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LUCAS 22:1-46

LUCAS 22:1-46 La Palabra (versión española) (BLP)

Ya estaba cerca la fiesta de los Panes sin levadura, es decir, de la Pascua, y los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley andaban buscando la manera de matar a Jesús, pues temían al pueblo. Entonces Satanás entró en Judas, al que llamaban Iscariote, que era uno de los Doce. Este fue a tratar con los jefes de los sacerdotes y con los oficiales de la guardia del Templo el modo de entregarles a Jesús. Ellos se alegraron y, a cambio, le ofrecieron dinero. Judas aceptó el trato y comenzó a buscar una oportunidad para entregárselo sin que la gente se diera cuenta. Llegado el día de los Panes sin levadura, cuando debía sacrificarse el cordero de Pascua, Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: —Id a preparar nuestra cena de Pascua. Le preguntaron: —¿Dónde quieres que la preparemos? Jesús les contestó: —Cuando entréis en la ciudad encontraréis a un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo hasta la casa donde entre y decid al dueño de la casa: «El Maestro dice: ¿Cuál es la estancia donde voy a celebrar la cena de Pascua con mis discípulos?». Él os mostrará una sala amplia y ya dispuesta en el piso de arriba. Preparadlo todo allí. Los discípulos fueron y encontraron las cosas como Jesús les había dicho. Y prepararon la cena de Pascua. Cuando llegó la hora, Jesús se sentó a la mesa junto con los apóstoles. Entonces les dijo: —¡Cuánto he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de mi muerte! Porque os digo que no volveré a comerla hasta que tenga su cumplimiento en el reino de Dios. Tomó luego en sus manos una copa, dio gracias a Dios y dijo: —Tomad esto y repartidlo entre vosotros, porque os digo que ya no beberé más de este fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios. Después tomó pan, dio gracias a Dios, lo partió y se lo dio diciendo: —Esto es mi cuerpo, entregado en favor vuestro. Haced esto en recuerdo de mí. Lo mismo hizo con la copa después de haber cenado, diciendo: —Esta copa es la nueva alianza, confirmada con mi sangre, que va a ser derramada en favor vuestro. Pero ahora, sobre la mesa y junto a mí, está la mano del que me traiciona. Es cierto que el Hijo del hombre ha de recorrer el camino que le está señalado, pero ¡ay de aquel que lo traiciona! Los discípulos comenzaron entonces a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el traidor. Surgió también una disputa entre los apóstoles acerca de cuál de ellos era el más importante. Jesús entonces les dijo: —Los reyes someten las naciones a su dominio, y los que ejercen poder sobre ellas se hacen llamar bienhechores. Pero entre vosotros no debe ser así. Antes bien, el más importante entre vosotros debe ser como el más pequeño, y el que dirige debe ser como el que sirve. Pues ¿quién es más importante, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es, acaso, el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre vosotros como el que sirve. Pero vosotros sois los que habéis permanecido a mi lado en mis pruebas. Por eso, yo quiero asignaros un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis en la mesa de mi reino, y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Y el Señor dijo: —Simón, Simón, Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo en la criba; pero yo he pedido por ti, para que no desfallezca tu fe. Y tú, cuando recuperes la confianza, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes. Pedro le dijo: —¡Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel e incluso a la muerte! Jesús le contestó: —Pedro, te digo que no cantará hoy el gallo sin que hayas negado tres veces que me conoces. Les dijo también Jesús: —Cuando os envié sin bolsa, sin zurrón y sin sandalias, ¿os faltó, acaso, algo? Ellos contestaron: —Nada. Y continuó diciéndoles: —Pues ahora, en cambio, el que tenga una bolsa, que la lleve consigo, y que haga lo mismo el que tenga un zurrón; y el que no tenga espada, que venda su manto y la compre. Porque os digo que tiene que cumplirse en mí lo que dicen las Escrituras: Lo incluyeron entre los criminales. Todo lo que se ha escrito de mí, tiene que cumplirse. Ellos dijeron: —¡Señor, aquí tenemos dos espadas! Él les contestó: —¡Es bastante! Después de esto, Jesús salió y, según tenía por costumbre, se dirigió al monte de los Olivos en compañía de sus discípulos. Cuando llegaron, les dijo: —Orad para que podáis resistir la prueba. Luego se alejó de ellos como un tiro de piedra, se puso de rodillas y oró: —Padre, si quieres, líbrame de esta copa de amargura; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. [ Entonces se le apareció un ángel del cielo para darle fuerzas. Jesús, lleno de angustia, oraba intensamente. Y le caía el sudor al suelo en forma de grandes gotas de sangre]. Después de orar, se levantó y se acercó a sus discípulos. Los encontró dormidos, vencidos por la tristeza, y les preguntó: —¿Cómo es que dormís? Levantaos y orad para que podáis resistir la prueba.

