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MARCOS 4:1-34

MARCOS 4:1-34 Reina Valera 2020 (RV2020)

Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar. Y se reunió alrededor de él tanta gente que decidió subir a una barca que estaba en el mar y se sentó. Toda la gente permanecía en la orilla y les enseñaba por medio de parábolas muchas cosas. En su enseñanza les decía: —Oíd: El sembrador salió a sembrar y al hacerlo una parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra. Brotó pronto, porque la tierra no era profunda, pero cuando salió el sol se agostó y se secó, pues la raíz no tenía hondura. Otra cayó entre espinos, los espinos crecieron, la ahogaron y no dio fruto. Pero otra parte de la simiente cayó en buena tierra, brotó, creció y produjo fruto a treinta, a sesenta y a ciento por uno. Y añadió Jesús: —El que tenga oídos para oír, oiga. Cuando se quedó a solas, los que estaban cerca de él junto con los doce le preguntaron sobre el significado de la parábola. Y les dijo: —A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; pero a quienes están fuera todo se les dice por parábolas para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; no sea que se conviertan y les sean perdonados los pecados. Y continuó diciendo: —¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las demás? El sembrador siembra la palabra. Algunos son como la semilla caída junto al camino. En ellos se siembra la palabra, pero inmediatamente después de oírla viene Satanás y se la arrebata. De igual modo, la semilla caída en el terreno pedregoso representa a quienes al oír la palabra la reciben momentáneamente con gozo, pero perdura muy poco tiempo porque no tienen raíz en sí mismos; por eso sucumben cuando por causa de la palabra viene la tribulación o la persecución. La semilla que cayó entre espinos representa a quienes oyen la palabra, pero los afanes de este mundo, el engaño de las riquezas y la codicia de otras cosas, entran en su interior, la ahogan y la hacen infructuosa. Y existen otros que son como la simiente que cayó en buena tierra: oyen el mensaje, lo reciben y dan fruto a treinta, a sesenta y a ciento por uno. También les dijo: —¿Acaso se enciende una lámpara para ponerla debajo del almud o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado ni secreto que no haya de salir a la luz. Si alguno tiene oídos para oír, oiga. Les dijo también: —Prestad atención a lo que oís, porque con la medida con que medís a los demás, seréis medidos, y aun más que eso. Pues al que tiene se le dará, pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Decía además: —El reino de Dios es como cuando un hombre echa la semilla en la tierra. Tanto si duerme como si se levanta, sea de noche o de día, la semilla brota y crece sin que él sepa cómo, porque la tierra de por sí lleva fruto: primero tallo tierno, luego espiga, después grano que llena la espiga. Y en el momento en que el fruto está maduro, se mete la hoz, porque ha llegado el tiempo de la siega. Jesús decía también: —¿Con qué compararemos el reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Es como el grano de mostaza. Cuando se siembra es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra, pero después crece más que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra. Con muchas parábolas como estas les comunicaba la palabra, conforme a lo que podían comprender. Sin parábolas no les hablaba, aunque a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

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MARCOS 4:1-34 La Palabra (versión española) (BLP)

