MARCOS 11:1-33
MARCOS 11:1-33 Reina Valera 2020 (RV2020)
Cuando se aproximaban a Jerusalén, cerca ya de Betfagé y de Betania, junto al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos diciéndoles: —Id a la aldea que está enfrente de vosotros. En ella hallaréis un pollino atado, sobre el cual nadie ha montado. Desatadlo y traedlo. Si alguien os pregunta «¿Por qué hacéis eso?», decid que el Señor lo necesita y que luego lo devolverá. Los discípulos fueron y hallaron el pollino en la calle, atado a una puerta, y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les preguntaron: —¿Qué hacéis desatando el pollino? Ellos respondieron como Jesús había dicho, y les dejaron ir. Los discípulos trajeron el pollino, echaron encima sus mantos y Jesús se montó en él. Muchos alfombraban con sus mantos el camino; otros lo hacían con ramas que habían cortado en el campo. Y los que iban delante y los que venían detrás le aclamaban diciendo: —¡Hosana! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene, el reino de nuestro padre David! ¡Hosana en las alturas! Entró Jesús en Jerusalén y fue al templo. Tras mirar todo a su alrededor, siendo ya tarde, se marchó a Betania con los doce. Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre. Y viendo a lo lejos una higuera frondosa, se acercó a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos. Entonces Jesús dijo a la higuera estas palabras, en un tono que los discípulos oyeron: —Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Llegaron, pues, a Jerusalén y entrando en el templo Jesús comenzó a echar fuera de él a quienes allí vendían y compraban. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas; y no consentía que nadie anduviera por el templo llevando objetos de un lado a otro. Y les enseñaba diciendo: —¿No está escrito: «Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones»? Sin embargo, vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones. Lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes y buscaban cómo matarlo. Pero le tenían miedo porque todo el pueblo se maravillaba con su enseñanza. Al llegar la noche, Jesús salió de la ciudad. Por la mañana, al pasar junto a la higuera, vieron que se había secado desde las raíces. Entonces Pedro, acordándose de lo sucedido, le dijo: —Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado. Respondió Jesús: —Tened fe en Dios. Os aseguro que cualquiera que diga a este monte «Quítate y échate en el mar» sin dudas en su corazón, sino creyendo que se hará lo que dice, lo que diga se hará. Por tanto, os digo: todas las cosas que pedís en oración creed que ya lo habéis recibido, y lo obtendréis. Y cuando estéis en oración, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestros agravios. Volvieron a Jerusalén; y andando Jesús por el templo, se le acercaron los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos y le preguntaron: —¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te dio autoridad para hacerlas? Jesús les respondió: —Os haré yo también una pregunta. Respondedme, y os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respondedme. Ellos discutían entre sí y decían: «Si respondemos “del cielo”, dirá: “¿Por qué, pues, no le creísteis?”. Pero ¿vamos a decir “de los hombres”?». Los sacerdotes y escribas temían al pueblo, porque todos tenían a Juan como un verdadero profeta. Así que respondieron a Jesús: —No lo sabemos. Entonces Jesús les dijo: —Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.
MARCOS 11:1-33 La Palabra (versión española) (BLP)
Cerca ya de Jerusalén, al llegar a Betfagé y Betania, al pie del monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos con este encargo: —Id a la aldea que tenéis ahí enfrente, y nada más entrar encontraréis un pollino atado, sobre el cual nunca ha montado nadie. Desatadlo y traédmelo. Y si alguien os pregunta por qué hacéis eso, contestadle que el Señor lo necesita y que enseguida lo devolverá. Los discípulos fueron y encontraron un pollino atado junto a una puerta, en la calle; y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les dijeron: —¿Por qué desatáis al pollino? Ellos contestaron lo que Jesús les había dicho, y les dejaron que se lo llevaran. Trajeron el pollino adonde estaba Jesús, colocaron encima sus mantos y Jesús montó sobre él. Muchos alfombraban con sus mantos el camino, mientras otros llevaban ramas cortadas en el campo. Y los que iban delante y los que iban detrás gritaban: —¡Viva! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene, el reino de nuestro padre David! ¡Gloria al Dios Altísimo! Cuando Jesús entró en Jerusalén, se dirigió al Templo. Después de echar una ojeada por todas partes, como ya estaba anocheciendo, se fue a Betania acompañado de los Doce. Al día siguiente, cuando salieron de Betania, Jesús sintió hambre. Al ver de lejos una higuera muy frondosa, se acercó a ella a ver si tenía fruto; pero encontró únicamente hojas, porque aún no era el tiempo de los higos. Entonces Jesús exclamó de forma que sus discípulos lo oyeran: —¡Que nunca jamás coma nadie fruto de ti! Llegaron a Jerusalén y, entrando en el Templo, Jesús se puso a expulsar a los que allí estaban vendiendo y comprando. Volcó las mesas de los cambistas de moneda y los puestos de los vendedores de palomas, y no permitía que nadie anduviera por el Templo llevando objetos de un lado a otro. Y los instruía increpándolos: —¿Acaso no dicen las Escrituras que mi casa ha de ser casa de oración para todas las naciones? Pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones. Oyeron estas