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LUCAS 11:1-54

LUCAS 11:1-54 Reina Valera 2020 (RV2020)

En cierta ocasión Jesús estaba orando en un lugar y, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: —Señor, enséñanos a orar, al igual que Juan enseñó a sus discípulos. Él les dijo: —Cuando oréis, decid: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día dánoslo hoy. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Les dijo también: —Pensad que uno de vosotros tiene un amigo, va a él a medianoche y le dice: «Amigo, préstame tres panes, porque otro amigo mío que está de viaje acaba de llegar a mi casa, y no tengo nada que ofrecerle»; y suponed que aquel a quien le pide responde desde adentro: «No me molestes. La puerta ya está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados. ¡Cómo me voy a levantar para dártelos!». Os digo que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, se levantará para evitar que siga molestándolo y le dará todo lo que necesite. Por eso os digo: Pedid y se os dará. Buscad y hallaréis. Llamad y se os abrirá. Todo aquel que pide recibe, el que busca halla y al que llama se le abrirá. ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide pescado, en lugar de pescado le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos, ¿cuánto más no hará vuestro Padre celestial? Él dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan. Un día, estaba Jesús expulsando un demonio que se había apoderado de un hombre dejándolo mudo. En cuanto el demonio fue expulsado, el mudo recobró el habla y los que lo presenciaron se quedaron asombrados. Pero algunos de ellos decían: —Este expulsa a los demonios por el poder de Beelzebú, príncipe de los demonios. Otros, para tentarle, le pedían señal del cielo. Mas Jesús, conociendo lo que ellos pensaban, les dijo: —Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado. Toda casa que está dividida internamente se derrumba. De modo que si Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá su reino en pie?, porque decís que yo expulso los demonios por el poder de Belzebú. Pero si Belzebú me da a mí el poder para expulsar demonios, ¿quién se lo da a vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces. Mas si por el dedo de Dios echo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros. Cuando el hombre fuerte guarda armado su palacio, sus bienes están protegidos. Mas si viene otro más fuerte que él y lo vence, le quita todas las armas en que confiaba y reparte su botín. El que no está conmigo está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama. Cuando el espíritu inmundo sale de una persona, anda por lugares áridos buscando reposo y al no hallarlo dice: «Regresaré a mi casa, de donde salí». Y si, al llegar, la encuentra barrida y arreglada, va, y reúne a otros siete espíritus peores que él, entran en la casa y viven allí: el estado final de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Mientras Jesús decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: —¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron! Pero él dijo: —Dichosos, más bien, quienes oyen la palabra de Dios y la obedecen. Hallándose reunida una gran multitud, Jesús comenzó a decir: —Esta generación es mala. Demanda una señal, pero no le será dada otra señal que la del profeta Jonás. De mismo modo que Jonás fue señal para los ninivitas, lo será también el Hijo del Hombre para esta generación. La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más grande que Salomón. Los habitantes de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque con la predicación de Jonás se arrepintieron, ¡y aquí hay alguien que es más importante que Jonás! Nadie enciende una lámpara para luego esconderla, ni la pone debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz. La lámpara del cuerpo es el ojo. Cuando tu ojo es bueno, todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es malo, también tu cuerpo está en tinieblas. Mira, pues, si la luz que hay en ti es luz o tinieblas. Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz y no tiene parte alguna de tinieblas, todo será luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor. Tan pronto terminó de hablar, un fariseo le rogó que comiera con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. El fariseo se extrañó al ver que Jesús no se había lavado las manos antes de comer. Y el Señor le dijo: —Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera el vaso y el plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad. ¡Necios! El que hizo lo de fuera ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo que tenéis dentro, y de ese modo todo quedará limpio en vosotros. Mas ¡ay de vosotros, fariseos, que ofrecéis el diezmo de la menta, la ruda y toda hortaliza y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios! Os es necesario hacer estas cosas sin dejar de hacer aquellas. ¡Ay de vosotros, fariseos, que amáis las primeras sillas en las sinagogas y ser saludados en público! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! ¡Sois como sepulcros ocultos a la vista y sobre los que pisa la gente sin saberlo! Uno de los intérpretes de la ley respondió: —Maestro, diciendo esto nos ofendes también a nosotros. Jesús replicó: —¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley, porque imponéis a los demás cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis! ¡Ay de vosotros, que construís monumentos funerarios en memoria de los profetas asesinados por vuestros antepasados! De este modo sois testigos y consentidores de sus hechos. Ciertamente, vuestros antepasados los mataron, pero vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso la sabiduría de Dios también dijo: «Les enviaré profetas y apóstoles. De ellos, a unos matarán y a otros perseguirán», para demandar a esta generación la sangre de todos los profetas que se ha derramado desde la fundación del mundo: desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el atrio del templo. Así, os digo que Dios demandará a esta generación. ¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley, que os habéis apoderado de la llave del conocimiento! Ni entráis vosotros ni dejáis entrar a los que sí quieren. Al decirles Jesús todo esto, los escribas y los fariseos comenzaron a hostigarle duramente y a interrogarle para que hablase de muchas cosas, y así tenderle trampas con ánimo de cazarlo en sus propias palabras.

