LUCAS 10:25-35
LUCAS 10:25-35 Reina Valera 2020 (RV2020)
Un intérprete de la ley se levantó y dijo, para ponerlo a prueba: —Maestro, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna? Jesús contestó: —¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? Aquel respondió: —Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo. Jesús le dijo: —Bien has respondido. Haz esto y vivirás. Pero el doctor de la ley, queriendo justificarse a sí mismo, preguntó de nuevo: —¿Y quién es mi prójimo? Respondió Jesús: —Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones. Después de despojarle, le hirieron y se fueron dejándole medio muerto. Por ese camino pasó también un sacerdote y viendo al herido se pasó al otro lado. Del mismo modo que el sacerdote obró un levita cuando llegó al lugar y vio a la víctima. Pero un samaritano que iba de camino al ver al herido sintió gran compasión por él: Se acercó, vendó sus heridas, puso en ellas aceite y vino. Luego, subiéndole a su cabalgadura, le llevó al mesón y cuidó de él. Al día siguiente, al partir, el samaritano sacó dos monedas, se las dio al mesonero y le dijo: «Cuida de él. Yo te pagaré todo lo que gastes de más cuando regrese».
LUCAS 10:25-35 La Palabra (versión española) (BLP)
Por entonces, un doctor de la ley, queriendo poner a prueba a Jesús, le hizo esta pregunta: —Maestro, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le contestó: —¿Qué está escrito en la ley de Moisés? ¿Qué lees allí? Él respondió: —Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu inteligencia; y a tu prójimo como a ti mismo. Jesús le dijo: —Has respondido correctamente. Haz eso y vivirás. Pero el maestro de la ley, para justificar su pregunta, insistió: —¿Y quién es mi prójimo? Jesús le dijo: —Un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó fue asaltado por unos ladrones, que le robaron cuanto llevaba, lo hirieron gravemente y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por aquel mismo camino un sacerdote que vio al herido, pero pasó de largo. Y del mismo modo, un levita, al llegar a aquel lugar, vio al herido, pero también pasó de largo. Finalmente, un samaritano que iba de camino llegó junto al herido y, al verlo, se sintió conmovido. Se acercó a él, le vendó las heridas poniendo aceite y vino sobre ellas, lo montó en su propia cabalgadura, lo condujo a una posada próxima y cuidó de él. Al día siguiente, antes de reanudar el viaje, el samaritano dio dos denarios al posadero y le dijo: «Cuida bien a este hombre. Si gastas más, te lo pagaré a mi vuelta».
LUCAS 10:25-35 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y para ponerle a prueba le preguntó: –Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le contestó: –¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? El maestro de la ley respondió: –‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y ama a tu prójimo como a ti mismo.’ Jesús le dijo: –Bien contestado. Haz eso y tendrás la vida. Pero el maestro de la ley, queriendo justificar su pregunta, dijo a Jesús: –¿Y quién es mi prójimo? Jesús le respondió: –Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó fue asaltado por unos bandidos. Le quitaron hasta la ropa que llevaba puesta, le golpearon y se fueron dejándolo medio muerto. Casualmente pasó un sacerdote por aquel mismo camino, pero al ver al herido dio un rodeo y siguió adelante. Luego pasó por allí un levita, que al verlo dio también un rodeo y siguió adelante. Finalmente, un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, le vio y sintió compasión de él. Se le acercó, le curó las heridas con aceite y vino, y se las vendó. Luego le montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, el samaritano sacó dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: ‘Cuida a este hombre. Si gastas más, te lo pagaré a mi regreso.’
LUCAS 10:25-35 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
En esto se presentó un experto en la ley y, para poner a prueba a Jesús, le hizo esta pregunta: ―Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Jesús replicó: ―¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo la interpretas tú? Como respuesta, el hombre citó: ―“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con toda tu mente”, y: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. ―Bien contestado —le dijo Jesús—. Haz eso y vivirás. Pero él quería justificarse, así que preguntó a Jesús: ―¿Y quién es mi prójimo? Jesús respondió: ―Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote, quien, al verlo, se desvió y siguió de largo. Así también llegó a aquel lugar un levita y, al verlo, se desvió y siguió de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él. Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos monedas de plata y se las dio al dueño del alojamiento. “Cuida de él —le dijo—, y lo que gastes de más, te lo pagaré cuando vuelva”.