LUCAS 23:26-43
LUCAS 23:26-43 Reina Valera 2020 (RV2020)
Cuando se lo llevaban, tomaron a cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron con la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Le seguía una gran multitud del pueblo y numerosas mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: —Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí. Llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque vendrán días en que dirán: «Dichosas las estériles y los vientres que no concibieron y los pechos que no amamantaron». Comenzarán a decir a los montes: «Caed sobre nosotros», y a los collados: «Cubridnos», porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué harán? Llevaban también con Jesús a dos malhechores para ser ejecutados. Llegaron al lugar llamado de la Calavera y allí crucificaron a Jesús y a los malhechores, uno a su derecha y otro a su izquierda. Jesús decía: —Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Los soldados se repartieron sus vestidos echándolos a suertes. El pueblo estaba mirando mientras las autoridades se burlaban de Jesús, diciendo: —Puesto que ha salvado a otros, que se salve a sí mismo, si es el Cristo, el escogido de Dios. Los soldados también se reían de él: se acercaban ofreciéndole vinagre y decían: —Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Sobre él habían fijado un letrero escrito con letras griegas, latinas y hebreas. Decía: «Este es el rey de los judíos». Uno de los malhechores que estaban colgados le insultaba y le decía: —¿No eres tú el Cristo? ¡Pues sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros! Pero el otro le reprendió diciendo: —¿Ni siquiera ahora, que sufres la misma condena, temes a Dios? Nosotros estamos pagando justamente. Recibimos lo que merecemos por los actos cometidos, pero este no ha hecho nada malo. Y dijo a Jesús: —Acuérdate de mí cuando vayas a tu reino. Jesús respondió: —Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.
LUCAS 23:26-43 La Palabra (versión española) (BLP)
Cuando lo llevaban para crucificarlo, echaron mano de un tal Simón, natural de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Lo acompañaba mucha gente del pueblo junto con numerosas mujeres que lloraban y se lamentaban por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: —Mujeres de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad, más bien, por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque vienen días en que se dirá: «¡Felices las estériles, los vientres que no concibieron y los pechos que no amamantaron!». La gente comenzará entonces a decir a las montañas: «¡Caed sobre nosotros!»; y a las colinas: «¡Sepultadnos!». Porque si al árbol verde le hacen esto, ¿qué no le harán al seco? Llevaban también a dos criminales para ejecutarlos al mismo tiempo que a Jesús. Cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», crucificaron a Jesús y a los dos criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda. Jesús entonces decía: —Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Los soldados se repartieron las ropas de Jesús echándolas a suertes. La gente estaba allí mirando, mientras las autoridades se burlaban de Jesús, diciendo: —Puesto que ha salvado a otros, que se salve a sí mismo si de veras es el Mesías, el elegido de Dios. Los soldados también se burlaban de él: se acercaban para ofrecerle vinagre y le decían: —Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Habían fijado un letrero por encima de su cabeza que decía: «Este es el rey de los judíos». Uno de los criminales colgados a su lado lo insultaba, diciendo: —¿No eres tú el Mesías? ¡Pues sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros! Pero el otro increpó a su compañero, diciéndole: —¿Es que no temes a Dios, tú que estás condenado al mismo castigo? Nosotros estamos pagando justamente los crímenes que hemos cometido, pero este no ha hecho nada malo. Y añadió: —Jesús, acuérdate de mí cuando vengas como rey. Jesús le contestó: —Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.
LUCAS 23:26-43 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Cuando llevaban a crucificar a Jesús, echaron mano de un hombre de Cirene llamado Simón, que venía del campo, y le hicieron cargar con la cruz y llevarla detrás de Jesús. Mucha gente y muchas mujeres que lloraban y gritaban de dolor por él, le seguían. Jesús las miró, y les dijo: –Mujeres de Jerusalén, no lloréis por mí, sino por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque vendrán días en que se dirá: ‘¡Dichosas las que no pueden tener hijos, los vientres que nunca concibieron y los pechos que no dieron de mamar!’ Y entonces comenzará la gente a decir a los montes: ‘¡Caed sobre nosotros!’, y a las colinas: ‘¡Escondednos!’ Porque si con el árbol verde hacen todo esto, ¿qué no harán con el seco? También llevaban a dos malhechores, para matarlos junto con Jesús. Cuando llegaron al sitio llamado de la Calavera, crucificaron a Jesús y a los dos malhechores, uno a su derecha y otro a su izquierda. [Jesús dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.”] Los soldados echaron suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús. La gente estaba allí mirando; y hasta las autoridades se burlaban de él diciendo: –Salvó a otros; ¡que se salve a sí mismo ahora, si de veras es el Mesías de Dios y su escogido! Los soldados también se burlaban de Jesús. Se acercaban a él y le daban a beber vino agrio, diciéndole: –¡Si eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo! Y sobre su cabeza había un letrero que decía: “Este es el Rey de los judíos.” Uno de los malhechores allí colgados le insultaba, diciéndole: –¡Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros! Pero el otro reprendió a su compañero diciendo: –¿No temes a Dios, tú que estás sufriendo el mismo castigo? Nosotros padecemos con toda razón, pues recibimos el justo pago de nuestros actos; pero este no ha hecho nada malo. Luego añadió: –Jesús, acuérdate de mí cuando comiences a reinar. Jesús le contestó: –Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.
LUCAS 23:26-43 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Cuando se lo llevaban, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Lo seguía mucha gente del pueblo, incluso mujeres que se golpeaban el pecho, lamentándose por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: ―Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Mirad, va a llegar el tiempo en que se dirá: “¡Dichosas las estériles, que nunca dieron a luz ni amamantaron!” Entonces »“dirán a las montañas: ‘¡Caed sobre nosotros!’, y a las colinas: ‘¡Cubridnos!’ ” Porque, si esto se hace cuando el árbol está verde, ¿qué no sucederá cuando esté seco?» También llevaban con él a otros dos, ambos criminales, para ser ejecutados. Cuando llegaron al lugar llamado la Calavera, lo crucificaron allí, junto con los criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda. ―Padre —dijo Jesús—, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Mientras tanto, echaban suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús. La gente, por su parte, se quedó allí observando, y aun los gobernantes estaban burlándose de él. ―Salvó a otros —decían—; que se salve a sí mismo si es el Cristo de Dios, el Escogido. También los soldados se acercaron para burlarse de él. Le ofrecieron vinagre y le dijeron: ―Si eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Resulta que había sobre él un letrero, que decía: «ESTE ES EL REY DE LOS JUDíOS». Uno de los criminales allí colgados empezó a insultarlo: ―¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros! Pero el otro criminal lo reprendió: ―¿Ni siquiera temor de Dios tienes, aunque sufres la misma condena? En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros delitos; este, en cambio, no ha hecho nada malo. Luego dijo: ―Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. ―Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso —le contestó Jesús.