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LUCAS 11:1-54 La Palabra (versión española) (BLP)

Una vez estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminó de orar, uno de los discípulos le dijo: —Señor, enséñanos a orar, al igual que Juan enseñaba a sus discípulos. Jesús les dijo: —Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Danos cada día el pan que necesitamos. Perdónanos nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a quienes nos hacen mal. Y no permitas que nos apartemos de ti. Luego les dijo: —Suponed que uno de vosotros va a medianoche a casa de un amigo y le dice: «Amigo, préstame tres panes, porque otro amigo mío que está de viaje acaba de llegar a mi casa, y no tengo nada que ofrecerle». Suponed también que el otro, desde dentro, contesta: «Por favor, no me molestes ahora. Ya tengo la puerta cerrada y mis hijos y yo estamos acostados. ¡Cómo me voy a levantar para dártelos!». Pues bien, os digo que, aunque no se levante a darle los panes por razón de su amistad, al menos para evitar que lo siga molestando, se levantará y le dará todo lo que necesite. Por eso os digo: Pedid y Dios os atenderá, buscad y encontraréis; llamad y Dios os abrirá la puerta. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra, y al que llama, Dios le abrirá la puerta. ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre que está en el cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan? Un día, estaba Jesús expulsando un demonio que se había apoderado de un hombre dejándolo mudo. En cuanto el demonio salió de él, el mudo recobró el habla y los que lo presenciaron se quedaron asombrados. Pero algunos dijeron: —Belzebú, el propio jefe de los demonios, le da a este el poder para expulsarlos. Otros, para tenderle una trampa, le pedían que hiciera alguna señal milagrosa de parte de Dios. Pero Jesús, que conocía sus intenciones, les dijo: —Si una nación se divide en bandos, se destruye a sí misma y sus casas se derrumban. Por tanto, si Satanás actúa contra sí mismo, ¿cómo podrá mantener su poder? Pues eso es lo que vosotros decís: que yo expulso los demonios por el poder de Belzebú. Pero si Belzebú me da a mí el poder para expulsar demonios, ¿quién se lo da a vuestros propios seguidores? ¡Ellos mismos serán vuestros jueces! Ahora bien, si yo expulso los demonios por el poder de Dios, es que el reino de Dios ya ha llegado a vosotros. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su mansión, su propiedad está segura; pero si otro más fuerte que él llega y lo vence, entonces le quita las armas en las que confiaba y reparte como botín todos sus bienes. El que no está a favor mío, está contra mí; el que conmigo no recoge, desparrama. Cuando un espíritu impuro sale de una persona y anda errante por lugares desiertos en busca de descanso y no lo encuentra, se dice a sí mismo: «Regresaré a mi casa, de donde salí». Y si, al llegar, la encuentra barrida y arreglada, va, reúne a otros siete espíritus peores que él y todos juntos se meten a vivir allí, de manera que la situación de esa persona resulta peor al final que al principio. Mientras Jesús decía estas cosas, una mujer que estaba entre la gente exclamó: —¡Feliz la mujer que te dio a luz y te crio a sus pechos! Jesús le contestó: —Felices, más bien, los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica. Como había seguido reuniéndose mucha gente a su alrededor, Jesús volvió a tomar la palabra y dijo: —Esta gente es mala. Pide una señal milagrosa, pero no tendrá más señal que la del profeta