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LUCAS 22:1-46 Reina Valera 2020 (RV2020)

Ya estaba cerca la fiesta de los Panes sin levadura, o sea, la Pascua, y los principales sacerdotes y los escribas andaban buscando la manera de matar a Jesús, pero tenían miedo de la reacción del pueblo. Entonces Satanás entró en Judas, al que llamaban Iscariote, que era uno de los doce. Y este fue a tratar con los principales sacerdotes y con los jefes de la guardia el modo de entregarles a Jesús. Ellos se alegraron y convinieron en darle dinero. Judas aceptó y empezó a buscar la oportunidad de entregárselo a espaldas del pueblo. Llegó el día de los Panes sin levadura, cuando debía sacrificarse el cordero de la Pascua, y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: —Id a preparar la Pascua. Ellos le preguntaron: —¿Dónde quieres que la preparemos? Jesús respondió: —Al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Seguidlo hasta la casa donde entre y decid al dueño de la casa: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está el aposento en que he de comer la Pascua con mis discípulos?». Él os mostrará un aposento amplio y ya dispuesto en el piso de arriba. Preparadla allí. Pedro y Juan fueron y encontraron todo como Jesús les había dicho, y prepararon la Pascua. Cuando llegó la hora, Jesús se sentó a la mesa, y los apóstoles con él. Entonces les dijo: —¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta Pascua antes de padecer! Porque os digo que no volveré a comerla hasta que se cumpla en el reino de Dios. Y tomó una copa, y habiendo dado gracias, dijo: —Tomad esto y repartidlo entre vosotros, porque os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios. También tomó el pan y habiendo dado gracias lo partió y se lo dio diciendo: —Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado. Haced esto en memoria de mí. De igual manera, después de haber cenado, tomó la copa, diciendo: —Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. Pero la mano de aquel que va a traicionarme está sobre esta mesa, conmigo. Ciertamente, el Hijo del Hombre se va según está determinado, pero ¡ay de aquel que lo va a traicionar! Entonces ellos comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el traidor. También se produjo entre los apóstoles una discusión sobre quién de ellos sería el mayor. Mas Jesús les dijo: —Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas y quienes tienen autoridad sobre ellas se hacen llamar bienhechores, pero entre vosotros no debe ser así. Antes al contrario, el más importante entre vosotros sea como el más joven; y el que dirige, como el que sirve. ¿Cuál es más importante, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre vosotros como el que sirve. Pero vosotros sois quienes habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Por eso yo dispongo para vosotros un reino, como mi padre lo dispuso para mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Dijo también el Señor: —Simón, Simón, Satanás os ha reclamado para zarandearos como si fuerais trigo, pero yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca. Y tú, una vez vuelta la confianza, fortalece en la fe a tus hermanos. Simón respondió: —Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel e incluso a la muerte. Jesús replicó: —Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes de que tú hayas negado tres veces que me conoces. Y les preguntó: —Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos respondieron: —Nada. Y añadió: —Pues ahora el que tiene bolsa, tome la bolsa y también la alforja. Y el que no tiene espada, venda su capa y compre una. Os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los malhechores . Porque lo que está escrito de mí tiene que cumplirse. Ellos dijeron: —Señor, aquí hay dos espadas. Y él respondió: —Es bastante. Salió después y se fue, como solía, al monte de los Olivos. Sus discípulos le siguieron. Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: —Orad para que no entréis en tentación. Se alejó de ellos como a un tiro de piedra y puesto de rodillas oró con estas palabras: —Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Entonces se le apareció un ángel del cielo para darle fuerzas. Jesús, lleno de angustia, oraba intensamente y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. Cuando terminó de orar se dirigió a donde estaban sus discípulos y los encontró dormidos, vencidos por la tristeza, y les preguntó: —¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis en tentación.

