MARCOS 15:21-38
MARCOS 15:21-38 La Palabra (versión española) (BLP)
Y a uno que pasaba por allí al volver del campo, a un tal Simón, natural de Cirene, padre de Alejandro y Rufo, lo obligaron a cargar con la cruz de Jesús. Llevaron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa lugar de la Calavera. Allí le dieron vino mezclado con mirra, pero él lo rechazó. A continuación lo crucificaron y los soldados se repartieron sus ropas echándolas a suertes, para ver con qué se quedaba cada uno. Eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron. Y había un letrero en el que estaba escrito el motivo de la condena: «El rey de los judíos». Al mismo tiempo que a Jesús, crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda. [ Así se cumplió la Escritura que dice: Fue incluido entre los criminales]. Los que pasaban lo insultaban y, meneando la cabeza, decían: —¡Eh, tú que derribas el Templo y vuelves a edificarlo en tres días: sálvate a ti mismo bajando de la cruz! De igual manera los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley se burlaban de él diciéndose unos a otros: —Ha salvado a otros, pero no puede salvarse a sí mismo. ¡Que baje ahora mismo de la cruz ese mesías, ese rey de Israel, para que lo veamos y creamos en él! Los otros que estaban crucificados junto a él, también lo llenaban de insultos. Al llegar el mediodía, la tierra entera quedó sumida en oscuridad hasta las tres de la tarde. A esa hora Jesús gritó con fuerza: —¡Eloí, Eloí! ¿lemá sabaqtaní?, que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Lo oyeron algunos de los que estaban allí y comentaron: —Mirad, está llamando a Elías. Uno de ellos fue corriendo a empapar una esponja en vinagre, y con una caña se la acercó a Jesús para que bebiera, diciendo: —Dejad, a ver si viene Elías a librarlo. Pero Jesús, lanzando un fuerte grito, murió. Entonces la cortina del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
MARCOS 15:21-38 Reina Valera 2020 (RV2020)
Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, venía del campo y al pasar le obligaron a cargar la cruz. Y llevaron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa «Lugar de la Calavera». Le dieron a beber vino mezclado con mirra, mas él no lo tomó. Cuando le crucificaron, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno. Eran las nueve de la mañana cuando le crucificaron. Y el letrero con la causa de su condena decía: «El Rey de los Judíos». Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con los pecadores . Los que pasaban le insultaban y, meneando la cabeza, decían: —¡Ah! Tú, el que derribas el templo de Dios y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo y desciende de la cruz. De esta manera también los principales sacerdotes y los escribas participaban del escarnio y se decían unos a otros: —Salvó a otros, pero no se puede salvar a sí mismo. El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz para que veamos y creamos. También los que estaban crucificados con él le injuriaban. Cuando llegó el mediodía, toda la tierra se sumió en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las tres de la tarde, Jesús clamó a gran voz: —¡Eloí, Eloí!, ¿lama sabactani?, que significa «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?». Algunos de los que estaban allí decían al oírlo: —Mirad, llama a Elías. Uno de ellos corrió a empapar una esponja en vinagre, la puso en una caña y le dio de beber diciendo: —Dejad, veamos si viene Elías a bajarlo. Mas Jesús, dando un fuerte grito, expiró. Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
MARCOS 15:21-38 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Un hombre de Cirene, llamado Simón, padre de Alejandro y Rufo, llegaba entonces del campo. Al pasar por allí le obligaron a cargar con la cruz de Jesús. Llevaron a Jesús a un sitio llamado Gólgota (que significa “Lugar de la Calavera”), y le dieron vino mezclado con mirra; pero Jesús no lo aceptó. Entonces lo crucificaron. Y los soldados echaron suertes para repartirse la ropa de Jesús y ver qué tocaba a cada uno. Eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron. Y pusieron un letrero en el que estaba escrita la causa de su condena: “El Rey de los judíos.” Con él crucificaron también a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Los que pasaban le insultaban meneando la cabeza y diciendo: –¡Eh, tú, que derribas el templo y en tres días lo vuelves a levantar, sálvate a ti mismo bajando de la cruz! Del mismo modo se burlaban de él los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley. Decían: –Salvó a otros, pero él no se puede salvar. ¡Que baje de la cruz ese Mesías, Rey de Israel, para que veamos y creamos! Y hasta los que estaban crucificados con él le insultaban. Al llegar el mediodía, toda aquella tierra quedó en oscuridad hasta las tres de la tarde. A esa misma hora, Jesús gritó con fuerza: –Eloí, Eloí, ¿lemá sabactani? (que significa “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”). Algunos de los que allí se encontraban lo oyeron y dijeron: –Oíd, está llamando al profeta Elías. Entonces uno de ellos corrió, empapó una esponja en vino agrio, la ató a una caña y se la acercó a Jesús para que bebiera, diciendo: –Dejadle, a ver si viene Elías a bajarle de la cruz. Pero Jesús dio un fuerte grito y murió. Y el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.