De nuevo comenzó Jesús a enseñar a la orilla del lago. Y se le reunió tanta gente que decidió subir a una barca que estaba en el lago y sentarse en ella, mientras la gente permanecía junto al lago en tierra firme. Entonces Jesús se puso a enseñarles muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su enseñanza: —Escuchad: Una vez, un sembrador salió a sembrar. Al lanzar la semilla, una parte cayó al borde del camino y llegaron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó entre las piedras, donde había poca tierra; y como la tierra no era profunda, la semilla brotó muy pronto; pero en cuanto salió el sol, se agostó y, al no tener raíz, se secó. Otra parte de la semilla cayó entre cardos, y los cardos crecieron y la ahogaron sin dejarle que diera fruto. Otra parte, en fin, cayó en tierra fértil y germinó y creció y dio fruto: unas espigas dieron grano al treinta; otras, al sesenta; y otras, al ciento por uno. Jesús añadió: —Quien pueda entender esto, que lo entienda. Cuando Jesús se quedó a solas, los que lo rodeaban, junto con los Doce, le preguntaron por el significado de las parábolas. Les dijo: —A vosotros, Dios os permite conocer el secreto de su reino; pero a los otros, los de fuera, todo les llega por medio de parábolas, para que, aunque miren, no vean; y aunque escuchen, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados. Y Jesús continuó: —¿No comprendéis esta parábola? Entonces, ¿cómo comprenderéis todas las demás? El sembrador representa al que anuncia el mensaje. Hay quienes son como la semilla que cayó al borde del camino: escuchan el mensaje, pero luego llega Satanás y se lleva lo que ya estaba sembrado en ellos. Otros son como la semilla que cayó entre las piedras: oyen el mensaje y de momento lo reciben con alegría; pero no tienen raíces y son volubles; así que, cuando les llegan las pruebas o persecuciones a causa del propio mensaje, enseguida sucumben. Otros son como la semilla que cayó entre los cardos: oyen el mensaje, pero los problemas de la vida, el apego a las riquezas y otras apetencias, llegan y lo ahogan de manera que no da fruto. Otros, en fin, son como la semilla que cayó en tierra fértil: oyen el mensaje, lo reciben y dan fruto al treinta, al sesenta o al ciento por uno. También les dijo: —¿Acaso se enciende una lámpara para taparla con una vasija o meterla debajo de la cama? ¿No se la enciende, más bien, para ponerla en el candelero? Pues nada hay escondido que no haya de ser descubierto, ni hay nada hecho en secreto que no haya de salir a la luz. Si alguien puede entender esto, que lo entienda. También les dijo: —Prestad atención a lo que oís: Dios os medirá con la misma medida con que vosotros medís a los demás, y lo hará con creces. Porque al que tiene, se le dará más todavía; pero al que no tiene, hasta lo que tenga se le quitará. También dijo: —Con el reino de Dios sucede lo mismo que con la semilla que un hombre siembra en la tierra: tanto si duerme como si está despierto, así de noche como de día, la semilla germina y crece, aunque él no sepa cómo. La tierra, por sí misma, la lleva a dar fruto: primero brota la hierba, luego se forma la espiga y, por último, el grano que llena la espiga. Y cuando el grano ya está en sazón, enseguida se mete la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha. También dijo: —¿A qué compararemos el reino de Dios? ¿Con qué parábola lo representaremos? Es como el grano de mostaza, que, cuando se siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra; pero una vez sembrado, crece más que todas las otras plantas y echa ramas tan grandes que a su sombra anidan los pájaros. Con estas y otras muchas parábolas les anunciaba Jesús el mensaje, en la medida en que podían comprenderlo. Y sin parábolas no les decía nada. Luego, a solas, se lo explicaba todo a sus discípulos.

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MARCOS 4:1-34 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Otra vez comenzó Jesús a enseñar a la orilla del lago. Como se reunió una gran multitud, subió a una barca que había en el lago y se sentó, mientras la gente se quedaba en la orilla. Y se puso a enseñarles muchas cosas por medio de parábolas. En su enseñanza les decía: “Oíd esto: Un sembrador salió a sembrar. Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el camino, y llegaron las aves y se la comieron. Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra; aquella semilla brotó pronto, porque la tierra no era profunda; pero el sol, al salir, la quemó, y como no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron, de modo que la semilla no produjo grano. Pero otra parte cayó en buena tierra, y creció y dio una buena cosecha: unas espigas dieron treinta granos por semilla, otras dieron sesenta granos y otras cien.” Y añadió Jesús: –Los que tienen oídos, oigan. Después, cuando Jesús se quedó a solas, los que estaban cerca de él y los doce discípulos le preguntaron qué significaba aquella parábola. Les contestó: “A vosotros, Dios os da a conocer el secreto de su reino; pero a los que están fuera se les dice todo por medio de parábolas, para que por mucho que miren no vean, y por mucho que oigan no entiendan; a no ser que se vuelvan a Dios y él los perdone.” Les dijo: “¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, vais a entender todas las demás? El que siembra la semilla representa al que anuncia el mensaje. Hay quienes son como la semilla que cayó en el camino: oyen el mensaje, pero después de haberlo escuchado viene Satanás y les quita ese mensaje sembrado en su corazón. Otros son comparables a la semilla sembrada entre las piedras: oyen el mensaje, y al pronto lo reciben con gusto, pero como no tienen bastante raíz no pueden permanecer firmes; por eso, cuando por causa del mensaje sufren pruebas o persecución, pierden la fe. Otros son como la semilla sembrada entre espinos: oyen el mensaje, pero los negocios de este mundo les preocupan demasiado, el amor a las riquezas los engaña y su deseo es poseer todas las cosas. Todo eso entra en ellos, ahoga el mensaje y no le deja dar fruto. Pero hay otros que oyen el mensaje y lo aceptan y dan una buena cosecha, lo mismo que la semilla sembrada en buena tierra: algunos de estos son como las espigas que dieron treinta granos por semilla, otros son como las que dieron sesenta y otros como las que dieron cien.” También les dijo: “¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de una vasija o debajo de la cama? No, una lámpara se pone en alto, para que alumbre. De la misma manera, no hay nada escondido que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a ponerse en claro. Los que tienen oídos, oigan.” También les dijo: “Fijaos en lo que oís. Con la misma medida con que midáis, Dios os medirá a vosotros, y os dará todavía más. Pues al que tiene, se le dará más; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará.” Jesús dijo también: “Con el reino de Dios sucede como con el hombre que siembra en la tierra: que lo mismo si duerme que si está despierto, lo mismo de noche que de día, la semilla nace y crece sin que él sepa cómo. Y es que la tierra produce por sí misma: primero brota una hierba, luego se forma la espiga y, por último, el grano que llena la espiga. Y cuando el grano ya está maduro, se siega, porque ha llegado el tiempo de la cosecha”. También dijo Jesús: “¿A qué se parece el reino de Dios, o con qué podremos compararlo? Es como una semilla de mostaza que se siembra en la tierra. Es la más pequeña de todas las semillas del mundo; pero, una vez sembrada, crece y se hace mayor que cualquiera otra planta del huerto, y echa ramas tan grandes que hasta los pájaros pueden anidar a su sombra.” De esta manera les enseñaba Jesús el mensaje, por medio de muchas parábolas como estas y hasta donde podían comprender. No les decía nada sin parábolas, aunque a sus discípulos se lo explicaba todo aparte.