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LUCAS 22:1-46 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Estaba ya cerca la fiesta en que se come el pan sin levadura, o sea, la fiesta de la Pascua. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, que tenían miedo de la gente, buscaban la manera de matar a Jesús. Entonces Satanás entró en Judas, uno de los doce discípulos, al que llamaban Iscariote. Este fue a ver a los jefes de los sacerdotes y a los oficiales del templo, y habló con ellos sobre cómo entregarles a Jesús. Ellos se alegraron y prometieron dinero a Judas. Este aceptó, y empezó a buscar un momento oportuno, cuando no hubiera gente, para entregarles a Jesús. Llegó el día de la fiesta en que se comía el pan sin levadura, cuando se sacrificaba el cordero de Pascua. Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: –Id a prepararnos la cena de Pascua. Ellos le preguntaron: –¿Dónde quieres que la preparemos? Jesús les contestó: –Al entrar en la ciudad encontraréis a un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entre y decidle al dueño de la casa: ‘El Maestro pregunta: ¿Cuál es la sala donde he de comer con mis discípulos la cena de Pascua?’ Él os mostrará en el piso alto una habitación grande y arreglada: preparad allí la cena. Fueron, pues, y lo encontraron todo como Jesús les había dicho, y prepararon la cena de Pascua. Cuando llegó la hora, Jesús y los apóstoles se sentaron a la mesa. Él les dijo: –¡Cuánto he deseado celebrar con vosotros esta cena de Pascua antes de mi muerte! Porque os digo que no volveré a celebrarla hasta que se cumpla en el reino de Dios. Entonces tomó en sus manos una copa, y habiendo dado gracias a Dios dijo: –Tomad esto y repartidlo entre vosotros; porque os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios. Después tomó el pan en sus manos, y habiendo dado gracias a Dios lo partió y se lo dio a ellos, diciendo: –Esto es mi cuerpo, entregado a muerte en favor vuestro. Haced esto en memoria de mí. Lo mismo hizo con la copa después de la cena, diciendo: –Esta copa es el nuevo pacto confirmado con mi sangre, la cual es derramada en favor vuestro. Pero mirad, la mano del que me va a traicionar está aquí, con la mía, sobre la mesa. Pues el Hijo del hombre ha de recorrer el camino que se le ha señalado, pero ¡ay de aquel que le traiciona! Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién sería el traidor. Los discípulos tuvieron una discusión sobre cuál de ellos debía ser considerado el más importante. Jesús les dijo: “Entre los paganos, los reyes gobiernan con tiranía a sus súbditos, y a los jefes se les llama benefactores. Pero vosotros no debéis ser así. Al contrario, el más importante entre vosotros tiene que hacerse como el más joven, y el que manda tiene que hacerse como el que sirve. Pues ¿quién es más importante, el que se sienta a la mesa a comer o el que sirve? ¿No es acaso el que se sienta a la mesa? En cambio yo estoy entre vosotros como el que sirve. “Vosotros habéis estado siempre conmigo en mis pruebas. Por eso yo os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, y comeréis y beberéis a mi mesa en mi reino, y os sentaréis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.” Dijo también el Señor: –Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes. Simón le dijo: –Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y hasta a morir contigo. Jesús le contestó: –Pedro, te digo que hoy mismo, antes que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces. Luego Jesús les preguntó: –Cuando os envié sin bolsa ni provisiones ni sandalias, ¿acaso os faltó algo? Ellos contestaron: –Nada. Entonces les dijo: –Ahora, en cambio, el que tenga bolsa, que la traiga, y también provisiones; y el que no tenga espada, que venda su abrigo y se compre una. Porque os digo que ha de cumplirse en mí lo que dicen las Escrituras: ‘Y fue contado entre los malvados’. Porque todo lo que de mí está escrito ha de cumplirse. Ellos dijeron: –Señor, aquí hay dos espadas. Y él contestó: –Ya basta. Luego salió Jesús y, según su costumbre, se fue al monte de los Olivos. Los discípulos le siguieron. Al llegar al lugar, les dijo: –Orad, para que no caigáis en tentación. Se alejó de ellos como a distancia de un tiro de piedra, y se puso a orar de rodillas, diciendo: –Padre, si quieres, líbrame de esta copa amarga; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. [En esto se le apareció un ángel del cielo, que le daba fuerzas. En medio de un gran sufrimiento, Jesús oraba aún más intensamente, y el sudor le caía al suelo como grandes gotas de sangre.] Cuando se levantó de la oración fue a donde estaban los discípulos, y los encontró dormidos, vencidos por la tristeza. Les dijo: –¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para que no caigáis en tentación.

