JOSUÉ 24:16-33
JOSUÉ 24:16-33 Reina Valera 2020 (RV2020)
Entonces el pueblo respondió: —Nunca tal acontezca, que dejemos al Señor para servir a otros dioses, porque el Señor, nuestro Dios, es el que nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre; el que ha hecho estas grandes señales, y nos ha protegido durante todo el camino por donde hemos andado, y en todos los pueblos por los que pasamos. Además, el Señor echó de delante de nosotros a todos los pueblos, y al amorreo que habitaba en la tierra. Nosotros, pues, también serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios. Entonces Josué dijo al pueblo: —No podréis servir al Señor, porque él es un Dios santo y un Dios celoso que no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados. Si dejáis al Señor y servís a dioses ajenos, él se volverá contra vosotros, os hará el mal y os destruirá, después que os ha hecho tanto bien. El pueblo entonces dijo a Josué: —No, sino que al Señor serviremos. Josué respondió al pueblo: —Vosotros sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido al Señor para servirlo. —Testigos somos —respondieron ellos. —Quitad, pues, ahora los dioses ajenos que están entre vosotros, e inclinad vuestro corazón al Señor, Dios de Israel. El pueblo respondió a Josué: —Al Señor, nuestro Dios, serviremos y a su voz obedeceremos. Entonces Josué hizo un pacto con el pueblo aquel mismo día, y les dio estatutos y leyes en Siquem. Josué escribió estas palabras en el libro de la ley de Dios, tomó una gran piedra y la plantó allí debajo de la encina que estaba junto al santuario del Señor. Y dijo Josué a todo el pueblo: —Esta piedra nos servirá de testigo, porque ella ha oído todas las palabras que el Señor nos ha hablado; será, pues, testigo contra vosotros, para que no mintáis contra vuestro Dios. Después despidió Josué al pueblo, y cada uno volvió a su posesión. Después de estas cosas murió Josué hijo de Nun, siervo del Señor, a la edad de ciento diez años. Lo sepultaron en su heredad en Timnat-sera, que está en los montes de Efraín, al norte del monte Gaas. Israel sirvió al Señor durante toda la vida de Josué, y durante toda la vida de los ancianos que sobrevivieron a Josué y que sabían todo lo que el Señor había hecho por Israel. Enterraron en Siquem los huesos de José, que los hijos de Israel habían traído de Egipto, en la parte del campo que Jacob compró, por cien monedas, de los hijos de Hamor, padre de Siquem, y que pasó a ser posesión de los hijos de José. También murió Eleazar hijo de Aarón, y lo enterraron en el collado de Finees, su hijo, que le fue dado en los montes de Efraín.
JOSUÉ 24:16-33 La Palabra (versión española) (BLP)
El pueblo respondió: —Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses, pues ha sido el Señor, nuestro Dios, el que nos sacó, a nosotros y a nuestros padres, del país de Egipto, de la casa de la esclavitud, y el que ante nuestros ojos obró tan grandes prodigios y nos protegió a lo largo de todo el camino que recorrimos, poniéndonos a salvo de todas las naciones por las que pasamos. Además el Señor expulsó ante nosotros a todos esos pueblos y a los amorreos que habitaban en el país. Por tanto, también nosotros rendiremos culto al Señor, porque él es nuestro Dios. Entonces Josué dijo al pueblo: —No sé si seréis capaces de rendir culto al Señor, pues es un Dios santo, un Dios celoso, que no perdonará vuestras rebeldías ni vuestros pecados. Si abandonáis al Señor para rendir culto a dioses extranjeros, él a su vez, después de haberos hecho tanto bien, os acarreará el mal y acabará con vosotros. El pueblo respondió a Josué: —Nosotros rendiremos culto al Señor. Josué dijo al pueblo: —Testigos sois contra vosotros mismos de que habéis elegido al Señor para servirlo. Ellos respondieron: —¡Somos testigos! —Entonces —concluyó Josué—, quitad de en medio los dioses extranjeros y prometed fidelidad al Señor, Dios de Israel. El pueblo respondió a Josué: —Rendiremos culto al Señor, nuestro Dios, y le obedeceremos. Aquel día, selló Josué una alianza con el pueblo, dándole preceptos y normas en Siquén. Josué escribió estas palabras en el libro de la Ley de Dios. Acto seguido, tomó una gran piedra y la erigió allí, al pie de la encina que hay en el santuario del Señor. Y dijo Josué a todo el pueblo: —Mirad, esta piedra será testigo contra nosotros, pues ha oído todas las palabras que el Señor nos ha dicho; será también testigo contra vosotros para que no reneguéis de vuestro Dios. Y Josué despidió al pueblo, regresando cada uno a su heredad. Después de estos acontecimientos, murió Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, a la edad de ciento diez años. Fue sepultado en el término de su heredad, es decir, en Timná Séraj, que está al norte del monte Gaás, en la zona montañosa de Efraín. Israel rindió culto al Señor durante toda la vida de Josué y de los ancianos que sobrevivieron a Josué y que conocían las hazañas que el Señor había hecho en favor de Israel. Los huesos de José, que los israelitas habían traído de Egipto, fueron enterrados en Siquén, en la parcela que había comprado Jacob a los hijos de Jamor, padre de Siquén, por cien monedas de plata, y que pasó a ser propiedad de los descendientes de José. También murió Eleazar, hijo de Aarón; lo sepultaron en Guibeá, ciudad adjudicada a su hijo Finés, en la montaña de Efraín.
