NÚMEROS 11:1-23
NÚMEROS 11:1-23 La Palabra (versión española) (BLP)
El pueblo se quejó con acritud ante el Señor. El Señor lo oyó y, ardiendo en cólera, encendió contra ellos su fuego que devoró uno de los flancos del campamento. Entonces el pueblo clamó a Moisés que oró al Señor, y el fuego se extinguió. Y ese lugar se llamó Taberá porque el fuego del Señor se encendió contra ellos. La gente extraña que se había mezclado con los israelitas sintió ansia de comer, y los propios israelitas lloraban diciendo: —¿Quién nos proporcionará carne para comer? ¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, así como de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos! Pero ahora nuestras gargantas están secas, pues solo disponemos de este maná. El maná era como semilla de cilantro, y su color como color de bedelio. El pueblo se diseminaba para recogerlo y lo molía en molinos o lo machacaba en morteros; luego lo cocía en caldera y hacía tortas con él. Su sabor era como el de una torta de aceite. Cuando por la noche descendía el rocío sobre el campamento, también el maná descendía sobre él. Moisés oyó como los componentes de las distintas familias del pueblo se lamentaban, cada uno a la puerta de su tienda. Esto provocó el estallido de la cólera del Señor, cosa que disgustó mucho a Moisés hasta el punto de decir al Señor: —¿Por qué tratas tan mal a tu siervo? ¿Por qué me has retirado tu favor y has puesto la carga de todo este pueblo sobre mí? ¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Acaso engendré yo a este pueblo o lo di a luz para que me digas: «Llévalo en tu regazo —como hace la nodriza con el niño de pecho— a la tierra que prometiste con juramento a sus antepasados»? Porque ¿dónde conseguiré carne para dar de comer a todo este pueblo? Y es que vienen a mí con lamentos y me exigen: «¡Danos carne para comer!». Yo solo no puedo cargar con todo este pueblo, porque es demasiado pesado para mí. Si me vas a tratar así, prefiero que me mates; pero si aún gozo de tu favor, te ruego que no prolongues mi desventura. El Señor contestó a Moisés: —Reúneme setenta hombres de los principales de Israel, de los que tengas constancia que son líderes y maestros del pueblo; tráelos a la entrada de la Tienda del encuentro y ponlos junto a ti. Yo descenderé y hablaré allí contigo; tomaré parte del espíritu que hay en ti y se lo infundiré a ellos; así compartirán contigo la carga del pueblo y no tendrás que llevarla tú solo. Y al pueblo le dirás: «Purificaos para mañana pues vais a comer carne. Vuestras quejas han llegado a oídos del Señor cuando decíais: “¡Quién nos diera carne para comer! ¡Ciertamente nos iba mejor en Egipto!”. Pues bien, el Señor os dará carne, y comeréis. No comeréis un día, ni dos, ni cinco, ni diez, ni veinte, sino durante un mes entero, hasta que os salga por las narices, y la aborrezcáis; así será por cuanto rechazasteis al Señor que está en medio de vosotros al quejaros ante él, diciendo: “¿Para qué salimos de Egipto?”». Entonces dijo Moisés: —El pueblo en medio del cual estoy suma seiscientos mil hombres de a pie y sin embargo tú dices: ¡Les daré suficiente carne para comer durante un mes entero! ¿Acaso hay suficientes ovejas y bueyes que puedan ser degollados? ¿Es posible juntar para ellos todos los peces del mar para que tengan bastante? El Señor respondió a Moisés: —¿Es que tiene un límite el poder del Señor? Enseguida verás si lo que te he dicho se cumple o no.
