JOSUÉ 6:12-27
JOSUÉ 6:12-27 Reina Valera 2020 (RV2020)
Josué se levantó de mañana, y los sacerdotes tomaron el arca del Señor. Los siete sacerdotes, que llevaban las siete bocinas de cuerno de carnero, iban delante del arca del Señor y tocaban las bocinas sin dejar de caminar; los hombres armados iban delante de ellos, y la retaguardia iba tras el arca del Señor mientras las bocinas sonaban continuamente. Así dieron otra vuelta a la ciudad el segundo día, y volvieron al campamento. De esta manera hicieron durante seis días. El séptimo día se levantaron al despuntar el alba, y dieron la vuelta a la ciudad, de la misma manera, siete veces —solamente este día dieron siete veces la vuelta alrededor de ella—. Y cuando los sacerdotes tocaron las bocinas la séptima vez, Josué dijo al pueblo: —¡Gritad, porque el Señor os ha entregado la ciudad! La ciudad será consagrada al exterminio en honor al Señor, con todas las cosas que están en ella; solamente Rahab, la ramera, vivirá, así como todos los que estén con ella en su casa, por cuanto escondió a los mensajeros que enviamos. Pero vosotros guardaos de quedaros con algo consagrado al exterminio; no toquéis ni toméis cosa alguna de lo consagrado al exterminio, no sea que hagáis caer la maldición sobre el campamento de Israel y le traigáis la desgracia. Pero toda la plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro, sean consagrados al Señor y entren en el tesoro del Señor. Entonces el pueblo gritó, y los sacerdotes tocaron las bocinas. Y aconteció que cuando el pueblo escuchó el sonido de la bocina, gritó con un gran vocerío y el muro se derrumbó. El pueblo asaltó luego la ciudad, cada uno derecho hacia adelante, y la tomaron. Y destruyeron a filo de espada todo lo que había en la ciudad: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, hasta los bueyes, las ovejas y los asnos. Pero Josué dijo a los dos hombres que habían reconocido la tierra: —Entrad en casa de la mujer ramera, y haced salir de allí a la mujer y a todo lo que sea suyo, como lo jurasteis. Los espías entraron y sacaron a Rahab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y todo lo que era suyo; también sacaron a toda su parentela, y los pusieron fuera del campamento de Israel. Después prendieron fuego a la ciudad, con todo lo que en ella había. Solamente pusieron en el tesoro de la casa del Señor la plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro. Pero Josué salvó la vida a Rahab, la ramera, a la casa de su padre y a todo lo que ella tenía, y ella habitó entre los israelitas hasta hoy, por cuanto escondió a los mensajeros que Josué había enviado para reconocer a Jericó. En aquel tiempo hizo Josué este juramento: «Maldito delante del Señor el hombre que se levante y reedifique esta ciudad de Jericó. Echar sus cimientos le costará la vida de su primogénito y la de su hijo menor asentar sus puertas». El Señor estaba con Josué, y su nombre se divulgó por toda la tierra.
