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LUCAS 22:35-62

LUCAS 22:35-62 Reina Valera 2020 (RV2020)

Y les preguntó: —Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos respondieron: —Nada. Y añadió: —Pues ahora el que tiene bolsa, tome la bolsa y también la alforja. Y el que no tiene espada, venda su capa y compre una. Os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los malhechores . Porque lo que está escrito de mí tiene que cumplirse. Ellos dijeron: —Señor, aquí hay dos espadas. Y él respondió: —Es bastante. Salió después y se fue, como solía, al monte de los Olivos. Sus discípulos le siguieron. Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: —Orad para que no entréis en tentación. Se alejó de ellos como a un tiro de piedra y puesto de rodillas oró con estas palabras: —Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Entonces se le apareció un ángel del cielo para darle fuerzas. Jesús, lleno de angustia, oraba intensamente y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. Cuando terminó de orar se dirigió a donde estaban sus discípulos y los encontró dormidos, vencidos por la tristeza, y les preguntó: —¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis en tentación. Aún estaba hablando Jesús cuando se presentó un grupo de gente encabezado por Judas, uno de los doce, quien se acercó a Jesús para besarle. Jesús le dijo: —Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre? Cuando los que le acompañaban se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo, le preguntaron: —Señor, ¿sacamos las espadas? Y uno de ellos hirió con la espada y le cortó la oreja derecha a un siervo del sumo sacerdote. Pero Jesús dijo: —Déjalo ya. Y tocando su oreja le sanó. Luego preguntó a los principales sacerdotes, a los jefes de la guardia del templo y a los ancianos que habían ido a por él: —¿Por qué habéis venido a buscarme con espadas y palos, como si yo fuera un ladrón? He estado con vosotros todos los días en el templo y no me detuvisteis. ¡Pero esta es vuestra hora, la hora del poder de las tinieblas! Y habiéndole arrestado, se lo llevaron y lo metieron en casa del sumo sacerdote. Pedro le seguía de lejos. En medio del patio encendieron fuego y se sentaron alrededor. También Pedro se sentó entre ellos. Pero una criada le vio sentado al fuego y fijándose en él dijo: —Este también es uno de los que iban con él. Pedro lo negó diciendo: —Mujer, ni siquiera lo conozco. Un poco después, le vio otro y dijo: —Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: —Hombre, no lo soy. Como una hora después, otro insistió: —Seguro que este estaba con él, pues es galileo. Y Pedro dijo: —Hombre, no sé lo que dices. Todavía estaba Pedro hablando, cuando cantó un gallo. El Señor se volvió y miró a Pedro y se acordó Pedro de que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces». Pedro salió de allí y lloró amargamente.

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LUCAS 22:35-62 La Palabra (versión española) (BLP)

