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LUCAS 22:27-50

LUCAS 22:27-50 La Palabra (versión española) (BLP)

Pues ¿quién es más importante, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es, acaso, el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre vosotros como el que sirve. Pero vosotros sois los que habéis permanecido a mi lado en mis pruebas. Por eso, yo quiero asignaros un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis en la mesa de mi reino, y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Y el Señor dijo: —Simón, Simón, Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo en la criba; pero yo he pedido por ti, para que no desfallezca tu fe. Y tú, cuando recuperes la confianza, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes. Pedro le dijo: —¡Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel e incluso a la muerte! Jesús le contestó: —Pedro, te digo que no cantará hoy el gallo sin que hayas negado tres veces que me conoces. Les dijo también Jesús: —Cuando os envié sin bolsa, sin zurrón y sin sandalias, ¿os faltó, acaso, algo? Ellos contestaron: —Nada. Y continuó diciéndoles: —Pues ahora, en cambio, el que tenga una bolsa, que la lleve consigo, y que haga lo mismo el que tenga un zurrón; y el que no tenga espada, que venda su manto y la compre. Porque os digo que tiene que cumplirse en mí lo que dicen las Escrituras: Lo incluyeron entre los criminales. Todo lo que se ha escrito de mí, tiene que cumplirse. Ellos dijeron: —¡Señor, aquí tenemos dos espadas! Él les contestó: —¡Es bastante! Después de esto, Jesús salió y, según tenía por costumbre, se dirigió al monte de los Olivos en compañía de sus discípulos. Cuando llegaron, les dijo: —Orad para que podáis resistir la prueba. Luego se alejó de ellos como un tiro de piedra, se puso de rodillas y oró: —Padre, si quieres, líbrame de esta copa de amargura; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. [ Entonces se le apareció un ángel del cielo para darle fuerzas. Jesús, lleno de angustia, oraba intensamente. Y le caía el sudor al suelo en forma de grandes gotas de sangre]. Después de orar, se levantó y se acercó a sus discípulos. Los encontró dormidos, vencidos por la tristeza, y les preguntó: —¿Cómo es que dormís? Levantaos y orad para que podáis resistir la prueba. Todavía estaba hablando Jesús, cuando se presentó un grupo de gente encabezado por el llamado Judas, que era uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo; pero Jesús le dijo: —Judas, ¿con un beso vas a entregar al Hijo del hombre? Los que acompañaban a Jesús, al ver lo que sucedía, le preguntaron: —Señor, ¿los atacamos con la espada? Y uno de ellos dio un golpe al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.

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LUCAS 22:27-50 Reina Valera 2020 (RV2020)

¿Cuál es más importante, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre vosotros como el que sirve. Pero vosotros sois quienes habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Por eso yo dispongo para vosotros un reino, como mi padre lo dispuso para mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Dijo también el Señor: —Simón, Simón, Satanás os ha reclamado para zarandearos como si fuerais trigo, pero yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca. Y tú, una vez vuelta la confianza, fortalece en la fe a tus hermanos. Simón respondió: —Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel e incluso a la muerte. Jesús replicó: —Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes de que tú hayas negado tres veces que me conoces. Y les preguntó: —Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos respondieron: —Nada. Y añadió: —Pues ahora el que tiene bolsa, tome la bolsa y también la alforja. Y el que no tiene espada, venda su capa y compre una. Os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los malhechores . Porque lo que está escrito de mí tiene que cumplirse. Ellos dijeron: —Señor, aquí hay dos espadas. Y él respondió: —Es bastante. Salió después y se fue, como solía, al monte de los Olivos. Sus discípulos le siguieron. Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: —Orad para que no entréis en tentación. Se alejó de ellos como a un tiro de piedra y puesto de rodillas oró con estas palabras: —Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Entonces se le apareció un ángel del cielo para darle fuerzas. Jesús, lleno de angustia, oraba intensamente y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. Cuando terminó de orar se dirigió a donde estaban sus discípulos y los encontró dormidos, vencidos por la tristeza, y les preguntó: —¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis en tentación. Aún estaba hablando Jesús cuando se presentó un grupo de gente encabezado por Judas, uno de los doce, quien se acercó a Jesús para besarle. Jesús le dijo: —Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre? Cuando los que le acompañaban se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo, le preguntaron: —Señor, ¿sacamos las espadas? Y uno de ellos hirió con la espada y le cortó la oreja derecha a un siervo del sumo sacerdote.

