé que Balaam os maldijera, y tuvo que bendeciros. Así os salvé. Entonces cruzasteis el río Jordán y llegasteis hasta Jericó. Los que vivían en Jericó (amorreos, ferezeos, cananeos, hititas, gergeseos, heveos y jebuseos) pelearon contra vosotros, pero yo hice que los derrotarais. A los dos reyes amorreos no los derrotasteis con espadas ni con arcos, sino que yo envié mi pánico delante de vosotros, de modo que ellos huyeron antes de que llegarais. Yo os di tierras que no habíais trabajado y ciudades que no habíais construido. Ahora vivís en ellas, y coméis uvas y aceitunas que no plantasteis. Y añadió Josué: –Por todo esto, respetad al Señor y servidle con sinceridad y lealtad. Apartaos de los dioses que vuestros antepasados adoraron a orillas del río Éufrates y en Egipto, y servid al Señor. Pero si no queréis servir al Señor, elegid hoy a quién vais a servir: si a los dioses a los que vuestros antepasados servían a orillas del Éufrates, o a los dioses de los amorreos que viven en esta tierra. Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor. Entonces el pueblo dijo: –¡No permita el Señor que le abandonemos por servir a otros dioses! El Señor fue quien nos sacó, a nosotros y a nuestros antepasados, de Egipto, donde éramos esclavos. Él fue quien hizo tantas maravillas delante de nuestros ojos, y quien nos protegió y nos defendió durante el camino, cuando pasamos entre tantos pueblos. Él echó de delante de nosotros a todos los pueblos que estaban en nuestro camino, y a los amorreos que vivían aquí. Por todo esto, nosotros también serviremos al Señor, pues él es nuestro Dios. Pero Josué les dijo: –Vosotros no podréis servir al Señor, porque él es un Dios santo y celoso que no tolerará vuestras rebeliones y pecados. Si le abandonáis y servís a otros dioses, el Señor responderá haciéndoos mal, y os destruirá a pesar de haberos hecho tanto bien. El pueblo le contestó: –Eso no sucederá. Nosotros serviremos al Señor. Entonces Josué dijo: –Vosotros sois vuestros propios testigos de que habéis escogido servir al Señor. –Lo somos –respondieron ellos. Les dijo Josué: –Quitad entonces todos los demás dioses que hay entre vosotros, y volveos de todo corazón al Señor y Dios de Israel. Y el pueblo respondió: –Nosotros serviremos al Señor nuestro Dios y haremos lo que él nos diga. Aquel mismo día, allí, en Siquem, Josué hizo un pacto con el pueblo, y les dio leyes y decretos, que escribió en el libro de la ley de Dios. Después tomó una gran piedra y la puso debajo de la encina que estaba en el santuario del Señor, y dijo a todo el pueblo: –Esta piedra va a servirnos de testimonio, pues ella es testigo de todo lo que el Señor nos ha dicho. Será un testimonio contra vosotros, para que no seáis falsos con vuestro Dios. Después Josué mandó a cada uno a su territorio.

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