Jonás. Como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, así también el Hijo del hombre será una señal para esta gente. La reina del Sur se levantará en el día del juicio junto con todos los que forman esta generación, y los condenará; porque esta reina vino desde tierras lejanas a escuchar la sabiduría de Salomón, ¡y aquí hay algo más importante que Salomón! Los habitantes de Nínive se levantarán en el día del juicio junto con toda esta gente, y la condenarán; porque ellos se convirtieron al escuchar el mensaje de Jonás, ¡y aquí hay algo más importante que Jonás! Nadie enciende una lámpara y la guarda en un lugar escondido, ni la tapa con una vasija, sino que la pone en el candelero para que su luz alumbre a todos los que entren en la casa. Los ojos son lámparas para el cuerpo. Si tus ojos son limpios, todo tú serás luminoso; pero si en ellos hay maldad, todo tú serás oscuridad. Mantente alerta para que la luz que hay en ti no resulte oscuridad. Así pues, si tú eres todo luz y no hay en ti oscuridad alguna, todo tú serás tan luminoso como si te iluminara el resplandor de una lámpara. Cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer en su casa. Jesús aceptó la invitación y se sentó a la mesa. El fariseo, que estaba observándolo, se quedó extrañado de que Jesús no cumpliera el precepto de lavarse las manos antes de comer. Entonces el Señor le dijo: —Vosotros los fariseos limpiáis la copa y la bandeja por fuera, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y maldad. ¡Insensatos! ¿Acaso el que hizo lo de fuera no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo que tenéis dentro, y de ese modo todo quedará limpio en vosotros. ¡Ay de vosotros, fariseos, que ofrecéis a Dios el diezmo de la menta, de la ruda y de toda clase de hortalizas, pero no os preocupáis de mantener la justicia y el amor a Dios! Esto último es lo que deberíais hacer, aunque sin descuidar lo otro. ¡Ay de vosotros, fariseos, que os gusta ocupar los lugares preferentes en las sinagogas y ser saludados en público! ¡Ay de vosotros, que sois como sepulcros ocultos a la vista, sobre los que pisa la gente sin saberlo! Uno de los doctores de la ley le contestó: —Maestro, diciendo esto nos ofendes también a nosotros. Pero Jesús continuó: —¡Ay también de vosotros, doctores de la ley, que cargáis a los demás con cargas insoportables que vosotros mismos no estáis dispuestos a tocar ni siquiera con un dedo! ¡Ay de vosotros, que construís monumentos funerarios en memoria de los profetas asesinados por vuestros propios antepasados! De este modo demostráis estar de acuerdo con lo que ellos hicieron, porque ellos asesinaron a los profetas y vosotros construís los monumentos funerarios. Por eso, Dios ha dicho sabiamente: «Les enviaré mensajeros y apóstoles; a unos matarán y a otros perseguirán». Pero Dios va a pedir cuentas a esta gente de hoy de la sangre de todos los profetas que han sido asesinados desde el principio del mundo hasta este momento: desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, a quien asesinaron entre el altar y el santuario. ¡Sí, os digo que Dios pedirá cuentas de su muerte a esta gente de hoy! ¡Ay de vosotros, doctores de la ley, que os habéis apoderado de la llave de la puerta del conocimiento! Ni entráis vosotros ni dejáis entrar a los demás. Cuando Jesús salió de allí, los maestros de la ley y los fariseos, llenos de furor contra él, comenzaron a atacarlo duramente haciendo que hablara sobre temas diversos y tendiéndole trampas con ánimo de cazarlo en alguna palabra indebida.