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MARCOS 4:1-34 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

De nuevo comenzó Jesús a enseñar a la orilla del lago. La multitud que se reunió para verlo era tan grande que él subió y se sentó en una barca que estaba en el lago, mientras toda la gente se quedaba en la playa. Entonces se puso a enseñarles muchas cosas por medio de parábolas y, como parte de su instrucción, les dijo: «¡Prestad atención! Un sembrador salió a sembrar. Sucedió que, al esparcir él la semilla, una parte cayó junto al camino, y llegaron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, sin mucha tierra. Esa semilla brotó pronto porque la tierra no era profunda; pero, cuando salió el sol, las plantas se marchitaron y, por no tener raíz, se secaron. Otra parte de la semilla cayó entre espinos que, al crecer, la ahogaron, de modo que no dio fruto. Pero las otras semillas cayeron en buen terreno. Brotaron, crecieron y produjeron una cosecha que rindió el treinta, el sesenta y hasta el ciento por uno. »El que tenga oídos para oír, que oiga», añadió Jesús. Cuando se quedó solo, los doce y los que estaban alrededor de él le hicieron preguntas sobre las parábolas. «A vosotros se os ha revelado el secreto del reino de Dios —les contestó—; pero a los de afuera todo les llega por medio de parábolas, para que »“por mucho que vean, no perciban; y por mucho que oigan, no entiendan; no sea que se conviertan y sean perdonados”. »¿No entendéis esta parábola? —continuó Jesús—. ¿Cómo podréis, entonces, entender las demás? El sembrador siembra la palabra. Algunos son como lo sembrado junto al camino, donde se siembra la palabra. Tan pronto como la oyen, viene Satanás y les quita la palabra sembrada en ellos. Otros son como lo sembrado en terreno pedregoso: cuando oyen la palabra, en seguida la reciben con alegría, pero, como no tienen raíz, duran poco tiempo. Cuando surgen problemas o persecución a causa de la palabra, en seguida se apartan de ella. Otros son como lo sembrado entre espinos: oyen la palabra, pero las preocupaciones de esta vida, el engaño de las riquezas y muchos otros malos deseos entran hasta ahogar la palabra, de modo que esta no llega a dar fruto. Pero otros son como lo sembrado en buen terreno: oyen la palabra, la aceptan y producen una cosecha que rinde el treinta, el sesenta y hasta el ciento por uno». También les dijo: «¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es, por el contrario, para ponerla en una repisa? No hay nada escondido que no esté destinado a descubrirse; tampoco hay nada oculto que no esté destinado a ser revelado. El que tenga oídos para oír, que oiga. »Prestad mucha atención —añadió—. Con la medida que medís a otros, se os medirá a vosotros, y aún más se os añadirá. Al que tiene, se le dará más; al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará». Jesús continuó: «El reino de Dios se parece a quien esparce semilla en la tierra. Sin que este sepa cómo, y ya sea que duerma o esté despierto, día y noche brota y crece la semilla. La tierra da fruto por sí sola; primero el tallo, luego la espiga, y después el grano lleno en la espiga. Tan pronto como el grano está maduro, se le mete la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha». También dijo: «¿Con qué vamos a comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola podemos usar para describirlo? Es como un grano de mostaza: cuando se siembra en la tierra, es la semilla más pequeña que hay, pero una vez sembrada crece hasta convertirse en la más grande de las hortalizas, y echa ramas tan grandes que las aves pueden anidar bajo su sombra». Y con muchas parábolas semejantes les enseñaba Jesús la palabra hasta donde podían entender. No les decía nada sin emplear parábolas. Pero, cuando estaba a solas con sus discípulos, les explicaba todo.

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