palabras los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, y comenzaron a buscar la manera de matar a Jesús. Pero le tenían miedo, porque toda la gente estaba pendiente de su enseñanza. Al llegar la noche, Jesús y sus discípulos salieron de la ciudad. Cuando a la mañana siguiente pasaron junto a la higuera, vieron que se había secado hasta la raíz. Entonces Pedro, recordando lo sucedido, dijo a Jesús: —Maestro, mira: la higuera que maldijiste se ha secado. Jesús le contestó: —Tened fe en Dios. Os aseguro que si alguien dice a ese monte que se quite de ahí y se arroje al mar, y lo dice sin vacilar, creyendo de todo corazón que va a realizarse lo que pide, lo obtendrá. Por eso os digo que obtendréis todo lo que pidáis en oración, si tenéis fe en que vais a recibirlo. Y cuando estéis orando, si tenéis algo contra alguien, perdonádselo, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone el mal que vosotros hacéis. [ Pero, si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre os perdonará el mal que vosotros hacéis]. Cuando llegaron de nuevo a Jerusalén, mientras Jesús estaba paseando por el Templo se le acercaron los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos, y le preguntaron: —¿Con qué derecho haces tú todo eso? ¿Quién te ha autorizado a hacer lo que estás haciendo? Jesús les contestó: —Yo también voy a preguntaros una cosa. Respondedme y os diré con qué derecho hago todo esto. ¿De quién recibió Juan el encargo de bautizar: de Dios o de los hombres? ¡Respondedme! Ellos se pusieron a razonar entre sí: «Si contestamos que lo recibió de Dios, él dirá: “¿Por qué, pues, no le creísteis?” Pero ¿cómo vamos a decir que lo recibió de los hombres?». Y es que temían la reacción del pueblo, porque todos tenían a Juan por profeta. Así que respondieron: —No lo sabemos. Entonces Jesús les replicó: —Pues tampoco yo os diré con qué derecho hago todo esto.
MARCOS 11:1-33 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Ya cerca de Jerusalén, cuando estaban en Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: –Id a esa aldea, y al entrar en ella encontraréis un asno atado que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Si alguien os pregunta por qué lo hacéis, respondedle que el Señor lo necesita y que en seguida lo devolverá. Fueron, pues, y encontraron el asno atado en la calle, junto a una puerta, y lo desataron. Algunos que estaban allí les preguntaron: –¿Qué hacéis? ¿Por qué desatáis el asno? Ellos contestaron lo que Jesús les había dicho, y los dejaron ir. Lo llevaron a Jesús, cubrieron el asno con sus capas y Jesús montó. Muchos tendían sus propias capas por el camino, y otros tendían ramas que habían cortado en el campo. Y los que iban delante y los que iban detrás gritaban: –¡Hosana! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene, el reino de nuestro padre David! ¡Hosana en las alturas! Entró Jesús en Jerusalén y se dirigió al templo. Miró por todas partes y luego se fue a Betania con los doce discípulos, porque ya era tarde. Al día siguiente, cuando salían de Betania, Jesús sintió hambre. Vio de lejos una higuera que tenía hojas y se acercó a ver si también tenía fruto; pero no encontró más que las hojas, porque no era tiempo de higos. Entonces dijo a la higuera: –¡Nunca más coma nadie de tu fruto! Sus discípulos lo oyeron. Después que llegaron a Jerusalén, entró Jesús en el templo y comenzó a expulsar a los que allí estaban vendiendo y comprando. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas, y no permitía que nadie atravesara el templo llevando objetos. Se puso a enseñar, diciendo: –Las Escrituras dicen: ‘Mi casa será casa de oración para todas las naciones’, pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones. Al oir esto, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley empezaron a buscar la manera de matar a Jesús, porque le tenían miedo, pues toda la gente estaba admirada de su enseñanza. Pero al llegar la noche, Jesús y sus discípulos salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, pasando junto a la higuera, vieron que se había secado de raíz. Entonces Pedro, acordándose de lo sucedido, dijo a Jesús: –Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado. Jesús les contestó: –Tened fe en Dios. Os aseguro que si alguien dice a ese monte: ‘¡Quítate de ahí y arrójate al mar!’, y no lo hace con dudas, sino creyendo que ha de suceder lo que dice, entonces sucederá. Por eso os digo que todo lo que pidáis en oración, creed que ya lo habéis conseguido y lo recibiréis. Y cuando estéis orando, perdonad lo que tengáis contra otro, para que también vuestro Padre que está en el cielo os perdone vuestros pecados. Después de esto regresaron a Jerusalén, y mientras Jesús andaba por el templo se acercaron a él los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos, y le preguntaron: –¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te ha dado la autoridad para hacerlas? Jesús les contestó: –Yo también os voy a hacer una pregunta: ¿Quién envió a Juan a bautizar: Dios o los hombres? Contestadme. Si me dais la respuesta, yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. Ellos se pusieron a discutir unos con otros: “Si respondemos que lo envió Dios, va a decir: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’ ¿Y cómo vamos a decir que le enviaron los hombres?...” Y es que tenían miedo de la gente, pues todos creían que Juan era verdaderamente un profeta. Así que respondieron a Jesús: –No lo sabemos. Entonces Jesús les contestó: –Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.