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LUCAS 5:17-39

LUCAS 5:17-39 Reina Valera 2020 (RV2020)

Un día se hallaba Jesús enseñando y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, que habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea y Jerusalén. El poder del Señor estaba con Jesús para sanar. Sucedió entonces que unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y procuraban entrar con él en la casa donde estaba Jesús para ponérselo delante. Pero no pudiendo hacerlo a causa de la multitud congregada, subieron encima de la casa y abriendo un hueco en el tejado le bajaron con la camilla y le pusieron en medio, delante de Jesús. Él, al ver su fe, le dijo al paralítico: —Hombre, tus pecados te son perdonados. Los escribas y los fariseos comenzaron a pensar: «¿Quién es este que blasfema de tal modo? ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios?». Jesús se dio cuenta de lo que estaban pensando y les preguntó: —¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir: «Tus pecados te son perdonados», o: «Levántate y anda»? Sabed que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar los pecados. Entonces se dirigió al paralítico con estas palabras: —A ti te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Al instante se levantó en presencia de ellos, tomó la camilla en que estaba acostado y se fue a su casa alabando a Dios. Y todos, sobrecogidos de asombro, alababan a Dios y llenos de temor decían: —Hoy hemos visto maravillas. Después de estas cosas, salió Jesús y vio a un recaudador de impuestos llamado Leví sentado en el banco de recaudación de impuestos, y le dijo: —Sígueme. Él, dejándolo todo, se levantó y le siguió. Leví le ofreció un gran banquete en su casa. A la mesa se sentó un nutrido número de recaudadores de impuestos y otras personas. Los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos y decían: —¿Por qué coméis y bebéis con recaudadores de impuestos y pecadores? Les respondió Jesús: —Los que están sanos no necesitan médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos al arrepentimiento, sino a los pecadores. Entonces ellos le dijeron: —¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben? Él respondió: —¿Podéis acaso hacer que los que están de bodas ayunen mientras el esposo está con ellos? Vendrán días cuando el esposo no estará con ellos. Entonces, en aquellos días, ayunarán. Les contó entonces esta parábola: —Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo, porque el nuevo se rompe y al viejo no le conviene remiendo nuevo. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo romperá los odres y, consecuentemente, se derramará el vino y se perderán los odres. El vino nuevo se ha de echar en odres nuevos y lo uno y lo otro se conservan. Y nadie que haya bebido el vino añejo querrá luego beber el nuevo, porque dirá: El añejo es mejor.

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LUCAS 5:17-39 La Palabra (versión española) (BLP)

Un día estaba Jesús enseñando. Cerca de él se habían sentado algunos fariseos y doctores de la ley llegados de todas las aldeas de Galilea y de Judea, y también de Jerusalén. Y el poder del Señor se manifestaba en las curaciones que hacía. En esto llegaron unos hombres que traían a un paralítico en una camilla y que andaban buscando cómo entrar en la casa para ponerlo delante de Jesús. No encontrando el modo de introducirlo a causa del gentío, subieron a la terraza y, a través de un hueco que abrieron en el techo, bajaron al paralítico en su camilla y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Al ver la fe de quienes lo llevaban, Jesús dijo al enfermo: —Amigo, tus pecados quedan perdonados. Los maestros de la ley y los fariseos se pusieron a pensar: «¿Quién es este, que blasfema de tal manera? ¡Solamente Dios puede perdonar pecados!». Jesús se dio cuenta de lo que estaban pensando y les preguntó: —¿Por qué estáis pensando así? ¿Qué es más fácil? ¿Decir: «Tus pecados quedan perdonados», o decir: «Levántate y anda»? Pues voy a demostraros que el Hijo del hombre tiene autoridad en este mundo para perdonar pecados. Se volvió al paralítico y le dijo: —A ti te hablo: levántate, recoge tu camilla y márchate a casa. Él se levantó al instante delante de todos, recogió la camilla donde estaba acostado y se fue a su casa alabando a Dios. Todos los presentes quedaron atónitos y comenzaron a alabar a Dios. Sobrecogidos de temor, decían: —¡Hoy hemos visto cosas increíbles! Después de esto, Jesús salió de allí y vio a un recaudador de impuestos llamado Leví, que estaba sentado en su despacho de recaudación de impuestos. Le dijo: —Sígueme. Leví se levantó y, dejándolo todo, lo siguió. Más tarde, Leví hizo en su casa una gran fiesta en honor de Jesús, y juntamente con ellos se sentaron a la mesa una multitud de recaudadores de impuestos y de otras personas. Los fariseos y sus maestros de la ley se pusieron a murmurar y preguntaron a los discípulos de Jesús: —¿Cómo es que vosotros os juntáis a comer y beber con recaudadores de impuestos y gente de mala reputación? Jesús les contestó: —No necesitan médico los que están sanos, sino los que están enfermos. Yo no he venido a llamar a los buenos, sino a los pecadores, para que se conviertan. Entonces dijeron a Jesús: —Los discípulos de Juan ayunan a menudo y se dedican a la oración, y lo mismo hacen los de los fariseos. ¡En cambio, los tuyos comen y beben! Jesús les contestó: —¿Haríais vosotros ayunar a los invitados a una boda mientras el novio está con ellos? Ya llegará el momento en que les faltará el novio; entonces ayunarán. Además les puso este ejemplo: —Nadie corta un trozo de tela a un vestido nuevo para remendar uno viejo. De hacerlo así, se estropearía el nuevo y al viejo no le quedaría bien la pieza del nuevo. Tampoco echa nadie vino nuevo en odres viejos, pues el vino nuevo rompe los odres, de modo que el vino se derrama y los odres se pierden. El vino nuevo hay que echarlo en odres nuevos. Y nadie que haya bebido vino añejo querrá beber después vino nuevo, porque dirá que el añejo es mejor.