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LUCAS 22:27-50 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Pues ¿quién es más importante, el que se sienta a la mesa a comer o el que sirve? ¿No es acaso el que se sienta a la mesa? En cambio yo estoy entre vosotros como el que sirve. “Vosotros habéis estado siempre conmigo en mis pruebas. Por eso yo os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, y comeréis y beberéis a mi mesa en mi reino, y os sentaréis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.” Dijo también el Señor: –Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes. Simón le dijo: –Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y hasta a morir contigo. Jesús le contestó: –Pedro, te digo que hoy mismo, antes que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces. Luego Jesús les preguntó: –Cuando os envié sin bolsa ni provisiones ni sandalias, ¿acaso os faltó algo? Ellos contestaron: –Nada. Entonces les dijo: –Ahora, en cambio, el que tenga bolsa, que la traiga, y también provisiones; y el que no tenga espada, que venda su abrigo y se compre una. Porque os digo que ha de cumplirse en mí lo que dicen las Escrituras: ‘Y fue contado entre los malvados’. Porque todo lo que de mí está escrito ha de cumplirse. Ellos dijeron: –Señor, aquí hay dos espadas. Y él contestó: –Ya basta. Luego salió Jesús y, según su costumbre, se fue al monte de los Olivos. Los discípulos le siguieron. Al llegar al lugar, les dijo: –Orad, para que no caigáis en tentación. Se alejó de ellos como a distancia de un tiro de piedra, y se puso a orar de rodillas, diciendo: –Padre, si quieres, líbrame de esta copa amarga; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. [En esto se le apareció un ángel del cielo, que le daba fuerzas. En medio de un gran sufrimiento, Jesús oraba aún más intensamente, y el sudor le caía al suelo como grandes gotas de sangre.] Cuando se levantó de la oración fue a donde estaban los discípulos, y los encontró dormidos, vencidos por la tristeza. Les dijo: –¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para que no caigáis en tentación. Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó un grupo de gente. El que se llamaba Judas, que era uno de los doce discípulos, iba a la cabeza, y se acercó a besar a Jesús. Jesús le dijo: –Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre? Los que estaban con Jesús, al ver lo que pasaba, le preguntaron: –Señor, ¿atacamos con espada? Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote cortándole la oreja derecha.

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LUCAS 22:27-50 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Porque, ¿quién es más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es el que está sentado a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre vosotros como uno que sirve. Ahora bien, vosotros sois los que habéis estado siempre a mi lado en mis pruebas. Por eso, yo mismo os concedo un reino, así como mi Padre me lo concedió a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. »Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido zarandearos como si fuerais trigo. Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos». ―Señor —respondió Pedro—, estoy dispuesto a ir contigo tanto a la cárcel como a la muerte. ―Pedro, te digo que hoy mismo, antes de que cante el gallo, tres veces negarás que me conoces. Luego Jesús dijo a todos: ―Cuando os envié sin monedero ni bolsa ni sandalias, ¿acaso os faltó algo? ―Nada —respondieron. ―Ahora, en cambio, el que tenga un monedero, que lo lleve; así mismo el que tenga una bolsa. Y el que nada tenga, que venda su manto y compre una espada. Porque os digo que tiene que cumplirse en mí aquello que está escrito: “Y fue contado entre los transgresores”. En efecto, lo que se ha escrito de mí se está cumpliendo. ―Mira, Señor —le señalaron los discípulos—, aquí hay dos espadas. ―¡Basta! —les contestó. Jesús salió de la ciudad y, como de costumbre, se dirigió al monte de los Olivos, y sus discípulos lo siguieron. Cuando llegaron al lugar, les dijo: «Orad para no caer en tentación». Entonces se separó de ellos a una buena distancia, se arrodilló y empezó a orar: «Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya». Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerlo. Pero, como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor, y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra. Cuando terminó de orar y volvió a los discípulos, los encontró dormidos, agotados por la tristeza. «¿Por qué estáis durmiendo? —les exhortó—. Levantaos y orad para no caer en tentación». Todavía estaba hablando Jesús cuando se apareció una turba, y al frente iba uno de los doce, el que se llamaba Judas. Este se acercó a Jesús para besarlo, pero Jesús le preguntó: ―Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre? Los discípulos que lo rodeaban, al darse cuenta de lo que pasaba, dijeron: ―Señor, ¿atacamos con la espada? Y uno de ellos hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha.

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