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LUCAS 22:1-46 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Se aproximaba la fiesta de los Panes sin levadura, llamada la Pascua. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley buscaban algún modo de acabar con Jesús, porque temían al pueblo. Entonces entró Satanás en Judas, uno de los doce, al que llamaban Iscariote. Este fue a los jefes de los sacerdotes y a los capitanes del templo para tratar con ellos cómo les entregaría a Jesús. Ellos se alegraron y acordaron darle dinero. Él aceptó, y comenzó a buscar una oportunidad para entregarles a Jesús cuando no hubiera gente. Cuando llegó el día de la fiesta de los Panes sin levadura, en que debía sacrificarse el cordero de la Pascua, Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: ―Id y haced los preparativos para que comamos la Pascua. ―¿Dónde quieres que la preparemos? —le preguntaron. ―Mirad —contestó él—: al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Seguidlo hasta la casa en que entre, y decid al dueño de la casa: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la sala en la que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” Él os mostrará en la planta alta una sala amplia y amueblada. Preparad allí la cena. Ellos se fueron y encontraron todo tal como les había dicho Jesús. Así que prepararon la Pascua. Cuando llegó la hora, Jesús y sus apóstoles se sentaron a la mesa. Entonces les dijo: ―He tenido muchísimos deseos de comer esta Pascua con vosotros antes de padecer, pues os digo que no volveré a comerla hasta que tenga su pleno cumplimiento en el reino de Dios. Luego tomó la copa, dio gracias y dijo: ―Tomad esto y repartidlo entre vosotros. Os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios. También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio y dijo: ―Este pan es mi cuerpo, entregado por vosotros; haced esto en memoria de mí. De la misma manera tomó la copa después de la cena, y dijo: ―Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por vosotros. Pero sabed que la mano del que va a traicionarme está con la mía, sobre la mesa. A la verdad el Hijo del hombre se irá según está decretado, pero ¡ay de aquel que lo traiciona! Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos haría esto. Tuvieron además un altercado sobre cuál de ellos sería el más importante. Jesús les dijo: ―Los reyes de las naciones oprimen a sus súbditos, y los que ejercen autoridad sobre ellos se llaman a sí mismos benefactores. No sea así entre vosotros. Al contrario, el mayor debe comportarse como el menor, y el que manda como el que sirve. Porque, ¿quién es más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es el que está sentado a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre vosotros como uno que sirve. Ahora bien, vosotros sois los que habéis estado siempre a mi lado en mis pruebas. Por eso, yo mismo os concedo un reino, así como mi Padre me lo concedió a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. »Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido zarandearos como si fuerais trigo. Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos». ―Señor —respondió Pedro—, estoy dispuesto a ir contigo tanto a la cárcel como a la muerte. ―Pedro, te digo que hoy mismo, antes de que cante el gallo, tres veces negarás que me conoces. Luego Jesús dijo a todos: ―Cuando os envié sin monedero ni bolsa ni sandalias, ¿acaso os faltó algo? ―Nada —respondieron. ―Ahora, en cambio, el que tenga un monedero, que lo lleve; así mismo el que tenga una bolsa. Y el que nada tenga, que venda su manto y compre una espada. Porque os digo que tiene que cumplirse en mí aquello que está escrito: “Y fue contado entre los transgresores”. En efecto, lo que se ha escrito de mí se está cumpliendo. ―Mira, Señor —le señalaron los discípulos—, aquí hay dos espadas. ―¡Basta! —les contestó. Jesús salió de la ciudad y, como de costumbre, se dirigió al monte de los Olivos, y sus discípulos lo siguieron. Cuando llegaron al lugar, les dijo: «Orad para no caer en tentación». Entonces se separó de ellos a una buena distancia, se arrodilló y empezó a orar: «Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya». Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerlo. Pero, como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor, y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra. Cuando terminó de orar y volvió a los discípulos, los encontró dormidos, agotados por la tristeza. «¿Por qué estáis durmiendo? —les exhortó—. Levantaos y orad para no caer en tentación».

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