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LUCAS 5:17-39 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Un día estaba Jesús enseñando, y se habían sentado por allí algunos fariseos y maestros de la ley venidos de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén. El poder de Dios se manifestaba en Jesús cuando curaba a los enfermos. En esto llegaron unos hombres que llevaban en una camilla a un paralítico. Querían meterlo en la casa y ponerlo delante de Jesús, pero no encontraban por dónde entrar porque había mucha gente; así que subieron al techo, y haciendo un hueco entre las tejas bajaron al enfermo en la camilla, allí en medio de todos, delante de Jesús. Cuando Jesús vio la fe que tenían, le dijo al enfermo: –Amigo, tus pecados quedan perdonados. Entonces los maestros de la ley y los fariseos comenzaron a pensar: “¿Quién es este, que se atreve a decir palabras ofensivas contra Dios? Tan sólo Dios puede perdonar pecados.” Pero Jesús, dándose cuenta de lo que estaban pensando, les preguntó: –¿Por qué pensáis así? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados quedan perdonados’ o decir: ‘Levántate y anda’? Pues voy a demostraros que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados. Entonces dijo al paralítico: –A ti te digo: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Al momento, el paralítico se levantó delante de todos, tomó la camilla en que estaba acostado y se fue a su casa alabando a Dios. Todos se quedaron asombrados y alabaron a Dios, y llenos de miedo dijeron: –Hoy hemos visto cosas maravillosas. Después de esto, Jesús salió y se fijó en uno de los que cobraban impuestos para Roma. Se llamaba Leví y estaba sentado en el lugar donde cobraba los impuestos. Jesús le dijo: –Sígueme. Entonces Leví se levantó, y dejándolo todo siguió a Jesús. Más tarde, Leví hizo en su casa una gran fiesta en honor de Jesús; y muchos de los que cobraban impuestos para Roma, junto con otras personas, estaban sentados con ellos a la mesa. Pero los fariseos y los maestros de la ley pertenecientes a este partido comenzaron a criticar a los discípulos de Jesús. Les decían: –¿Por qué coméis y bebéis con los cobradores de impuestos y los pecadores? Jesús les contestó: –Los que gozan de buena salud no necesitan médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan a Dios. Le dijeron a Jesús: –Los seguidores de Juan y los de los fariseos ayunan mucho y hacen muchas oraciones, pero tus discípulos no dejan de comer y beber. Jesús les contestó: –¿Acaso podéis hacer que ayunen los invitados a una boda mientras el novio está con ellos? Ya llegará el momento en que se lleven al novio; cuando llegue ese día, ayunarán. También les contó esta parábola: –Nadie corta un trozo de un vestido nuevo para arreglar un vestido viejo. De hacerlo así, echará a perder el vestido nuevo; además el trozo nuevo no quedará bien en el vestido viejo. Ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo hace que los odres revienten, y tanto el vino como los odres se pierden. Por eso hay que echar el vino nuevo en odres nuevos. Y nadie que beba vino añejo querrá después beber el nuevo, porque dirá que el añejo es mejor.

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LUCAS 5:17-39 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Un día, mientras enseñaba, estaban sentados allí algunos fariseos y maestros de la ley que habían venido de todas las aldeas de Galilea y Judea, y también de Jerusalén. Y el poder del Señor estaba con él para sanar a los enfermos. Entonces llegaron unos hombres que llevaban en una camilla a un paralítico. Procuraron entrar para ponerlo delante de Jesús, pero no pudieron a causa de la multitud. Así que subieron a la azotea y, separando las tejas, lo bajaron en la camilla hasta ponerlo en medio de la gente, frente a Jesús. Al ver la fe de ellos, Jesús dijo: ―Amigo, tus pecados quedan perdonados. Los fariseos y los maestros de la ley comenzaron a pensar: «¿Quién es este que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?» Pero Jesús supo lo que estaban pensando y les dijo: ―¿Por qué razonáis así? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados quedan perdonados”, o “Levántate y anda”? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —se dirigió entonces al paralítico—: A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Al instante se levantó a la vista de todos, tomó la camilla en que había estado acostado y se fue a su casa alabando a Dios. Todos quedaron asombrados y ellos también alababan a Dios. Estaban llenos de temor y decían: «Hoy hemos visto maravillas». Después de esto salió Jesús y se fijó en un recaudador de impuestos llamado Leví, sentado a la mesa donde cobraba. ―Sígueme —le dijo Jesús. Y Leví se levantó, lo dejó todo y lo siguió. Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa, y había allí un grupo numeroso de recaudadores de impuestos y otras personas que estaban comiendo con ellos. Pero los fariseos y los maestros de la ley que eran de la misma secta les reclamaban a los discípulos de Jesús: ―¿Por qué coméis y bebéis con recaudadores de impuestos y pecadores? ―No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos —les contestó Jesús—. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores para que se arrepientan. Algunos le dijeron a Jesús: ―Los discípulos de Juan ayunan y oran con frecuencia, lo mismo que los discípulos de los fariseos, pero los tuyos se pasan el día comiendo y bebiendo. Jesús les replicó: ―¿Acaso podéis obligar a los invitados del novio a que ayunen mientras él está con ellos? Llegará el día en que se les quitará el novio; en aquellos días sí ayunarán. Les contó esta parábola: ―Nadie quita un retazo de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. De hacerlo así, habrá rasgado el vestido nuevo, y el retazo nuevo no hará juego con el vestido viejo. Ni echa nadie vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino nuevo hará reventar los odres, se derramará el vino y los odres se echarán a perder. Más bien, el vino nuevo debe echarse en odres nuevos. Y nadie que haya bebido vino añejo quiere el nuevo, porque dice: “El añejo es mejor”.

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