JOSUÉ 6:12-27 La Palabra (versión española) (BLP)
Josué se levantó de madrugada y los sacerdotes cargaron a hombros el Arca del Señor. Los siete sacerdotes que llevaban las siete trompetas de cuerno de carnero delante del Arca del Señor, iban tocando las trompetas según caminaban. Los que iban armados marchaban delante de ellos mientras la retaguardia desfilaba detrás del Arca del Señor al son de las trompetas. El segundo día dieron otra vuelta a la ciudad y regresaron al campamento. Así durante seis días. El séptimo día, se levantaron de madrugada y, siguiendo el mismo ritual, dieron siete vueltas a la ciudad; únicamente el séptimo día dieron siete vueltas a la ciudad. A la séptima vuelta, los sacerdotes tocaron las trompetas y Josué dijo al pueblo: —¡Lanzad el grito de guerra, porque el Señor os ha entregado la ciudad! La ciudad, con todo lo que hay en ella, será consagrada al exterminio en honor del Señor. Solo quedará con vida Rajab, la prostituta, junto con todos los que están con ella en su casa, pues ocultó a los exploradores que enviamos a Jericó. Pero vosotros, guardaos de quedaros con algo consagrado al exterminio, pues si os dejáis llevar de la codicia y os quedáis con algo de lo que está consagrado, acarrearíais la desgracia a todo el campamento de Israel convirtiéndolo en objeto de exterminio. Toda la plata, todo el oro y todos los objetos de bronce y de hierro están consagrados al Señor y deberán ingresarse en su tesoro. El pueblo lanzó el grito de guerra y sonaron las trompetas. Al escuchar el pueblo el sonar de la trompeta, lanzó un poderoso grito de guerra y la muralla se desplomó. El pueblo asaltó la ciudad, cada uno por enfrente de donde se encontraba, y se apoderaron de ella. Consagraron al exterminio todo lo que había en la ciudad: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, bueyes, ovejas y asnos, pasándolos a filo de espada. Josué dijo a los dos hombres enviados a explorar el país: —Entrad en casa de la prostituta y haced salir de ella a esa mujer con todo lo que le sea propio, pues así se lo jurasteis. Los jóvenes espías fueron e hicieron salir a Rajab, a su padre, a su madre, a sus hermanos con todo cuanto le pertenecía. También permitieron salir a todos los de su familia, dejándolos fuera del campamento de Israel. Luego prendieron fuego a la ciudad con todo lo que contenía. Solo la plata, el oro y los objetos de bronce y de hierro los depositaron en el tesoro de la casa del Señor. Pero Josué respetó la vida de Rajab, la prostituta, así como la de la familia de su padre y la de todos los suyos que continúan viviendo en medio de Israel hasta el día de hoy. Todo ello porque Rajab escondió a los espías que envió Josué a explorar Jericó. En aquella ocasión Josué pronunció este juramento: —¡Maldito sea ante el Señor quien se atreva a reconstruir esta ciudad! ¡Echar sus cimientos le costará la vida de su primogénito, y asentar sus puertas la de su hijo menor! Y el Señor estuvo con Josué, cuya fama se divulgó por toda la tierra.
JOSUÉ 6:12-27 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Al día siguiente, muy temprano, Josué se levantó y los sacerdotes tomaron el arca del Señor. Los siete sacerdotes iban delante del arca del Señor, sin dejar de marchar ni de tocar sus trompetas. Los hombres de combate iban delante de ellos, y los otros iban detrás del arca. Las trompetas no dejaban de sonar. El segundo día dieron otra vuelta a la ciudad y volvieron al campamento. Y durante seis días hicieron lo mismo. El séptimo día se levantaron de madrugada y marcharon alrededor de la ciudad, como lo habían hecho antes, pero ese día le dieron siete vueltas. Cuando los sacerdotes tocaron las trompetas por séptima vez, Josué ordenó a la gente: “¡Gritad! El Señor os ha entregado la ciudad. La ciudad, con todo lo que hay en ella, será consagrada a completa destrucción, porque el Señor así lo ha ordenado. Solo se les perdonará la vida a Rahab la prostituta y a los que estén refugiados en su casa, porque ella escondió a los espías que enviamos. En cuanto a vosotros, cuidaos de no tomar ni tocar nada de lo que hay en la ciudad y que el Señor ha consagrado a la destrucción, pues de lo contrario pondréis bajo maldición el campamento de Israel y le acarrearéis la desgracia. Pero el oro y la plata, y todas las cosas de bronce y de hierro, serán dedicadas al Señor y se pondrán en su tesoro.” La gente gritó y las trompetas sonaron. Al oir los israelitas el sonido de las trompetas, comenzaron a gritar a voz en cuello, y la muralla de la ciudad se vino abajo. Entonces avanzaron directamente contra la ciudad y la tomaron. Después mataron a filo de espada a hombres, mujeres, jóvenes y viejos, y aun a los bueyes, las ovejas y los asnos. Todo lo destruyeron por completo. Josué dijo a los dos espías que habían explorado la tierra: “Id a casa de la prostituta y sacadla de allí con todos los suyos, tal como se lo habíais prometido.” Ellos entraron, y sacaron a Rahab, junto con su padre, su madre, sus hermanos y todos sus parientes, y los llevaron a un lugar seguro fuera del campamento de Israel. Luego los israelitas quemaron la ciudad y todo lo que había en ella. Lo único que sacaron fue la plata, el oro y las cosas de bronce y de hierro, que pusieron en el tesoro del Señor. Pero Josué perdonó la vida a Rahab y a su familia, porque ella escondió a los espías que Josué había enviado a Jericó. Desde entonces, los descendientes de Rahab viven entre los israelitas. Luego Josué hizo el siguiente juramento: “Maldito sea a los ojos del Señor el que intente reconstruir la ciudad de Jericó. Sean echados los cimientos sobre su hijo mayor, y sobre su hijo menor sean puestas las puertas.” El Señor ayudó a Josué, y la fama de Josué se extendió por toda la región.