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LUCAS 11:1-54 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Estaba Jesús una vez orando en cierto lugar. Cuando terminó, uno de sus discípulos le rogó: –Señor, enséñanos a orar, lo mismo que Juan enseñaba a sus discípulos. Jesús les contestó: –Cuando oréis, decid: ‘Padre, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Danos cada día el pan que necesitamos. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos han ofendido. Y no nos expongas a la tentación.’ También les dijo Jesús: –Supongamos que uno de vosotros tiene un amigo, y que a medianoche va a su casa y le dice: ‘Amigo, préstame tres panes, porque otro amigo mío acaba de llegar de viaje a mi casa y no tengo nada que ofrecerle.’ Sin duda, aquel le contestará desde dentro: ‘¡No me molestes! La puerta está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme a darte nada.’ Pues bien, os digo que aunque no se levante a dárselo por ser su amigo, se levantará por serle importuno y le dará cuanto necesite. Por esto os digo: Pedid y Dios os dará, buscad y encontraréis, llamad a la puerta y se os abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra y al que llama a la puerta, se le abre. “¿Acaso algún padre entre vosotros sería capaz de darle a su hijo una culebra cuando le pide pescado? ¿O de darle un alacrán cuando le pide un huevo? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre que está en el cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!” Jesús estaba expulsando un demonio que había dejado mudo a un hombre. Cuando el demonio salió, el mudo comenzó a hablar. La gente se quedó asombrada, aunque algunos dijeron: –Beelzebú, el jefe de los demonios, es quien ha dado a este hombre poder para expulsarlos. Otros, para tenderle una trampa, le pidieron una señal milagrosa del cielo. Pero él, que sabía lo que estaban pensando, les dijo: –Todo país dividido en bandos enemigos se destruye a sí mismo, y sus casas se derrumban una tras otra. Así también, si Satanás se divide contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su poder? Digo esto porque afirmáis que yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú. Pues si yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú, ¿quién da a vuestros seguidores el poder para expulsarlos? Por eso, ellos mismos demuestran que estáis equivocados. Pero si yo expulso a los demonios por el poder de Dios, es que el reino de Dios ya ha llegado a vosotros. “Cuando un hombre fuerte y bien armado cuida de su casa, lo que guarda en ella está seguro. Pero si otro más fuerte que él llega y le vence, le quita las armas en las que confiaba y reparte sus bienes como botín. “El que no está conmigo está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama. “Cuando un espíritu impuro sale de un hombre, anda por lugares desiertos en busca de descanso; pero, no encontrándolo, piensa: ‘Regresaré a mi casa, de donde salí.’ Al llegar, encuentra la casa barrida y arreglada. Entonces va y reúne otros siete espíritus peores que él y todos juntos se meten a vivir en aquel hombre, que al final queda peor que al principio.” Mientras Jesús decía estas cosas, una mujer gritó de en medio de la gente: –¡Dichosa la mujer que te dio a luz y te crió! Él contestó: –¡Dichosos más bien los que escuchan el mensaje de Dios y le obedecen! La multitud seguía juntándose alrededor de Jesús, y él comenzó a decirles: –La gente de este tiempo es malvada. Pide una señal milagrosa, pero no se le dará otra señal que la de Jonás. Porque así como Jonás fue señal para la gente de Nínive, así también el Hijo del hombre será señal para la gente de este tiempo. En el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, la reina del Sur se levantará y la condenará; porque ella vino de lo más lejano de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y lo que hay aquí es más que Salomón. También los habitantes de Nínive se levantarán en el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, y la condenarán; porque los de Nínive se convirtieron a Dios cuando oyeron el mensaje de Jonás, y lo que hay aquí es más que Jonás. “Nadie enciende una lámpara y la pone en un lugar escondido o debajo de una vasija, sino en alto, para que los que entran tengan luz. Tus ojos son como la lámpara del cuerpo. Si tus ojos son buenos, todo tu cuerpo será luminoso; pero si son malos, tu cuerpo será oscuridad. Ten cuidado de que la luz que hay en ti no resulte