LUCAS 23:1-25
LUCAS 23:1-25 Reina Valera 2020 (RV2020)
Se levantaron entonces todos ellos y llevaron a Jesús ante Pilato. Con estas palabras comenzaron la acusación: —Hemos encontrado que este anda alborotando al pueblo, que prohíbe pagar el tributo a César y anda diciendo que él mismo es el Cristo, un rey. Pilato le preguntó: —¿Eres tú el rey de los judíos? Él respondió: —Tú lo dices. Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la gente: —No encuentro motivo alguno de condena en este hombre. Pero ellos porfiaban: —Este alborota al pueblo con lo que enseña por toda Judea, desde Galilea hasta este lugar. Cuando Pilato oyó la mención a Galilea, preguntó si el hombre era galileo. Y al saber que, en efecto, lo era, y que, por tanto, pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió a este, que en aquellos días también estaba en Jerusalén. Herodes, al ver a Jesús, se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba conocerle. Había oído muchas cosas acerca de él y esperaba presenciar algún milagro suyo. Y aunque le hizo muchas preguntas, Jesús no respondió nada. Los principales sacerdotes y los escribas le acusaban acaloradamente. Entonces Herodes y sus soldados lo humillaron y se rieron de él vistiéndole con ropajes lujosos, y lo enviaron de vuelta a Pilato. Aquel día, Pilato y Herodes se hicieron amigos, pues hasta aquel momento habían estado enemistados. Entonces Pilato convocó a los principales sacerdotes, a los gobernantes y al pueblo, y les dijo: —Me habéis traído a este hombre diciendo que perturba al pueblo, pero después de haberle interrogado yo delante de vosotros, no le encuentro culpable de ninguno de los delitos de los que le acusáis. Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha enviado de nuevo. Este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte, así que le castigaré y después le soltaré. En la fiesta de la Pascua el gobernador estaba obligado a conceder la libertad a un preso. Pero todo el gentío gritaba al unísono: —¡Fuera con ese. Suéltanos a Barrabás! El tal Barrabás estaba en la cárcel a causa de una rebelión que había tenido lugar en la ciudad y por un homicidio. Pilato, que quería poner en libertad a Jesús, habló de nuevo a la gente, pero ellos volvieron a gritar: —¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Él, por tercera vez, se dirigió al pueblo: —¿Pero qué delito ha cometido? No he descubierto en él ningún crimen que merezca la muerte. Le castigaré y le soltaré. Pero ellos seguían pidiendo a gritos que fuera crucificado. Y, finalmente, prevalecieron las voces del gentío y de los principales sacerdotes. Entonces Pilato sentenció que se hiciera lo que pedían: soltó al que estaba encarcelado por rebelión y homicidio y puso a Jesús a disposición de ellos.
LUCAS 23:1-25 La Palabra (versión española) (BLP)
Levantaron, pues, la sesión y llevaron a Jesús ante Pilato. Comenzaron la acusación diciendo: —Hemos comprobado que este anda alborotando a nuestra nación. Se opone a que se pague el tributo al emperador y, además, afirma que es el rey Mesías. Pilato le preguntó: —¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le respondió: —Tú lo dices. Pilato dijo a los jefes de los sacerdotes y a todos los presentes: —No encuentro ningún motivo de condena en este hombre. Pero ellos insistían más y más: —Con sus enseñanzas está alterando el orden público en toda Judea. Empezó en Galilea y ahora continúa aquí. Pilato, al oír esto, preguntó si Jesús era galileo. Y cuando supo que, en efecto, lo era, y que, por tanto, pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió, aprovechando la oportunidad de que en aquellos días Herodes estaba también en Jerusalén. Herodes se alegró mucho de ver a Jesús, pues había oído hablar de él y ya hacía bastante tiempo que quería conocerlo. Además, tenía la esperanza de verle hacer algún milagro. Así que Herodes preguntó muchas cosas a Jesús, pero Jesús no le contestó ni una sola palabra. También estaban allí los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley acusando a Jesús con vehemencia. Por su parte, Herodes, secundado por sus soldados, lo