JOSUÉ 24:16-33 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Entonces el pueblo dijo: –¡No permita el Señor que le abandonemos por servir a otros dioses! El Señor fue quien nos sacó, a nosotros y a nuestros antepasados, de Egipto, donde éramos esclavos. Él fue quien hizo tantas maravillas delante de nuestros ojos, y quien nos protegió y nos defendió durante el camino, cuando pasamos entre tantos pueblos. Él echó de delante de nosotros a todos los pueblos que estaban en nuestro camino, y a los amorreos que vivían aquí. Por todo esto, nosotros también serviremos al Señor, pues él es nuestro Dios. Pero Josué les dijo: –Vosotros no podréis servir al Señor, porque él es un Dios santo y celoso que no tolerará vuestras rebeliones y pecados. Si le abandonáis y servís a otros dioses, el Señor responderá haciéndoos mal, y os destruirá a pesar de haberos hecho tanto bien. El pueblo le contestó: –Eso no sucederá. Nosotros serviremos al Señor. Entonces Josué dijo: –Vosotros sois vuestros propios testigos de que habéis escogido servir al Señor. –Lo somos –respondieron ellos. Les dijo Josué: –Quitad entonces todos los demás dioses que hay entre vosotros, y volveos de todo corazón al Señor y Dios de Israel. Y el pueblo respondió: –Nosotros serviremos al Señor nuestro Dios y haremos lo que él nos diga. Aquel mismo día, allí, en Siquem, Josué hizo un pacto con el pueblo, y les dio leyes y decretos, que escribió en el libro de la ley de Dios. Después tomó una gran piedra y la puso debajo de la encina que estaba en el santuario del Señor, y dijo a todo el pueblo: –Esta piedra va a servirnos de testimonio, pues ella es testigo de todo lo que el Señor nos ha dicho. Será un testimonio contra vosotros, para que no seáis falsos con vuestro Dios. Después Josué mandó a cada uno a su territorio. Poco después murió Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, a la edad de ciento diez años. Lo enterraron en su propiedad, en Timnat-sérah, que está en los montes de Efraín, al norte del monte Gaas. Los israelitas sirvieron al Señor mientras vivió Josué, y aun después, mientras vivieron los ancianos que sabían todo lo que el Señor había hecho por los israelitas. Los restos de José, que los israelitas habían traído desde Egipto, fueron enterrados en Siquem, en el terreno que Jacob había comprado por cien monedas de plata a los hijos de Hamor, el padre de Siquem, y que luego pasó a ser propiedad de los descendientes de José. Cuando murió Eleazar, hijo de Aarón, lo enterraron en la colina de su hijo Finees, la cual le fue dada en los montes de Efraín.
JOSUÉ 24:16-33 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
El pueblo respondió: ―¡Eso no pasará jamás! ¡Nosotros no abandonaremos al SEÑOR por servir a otros dioses! El SEÑOR nuestro Dios es quien nos sacó a nosotros y a nuestros antepasados del país de Egipto, aquella tierra de servidumbre. Él fue quien hizo aquellas grandes señales ante nuestros ojos. Nos protegió durante todo nuestro peregrinaje por el desierto y cuando pasamos entre tantas naciones. El SEÑOR expulsó a todas las que vivían en este país, incluso a los amorreos. Por esa razón, nosotros también serviremos al SEÑOR, porque él es nuestro Dios. Entonces Josué les dijo: ―Vosotros sois incapaces de servir al SEÑOR, porque él es Dios santo y Dios celoso. No os tolerará vuestras rebeliones y pecados. Si lo abandonáis y servís a dioses ajenos, él se os echará encima y os traerá desastre; os destruirá completamente, a pesar de haber sido bueno con vosotros. Pero el pueblo insistió: ―¡Eso no pasará jamás! Nosotros solo serviremos al SEÑOR. Y Josué les dijo una vez más: ―Vosotros sois testigos contra vosotros mismos de que habéis decidido servir al SEÑOR. ―Sí, sí lo somos —respondió toda la asamblea. Josué replicó: ―Deshaceos de los dioses ajenos que todavía conserváis. ¡Volveos de todo corazón al SEÑOR, Dios de Israel! El pueblo respondió: ―Solo al SEÑOR nuestro Dios serviremos, y solo a él obedeceremos. Aquel mismo día, Josué renovó el pacto con el pueblo de Israel. Allí mismo, en Siquén, les dio preceptos y normas, y los registró en el libro de la ley de Dios. Luego tomó una enorme piedra y la colocó bajo la encina que está cerca del santuario del SEÑOR. Entonces le dijo a todo el pueblo: ―Esta piedra servirá de testigo contra vosotros. Ella ha escuchado todas las palabras que el SEÑOR nos ha dicho hoy. Testificará contra vosotros en caso de que digáis falsedades contra vuestro Dios. Después de todo esto, Josué envió a todo el pueblo a sus respectivas propiedades. Tiempo después murió Josué hijo de Nun, siervo del SEÑOR, a la edad de ciento diez años. Fue sepultado en la parcela que se le había dado como herencia, en el lugar conocido como Timnat Sera, en la región montañosa de Efraín, al norte del monte Gaas. Durante toda la vida de Josué, el pueblo de Israel había servido al SEÑOR. Así sucedió también durante el tiempo en que estuvieron al frente de Israel los jefes que habían compartido el liderazgo con Josué y que sabían todo lo que el SEÑOR había hecho a favor de su pueblo. Los restos de José, que los israelitas habían traído de Egipto, fueron sepultados en Siquén, en un terreno que Jacob había comprado por cien monedas de plata a los hijos de Jamor, padre de Siquén. El terreno después llegó a ser propiedad de los descendientes de José. Finalmente, Eleazar hijo de Aarón murió y fue sepultado en Guibeá, propiedad de su hijo Finés, en la región montañosa de Efraín.