oscuridad. Pues si todo tu cuerpo es luminoso y no hay oscuridad en él, todo en ti será tan claro como cuando una lámpara te alumbra con su luz.” Cuando Jesús dejó de hablar, un fariseo le invitó a comer en su casa. Jesús entró y se sentó a la mesa. Y como el fariseo se extrañase al ver que no había cumplido con el rito de lavarse las manos antes de comer, el Señor le dijo: –Vosotros los fariseos limpiáis por fuera el vaso y el plato, pero por dentro estáis llenos de lo que habéis obtenido mediante el robo y la maldad. ¡Necios!, ¿no sabéis que el que hizo lo de fuera hizo también lo de dentro? Dad vuestras limosnas de lo que está dentro y así todo quedará limpio. “¡Ay de vosotros, fariseos!, que separáis para Dios la décima parte de la menta, de la ruda y de toda clase de legumbres, pero no hacéis caso de la justicia y el amor a Dios. Esto es lo que se debe hacer, sin dejar de hacer lo otro. “¡Ay de vosotros, fariseos!, que deseáis los asientos de honor en las sinagogas y ser saludados con todo respeto en la calle. “¡Ay de vosotros, que sois como esas tumbas ocultas a la vista, que la gente pisotea sin darse cuenta!” Uno de los maestros de la ley le contestó entonces: –Maestro, al decir esto nos ofendes también a nosotros. Pero Jesús dijo: –¡Ay también de vosotros, maestros de la ley!, que cargáis a los demás con cargas insoportables y vosotros ni siquiera con un dedo queréis tocarlas. “¡Ay de vosotros!, que construís los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros antepasados. Con eso dais a entender que estáis de acuerdo con lo que vuestros antepasados hicieron, pues ellos los mataron y vosotros construís sus sepulcros. “Por eso, Dios dijo en su sabiduría: ‘Les mandaré profetas y apóstoles; a unos los matarán y a otros los perseguirán.’ Dios pedirá cuentas a la gente de hoy de la sangre de todos los profetas que fueron asesinados desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, a quien mataron entre el altar y el santuario. Sí, os digo que Dios pedirá cuentas de la muerte de ellos a la gente de hoy. “¡Ay de vosotros, maestros de la ley!, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia, y ni vosotros entráis ni dejáis entrar a los que quieren hacerlo.” Cuando Jesús les dijo estas cosas, los maestros de la ley y los fariseos se llenaron de ira y comenzaron a molestarle con muchas preguntas, tendiéndole trampas para cazarlo en alguna palabra.

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LUCAS 11:1-54 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: ―Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos. Él les dijo: ―Cuando oréis, decid: »“Padre, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Danos cada día nuestro pan cotidiano. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos ofenden. Y no nos metas en tentación”. »Supongamos —continuó— que uno de vosotros tiene un amigo, y a medianoche va y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues se me ha presentado un amigo recién llegado de viaje, y no tengo nada que ofrecerle”. Y el que está dentro le contesta: “No me molestes. Ya está cerrada la puerta, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme a darte nada”. Os digo que, aunque no se levante a darle pan por ser amigo suyo, sí se levantará por su impertinencia y le dará cuanto necesite. »Así que yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá la puerta. Porque todo el que pide recibe; el que busca encuentra; y al que llama, se le abre. »¿Quién de vosotros que sea padre, si su hijo le pide un pescado, le dará en cambio una serpiente? ¿O, si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues, si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!» En otra ocasión, Jesús expulsaba de un hombre a un demonio que lo había dejado mudo. Cuando salió el demonio, el mudo habló, y la gente se quedó asombrada. Pero algunos dijeron: «Este expulsa a los demonios por medio de Beelzebú, príncipe de los demonios». Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal del cielo. Como él conocía sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo quedará asolado, y una casa dividida contra sí misma se derrumbará. Por tanto, si Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo puede mantenerse en pie su reino? Lo pregunto porque decís que yo expulso a los demonios por medio de Beelzebú. Ahora bien, si yo expulso a los demonios por medio de Beelzebú, ¿vuestros seguidores por medio de quién los expulsan? Por eso ellos mismos os juzgarán a vosotros. Pero, si expulso a los demonios con el poder de Dios, eso significa que ha llegado a vosotros el reino de Dios. »Cuando un hombre fuerte y bien armado cuida su hacienda, sus bienes están seguros. Pero, si lo ataca otro más fuerte que él y lo vence, le quita las armas en que confiaba y reparte el botín. »El que no está de mi parte, está contra mí; y el que conmigo no recoge, esparce. »Cuando un espíritu maligno sale de una persona, va por lugares áridos buscando un descanso. Y, al no encontrarlo, dice: “Volveré a mi casa, de donde salí”. Cuando llega, la encuentra barrida y arreglada. Luego va y trae otros siete espíritus más malvados que él, y entran a vivir allí. Así que el estado final de aquella persona resulta peor que el inicial». Mientras Jesús decía estas cosas, una mujer de entre la multitud exclamó: ―¡Dichosa la mujer que te dio a luz y te amamantó! ―Dichosos más bien —contestó Jesús— los que oyen la palabra de Dios y la obedecen. Como creciera la multitud, Jesús se puso a decirles: «Esta es una generación malvada. Pide una señal milagrosa, pero no se le dará más señal que la de Jonás. Así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, también lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Sur se levantará en el día del juicio y condenará a esta gente; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí tenéis vosotros a uno más grande que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el día del juicio y condenarán a esta generación; porque ellos se arrepintieron al escuchar la predicación de Jonás, y aquí tenéis vosotros a uno más grande que Jonás. »Nadie enciende una lámpara para luego ponerla en un lugar escondido o cubrirla con un cajón, sino para ponerla en una repisa, a fin de que los que entren tengan luz. Tus ojos son la lámpara de tu cuerpo. Si tu visión es clara, todo tu ser disfrutará de la luz; pero, si está nublada, todo tu ser estará en la oscuridad. Asegúrate de que la luz que crees tener no sea oscuridad. Por tanto, si todo tu ser disfruta de la luz, sin que ninguna parte quede en la oscuridad, estarás completamente iluminado, como cuando una lámpara te alumbra con su luz». Cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer con él; así que entró en la casa y se sentó a la mesa. Pero el fariseo se sorprendió al ver que Jesús no había cumplido con el rito de lavarse antes de comer. ―Resulta que vosotros los fariseos —dijo el Señor— limpiáis el vaso y el plato por fuera, pero por dentro estáis llenos de codicia y de maldad. ¡Necios! ¿Acaso el que hizo lo de afuera no hizo también lo de adentro? Dad más bien a los pobres de lo que está dentro, y así tendréis todo limpio. »¡Ay de vosotros, fariseos!, que dais la décima parte de la menta, de la ruda y de toda clase de legumbres, pero descuidáis la justicia y el amor de Dios. Debíais haber practicado esto, sin dejar de hacer aquello. »¡Ay de vosotros, fariseos!, que os morís por los primeros puestos en las sinagogas y los saludos en las plazas. »¡Ay de vosotros!, que sois como tumbas sin lápida, sobre las que anda la gente sin darse cuenta». Uno de los expertos en la ley le respondió: ―Maestro, al hablar así nos insultas también a nosotros. Contestó Jesús: ―¡Ay de vosotros también, expertos en la ley! Abrumáis a los demás con cargas que apenas se pueden soportar, pero vosotros mismos no levantáis ni un dedo para ayudarlos. »¡Ay de vosotros!, que construís monumentos para los profetas, a quienes mataron vuestros antepasados. En realidad aprobáis lo que hicieron vuestros antepasados; ellos mataron a los profetas, y vosotros les construís los sepulcros. Por eso dijo Dios en su sabiduría: “Les enviaré profetas y apóstoles, matarán a algunos y perseguirán a otros”. Por lo tanto, a esta generación se le pedirá cuentas de la sangre de todos los profetas derramada desde el principio del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que murió entre el altar y el santuario. Sí, os aseguro que de todo esto se le pedirá cuentas a esta generación. »¡Ay de vosotros, expertos en la ley!, porque os habéis adueñado de la llave del conocimiento. Vosotros mismos no habéis entrado, y a los que querían entrar les habéis cerrado el paso». Cuando Jesús salió de allí, los maestros de la ley y los fariseos, resentidos, se pusieron a acosarlo a preguntas. Estaban tendiéndole trampas para ver si fallaba en algo.

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