Les dijo también Jesús: —Cuando os envié sin bolsa, sin zurrón y sin sandalias, ¿os faltó, acaso, algo? Ellos contestaron: —Nada. Y continuó diciéndoles: —Pues ahora, en cambio, el que tenga una bolsa, que la lleve consigo, y que haga lo mismo el que tenga un zurrón; y el que no tenga espada, que venda su manto y la compre. Porque os digo que tiene que cumplirse en mí lo que dicen las Escrituras: Lo incluyeron entre los criminales. Todo lo que se ha escrito de mí, tiene que cumplirse. Ellos dijeron: —¡Señor, aquí tenemos dos espadas! Él les contestó: —¡Es bastante! Después de esto, Jesús salió y, según tenía por costumbre, se dirigió al monte de los Olivos en compañía de sus discípulos. Cuando llegaron, les dijo: —Orad para que podáis resistir la prueba. Luego se alejó de ellos como un tiro de piedra, se puso de rodillas y oró: —Padre, si quieres, líbrame de esta copa de amargura; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. [ Entonces se le apareció un ángel del cielo para darle fuerzas. Jesús, lleno de angustia, oraba intensamente. Y le caía el sudor al suelo en forma de grandes gotas de sangre]. Después de orar, se levantó y se acercó a sus discípulos. Los encontró dormidos, vencidos por la tristeza, y les preguntó: —¿Cómo es que dormís? Levantaos y orad para que podáis resistir la prueba. Todavía estaba hablando Jesús, cuando se presentó un grupo de gente encabezado por el llamado Judas, que era uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo; pero Jesús le dijo: —Judas, ¿con un beso vas a entregar al Hijo del hombre? Los que acompañaban a Jesús, al ver lo que sucedía, le preguntaron: —Señor, ¿los atacamos con la espada? Y uno de ellos dio un golpe al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Pero Jesús dijo: —¡Dejadlo! ¡Basta ya! Enseguida tocó la oreja herida y la curó. Luego dijo a los jefes de los sacerdotes, a los oficiales de la guardia del Templo y a los ancianos que habían salido contra él: —¿Por qué habéis venido a buscarme con espadas y garrotes, como si fuera un ladrón? Todos los días he estado entre vosotros en el Templo, y no me detuvisteis. ¡Pero esta es vuestra hora, la hora del poder de las tinieblas! Apresaron, pues, a Jesús, se lo llevaron y lo introdujeron en la casa del sumo sacerdote. Pedro iba detrás a cierta distancia. En medio del patio de la casa habían encendido fuego, y estaban sentados en torno a él; también Pedro estaba sentado entre ellos. En esto llegó una criada que, viendo a Pedro junto al fuego, se quedó mirándolo fijamente y dijo: —Este también estaba con él. Pedro lo negó, diciendo: —Mujer, ni siquiera lo conozco. Poco después lo vio otro, que dijo: —También tú eres uno de ellos. Pedro replicó: —No lo soy, amigo. Como cosa de una hora más tarde, un tercero aseveró: —Seguro que este estaba con él, pues es galileo. Entonces Pedro exclamó: —¡Amigo, no sé qué estás diciendo! Todavía estaba Pedro hablando, cuando cantó un gallo. En aquel momento, el Señor se volvió y miró a Pedro. Se acordó Pedro de que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces» y, saliendo, lloró amargamente.

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LUCAS 22:35-62 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Luego Jesús les preguntó: –Cuando os envié sin bolsa ni provisiones ni sandalias, ¿acaso os faltó algo? Ellos contestaron: –Nada. Entonces les dijo: –Ahora, en cambio, el que tenga bolsa, que la traiga, y también provisiones; y el que no tenga espada, que venda su abrigo y se compre una. Porque os digo que ha de cumplirse en mí lo que dicen las Escrituras: ‘Y fue contado entre los malvados’. Porque todo lo que de mí está escrito ha de cumplirse. Ellos dijeron: –Señor, aquí hay dos espadas. Y él contestó: –Ya basta. Luego salió Jesús y, según su costumbre, se fue al monte de los Olivos. Los discípulos le siguieron. Al llegar al lugar, les dijo: –Orad, para que no caigáis en tentación. Se alejó de ellos como a distancia de un tiro de piedra, y se puso a orar de rodillas, diciendo: –Padre, si quieres, líbrame de esta copa amarga; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. [En esto se le apareció un ángel del cielo, que le daba fuerzas. En medio de un gran sufrimiento, Jesús oraba aún más intensamente, y el sudor le caía al suelo como grandes gotas de sangre.] Cuando se levantó de la oración fue a donde estaban los discípulos, y los encontró dormidos, vencidos por la tristeza. Les dijo: –¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para que no caigáis en tentación. Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó un grupo de gente. El que se llamaba Judas, que era uno de los doce discípulos, iba a la cabeza, y se acercó a besar a Jesús. Jesús le dijo: –Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre? Los que estaban con Jesús, al ver lo que pasaba, le preguntaron: –Señor, ¿atacamos con espada? Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote cortándole la oreja derecha. Jesús dijo: –Dejadlo. Ya basta. Y tocando la oreja al criado, se la curó. Luego dijo a los jefes de los sacerdotes, a los oficiales del templo y a los ancianos que habían ido a apresarle: –¿Por qué venís con espadas y palos como si yo fuera un bandido? Todos los días he estado con vosotros en el templo, y ni siquiera me tocasteis. Pero esta es vuestra hora, la del poder de las tinieblas. Arrestaron entonces a Jesús y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Pedro le seguía de lejos. Allí, en medio del patio, habían hecho fuego, y se sentaron alrededor. Pedro también se sentó entre ellos. En esto, una sirvienta, al verle sentado junto al fuego, se quedó mirándole y dijo: –También este estaba con él. Pero Pedro lo negó, diciendo: –Mujer, yo no le conozco. Poco después le vio otro y dijo: –Tú también eres de ellos. Pedro contestó: –No, hombre, no lo soy. Como una hora más tarde, otro insistió: –Seguro que este estaba con él. Además es de Galilea. Pedro dijo: –¡Hombre, no sé de qué hablas! En el mismo instante, mientras Pedro aún estaba hablando, cantó un gallo. Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro, y Pedro se acordó de que el Señor le había dicho: “Hoy, antes que cante el gallo, me negarás tres veces.” Y salió Pedro de allí y lloró amargamente.

