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MATEO 21:1-27

MATEO 21:1-27 La Palabra (versión española) (BLP)

Cerca ya de Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos con este encargo: —Id a la aldea que está ahí enfrente, y enseguida encontraréis una borrica atada, y a su lado un pollino. Desatadlos y traédmelos. Y si alguien os pregunta algo, decidle que el Señor los necesita y que enseguida los devolverá. Esto sucedió en cumplimiento de lo dicho por medio del profeta: Decid a Jerusalén, la ciudad de Sion: Mira, tu Rey viene a ti lleno de humildad, montado en un asno, en un pollino, hijo de animal de carga. Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado. Le llevaron la borrica y el pollino, pusieron sobre ellos sus mantos, y Jesús montó encima. Un gran gentío alfombraba con sus mantos el camino, mientras otros cortaban ramas de los árboles y las tendían al paso de Jesús. Y los que iban delante y los que iban detrás gritaban: —¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Gloria al Dios Altísimo! Cuando Jesús entró en Jerusalén, hubo gran agitación en la ciudad. Unos a otros se preguntaban: —¿Quién es este? Y la gente decía: —Este es el profeta Jesús, el de Nazaret de Galilea. Jesús entró en el Templo y expulsó a todos los que allí estaban vendiendo y comprando. Volcó las mesas de los cambistas de monedas y los puestos de los vendedores de palomas increpándolos: —Esto dicen las Escrituras: Mi casa ha de ser casa de oración; pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones. Más tarde se acercaron a Jesús, en el Templo, algunos ciegos y tullidos, y él los curó. Pero los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley se sintieron muy molestos al ver los milagros que Jesús había hecho y al oír que los niños gritaban en el Templo dando vivas al Hijo de David. Por eso le preguntaron: —¿No oyes lo que estos están diciendo? Jesús les contestó: —¡Claro que lo oigo! Pero ¿es que nunca habéis leído en las Escrituras aquello de: sacarás alabanza de labios de los pequeños y de los niños de pecho? Y dejándolos, salió de la ciudad y se fue a Betania, donde pasó la noche. Por la mañana temprano, cuando Jesús volvía a la ciudad, sintió hambre. Al ver una higuera junto al camino, se acercó a ella; pero únicamente encontró hojas. Entonces dijo a la higuera: —¡Que nunca más vuelvas a dar fruto! Y en aquel mismo instante se secó la higuera. Al ver aquello, los discípulos se quedaron atónitos, y decían: —¿Cómo ha podido secarse de repente la higuera? Jesús les contestó: —Os aseguro que, si tenéis fe y no dudáis, no solamente haréis esto de la higuera, sino que si decís a este monte que se quite de ahí y se arroje al mar, así ocurrirá. Todo cuanto pidáis orando con fe, lo recibiréis. Jesús entró en el Templo y mientras enseñaba se le acercaron los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo y le preguntaron: —¿Con qué derecho haces tú todo eso? ¿Quién te ha autorizado para ello? Jesús les contestó: —Yo también voy a preguntaros una cosa. Si me respondéis, os diré con qué derecho hago todo esto. ¿De quién recibió Juan el encargo de bautizar: del cielo o de los hombres? Ellos se pusieron a razonar entre sí: «Si contestamos que lo recibió de Dios, él nos dirá: “¿Por qué, pues, no le creísteis?” Y si decimos que lo recibió de los hombres, corremos el peligro de la reacción del pueblo, porque todos tienen a Juan por profeta». Así que respondieron a Jesús: —No lo sabemos. A lo que él replicó: —Pues tampoco yo os diré con qué derecho hago todo esto.