NÚMEROS 11:1-23 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Un día los israelitas comenzaron a murmurar contra el Señor a causa de las dificultades por las que estaban pasando. Al oirlos, el Señor se llenó de ira y les envió un fuego que incendió los alrededores del campamento. El pueblo gritó pidiendo ayuda a Moisés, y Moisés rogó al Señor por ellos. Entonces el fuego se apagó. Por eso aquel lugar se llamó Taberá, porque allí el fuego del Señor ardió contra ellos. Entre los israelitas se había mezclado gente de toda clase, que solo pensaba en comer. Y los israelitas, dejándose llevar por ellos, se pusieron a llorar y a decir: “¡Ojalá tuviéramos carne para comer! ¡Cómo nos viene a la memoria el pescado que comíamos de balde en Egipto! Y también comíamos pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos. Pero ahora nos estamos muriendo de hambre y no se ve otra cosa que maná.” (El maná era parecido a la semilla del cilantro; tenía un color amarillento, como el de la resina, y sabía a tortas de harina con aceite. La gente salía a recogerlo, y luego lo molían o machacaban, y lo cocinaban o lo preparaban en forma de panes. Por la noche, cuando caía el rocío sobre el campamento, caía también el maná.) Moisés oyó que los israelitas y sus familiares lloraban a la entrada de sus tiendas. El Señor estaba lleno de ira. Y Moisés también se disgustó, y dijo al Señor: –¿Por qué me tratas mal a mí, que soy tu siervo? ¿Qué tienes contra mí, que me has hecho cargar con este pueblo? ¿Acaso soy yo su padre o su madre para que me pidas que los lleve en brazos, como a niños de pecho, hasta el país que prometiste a sus antepasados? ¿De dónde voy a sacar carne para dar de comer a toda esta gente? Vienen llorando a decirme: ‘Danos carne para comer.’ Yo solo no puedo seguir encargándome de llevar a todo este pueblo; es una carga demasiado pesada para mí. Si vas a seguir tratándome así, mejor será que me quites la vida, si es que de veras me estimas. Así no tendré que verme en tantas dificultades. Pero el Señor le contestó: –Reúneme a setenta ancianos israelitas, de los que sepas que tienen autoridad entre el pueblo, y tráelos a la tienda del encuentro, y que esperen allí contigo. Yo bajaré y hablaré allí contigo, y tomaré una parte del espíritu que tú tienes y se la daré a ellos para que te ayuden a sobrellevar a este pueblo. Así no estarás solo. Luego manda al pueblo que se purifique para mañana, y comerán carne. Ya los he oído llorar y decir: ‘¡Ojalá tuviéramos carne para comer! ¡Estábamos mejor en Egipto!’ Pues bien, yo les voy a dar carne para que coman, y no solo un día o dos, ni cinco o diez o veinte. No. Comerán carne durante todo un mes, hasta que se les salga por las narices y les dé asco, porque me han rechazado a mí, el Señor, que estoy en medio de ellos, y han llorado y han dicho ante mí: ‘¿Para qué salimos de Egipto?’ Entonces Moisés respondió: –El pueblo que viene conmigo es de seiscientos mil hombres de a pie, ¿y dices que nos darás a comer carne durante un mes entero? ¿Dónde hay tantas ovejas y vacas que se puedan matar y que alcancen para todos? Aun si les diéramos todo el pescado del mar, no les alcanzaría. Pero el Señor le contestó: –¿Crees que es tan pequeño mi poder? Ahora verás si se cumple o no lo que he dicho.
NÚMEROS 11:1-23 Reina Valera 2020 (RV2020)
Aconteció que el pueblo se quejó a oídos del Señor; lo oyó el Señor y ardió su ira. Se encendió entre ellos un fuego del Señor que consumió uno de los extremos del campamento. El pueblo clamó a Moisés, y este oró al Señor. Entonces el fuego se extinguió. Por eso llamaron a aquel lugar Tabera, porque el fuego del Señor se había encendido entre ellos. La gente extranjera que se había mezclado con ellos se dejó llevar por las ansias de comida, y los hijos de Israel también volvieron a sus llantos, pues decían: —¡Quién nos diera de comer carne! Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos. ¡Ahora nuestra alma se seca, pues nada sino este maná ven nuestros ojos! El maná era como semilla de cilantro, y su color como color de bedelio. El pueblo se esparcía y lo recogía, lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas. Su sabor era como de aceite nuevo. Cuando descendía el rocío de noche sobre el campamento, el maná descendía sobre él. Moisés oyó al pueblo que lloraba, cada uno con su familia a la entrada de su tienda. La ira del Señor se encendió mucho, y también le pareció mal a Moisés, quien dijo al Señor: —¿Por qué has hecho este mal a tu siervo? ¿Y por qué no he hallado gracia a tus ojos, que has puesto la carga de todo este pueblo sobre mí? ¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo engendré yo, para que me digas: «Llévalo en tu seno, como lleva la que cría al que mama, a la tierra que juraste dar a sus padres?». ¿De dónde conseguiré yo carne para dar a todo este pueblo? Porque vienen a mí, lloran y me dicen: «Danos carne para comer». No puedo yo solo soportar a todo este pueblo: es una carga demasiado pesada para mí. Y si así vas a hacer tú conmigo, te ruego que me des muerte, si he hallado gracia a tus ojos, para que yo no vea mi mal. Entonces el Señor dijo a Moisés: —Reúneme a setenta hombres de entre los ancianos de Israel, de los que tú sabes que son ancianos del pueblo y sus principales, tráelos a la puerta del tabernáculo de reunión, y que esperen allí contigo. Yo descenderé y hablaré allí contigo; tomaré del espíritu que está en ti y lo pondré en ellos, para que lleven contigo la carga del pueblo y no la lleves tú solo. Pero al pueblo dirás: «Santificaos para mañana y comeréis carne, porque habéis llorado a oídos del Señor, y habéis dicho: “¡Quién nos diera de comer carne! ¡Ciertamente mejor nos iba en Egipto!”. El Señor, pues, os dará carne, y comeréis. No comeréis un día, ni dos, ni cinco, ni diez, ni veinte, sino hasta un mes entero, hasta que os salga por las narices y la aborrezcáis, por cuanto menospreciasteis al Señor que está en medio de vosotros, y llorasteis delante de él y dijisteis: “¿Para qué salimos de Egipto?”». Entonces dijo Moisés: —Este pueblo, en medio del cual estoy, llega a los seiscientos mil de a pie, ¡y tú dices: «Les daré carne, y comerán un mes entero»! ¿Se degollarán para ellos ovejas y bueyes que les basten?, ¿o se juntarán para ellos todos los peces del mar para que tengan lo suficiente? Entonces el Señor respondió a Moisés: —¿Acaso el poder del Señor es limitado? Ahora verás si se cumple mi palabra o no.