JOSUÉ 6:12-27 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Al día siguiente, Josué se levantó temprano, y los sacerdotes cargaron el arca del SEÑOR. Los siete sacerdotes que llevaban las trompetas tomaron la delantera y marcharon delante del arca mientras tocaban sus trompetas. Los hombres armados marchaban delante de ellos, y tras el arca del SEÑOR marchaba la retaguardia. ¡Nunca dejaron de oírse las trompetas! También en este segundo día marcharon una sola vez alrededor de Jericó, y luego regresaron al campamento. Así hicieron durante seis días. El séptimo día, a la salida del sol, se levantaron y marcharon alrededor de la ciudad tal como lo habían hecho los días anteriores, solo que en ese día repitieron la marcha siete veces. A la séptima vuelta, los sacerdotes tocaron las trompetas, y Josué le ordenó al ejército: «¡Empezad a gritar! ¡El SEÑOR os ha entregado la ciudad! Jericó, con todo lo que hay en ella, será destinada al exterminio como ofrenda al SEÑOR. Solo se salvarán la prostituta Rajab y los que se encuentren en su casa, porque ella escondió a nuestros mensajeros. No vayáis a tomar nada de lo que ha sido destinado al exterminio para que ni vosotros ni el campamento de Israel os pongáis en peligro de exterminio y de desgracia. El oro y la plata y los utensilios de bronce y de hierro pertenecen al SEÑOR: colocadlos en su tesoro». Entonces los sacerdotes tocaron las trompetas, y la gente gritó a gran voz, ante lo cual las murallas de Jericó se derrumbaron. El pueblo avanzó, sin ceder ni un centímetro, y tomó la ciudad. Mataron a filo de espada a todo hombre y mujer, joven y anciano. Lo mismo hicieron con las vacas, las ovejas y los asnos; destruyeron todo lo que tuviera aliento de vida. ¡La ciudad entera quedó arrasada! Ahora bien, Josué les había dicho a los dos exploradores: «Id a casa de la prostituta, y traedla junto con sus parientes, tal como se lo jurasteis». Así que los jóvenes exploradores entraron y sacaron a Rajab junto con sus padres y hermanos, y todas sus pertenencias, y llevaron a toda la familia a un lugar seguro, fuera del campamento israelita. Solo entonces los israelitas incendiaron la ciudad con todo lo que había en ella, menos los objetos de plata, de oro, de bronce y de hierro, los cuales depositaron en el tesoro de la casa del SEÑOR. Así Josué salvó a la prostituta Rajab, a toda su familia y todas sus posesiones, por haber escondido a los mensajeros que él había enviado a Jericó. Y, desde entonces, Rajab y su familia viven con el pueblo de Israel. En aquel tiempo, Josué hizo este juramento: «¡Maldito sea en la presencia del SEÑOR el que se atreva a reconstruir esta ciudad! Que eche los cimientos a costa de la vida de su hijo mayor. Que ponga las puertas a costa de la vida de su hijo menor». El SEÑOR estuvo con Josué, y este se hizo famoso por todo el país.