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MATEO 21:1-27 Reina Valera 2020 (RV2020)

Cuando próximos a Jerusalén, llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús dijo a dos discípulos: —Id a la aldea que está enfrente de vosotros y en seguida hallaréis una asna atada y un pollino con ella. Desatadla, y traédmelos. Y si alguien os dice algo, respondedle: «El Señor los necesita, pero luego los devolverá». Todo esto aconteció para que se cumpliera lo que dijo el profeta: Decid a la hija de Sion: Mira que tu Rey viene a ti, manso y sentado sobre un asno, sobre un pollino, hijo de animal de carga . Entonces los discípulos fueron e hicieron como Jesús les había mandado. Trajeron el asna y el pollino, pusieron sobre ellos sus mantos y él se sentó encima. Una gran multitud desplegaba sus mantos en el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las tendían a su paso. Y la gente que iba delante y la que iba detrás le aclamaba diciendo: —¡Hosana al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas! Cuando Jesús entró en Jerusalén, hubo gran agitación en la ciudad. Unos preguntaban: —¿Quién es este? Y otros respondían: —Este es Jesús el profeta, el de Nazaret de Galilea. Entró Jesús en el templo de Dios y echó fuera a todos los que vendían y compraban allí, volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas y les dijo: Escrito está: Mi casa será llamada casa de oración , pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones. Y en el templo se le acercaron ciegos y cojos y los sanó. Pero los principales sacerdotes y los escribas se enojaron al ver las maravillas que hacía y al observar que los muchachos le aclamaban en el templo diciendo «¡Hosana al Hijo de David!». Y le dijeron: —¿Oyes lo que estos dicen? Jesús les respondió: —Sí. ¿Nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman haces salir la alabanza ? Jesús los dejó, abandonó la ciudad para ir a Betania y se quedó allí. Por la mañana, al volver a la ciudad, tuvo hambre. Vio una higuera cerca del camino y se acercó, pero no halló nada en ella sino hojas, y le dijo: —¡Nunca jamás nazca de ti fruto! Y al instante la higuera se secó. Al ver esto los discípulos, decían asombrados: —¿Cómo es que se secó en seguida la higuera? Jesús les respondió: —Os aseguro que si tenéis fe y no dudáis, no solo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte le decís «¡Quítate y arrójate al mar!», será hecho. Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis. Cuando llegó al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras enseñaba y le preguntaron: —¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te dio esta autoridad? Jesús les respondió: —Yo también os haré una pregunta, y si me la respondéis, también os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo o de los hombres? Ellos entonces discutían entre sí: —Si decimos «del cielo», nos dirá: «¿Por qué, pues, no le creísteis?». Y si decimos «de los hombres», tememos al pueblo, porque todos tienen a Juan por profeta. Así que respondieron a Jesús: —No lo sabemos. Él replicó: —Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.

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MATEO 21:1-27 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Cerca ya de Jerusalén, cuando llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos diciéndoles: –Id a esa aldea y encontraréis una asna atada y un borriquillo con ella. Desatadla y traédmelos. Si alguien os dice algo, respondedle que el Señor los necesita y que en seguida los devolverá. Esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el profeta: “Decid a la ciudad de Sión: ‘Mira, tu Rey viene a ti, humilde, montado en un asno, en un borriquillo, cría de una bestia de carga.’ ” Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado. Llevaron el asna y el borriquillo, los cubrieron con unas capas y Jesús montó. Había mucha gente, y unos tendían sus capas por el camino y otros tendían ramas que cortaban de los árboles. Y los que iban delante y los que iban detrás gritaban: –¡Hosana al Hijo del rey David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas! Cuando Jesús entró en Jerusalén, toda la ciudad se alborotó. Muchos preguntaban: –¿Quién es este? Y la gente contestaba: –Es el profeta Jesús, el de Nazaret de Galilea. Jesús entró en el templo y expulsó a todos los que allí estaban vendiendo y comprando. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas. Les dijo: –En las Escrituras se dice: ‘Mi casa será casa de oración’, pero vosotros habéis hecho de ella una cueva de ladrones. Se acercaron a Jesús en el templo los ciegos y los cojos, y él los sanó. Pero los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, al ver los milagros que hacía y al oir que los niños gritaban en el templo: “¡Gloria al Hijo del rey David!”, se indignaron y dijeron a Jesús: –¿No oyes lo que están diciendo? Jesús les contestó: –Sí, lo oigo, ¿pero no habéis leído la Escritura que dice: ‘Con los cantos de los pequeños y de los niños de pecho has dispuesto tu alabanza’? Entonces los dejó, salió de la ciudad y se fue a Betania, donde pasó la noche. Por la mañana, cuando Jesús volvía a la ciudad, sintió hambre. Vio una higuera junto al camino y se acercó a ella, pero no encontró más que hojas. Entonces dijo a la higuera: –¡Nunca vuelvas a dar fruto! Al instante se secó la higuera. Al ver esto, los discípulos se asombraron y preguntaron a Jesús: –¿Cómo es que la higuera se ha secado al instante? Jesús les contestó: –Os aseguro que, si tenéis fe y no dudáis, no solo podréis hacer lo que he hecho yo con la higuera, sino que aun si le decís a ese monte: ‘Quítate de ahí y arrójate al mar’, lo hará. Y todo lo que al orar pidáis con fe, lo recibiréis. Jesús entró en el templo y, mientras estaba en él, enseñando, se le acercaron los jefes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos y le preguntaron: –¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te ha dado tal autoridad? Jesús les contestó: –Yo también os voy a hacer una pregunta: ¿Quién envió a Juan a bautizar: Dios o los hombres? Si me respondéis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. Ellos se pusieron a discutir unos con otros: “Si respondemos que le envió Dios, nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’ Y si decimos que fueron los hombres, tenemos miedo de la gente, porque todos tienen a Juan por profeta.” Así que respondieron a Jesús: –No lo sabemos. Entonces él les contestó. –Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.