trató con desprecio y se burló de él. Lo vistió con un manto resplandeciente y se lo devolvió a Pilato. Aquel día, Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues hasta aquel momento habían estado enemistados. Entonces Pilato reunió a los jefes de los sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo: —Me habéis traído a este hombre diciendo que está alterando el orden público; pero yo lo he interrogado delante de vosotros y no he encontrado en él ningún crimen de los que lo acusáis. Y Herodes tampoco, puesto que nos lo ha devuelto. Es evidente que no ha hecho nada que merezca la muerte. Por tanto, voy a castigarlo y luego lo soltaré. [ ] Entonces toda la multitud se puso a gritar: —¡Quítanos de en medio a ese y suéltanos a Barrabás! Este Barrabás estaba en la cárcel a causa de una revuelta ocurrida en la ciudad y de un asesinato. Pilato, que quería poner en libertad a Jesús, habló de nuevo a la gente. Pero ellos continuaban gritando: —¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Por tercera vez les dijo: —¿Pues cuál es su delito? No he descubierto en él ningún crimen que merezca la muerte; así que voy a castigarlo y luego lo soltaré. Pero ellos insistían pidiendo a grandes gritos que lo crucificara; y sus gritos arreciaban cada vez más. Así que Pilato resolvió acceder a lo que pedían: puso en libertad al que tenía preso por una revuelta callejera y un asesinato, y les entregó a Jesús para que hiciesen con él lo que quisieran.
LUCAS 23:1-25 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Se levantaron todos y condujeron a Jesús ante Pilato. En presencia de este comenzaron a acusarle, diciendo: –Hemos encontrado a este hombre alborotando a nuestra nación. Dice que no debemos pagar impuestos al césar y afirma que él es el Mesías, el Rey. Pilato le preguntó: –¿Eres tú el Rey de los judíos? –Tú lo dices –contestó Jesús. Entonces Pilato dijo a los jefes de los sacerdotes y a la gente: –No encuentro culpa alguna en este hombre. Pero ellos insistían aún más: –Con sus enseñanzas está alborotando a todo el pueblo. Empezó en Galilea y ahora sigue haciéndolo aquí, en Judea. Al oir esto, Pilato preguntó si Jesús era de Galilea. Y al saber que, en efecto, lo era, se lo envió a Herodes, el gobernador de Galilea, que por aquellos días se encontraba también en Jerusalén. Al ver a Jesús, Herodes se alegró mucho, porque ya hacía bastante tiempo que quería conocerle, pues había oído hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le preguntó muchas cosas, pero Jesús no le contestó nada. También estaban allí los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, que le acusaban con gran insistencia. Entonces Herodes y sus soldados le trataron con desprecio, y para burlarse de él le pusieron un espléndido manto real. Luego Herodes se lo envió nuevamente a Pilato. Aquel día se hicieron amigos Pilato y Herodes, que hasta entonces habían sido enemigos. Pilato reunió a los jefes de los sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo: –Aquí me habéis traído a este hombre, diciendo que alborota al pueblo, pero le he interrogado delante de vosotros y no le he encontrado culpable de nada de lo que le acusáis. Ni tampoco Herodes, puesto que nos lo ha devuelto. Ya veis que no ha hecho nada que merezca la pena de muerte. Le voy a castigar y luego lo pondré en libertad. Pero todos a una comenzaron a gritar: –¡Fuera con ese! ¡Suéltanos a Barrabás! Barrabás era uno que estaba en la cárcel por una rebelión en la ciudad, y por un asesinato. Pilato, que quería poner en libertad a Jesús, les habló otra vez; pero ellos gritaron más aún: –¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Por tercera vez les dijo Pilato: –Pues ¿qué mal ha hecho? Yo no encuentro en él nada que merezca la pena de muerte. Le voy a castigar y luego lo pondré en libertad. Pero ellos insistían a grandes voces, pidiendo que lo crucificase. Y como sus gritos crecían más y más, Pilato decidió hacer lo que le pedían: puso en libertad al que habían escogido, el que estaba en la cárcel por rebelión y asesinato, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.