NÚMEROS 11:1-23 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Un día, el pueblo se quejó de las penalidades que estaba sufriendo. Al oírlos el SEÑOR, ardió en ira y su fuego consumió los alrededores del campamento. Entonces el pueblo clamó a Moisés, y este oró al SEÑOR por ellos y el fuego se apagó. Por eso aquel lugar llegó a ser conocido como Taberá, pues el fuego del SEÑOR ardió entre ellos. Al populacho que iba con ellos le vino un apetito voraz. Y también los israelitas volvieron a llorar, y dijeron: «¡Quién nos diera carne! ¡Cómo echamos de menos el pescado que comíamos gratis en Egipto! ¡También comíamos pepinos y melones, y puerros, cebollas y ajos! Pero ahora tenemos reseca la garganta; ¡y no vemos nada que no sea este maná!» A propósito, el maná se parecía a la semilla del cilantro y brillaba como la resina. El pueblo salía a recogerlo, y lo molía entre dos piedras, o bien lo machacaba en morteros, y lo cocía en una olla o hacía pan con él. Sabía a pan amasado con aceite. Por la noche, cuando el rocío caía sobre el campamento, también caía el maná. Moisés escuchó que las familias del pueblo lloraban, cada una a la entrada de su tienda, con lo cual hacían que la ira del SEÑOR se encendiera en extremo. Entonces, muy disgustado, Moisés oró al SEÑOR: ―Si yo soy tu siervo, ¿por qué me perjudicas? ¿Por qué me niegas tu favor y me obligas a cargar con todo este pueblo? ¿Acaso yo lo concebí, o lo di a luz, para que me exijas que lo lleve en mi regazo, como si fuera su nodriza, y lo lleve hasta la tierra que les prometiste a sus antepasados? Todo este pueblo viene llorando a pedirme carne. ¿De dónde voy a sacarla? Yo solo no puedo con todo este pueblo. ¡Es una carga demasiado pesada para mí! Si este es el trato que vas a darme, ¡me harás un favor si me quitas la vida! ¡Así me veré libre de mi desgracia! SEÑOR El SEÑOR le respondió a Moisés: ―Tráeme a setenta ancianos de Israel, y asegúrate de que sean ancianos y gobernantes del pueblo. Llévalos a la Tienda de reunión, y haz que esperen allí contigo. Yo descenderé para hablar contigo, y compartiré con ellos el Espíritu que está sobre ti, para que te ayuden a llevar la carga que te significa este pueblo. Así no tendrás que llevarla tú solo. »Al pueblo solo le dirás lo siguiente: “Santificaos para mañana, pues váis a comer carne. Vosotros llorasteis ante el SEÑOR, y le dijisteis: ‘¡Quién nos diera carne! ¡En Egipto lo pasábamos mejor!’ Pues bien, el SEÑOR os dará carne, y tendréis que comérosla. No la comeréis un solo día, ni dos, ni cinco, ni diez, ni veinte, sino todo un mes, hasta que os salga por las narices y os provoque náuseas. Y esto, por haber despreciado al SEÑOR, que está en medio de vosotros, y por haberle llorado, diciendo: ‘¿Por qué tuvimos que salir de Egipto?’ ”» Moisés replicó: ―Me encuentro en medio de un ejército de seiscientos mil hombres, ¿y tú hablas de darles carne todo un mes? Aunque se les degollaran rebaños y manadas completas, ¿les alcanzaría? Y aunque se les pescaran todos los peces del mar, ¿eso les bastaría? El SEÑOR le respondió a Moisés: ―¿Acaso el poder del SEÑOR es limitado? ¡Pues ahora verás si cumplo o no mi palabra!