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MATEO 21:1-27 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagué, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos con este encargo: «Id a la aldea que tenéis enfrente, y ahí mismo encontraréis una burra atada, y un burrito con ella. Desatadlos y traédmelos. Si alguien os comenta algo, respondedle que el Señor los necesita, pero que ya los devolverá». Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por el profeta: «Decid a la hija de Sión: “Mira, tu rey viene hacia ti, humilde y montado en un burro, en un burrito, cría de una bestia de carga”». Los discípulos fueron e hicieron como les había mandado Jesús. Llevaron la burra y el burrito, y pusieron encima sus mantos, sobre los cuales se sentó Jesús. Había mucha gente que tendía sus mantos sobre el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las esparcían en el camino. Tanto la gente que iba delante de él como la que iba detrás gritaba: ―¡Hosanna al Hijo de David! ―¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ―¡Hosanna en las alturas! Cuando Jesús entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. ―¿Quién es este? —preguntaban. ―Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea —contestaba la gente. Jesús entró en el templo y echó de allí a todos los que compraban y vendían. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas. «Escrito está —les dijo—: “Mi casa será llamada casa de oración”; pero vosotros la estáis convirtiendo en “cueva de ladrones”». Se le acercaron en el templo ciegos y cojos, y los sanó. Pero cuando los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley vieron que hacía cosas maravillosas, y que los niños gritaban en el templo: «¡Hosanna al Hijo de David!», se indignaron. ―¿Oyes lo que esos están diciendo? —protestaron. ―Claro que sí —respondió Jesús—; ¿no habéis leído nunca: »“En los labios de los pequeños y de los niños de pecho has puesto la perfecta alabanza”?» Entonces los dejó y, saliendo de la ciudad, se fue a pasar la noche en Betania. Muy de mañana, cuando volvía a la ciudad, tuvo hambre. Al ver una higuera junto al camino, se acercó a ella, pero no encontró nada más que hojas. ―¡Nunca más vuelvas a dar fruto! —le dijo. Y al instante se secó la higuera. Los discípulos se asombraron al ver esto. ―¿Cómo es que se secó la higuera tan pronto? —preguntaron ellos. ―Os aseguro que, si tenéis fe y no dudáis —respondió Jesús—, no solo haréis lo que he hecho con la higuera, sino que podréis decirle a este monte: “¡Quítate de ahí y tírate al mar!”, y así se hará. Si creéis, recibiréis todo lo que pidáis en oración. Jesús entró en el templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo. ―¿Con qué autoridad haces esto? —lo interrogaron—. ¿Quién te dio esa autoridad? ―Yo también voy a haceros una pregunta. Si me la respondéis, os diré con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de dónde procedía? ¿Del cielo o de la tierra? Ellos se pusieron a discutir entre sí: «Si respondemos: “Del cielo”, nos dirá: “Entonces, ¿por qué no le creísteis?” Pero, si decimos: “De la tierra”… tememos al pueblo, porque todos consideran que Juan era un profeta». Así que le respondieron a Jesús: ―No lo sabemos. ―Pues yo tampoco os voy a decir con qué autoridad hago esto.

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