MATEO 9:18-34
MATEO 9:18-34 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Mientras él les decía esto, un dirigente judío llegó, se arrodilló delante de él y le dijo: ―Mi hija acaba de morir. Pero ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá. Jesús se levantó y fue con él, acompañado de sus discípulos. En esto, una mujer que hacía doce años que padecía de hemorragias se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto. Pensaba: «Si al menos logro tocar su manto, quedaré sana». Jesús se dio la vuelta, la vio y le dijo: ―¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado. Y la mujer quedó sana en aquel momento. Cuando Jesús entró en la casa del dirigente y vio a los flautistas y el alboroto de la gente, les dijo: ―Retiraos. La niña no está muerta, sino dormida. Entonces empezaron a burlarse de él. Pero, cuando se les hizo salir, entró él, tomó de la mano a la niña, y esta se levantó. La noticia se divulgó por toda aquella región. Al irse Jesús de allí, dos ciegos lo siguieron, gritándole: ―¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David! Cuando entró en la casa, se le acercaron los ciegos, y él les preguntó: ―¿Creéis que puedo sanaros? ―Sí, Señor —le respondieron. Entonces les tocó los ojos y les dijo: ―Que se haga con vosotros conforme a vuestra fe. Y recobraron la vista. Jesús les advirtió con firmeza: ―Aseguraos de que nadie se entere de esto. Pero ellos salieron para divulgar por toda aquella región la noticia acerca de Jesús. Mientras ellos salían, le llevaron un mudo endemoniado. Así que Jesús expulsó al demonio, y el que había estado mudo habló. La multitud se maravillaba y decía: «Jamás se ha visto nada igual en Israel». Pero los fariseos afirmaban: «Este expulsa a los demonios por medio del príncipe de los demonios».
MATEO 9:18-34 Reina Valera 2020 (RV2020)
Mientras él les decía estas cosas, llegó un dirigente, se postró ante él y le dijo: —Mi hija acaba de morir; pero ven y pon tu mano sobre ella y vivirá. Jesús se levantó y le siguió con sus discípulos. Entonces una mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto, porque se decía a sí misma: «Con solo tocar su manto me sanaré». Jesús se volvió, la miró y le dijo: —Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora. Cuando entró Jesús en la casa del dirigente y vio a los que tocaban flautas y a la gente que hacía alboroto, les dijo: —Apartaos, porque la niña no está muerta, sino que duerme. Y se burlaban de él. Pero cuando echaron fuera a aquella gente, Jesús entró, tomó de la mano a la niña y ella se levantó. Y se difundió esta noticia por toda aquella tierra. Cuando salió Jesús, le siguieron dos ciegos clamando a gritos: —¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! Al llegar a la casa, se le acercaron los ciegos y Jesús les preguntó: —¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos respondieron: —Sí, Señor. Entonces les tocó los ojos y les dijo: —Conforme a vuestra fe os sea hecho. Sus ojos fueron abiertos y Jesús les advirtió rigurosamente: —Mirad que nadie lo sepa. Pero cuando salieron, divulgaron la fama de Jesús por toda aquella tierra. Tan pronto como salieron, le trajeron un mudo endemoniado. Jesús expulsó al demonio y el mudo habló. La gente se maravillaba y decía: —Nunca se ha visto cosa semejante en Israel. Pero los fariseos decían: —Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.
MATEO 9:18-34 La Palabra (versión española) (BLP)
Mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, se le acercó un dignatario que, arrodillándose delante de él, le dijo: —Mi hija acaba de morir; pero si tú vienes y pones tu mano sobre ella, volverá a vivir. Jesús se levantó y, seguido de sus discípulos, fue con él. En esto, una mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años, se acercó por detrás a Jesús y tocó el borde de su manto, pues pensaba para sí misma: «Con solo tocar su manto, me curaré». Pero Jesús se volvió y, al verla, le dijo: —Ánimo, hija, tu fe te ha sanado. Y en aquel mismo instante la mujer recuperó la salud. Cuando Jesús llegó a casa del dignatario y vio a los flautistas y a la gente que se lamentaba, dijo: —Salid de aquí. La muchacha no está muerta; está dormida. Al oír esto, todos se rieron de Jesús; pero él, después que salió la gente, pasó adentro, tomó a la muchacha por la mano y ella se levantó. La noticia de este suceso se extendió por toda aquella región. Al salir Jesús de allí, lo siguieron dos ciegos que suplicaban a voces: —¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David! Cuando entró en casa, los ciegos se le acercaron y Jesús les preguntó: —¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos le contestaron: —Sí, Señor. Entonces les tocó los ojos y dijo: —Que se haga en vosotros conforme a la fe que tenéis. Se les abrieron al punto los ojos y Jesús les ordenó: —Procurad que nadie lo sepa. Ellos, sin embargo, en cuanto salieron, comenzaron a divulgarlo por toda la región. Acababan de irse los ciegos cuando se acercaron unos a Jesús y le presentaron un mudo que estaba poseído por un demonio. En cuanto Jesús expulsó al demonio, el mudo comenzó a hablar. Y los que lo presenciaron decían asombrados: —¡Nunca se ha visto en Israel nada parecido! En cambio, los fariseos decían: —El propio jefe de los demonios es quien le da a este el poder para expulsarlos.
MATEO 9:18-34 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Mientras Jesús les estaba hablando, llegó un jefe de los judíos, se arrodilló ante él y le dijo: –Mi hija acaba de morir, pero si tú vienes y pones tu mano sobre ella, volverá a la vida. Jesús se levantó, y acompañado de sus discípulos se fue con él. Entonces una mujer que desde hacía doce años estaba enferma, con hemorragias, se acercó a Jesús por detrás y tocó el borde de su capa. Porque pensaba: “Con solo tocar su capa quedaré sana.” Pero Jesús, volviéndose, vio a la mujer y le dijo: –Ánimo, hija, por tu fe has quedado sanada. Y desde aquel momento quedó sana. Cuando Jesús llegó a casa del jefe de los judíos, y vio a los músicos que estaban preparados para el entierro y a la gente que lloraba a gritos, les dijo: –Salid de aquí. La muchacha no está muerta, sino dormida. La gente se burlaba de Jesús, pero él los hizo salir; luego entró, tomó de la mano a la muchacha y ella se levantó. Y por toda aquella región corrió la noticia de lo sucedido. Al salir Jesús de allí, dos ciegos le siguieron, gritando: –¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David! Cuando entró en la casa, los ciegos se le acercaron. Él les preguntó: –¿Creéis que puedo hacer esto? –Sí, Señor –le contestaron. Entonces Jesús les tocó los ojos y les dijo: –Hágase conforme a la fe que tenéis. Y recobraron la vista. Jesús les advirtió severamente: –Procurad que nadie lo sepa. Pero en cuanto salieron, contaron por toda aquella región lo que Jesús había hecho. Mientras los ciegos salían, algunas personas trajeron a Jesús un mudo que estaba endemoniado. Jesús expulsó al demonio, y en seguida el mudo comenzó a hablar. La gente, asombrada, decía: –¡Nunca se ha visto cosa igual en Israel! Pero los fariseos decían: –El propio jefe de los demonios es quien ha dado a este el poder de expulsarlos.