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LUCAS 22:35-62 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Luego Jesús dijo a todos: ―Cuando os envié sin monedero ni bolsa ni sandalias, ¿acaso os faltó algo? ―Nada —respondieron. ―Ahora, en cambio, el que tenga un monedero, que lo lleve; así mismo el que tenga una bolsa. Y el que nada tenga, que venda su manto y compre una espada. Porque os digo que tiene que cumplirse en mí aquello que está escrito: “Y fue contado entre los transgresores”. En efecto, lo que se ha escrito de mí se está cumpliendo. ―Mira, Señor —le señalaron los discípulos—, aquí hay dos espadas. ―¡Basta! —les contestó. Jesús salió de la ciudad y, como de costumbre, se dirigió al monte de los Olivos, y sus discípulos lo siguieron. Cuando llegaron al lugar, les dijo: «Orad para no caer en tentación». Entonces se separó de ellos a una buena distancia, se arrodilló y empezó a orar: «Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya». Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerlo. Pero, como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor, y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra. Cuando terminó de orar y volvió a los discípulos, los encontró dormidos, agotados por la tristeza. «¿Por qué estáis durmiendo? —les exhortó—. Levantaos y orad para no caer en tentación». Todavía estaba hablando Jesús cuando se apareció una turba, y al frente iba uno de los doce, el que se llamaba Judas. Este se acercó a Jesús para besarlo, pero Jesús le preguntó: ―Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre? Los discípulos que lo rodeaban, al darse cuenta de lo que pasaba, dijeron: ―Señor, ¿atacamos con la espada? Y uno de ellos hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. ―¡Dejadlos! —ordenó Jesús. Entonces tocó la oreja al hombre, y lo sanó. Luego dijo a los jefes de los sacerdotes, a los capitanes del templo y a los ancianos, que habían venido a prenderlo: ―¿Acaso soy un bandido, para que vengáis contra mí con espadas y palos? Todos los días estaba con vosotros en el templo, y no os atrevisteis a ponerme las manos encima. Pero ya ha llegado vuestra hora, cuando reinan las tinieblas. Prendieron entonces a Jesús y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía de lejos. Pero luego, cuando encendieron una fogata en medio del patio y se sentaron alrededor, Pedro se les unió. Una criada lo vio allí sentado a la lumbre, lo miró detenidamente y dijo: ―Este estaba con él. Pero él lo negó. ―Muchacha, yo no lo conozco. Poco después lo vio otro y afirmó: ―Tú también eres uno de ellos. ―¡No, hombre, no lo soy! —contestó Pedro. Como una hora más tarde, otro lo acusó: ―Seguro que este estaba con él; pues también es galileo. ―¡Hombre, no sé de qué estás hablando! —replicó Pedro. En el mismo momento en que dijo eso, cantó el gallo. El Señor se volvió y miró directamente a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces». Y saliendo de allí, lloró amargamente.

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